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Capítulo 42. Plan B.




«Plan B»

Ada y yo nos quedamos abrazados en la bañera hasta que el agua se enfrió. En vista de que yo había accedido a las memorias de Arus, Jared, Joham y Amira sin permiso de Ada, decidí contarle mi parte de la historia para que estuviéramos a mano. Ella me escuchó de manera muy atenta y sin interrumpirme. Besó cada una de mis lágrimas cuando los detalles se volvieron dolorosos. Y acarició todas mis cicatrices, tanto las visibles como las invisibles.

Cuando finalicé me sorprendí con lo ligero que me sentía. Hablarlo en voz alta había sido difícil —sin lugar a dudas— pero también liberador. Después de ver por todo lo que ella pasó, ya no me asustaba que viera lo roto que yo estaba.

Entonces me di cuenta que sus ojos azules no habían cambiado en absoluto. Ada no me miraba como si yo fuera algo fracturado y estropeado, solo me miraba con puro y sincero amor.

—Gracias por contármelo —dijo acariciando mis mejillas con sus manos arrugadas por el agua.

—¿Cómo estás? —quise saber.

Ada respiró hondo antes de volver a hablar.

—Quiero matarlas —confesó— por todo lo que te hicieron.

—Yo también. —Besé su sien con mis labios húmedos—. Créeme que yo también.

Ella me miró con incertidumbre.

—¿Qué sucedió en la mañana? ¿Con los niños? —preguntó con cautela.

—Una tontería —admití, tensando la mandíbula.

—Si logró ponerte así, yo no creo que sea una tontería —objetó, obligándome a mirarla de nuevo. Esos ojos bastaron para sincerarme.

—Estrella está más grande —expliqué— y yo me lo perdí. Aunque haga otro viaje a las memorias y vea a través de tus ojos cada centímetro que nuestra bebé creció día con día, no será lo mismo porque yo no estuve aquí con ella. Con ellos. Contigo.

—Tal vez —dijo tomando mi mano con fuerza, convirtiéndose en mi ancla— pero no olvides que cada centímetro que creció durante tu ausencia, fue gracias a ti. Porque a pesar de todo no cediste y no dejaste entrar a esas malditas brujas. Tú la mantuviste a salvo, a todos nosotros. Ni siquiera puedo explicarte lo agradecida que estoy contigo por eso... también por haber renunciado a tu magia y ponerte ese brazalete para salvar a Noah. Ellos crecieron esos centímetros gracias a ti.

Ada me dejó sin palabras, pero a ella no pareció importarle no recibir ninguna respuesta. En cambio, aceptó y disfrutó mi silencio, me lo demostró con un suave beso que dejó un cosquilleo en mis labios.

Aunque no fue inmediato, comprendí que esas palabras me ayudarían a perdonarme a mí mismo. No solo por haber estado ausente durante el último mes, también por haberme rendido en esos minutos finales. Ahora entendía que morir después de toda esa tortura era fácil. Lo difícil era quedarse y vivir con las secuelas, pero por aquello que yo había protegido con sangre y dolor valía toda la pena del mundo intentarlo.

Ada hizo una mueca inesperada.

—¿Qué? —la examiné, intentando averiguar que la causó.

—Se nos hizo un poco tarde, Jared y Enid nos están esperando.

Asentí, cayendo en cuenta que me había olvidado por completo de la reunión.

—Diles que no tardamos.

—Nos esperarán en la biblioteca —anunció, comunicándose mentalmente con ellos. Después su mirada volvió a caer sobre mí—. Puedo ocuparme de ellos sola, si tú quieres quedarte a descansar.

—No te librarás de mí tan fácil.

Ella sonrió.

—No quería hacerlo, de todas formas.

Salí primero de la bañera e hice aparecer dos de nuestras toallas blancas. Me envolví la cintura con la primera y con una seña le indiqué a Ada que se acercara a mí. Cuando lo hizo, cubrí y sequé su cuerpo desnudo, muy consciente de su delgadez. Ella se dejó hacer sin reproches y después la sujetó por sí misma para salir del baño.

Ada dejó caer la toalla al llegar a la cómoda y la tela blanca se deslizó hasta alcanzar sus tobillos y arremolinarse en el suelo. Abrió el primer cajón y tomó la primera ropa interior que encontró; dos piezas negras que ni siquiera se molestó en revisar. Se las puso distraídamente, así que no notó cuando me recargué en una pared cercana para observarla —en silencio— cubrir algunas de mis partes favoritas de su cuerpo.

Apenas se había vestido y yo ya quería desvestirla de nuevo.

Cuando se agachó para recoger la toalla y me regaló una linda vista de su trasero, hice que una corriente de aire se deslizara hasta ella y golpeara —con suavidad y dureza al mismo tiempo— la sensible piel de una de sus nalgas. Ada se puso de pie con un brinco y los ojos muy abiertos. Y acusadores.

—¿Acabas de nalguearme?

Alcé mis manos y le mostré las palmas en un gesto de inocencia. Ella curvó una sola ceja.

—Mis manos ni siquiera están cerca de ti —me defendí.

—En ese caso, ¿acabas de nalguearme con magia?

—¿Te gustó?

—No me provoques, Ezra —sonrió. Y su sonrisa era aún más sexy que su cuerpo semidesnudo.

Volvió a darme la espalda, pero en un abrir y cerrar de ojos yo ya estaba junto a ella, acorralándola entre mi cuerpo y la cómoda.

—¿O qué?

Ella volvió a sonreír, divertida.

—¿Qué te puso juguetón?

—Solo... verte así.

—Jared y Enid nos están esperando.

—Lo sé —dije pasando mi índice por la línea de su escote.

—Eso me recuerda... —murmuró.

Colocó sus manos en mi pecho para apartarme y yo di algunos pasos hacia atrás, obediente. Ella se giró y volvió a abrir uno de los cajones de la cómoda.

—¿Qué buscas? —pregunté al ver que revolvía la ropa.

—Deben estar por aquí —comentó distraída—. ¡Ajá! Las encontré. —Ada sacó un tubo de cristal muy familiar, con pequeñas pastillas anticonceptivas de color rosa en su interior. Casi me doy un zape a mí mismo por haberlas olvidado de nuevo—. Recuérdame pedirle más a Aiden la próxima vez que lo vea —dijo al notar que quedaban muy pocas.

Sacó una pastilla y se la llevó a la boca. Después, me dio otra a mí y me la pasé con mi propia saliva.

—Chica lista —la elogié.

—Aún así deberíamos tener cuidado —me recordó— ya sabes que pueden fallar si no la tomamos justo después de mi ciclo.

Besé su frente en respuesta.

—Entonces, será mejor que te vistas.

Esos ojos azules me repasaron entero, deteniéndose —más de lo necesario— en la toalla que colgaba en mi cintura.

—Tú también.

Encontramos a Jared en la biblioteca, sentado en una de las butacas que estaban cerca de la chimenea. Tenía un libro en sus manos pero más que estarlo leyendo, solo parecía repasar las hojas en busca de algo interesante. Sus ojos verdes se alzaron al escucharnos entrar y examinaron a Ada, con la discreción suficiente como para no hacerla sentir incómoda.

Si encontró algo que no le gustó, no lo demostró. Simplemente dejó caer el libro en la mesa de cristal que tenía enfrente y nos sonrió con cordialidad cuando nos detuvimos frente a él.

—Perdón por la demora —dijo Ada, mirando a su alrededor—. ¿Dónde está Enid?

Jared señaló hacia el techo. Ada y yo alzamos la vista al mismo tiempo para encontrarnos a la bruja flotando en las estanterías del último nivel, repasando los títulos de los libros con avidez. La luz que entraba por la cúpula hacía brillar sus cabello dorado como escurridizos rayos de sol.

Al escuchar su nombre, la bruja miró hacia abajo. Un parpadeo después ya estaba junto a nosotros. Sus botas negras y largas golpearon suavemente contra el suelo, aparte de ellas, ese día traía puesto un short negro con una blusa de manga larga y hombros al descubierto. Lucía elegante y peligrosa al mismo tiempo.

—Ustedes dos se ven horribles —dijo a manera de saludo.

De hecho, Ada estaba hermosa. Se había puesto un ligero vestido de terciopelo que le llegaba a media pantorrilla y tenía un bonito escote corazón que me hizo suspirar en cuanto la vi. Además, el color verde botella de la tela hacia que su cabello rojo destacara como fuego. No llevaba su corona, ya que no se trataba de una reunión formal.

Yo, en cambio, decidí ponerme un pantalón de algodón azul marino con una camisa gris un poco holgada, que fajé solo por la parte de enfrente. Ropa bastante casual, pero con la que me había sentido cómodo.

De todas formas, era claro que Enid no se estaba fijando en nuestro atuendo, sino en las ojeras, las mejillas hundidas y la piel casi en los huesos que llevábamos encima.

—¿No conoces los cumplidos, Enid? —dijo Ada rodando sus ojos.

—Claro que los conozco. —La brujilla se encogió de hombros y se dejó caer en la butaca que estaba junto a Jared—. Y también conozco la verdad, así que no voy a decirte mentiras piadosas.

—Tú parece que siempre vienes de un funeral, ¿y ves a alguno de nosotros quejándose? —dijo Jared, burlándose de su atuendo negro. De hecho, yo nunca había visto a Enid con algún otro color. Era bien sabido que el negro era el favorito de las brujas.

Enid le sacó la lengua a mi cuñado. Esa fue señal suficiente para mantenerme fuera de la conversación, así que me limité a sentarme en silencio, en una de las butacas que estaban frente a ellos.

En lugar de ocupar un asiento a mi lado, Ada se acomodó en el brazo de mi silla y rodeó mis hombros con uno de sus brazos, apoyándose ligeramente en mí. Esa cercanía logró relajarme de alguna manera. Tener su aroma a fresas junto a mí, también. Giré mi rostro lo suficiente como para alcanzar a darle un beso en la mejilla.

Por alguna razón, Enid sonrió.

—Pero al menos se ven horribles juntos —suspiró—, extrañaba verlos así.

Jared no comentó nada, pero la expresión de su rostro dejaba claro que estaba de acuerdo con Enid. Esa vez, sus ojos verdes me evaluaron a mí.

—¿Cómo estás? —preguntó con un tono de voz neutral, tal vez intentando no parecer muy entrometido.

—Estoy... —Pensé seriamente lo que iba a decir—. Estoy en casa.

Sabía que aquello no era una respuesta propiamente a su pregunta, pero era la mejor que había encontrado para explicar cómo me sentía. Ada apretó mi hombro con cariño, Jared simplemente asintió.

—Antes que nada —continuó mi cuñado— tengo algunos recados. Esto es para ti. —Jared sacó un frasquito con hierbas y me lo ofreció—. De parte de Samara.

Lo tomé y evalué con curiosidad.

—¿Qué es?

—Son para las náuseas. Mastica unas cuantas antes de comer y te ayudará a no vomitar. Al menos, a Flora le funcionaron cuando estuvo embarazada de Eira y Jamie. Esperamos que a ti también.

—Gracias —respondí sinceramente. Él hizo un gesto con la mano para restarle importancia.

—Segundo recado: mamá les ha mandado una lasaña con extra queso y un pastel de chocolate doble para el postre. —Le guiñó uno de sus ojos a Ada—. Creo que está intentando hacerlos engordar.

—Me pregunto por qué... —susurró Enid irónicamente.

Jared fingió no escucharla.

—Los he dejado en la cocina, aunque los niños estaban comiendo y Estrella alcanzó a ver el pastel antes de guardarlo. No sé si después del berrinche que le hizo a Loan haya sobrevivido un poco.

—Salió a la mamá —me limité a decir.

—¿Por los berrinches? —se burló Jared.

—Él se refiere a la obsesión de Estrella por el chocolate. —Ada se defendió.

—En realidad, por los dos; los berrinches y el chocolate —aclaré.

Ada me dio un ligero zape que me hizo soltar una risita baja. Casi de inmediato, me sorprendí a mí mismo por escucharme reír y noté que mi esposa tampoco logró disimular su sorpresa, pero decidió quedarse callada.

—El punto es que coman... por favor —insistió Jared con más seriedad.

—Lo haremos después de la reunión —prometió Ada.

—Las lasañas de Amira con deliciosas —añadí—. Agradécele de nuestra parte.

—Se pondrá feliz cuando se lo diga —dijo Jared con cariño, seguro imaginando la reacción de su mamá.

Enid carraspeó suavemente, solo para llamar nuestra atención.

—No quisiera interrumpirlos, pero hay algo que tengo que decirles.

Ada enderezó su espalda con atención, Jared y yo también nos concentramos en la bruja.

—¿Las encontraste? —cuestionó mi esposa.

—No, pero estoy segura de que el hechizo funcionó. También sé porqué aún no han entrado a Féryco.

—¿Por qué?

—Fui con un clan de brujas que me debían un par de favores, ellas me pusieron al tanto de los rumores; Moll y Morwan están intentando reclutar a toda bruja que esté dispuesta a luchar junto a ellas. Están tratando de formar un ejército.

Jared se recargó en su asiento y pasó una mano por la sombra de su barba, pensativo.

—¿Y según los rumores... lo están logrando?

—Eso parece. El clan con el que fui se negó a hacerlo, pero me dijeron que la promesa de un nuevo hogar como Féryco está llamando la atención de las demás brujas. Sin embargo, no tienen idea de cuantas han logrado reclutar hasta ahora.

—Osea que cuando ellas vengan a Féryco, lo harán con un ejército de brujas —concluyó Ada con voz lúgubre.

—Es lo más probable.

—¿Y pueden meterlas a todas?

—Morwan tiene la costilla del rey —nos recordó con una expresión triste—, eso le dará el poder de extender una invitación permanente a quien ella quiera.

Jared miró a su hermana con preocupación.

—Prepararemos al ejército de Sunforest, no sería la primera vez que hadas y forestnianos luchan juntos. Así seremos más fuertes.

Ada no respondió, solo se puso de pie y comenzó a caminar de lado a lado por el largo de la mesa, casi podía escuchar su mente pensando a toda marcha. Aproveché el momento de silencio para mirar a Enid.

—¿Quién es la gran bruja? —le pregunté.

Ada se detuvo y me miró con curiosidad, Jared hizo una expresión muy similar a la de su hermana.

—Es vieja —respondió Enid— la más vieja de todas nosotras. Por eso mismo, su conocimiento es tan amplio que su cabeza es prácticamente un tesoro. A lo largo de los milenios ella ha creado prácticamente todos los hechizos que usamos. Ella misma ha prohibido algunos y los ha puesto en el etter, el libro que Morwan robó.

—¿Si se enterara de los rumores... ella se uniría a ese ejército?

—No lo creo, no después de lo que hizo Morwan.

—¿Y se uniría a nosotros si se lo pidiéramos?

De reojo, alcancé a ver como Ada y Jared intercambiaban una mirada ansiosa. Enid continuó concentrada en mí, pero alzó sus dos cejas en un gesto de asombro.

—¿Quieres que la gran bruja luche para Féryco? —preguntó incrédula.

—Creo que sería una ventaja —admití— me dio la impresión de que Morwan y Moll le tienen miedo, por eso robar el etter fue la última de sus opciones, cuando todas las demás ya estaban agotadas y ellas se sentían lo suficientemente desesperadas como para intentarlo.

—Todos le tienen miedo a la gran bruja —aclaró Enid, un poco escéptica—. No solo es la más vieja, también la más inteligente. El hecho de que Morwan le haya robado no quedará impune.

—Pues... —intervino Jared— si ella está molesta con Morwan por robarle, ¿no sería mayor razón para que se nos una?

—Ella no se unirá —negó Enid—. Las brujas son egoístas y egocéntricas, no luchan guerras que no son suyas. ¿Por qué crees que no participaron en la guerra del infierno? ¿Por qué crees que Medea prefirió huir en lugar de ayudarnos? La gran bruja no será diferente, no perdamos nuestro tiempo con ella.

—Comienzo a creer que tú no eres una bruja normal —murmuró Ada y cuando Enid entrecerró sus ojos, ella añadió—: Es un cumplido.

—Quizá se rehúse a luchar junto a nosotros —acepté— pero tal vez pueda darnos un poco de ayuda, alguna ventaja para ganar esta nueva guerra.

—Eso sí es posible —respondió Enid con una sonrisa cínica—, siempre y cuando le demos algo a cambio. Ya sabes como son los tratos con las brujas.

—Absolutamente no. —Nos cortó Ada de golpe—. La última vez que hice un trato con alguna bruja, desaté todo esto. No cometeremos el mismo error dos veces.

—¿Por qué no escuchamos primero lo que quiere a cambio y lo discutimos después? —insistí.

—¿Lo dices en serio? —Mi esposa me miró, incrédula—. Todo tiene un costo, Ezra. —Me recordó mis propias palabras.

—Y si puedo pagar el precio, aceptaré cualquier ventaja que pueda conseguir sobre Morwan y Moll. No permitiré que tú, o mis hijos o mi reino pasen por todo lo que yo tuve que pasar. Ellas no tendrán piedad, Ada... y te aseguro que si nos atrapan no nos matarán enseguida. Tendrán preparado algo muchísimo peor que lo que me hicieron a mí.

Ada se quedó muy quieta y yo no pude descifrar si lo que había en sus ojos era miedo o furia. Tal vez una combinación de las dos.

—Puedo proponer una reunión —ofreció Enid— pero si ella no quiere recibirnos, no hay nada que podamos hacer, así que te sugiero que no te apegues mucho a ese plan.

—Si le escribo una carta explicándole los motivos de la reunión, ¿se la darás?

Enid asintió, aunque también se atrevió a mirar a Ada de reojo. Tal vez se avecinaba una discusión y la bruja estaba evaluando si huir o quedarse. Tras una respiración honda, yo también enfrenté a Ada con la mirada. La encontré observando a Jared, pero después deslizó sus ojos de nuevo hasta mí.

—El precio lo vale, ¿verdad? —fue lo único que dijo.

—Sé que lo entiendes mejor que nadie.

—También sabes que te apoyaré, como tú lo hiciste conmigo.

—Gracias —respondí con un alivio sincero.

—Aún así —agregó— alistaremos a nuestros ejércitos, nos prepararemos para la guerra. La gran bruja solo será el plan b ya que no podemos fiarnos completamente de ella, no sabemos si su ayuda será suficiente.

—Estoy de acuerdo —acepté.

Jared asintió y se puso de pie.

—Iré a Sunforest para poner a todos al corriente.

—Debería ir contigo... —meditó Ada en voz alta.

—Déjanoslo a Flora y a mí —propuso, mirándome con discreción—. Todos comprendemos que en este momento tú debes estar aquí.

—Si me necesitas no dudes en decírmelo.

—Sabes que lo haré. —Miró a Enid, con una clara invitación en su rostro—. ¿Vienes? Hay más lasaña en Sunforest.

—Tal vez debería darme una vuelta —dijo con cierto misterio que solo yo noté, así que decidí no comentar nada al respecto.

Jared señaló a su hermana con el índice, en son de despedida.

—La reunión ha finalizado —advirtió—, es hora de comer.

Después de eso, la bruja y el forestniano desaparecieron juntos.

Morwan y Moll saben que es una tontería enfrentarse a Ezra y Ada ellas solas, así que convertirán esto en una guerra.

La pregunta es, ¿quién ganará? ¿Quién se sacrificará en el camino? ¿La gran bruja accederá a ayudarlos?

Hace mucho que no les traía un vestido de Ada, pero este fue el que me inspiró para el cap

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