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Capítulo 35. Fuerza y valentía.




«Fuerza y valentía»

Me puse de pie para calmar mi nerviosismo, fue la primera vez que comprendí que a pesar de encontrarme en casa... emocionalmente yo no estaba del todo bien. Los músculos adoloridos se tensaron aún más y medio cojeé mientras me dirigía al baño.

Me recargué sobre el lavabo y respiré hondo tres veces antes de tener el valor de mirarme en el espejo que estaba sobre él. Alcé mi rostro lentamente y jadeé al verme; si creía que Ada estaba flaca y acabada, yo me encontraba en el siguiente nivel. Tenías las mejillas tan hundidas que se me notaban los huesos de los pómulos sobre la gruesa barba, mi piel estaba más pálida y amarilla de lo que nunca había sido, las ojeras bajo mis ojos apagados no eran ni grises ni púrpuras, sino completamente negras. Recorrí el resto de mi cuerpo, las costillas se alcanzaban a notar debajo de mi piel.

Tal vez la poción de las brujas me había mantenido con vida y funcional, pero aún así mi cuerpo lo había resentido. Con razón Ada me miraba como si estuviera a punto de romperme y quería que me lo tomara con calma. Con razón mis hijos no estaban aquí conmigo. Si ellos me veían así...

Me estaba aferrando con tanta fuerza a la porcelana del lavabo que mis nudillos ya estaban blancos. Necesité de otras respiraciones para girarme y atreverme a mirar mi espalda. Aunque no me dolía —señal de que estaba curado— sabía que no encontraría nada bueno.

Exhalé con fuerza al ver las cicatrices serpenteando por mi piel. La flor de yue era tan poderosa que no solía dejar ni siquiera una marca, pero yo había pasado días sin sanar y las brujas me habían azotado una y otra vez. La evidencia siempre estaría en mi espalda, recordándome ese infierno.

Las manos me temblaron cuando dejé atrás mi reflejo.

Cuando Ada volvió, me encontró sentado en el barandal de granito de nuestro balcón, abrazando mis piernas contra mi pecho. Solo disfrutar del sol de nuevo sobre mi piel logró serenarme lo suficiente, casi podía sentir los cálidos rayos acariciando las cicatrices de mi espalda desnuda.

Miré a través de las puertas cuando la escuché entrar, ella se acercó con pasos cuidadosos y los ojos muy abiertos, cargados de cautela. Me tensé al notar que no venía sola y Ada mordió su labio inferior al ver mi reacción, pero no dijo nada cuando Elof atravesó el balcón como un relámpago y me obligó a bajar del borde para poder abrazarme con fuerza.

Mis ojos se cristalizaron de nuevo, por lo que mi esposa dio algunos pasos hacia atrás para regalarnos más privacidad. Por encima del hombro de mi padre vi que Loan se quedó en su lugar, recargando uno de sus hombros sobre la puerta de cristal y mirándonos con los labios apretados.

Elof no me soltó por largos, largos minutos. Y yo tampoco hice ademán alguno de separarme, así que fue él quien se apartó, para poder examinar mi rostro como si no me reconociera. Una parte de mí tampoco se reconocía, así que compartí el sentimiento.

Él sujetó mi barbilla con fuerza para que no me apartara de sus ojos y tuve que tragar saliva duramente, intentando soportar la tristeza de esas esferas oscuras, exactamente la misma que se reflejaba en Loan.

—Papá... —No tenía idea de qué decirle, pero tampoco soportaba ese silencio.

—Hijo —respondió con un cariño que pocas veces se permitía utilizar conmigo—, estoy muy orgulloso de tu fortaleza.

—No me siento fuerte —admití.

Su rostro se suavizó.

—Te aseguro que ni tu reino ni tu familia comparten ese pensamiento.

—Ni tu corte —afirmó Loan, acercándose los pasos que nos separaban—. Es un honor para mí que seas mi hermano y mi rey.

—Cállate Loan —dije rodeándolo con mis brazos mientras un nudo se formaba en mi garganta. Él me devolvió el abrazo con fuerza, pude sentir como se tensaba al palpar las cicatrices de mi espalda desnuda.

—Te buscamos como locos, Ezra —se desahogó.

—Pues me encontraron —lo tranquilicé, separándome lo suficiente—. Ahora que mencionas a mi corte... ¿Clío?

—Libre. Exhausta, pero bien. Enid estaba tan furiosa que no tardó nada en quitarle el collar, después se concentró en tu brazalete.

—¿En dónde está Enid?

—Aquí, en Féryco —admitió—. Ada y ella tenían una reunión, pero se atrasó porque, bueno... despertaste.

Busqué a Ada con la mirada, ella estaba sentada en la cama junto a Arus y Aiden, esperándome. Sabía que tendría que dejar al sanador examinarme y después mi esposa me obligaría a comer hasta reventar, pero una vez que la complaciera con todo eso, ella no me impediría asistir a esa reunión.

Se lo dejé claro con mi expresión, no importaba que ella quisiera que me tomara las cosas con "calma".

Aiden no se tomó su tiempo revisándome, lo hizo rápida y ágilmente, asegurando que físicamente estaba sanando. Estando inconsciente me habían administrado un tónico para ayudarme con la desnutrición y deshidratación que tenía mi cuerpo, aunque el sanador estaba impresionado de que la gravedad de aquello no me hubiera matado. Les expliqué brevemente sobre la poción con la que las brujas me engañaron y me mantuvieron con vida, para poder torturarme sin fin.

Aiden apretó los labios, inconforme, pero entendió y aparte de seguir tomándome el tónico nutritivo que me ayudaría a recuperar mi peso normal, también me ordenó comer, beber y dormir tanto como pudiera.

Pensé que después de ese mandato Ada y yo discutiríamos sobre la reunión, pero cuando le expresé que quería asistir ella no se opuso.

—La decisión es tuya. —Fue lo único que dijo.

Así que un par de horas después —las cuales aproveché para darme un largo baño y recortar mi barba para no parecer un vagabundo— mi esposa y yo estábamos alistándonos en silencio mientras el sol caía lentamente en un atardecer que tiñó el cielo de rojo y me recordó la sangre con la que el látigo de Moll terminaba bañado.

Me estremecí. Ada alzó la barbilla al notarlo.

—¿Estás bien? —preguntó con una calma fingida.

—Sí —mentí.

—¿Estás molesto porque traje a Elof y Loan?

—No. —Y lo dije en serio, pero ella me miró como si no me creyera.

—¿Hay algo sobre lo que quieras hablar antes de la reunión?

—No.

Le pasé una liga para que pudiera finalizar la elaborada trenza que estaba haciendo en su cabello, sobre la cual colocó la corona que Melisande le había regalado. Ahora, su corona. Me miró, pero bajó su rostro para ocultar lo que sea que estaba pensando.

Más temprano, Elof y Loan se quedaron conmigo mientras comía. No hablamos mucho, pero su compañía no me molestó en absoluto. Lo que sí me puso nervioso, fue la manera en la que descubrí a Ada y Arus mirándome cuando creían que no me daba cuenta, aunque ninguno de los dos comentó nada al respecto.

Mucho menos cuando comí... y lo devolví todo. Aiden ya me había advertido que mi cuerpo necesitaría tiempo para acostumbrarse a la comida de nuevo y volver a la normalidad, por eso era muy importante que siguiera tomándome el tónico que me dio, el cuál me ayudaba a eliminar el hambre y la sed. Aún así, no era lindo poder disfrutar la comida de nuevo y tener que vomitarla solo porque ya no la toleraba.

La mueca de Ada cuando salí del baño me dijo que mi esposa estaba pensando exactamente lo mismo que yo, pero en este preciso momento ella ocultaba todo eso tras una máscara de tranquilidad.

—Estás hermosa —la elogié al verla en ese vaporoso vestido lila.

Ella apenas sonrió.

—Hay algo que yo tengo que decirte.

—Te escucho.

—Sunforest será parte de la reunión.

—Mmm —medité— ¿por la alianza?

—Cuando... —Respiró hondo, forzándose a hablar—. Cuando desapareciste, me di cuenta de lo tonta que estaba siendo yo al mantener a Jared, Joham y Amira apartados. Mi hermano y yo aceptamos una alianza hace años y yo no la estaba cumpliendo, así que ahora ellos son parte de todo esto.

—Me alegra.

Ada parpadeó.

—¿En serio?

—Yo no estaría aquí sin la ayuda de Jared, ¿no? —razoné—. Creo que tomaste una decisión inteligente.

—Si lo ves de esa manera... —ironizó.

—¿Qué sucede, Ada?

Mi esposa inspiró hondo, había una angustia extraña en ella.

—Tuve que tomar muchas decisiones en tu ausencia, ya te pondré al tanto de todas ellas.

Puse una de mis manos sobre su hombro y tuve que esforzarme para no apretar los dientes ante la delgadez que sentí bajo ella.

—Eres mi reina —le recordé con seguridad—. Estoy seguro de que cualquier decisión en pro de nuestro reino, fue necesaria. Lamento que hayas tenido que llevar toda la carga tú sola, pero no pienses, ni por un segundo, que no te creo perfectamente capaz de sacar adelante a Féryco. Incluso sin mí.

—Y no creas, ni por un segundo, que por ser capaz de hacerlo sola no te necesito a mi lado —replicó.

No lo dijo en voz alta, pero supe que aún le aterraba el hecho de que yo quise morir y acabar con todo, porque eso significaba que ella y yo no nos hubiéramos vuelto a ver. Puede ser que aún quisiera echármelo en cara, pero se estaba conteniendo.

—Ahora estoy a tu lado, ¿no? —me defendí.

—Nos están esperando —decidió cambiar de tema.

La seguí en silencio hasta el salón del trono, ella no tardó en ir más lento cuando comprendió que me costaba seguirle el paso. No aparecimos porque necesitábamos esa caminata en silencio para terminar de calmarnos. Debió funcionar, porque antes de que cruzáramos las puertas Ada tomó mi mano y entrelazó nuestros dedos.

Los murmullos se aplacaron en cuanto entramos y todas las miradas cayeron sobre nosotros. Mi reina y yo no dijimos nada mientras alcanzábamos nuestros respectivos tronos, una vez ahí, nos soltamos para sentarnos con un movimiento elegante.

No supe bien porqué, pero me sentí extraño en mi trono y con la corona de oro sobre la cabeza. Por primera vez en mucho tiempo, no me sentí como un rey y me pregunté si, después de todo, las brujas habían logrado quebrarme mucho más de lo que yo creía.

Ese era un pensamiento que examinaría más a fondo después.

Ahora, me concentré en reconocer a todos los que se encontraban frente a nosotros. Habían colocado más butacas de las seis que usualmente necesitábamos. Ahora eran doce asientos acomodados en un perfecto semicírculo.

A la izquierda se encontraba la mayoría de mi corte; Loui, Nia, Frey y Loan. A un lado de mi hermano estaba mi padre, Elof, como representante de las hadas de Féryco. Al centro, Jared y Flora ocupaban dos asientos cada uno, con Aiden a su costado, donde le correspondía estar por su cargo de guardián. La derecha era el lugar de los antiguos reyes; Arus, Joham y Amira. Enid cerraba el semicírculo, ocupando el último asiento.

Incliné mi cabeza hacia todos ellos en señal de reconocimiento y disimulé la sorpresa cuando las hadas de mi corte se pusieron de pie simultáneamente, abandonando sus lugares para colocarse a unos cuantos pasos frente a mí.

Antes de que pudiera abrir la boca, los cuatros dejaron caer sus rodillas para hacer una reverencia profunda, pero no agacharon sus cabezas para que sus ojos continuaran conectados con los míos. Mi corazón se saltó un latido al verlos así.

—Rey Ezra. —Fue Frey quien habló, aunque estaba claro que esas eran las palabras de todos pronunciadas en su boca—. Servirte es uno de nuestros orgullos más grandes, todo lo que somos y seremos te pertenece. Tu fuerza y valentía jamás serán olvidadas por tu corte.

Cada uno colocó una mano en su corazón... y entonces se inclinaron por completo. A sus espaldas, Elof se puso de pie y los imitó.

—Tu fuerza y valentía jamás serán olvidadas por tu reino —pronunció orgulloso.

Para mi sorpresa, Jared, Flora y Aiden también se pusieron de pie sin dudar. Sus reverencias fueron profundas y sinceras.

—Tu fuerza y valentía jamás serán olvidadas por Sunforest —decretó Jared con voz firme.

Arus, Joham y Amira tampoco dudaron, cada uno se postró ante mí con elegancia y cordialidad.

—Tu fuerza y valentía jamás serán olvidadas... por tu familia —enfatizó Arus con unos cándidos ojos plateados que nunca le había visto.

Aquello me hizo recordar las palabras que Joham me dijo una vez: no estás solo en esto. Eres el esposo de Ada y eso te convierte en parte de nuestra familia.

Ellos me lo estaban demostrando en ese momento.

Por último, Enid me sonrió con naturalidad al desprenderse de su asiento y cayó sobre su rodilla sin chistar.

—Tu fuerza y valentía jamás serán olvidadas por mi espíritu.

Todo mi esfuerzo estaba en que mi respiración no se volviera errática, pero aquello se fue a la mierda cuando por el rabillo del ojo vi que Ada se alzaba. La tela lila de su vestido corrió hasta el suelo y se deslizó por él, mientras ella caminaba y se detenía justo frente a mí.

Me dedicó una mirada dulce y cristalina, una sonrisa pequeña pero genuina. Alzó su vestido para que no le estorbara y se hincó ante mí. Mis manos se movieron para impedírselo, pero ella las tomó y apretó entre las suyas. Besó mis nudillos —cada uno de ellos— y se detuvo en el tatuaje plateado de mi dedo anular, donde depositó un beso mucho más largo.

—Tu fuerza y valentía jamás serán olvidadas por tu reina.

Fue como si ellos supieran que yo ya no me sentía como un rey... y quisieran demostrarme todo lo contrario.

¿Comprenden todo por lo que Ezra está pasando? Volver a casa después de semanas de ser torturado no deber ser fácil, ¿no? Ahora él tiene muchas cicatrices, tanto visibles como invisibles, y es necesario que trabaje en sanarlas. No sé puede estar bien de la noche a la mañana, ni en Féryco ni en la vida real. A veces solo necesitamos tiempo y mucha voluntad para sanar. ❤️

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