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Capítulo 51. Requiem in pace.




«Requiem in pace»

Caelum no solo nos devolvió a Estrella, también nos regaló a todos un poco de paz en lo que respecta a la muerte de Arus. Lo noté en su funeral.

La ceremonia se celebró al crepúsculo siguiente, puesto que todos habíamos necesitado prácticamente todo el día para descansar y recuperarnos, los niños incluídos. Ada y yo apenas logramos salir de la cama para comer y después volvimos a entrar en coma durante otro buen rato. En ese breve lapsus descubrimos que nuestros hijos por fin habían despertado y aunque moríamos de ganas por quedarnos con ellos, Enid nos prometió que se encargaría de los pequeños hasta que nosotros recuperáramos nuestras fuerzas.

No recuerdo si le agradecimos lo suficiente.

La segunda vez que desperté era mucho más tarde, lo supe porque los colores del atardecer comenzaban a rondar el cielo. Ada ya no estaba conmigo en la cama, sino de pie en el balcón. Me quedé observándola a pesar de que me daba la espalda, intentando imaginar que era todo lo que pasaba por su mente mientras contemplaba las praderas.

Quería averiguarlo.

No me sentí como nuevo cuando me puse de pie. De hecho, creo que nunca antes había pasado por un agotamiento parecido, pero me dije a mí mismo que era normal. Después de todo, entre mi secuestro, la tortura y la guerra, llevaba semanas sin tener un respiro.

Sin embargo, sí sentí la fuerza de mi magia arraigada de nuevo en el centro de mi pecho y la dejé fluir por mis venas, mientras saboreaba la sensación de estar completo. Aquello me relajó, así que me dirigí al balcón con pasos tranquilos.

Ada tenía los brazos cruzados y su cadera estaba ligeramente recargada en el barandal de granito. Aún así, encontré las facciones de su rostro mucho más laxas de lo que esperaba. Se veía calmada.

La saludé con un lento beso en la mejilla que le arrancó una sonrisa genuina y sus ojos azules se posaron en mí. El cálido aire hizo que algunos mechones pelirrojos se alzaran y ella no hizo nada para controlarlos.

—¿Cómo estás? —quise saber.

—Creo que bien. —Exhaló el aire contenido—. ¿Qué hay de ti?

—Mejor, definitivamente.

Ella me contempló con una sonrisita.

—Te ves mejor. —Suspiró largamente.

—Hace un momento, ¿en qué estabas pensando?

Descruzó sus brazos y dio un paso hacia mí para ubicar sus manos a cada lado de mis caderas.

—En que tú y yo merecemos unas largas vacaciones.

Sonreí y pasé una mano por su alborotado cabello.

—Estoy de acuerdo.

Ada me abrazó y yo la recibí acariciando sus brazos de arriba a abajo y apoyando mi mentón sobre su cabeza, mientras recorría las pacíficas praderas con una mirada evaluadora. Que nadie nos hubiera molestado no significaba que no hubieran cosas por hacer y resolver, pero mi esposa tenía razón. Ella y yo necesitábamos un respiro después de todo lo que había sucedido.

Nos lo merecíamos.

—¿Recuerdas que te dije que estás más sexy en tu forma lobuna? —preguntó sin separarse de mí.

—Lo recuerdo.

—Bueno, cariño, ese fénix de hielo acaba de patearle el trasero a tu lobo.

Reír fue increíblemente fácil y disfruté la dulce carcajada que logró arrancarme.

—Y me lo dices tú, fénix sexy y ardiente.

—Yo siempre soy sexy y ardiente —argumentó.

—También estoy de acuerdo con eso.

Ella elevó su cabeza y se puso de puntitas para darme un tierno beso en la boca, pero cuando se separó un par de pasos supe que nuestro breve descanso acababa de terminar.

Lo primero que hicimos fue ir en busca de nuestros hijos para tener una charla con ellos sobre todo lo que había sucedido, omitiendo los detalles escabrosos que aún era innecesario que supieran. Lo importante era que entendieran que ahora estábamos a salvo. Sin embargo, Ada y yo también decidimos contarle a Noah la verdad sobre el milagro que salvó a Estrella. Y después tuvimos un momento difícil cuando les explicamos a ambos que Arus ya no se encontraba con nosotros.

Para ellos fue difícil comprenderlo.

Después de un largo abrazo y las mejores palabras tranquilizadoras que su mamá y yo pudimos ofrecerles, Ada decidió marcharse a Sunforest para verificar que Joham estuviera bien y que las cosas se encontraran tranquilas en su reino. Se llevó a los niños, argumentando que les haría bien estar con sus primos. Al menos se distraerían un poco de nuestra reciente charla.

Me hubiera gustado acompañarla, pero le pedí que extendiera mis agradecimientos a todos los forestnianos y que les avisara que más adelante lo haría yo en persona. En ese momento quise quedarme para visitar a los heridos que se encontraban en el palacio y averiguar si había algo que yo pudiera hacer por ellos. También para ofrecerles mi compañía.

Ada tardó poco más de una hora en volver y lo hizo con la noticia de que Joham no quería aplazar mucho más el funeral de Arus. Que él se merecía esa despedida y que necesitábamos un cierre para la espantosa pesadilla que habíamos vivido. Así que cuando el ocaso inició oficialmente, ya estábamos todos reunidos de nuevo... esta vez para decir adiós.

Vestimos a Arus con su túnica plateada favorita y lo llevamos al campo de tulipanes justo cuando los últimos rayos de sol inspiraban un momento de paz y reflexión. Nadie lloraba, no porque no estuviéramos tristes o no tuvieramos un hueco enorme ante la ausencia del fuerte y protector Arus, simplemente porque —gracias a Caelum— habíamos entendido que él se encontraba en un lugar mejor.

Claro que lo extrañaríamos con toda nuestra alma, pero tal vez, algún día, volveríamos a vernos tal como él se reencontró con Carwyn... y probablemente hasta con su Ada.

Era eso lo que nos mantenía enteros, había esperanza en los corazones de todos.

Conforme la luz se fue escondiendo, el campo de tulipanes comenzó a brillar más y más gracias al polvo de hadas que se desprendía de las flores. Estrella estaba sentada en mis brazos y agarrada con fuerza al cuello de mi playera, pero sus ojos plateados sucumbían ante el encanto de los tulipanes. Se encontraba tan perdida en la resplandeciente magia de ese lugar que no se percató de que su lolo Arus yacía en el suelo, inmóvil. Y yo decidí no presionarla para que enfrentara aquello.

En cambio Noah y Alen si decidieron acercarse a su bisabuelo, aunque lo hicieron algo inseguros. Ada sonrió al verlos y se puso de cuclillas en medio de ellos, abrazó a cada uno con un brazo distinto y les susurró algo que no alcancé a escuchar, pero que hizo que nuestros niños asintieran. Un beso en sus cabezas terminó por tranquilizarlos y ella volvió a ponerse de pie, tomando sus manos para mantenerlos a su lado.

Las hadas formaban un medio círculo detrás de nosotros, junto a los forestnianos que quisieron asistir y con mucho gusto se les compartió una invitación. Después de todo, Arus no solo había velado por Féryco, también fue el guardián de Sunforest y lo protegió con garras y colmillos. Era lógico que los forestnianos también quisieran presentar sus respetos.

Ada le indicó a Joham que acomodara a Arus junto a la tumba de Carwyn, justo a un lado del tulipán amarillo que él había creado con magia para su amigo. Su hijo lo hizo con tanto cuidado y devoción que a todos se nos rompió el corazón un poquito más.

Gracias a los ángeles que Arus no había sido envenenado con el polvo oscuro de hada y eso le permitiría tener un entierro tradicional de Féryco.

Mi esposa me miró y yo incliné mi cabeza, animándola a seguir adelante. Ella me había pedido dirigir la ceremonia y yo le di todo el control sin dudar. Prácticamente era su derecho y el de Joham. El resto de su familia no estaba lejos, tan solo unos pasos tras ellos.

Eira se encontraba abrazada a su padre y Jared hacía caricias tranquilizadoras en su cabello. No era un secreto para nadie que Arus había sido mucho más unido a nuestros hijos, mientras que con Eira y Jamie fue una relación cariñosa pero inevitablemente un poco más lejana. Aún así la pequeña forestniana se veía afectada por la pérdida de su bisabuelo y Jamie —quién abrazaba a Flora— no se quedaba atrás.

Esta era la primera vez que todos nuestros pequeños perdían a alguien. Quizá para ellos resultaba más difícil de comprender.

Ada carraspeó y alzó la cabeza para mirar a todos. A la vez, la atención se volcó hacia ella e incluso Joham la miró expectante. La mirada en su rostro estaba llena de dolor y tranquilidad al mismo tiempo.

—Gracias por estar aquí —comenzó a hablar con seguridad. Ella siempre había sido buena para expresarse incluso en las peores situaciones—. No hay mucho que decir sobre mi abuelo que no conozcan ya. Estoy segura que todos saben lo fuerte, astuto y valiente que él era. Murió para salvarme a mí, también para salvar a Ezra, y eso solo lo convierte en un héroe. El héroe de Féryco. De mi familia. —Respiró hondo y en lugar de mirar el cuerpo de Arus, ella observó el cielo—. Mi héroe.

»Esta va para ti, abuelo. Te la dedico con todo mi amor.

Ada comenzó a cantar y aquello me sorprendió. No porque no supiera lo mucho que disfrutaba hacerlo, sino porque nunca la había visto cantar un solo frente a tanta gente. Era un talento que solía guardarse para sí misma y compartirlo con muy pocos, así que no fui el único sorprendido.

La melodía de su voz fue bien recibida y noté el momento exacto en el que Estrella dejó su obsesión por los tulipanes a un lado para girar el rostro y clavar esos ojos plateados en Ada. Nuestra hija la miró con adoración.

—Mami —pronunció suavemente al escucharla cantar. Sellé un beso en su mejilla de bebé para transmitirle toda la ternura que sentí ante eso.

—Amas cuando mamá canta, ¿verdad Estrella? —susurré en su oído.

Ella sonrió y me obligué a no olvidar como respirar al contemplarla sonreír de esa manera. Al constatar con mis propios ojos y manos que estaba viva. La abracé con más fuerza y ella recargó su cabecita en mi hombro, optando por el izquierdo para poder seguir mirando a su mamá.

Ada no cantó una canción de Féryco, sino de la Tierra. Una que hablaba de amor y despedidas. Se enfocó en cada nota con esmero y todos nos mantuvimos en silencio viendo como ella se dejaba llevar por las palabras hasta el final. Extendió la última frase durante varios segundos y no desafinó en absoluto, arrancándonos a todos un suspiro.

Cuando terminó, respiró hondo y miró a su padre. Joham le sonrió con agradecimiento antes de agacharse y colocar su mano en el cabello lleno de canas.

—Gracias por haber resultado ser parte de mi familia. —Aunque sonaba como algo personal, Joham había decidido compartirlo con todos nosotros. O tal vez necesitaba decirlo en voz alta—. Gracias por haber sido un padre para mí, incluso antes de que yo supiera la verdad. Te quiero porque fuiste noble y testarudo y me protegiste... nos protegiste. Te amo, papá. Y espero que sepas que estoy muy orgulloso de ser tu hijo.

Algo que admiraba de Amira era su inteligencia y percepción. Sabía exactamente el momento en que debía apartarse y dar espacio, y ese otro en el que tenía que acercarse para demostrar su apoyo. Así que antes de que Joham terminara de hablar, ella ya estaba a su lado tomándole la mano.

Su esposo le sonrió con tristeza y amor, aceptando aquel consuelo. Amira pasó una mano por su espalda, de arriba a abajo, hasta que lo creyó prudente. Después, esos ojos azules —igual de intensos que los de su hija, nunca me cansaría de decirlo— observaron a Arus con un cariño indescriptible. Ella también acarició su cabello.

—He sido la humana más afortunada por haberte conocido y haber tenido el privilegio de luchar a tu lado. Nunca te olvidaré, Arus. Descansa en donde quiera que estés, yo cuidaré a Joham por ti.

Joham sonrió de nuevo y esa vez la miró como si no tuviera remedio, a pesar de que a mí me había parecido el comentario más dulce de la historia. Ada debió pensar lo mismo que yo, porque alcancé a ver como intentaba esconder una sonrisa bobalicona al ver a sus padres.

Soltó a nuestros hijos para poder acercarse a su abuelo, antes de darle la despedida tradicional de Féryco.

Requiem in pace, abuelo —pronunció de manera suave.

Requiem in pace, Arus —repetimos al unísono.

Las arpas comenzaron a sonar cuando el cuerpo de Arus se desintegró en miles de esporas brillantes para dar paso a la forma real del hada, ese espectro de humo gris que muy pocas veces utilizábamos. Estrella pegó un brinco y volvió a alzar su cabeza, algo aturdida.

—Lolo Arus —dijo frunciendo su ceño. Yo besé ese punto en su frente, intentando que volviera a relajarse de nuevo.

—El abuelo Arus tiene que irse —le expliqué.

—¿A dónde?

—A jugar con los ángeles, quizá.

Estrella ladeó su cabeza de manera adorable.

—¿Puedo ir con él?

—No ahora, pequeña. Tú aún tienes que jugar muchos juegos aquí, conmigo. Y con mamá y tus hermanos.

Su labio inferior sobresalió en comparación al de arriba, pero parpadeó para absorber mis palabras y volvió su rostro justo cuando el cuerpo de Arus se desintegraba para volver a la tierra y un hermoso tulipán de plata nacía de ella.

Más instrumentos se unieron a las arpas y las hadas comenzaron a entonar el himno de los reencuentros, mientras nosotros observábamos la nueva flor que acababa de nacer en el prado y las despedidas silenciosas subían como plegarias hasta alcanzar el cielo envuelto por la noche.

Fue un capítulo dificil de escribir, ¿así que fue un capítulo dificil de leer?

No sé ustedes, pero a mí me gusta pensar que, después de tanto tiempo, Ada y Arus por fin están juntos de nuevo.

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