Capítulo 27. Eufórico.
«Eufórico»
Afuera, el clima era tan agradable y el sol tan reconfortante que mi esposa y yo logramos relajarnos un poco para poder sobrellevar esa conversación de la mejor manera.
Noah nos miró con curiosidad cuando lo separamos de sus hermanos y le pedimos que nos acompañara a dar un paseo. Ese niño tan perspicaz no tardó en sospechar que se trataba de algo más, aunque ya no lucía afligido como el día anterior. Al parecer, nuestra breve charla le hizo bien. Volver a casa, también.
Decidimos caminar colina arriba, mientras Noah correteaba entre las flores silvestres y preciosas que llenaban a Féryco con su alegría y color. Aprovechó que traía puestas unas bermudas camel para saltar en la parte baja del río, aunque la corriente se encontraba tan tranquila que él bien podría haber nadado en la parte honda sin ningún problema.
Desde pequeños, Ada les había enseñado a Noah y Alen a nadar, aunque lo hizo en la cascada de Sunforest porque resultaba más segura que el río que atravesaba a Féryco. Nuestra bebé testaruda todavía estaba en proceso de aprender, pero es que Estrella estaba resultando ser un poco más complicada que sus hermanos.
En cuanto Noah tocó el agua, las sirenas aparecieron. Sus colas de color esmeralda centellearon con la luz del sol mientras nadaban junto a él, como polvo de estrellas adherido a sus escamas. Noah rió, mientras él corría río arriba y ellas nadaban a su lado, compitiendo para ver quién llegaba primero.
—Su energía es inagotable —comentó Ada, un poco sorprendida.
—Ahora lo será más, al menos mientras su magia termina de madurar.
—¿Cuando sabremos si ha heredado los cuatro elementos?
—Pronto.
—¿Lo entrenarás?
—En vista del secuestro de Alen, lo haré inmediatamente. Tenías razón, aunque solo sean niños... ellos tienen que estar preparados.
—Tú encárgate de Noah y yo lo haré con Alen —propuso.
—Trato hecho.
Cuando Noah comenzó a alejarse más de la cuenta, Ada lo llamó. El niño de ocho años apareció junto a nosotros en un parpadeo, con la ropa y el cabello empapados, además de una sonrisa chimuela y traviesa. A lo lejos, las sirenas se despidieron y volvieron a sumergirse en la profundidad del río.
—¿Si, mamá?
Ada alzó sus manos y formó una corriente mágica de aire para secarlo, aunque su cabello cenizo quedó despeinado después de eso, dándole un aspecto divertido.
—Papá y yo queremos hablar contigo.
—Lo sé —respondió tranquilo.
—Ven, siéntate con nosotros.
Los tres nos acomodamos en el césped, formando un triángulo para no dejar de vernos. Noah agitó su cabello con un gesto despreocupado que, ante mis ojos, pareció muy maduro. Él nos estaba demostrando que no tenía miedo a lo que se avecinaba.
—¿Cómo te sientes? —quise saber
—Eufórico.
Ada curvó sus cejas, impresionada.
—Esa es una gran palabra.
—El tío Jared me la enseñó.
Ella sonrió y Noah la imitó. Físicamente, él era idéntico a mí, pero siempre me pareció que tenía la misma personalidad extrovertida de Ada y eso se reflejaba en las sonrisas que solía regalarle a casi todo mundo. Además, también heredó el coraje y la valentía de su madre.
Por esa razón, mi corazón se ensanchó como un globo al verlos ahí, frente a frente, sonriéndose con amor, ternura y una felicidad contagiosa. ¿Cómo fue que creció tan rápido? Parecía que fue ayer cuando mecía entre mis brazos a mi primer hijo, sin querer soltarlo nunca.
Y ahora, su poder estaba creciendo como una bomba a punto de explotar. La nostalgia hizo que el corazón se me encogiera un poco, con una combinación de miedo y excitación.
—Así que eufórico, ¿eh? —Ada parecía estar saboreando la palabra—. ¿Sabes por qué?
—Desperté con energía.
—Ya lo notamos —bromeó y se giró hacia mí, preguntándome en silencio si quería continuar.
Sonreí con calma y apoyé mis manos en el césped, adoptando una pose mucho más casual y relajada. Cuando me enamoré de Ada no sabía que este sería el resultado; un pequeño niño de cautivadores ojos miel, piel ligeramente tostada y alma traviesa. Alguien que me enseñó a amar de una manera aún más intensa y fascinante... y eso que yo ya amaba a Ada con locura.
Pero esa adoración que nació con mi primer hijo y que se triplicó cuando llegaron los otros dos fue un golpe mágico e inesperado; un amor que completó un hueco en mi alma que ni siquiera sabía que existía hasta que tomé cada uno de mis bebés en mis brazos y juré, desde el fondo de mi corazón, que yo sería completamente de ellos.
Así como Ada era mía. Y yo era suyo.
—¿Recuerdas cuando te contamos que, además de ser hada, tu mamá también es forestaniana? —Noah asintió—. ¿Y te dijimos que eso te convertiría a ti en un niño muy especial?
—Si —afirmó poniendo más atención.
—Bueno, es momento de explicarte porqué.
—Hasta ahora, tú y yo hemos estado entrenando tu magia forestniana —continuó Ada—. Y has avanzado muchísimo haciéndolo. Sin embargo ahora tendrás que comenzar a trabajar más duro, porque tu magia de hada también ha despertado.
—¿Magia de hada? —repitió sobresaltado.
—Mamá es poderosa, Noah —dije sin rodeos—. Yo también lo soy. No estábamos seguros de cómo resultaría esa combinación en ustedes. Por el momento, una nueva energía fuerte y brillante ha despertado en ti, nosotros podemos verla y sentirla, esa es la razón de que te sientas eufórico y lleno de vitalidad. Tu magia, se está asentando en tu cuerpo.
Los ojos de Noah se abrieron con tanta emoción que hasta parecieron brillar con destellos dorados. Observó a Ada con una ensoñación imposible de ocultar, como si ella fuera su heroína y su modelo a seguir.
—¿Tendré fuego como tú?
—Eso está por verse —sonrió—. No todas las hadas heredan los cuatro elementos, peeeero como papá y yo los tenemos es muy probable que tú también.
Él festejó con un puño al aire, extasiado ante la idea de ser como nosotros. Ada y yo lo miramos con ternura, pero no podíamos olvidarnos de lo más importante.
—Por esa misma razón, tienes que comenzar a ser muy cuidadoso —advertí con más seriedad—. Tu magia, no es un juguete. Si se sale de control no solo corres el riesgo de herir a tus hermanos, también te puedes lastimar a ti mismo.
—Necesitamos que seas muy responsable con esto, Noah —pidió su madre—. Es importante que te hagas fuerte y que aprendas a controlarte. No olvides que eres el príncipe de Féryco. Algún día, cuando te conviertas en rey, entenderás que todo este entrenamiento habrá valido la pena.
—Pero falta mucho para que me convierta en rey, ¿no? —dudó.
—Tenemos tiempo —lo tranquilicé.
—No te preocupes por eso ahora —dijo ella tomando su mano—. Papá y yo estaremos contigo durante todo el proceso. Nunca estarás solo.
Tragué saliva al recordar lo duros que fueron los entrenamientos de Ada y toda la presión a la que fue sometida por culpa de Azael. Seguro, ella no quería que Noah pasara por nada parecido. Y yo tampoco, si a esas vamos.
Noah frunció su ceño y me miró con sospecha.
—Dijiste que estaban pasando cosas malas en casa —recordó y una astuta mirada cruzó por sus ojos—. Soy el príncipe de Féryco, tengo que saberlas.
Alcé una sola ceja, deslumbrado porque esas no parecían las palabras de un niño de 8 años, sino de alguien mayor.
—Eres un niño muy inteligente —le hice saber—. Mamá y yo estamos muy orgullosos de ti, pero eso no quiere decir que debas cargar con problemas que aún no son tuyos. Todo llegará a su tiempo, hijo. Justo ahora tu principal obligación será concentrarte en tus entrenamientos... y nada más.
—Pero papá... —refutó—. Fui yo quien encontró a Brisa y fui yo quien salvó a Estrella de Clío.
—Imagina, entonces, lo que serás capaz de hacer cuando estés bien entrenado.
Él inspiró profundamente y nos observó con una determinación asombrosa.
—Entrenaré, entonces —prometió con un susurro— pero quiero saber si estamos en peligro.
Sentí la mirada de Ada escrutando mi rostro, intentando adivinar qué respondería a eso. La consulté durante un segundo y ella claramente leyó mis intenciones, porque asintió para animarme a hacerlo.
—Sí —confirmé—. Todo Féryco está en peligro.
—¿Por qué?
—Hay unas brujas que quieren quedarse con nuestro hogar y no les importa lastimarnos para lograrlo.
Noah se estremeció.
—¿Ellas se llevaron a Alen? —preguntó con coraje.
—Sí —repetí—. Ellas saben... saben lo mucho que nosotros los queremos. Eso fácilmente puede ser usado en nuestra contra.
—¿Ustedes están en peligro? —musitó con miedo, el pensamiento naciendo de improviso.
Cerré la boca y apreté los labios, meditando qué responder a eso. Para mi suerte, Ada salió a mi rescate.
—Papá y mamá saben cuidarse, no te preocupes por eso.
Improvisó una suave caricia en su cabello que fue bien recibida por Noah. Ahora, el semblante de nuestro pequeño estaba mucho más serio y pensativo que antes.
«¿Qué sucederá cuando Noah se entere de que arriesgarás tu vida en esa trampa?»
Ada se puso rígida en un instante.
«No te atrevas a chantajearme con mi propio hijo» —ladró dentro de mi mente, muy molesta.
Recordé su confesión de la otra noche: ellos son mi talón de aquiles. Eran palabras muy ciertas y no aplicaban solamente para ella. La comprendí a la perfección y caí en la cuenta de lo injusto que había sido mi comentario, un golpe bajo de mi parte. Seguro a Ada tampoco le encantaba la idea de ponerse en peligro, pero aún así estaba dispuesta a hacerlo con tal de atrapar a las brujas. Por nuestra familia. Y nuestro reino.
«Lo lamento» —me disculpé con sinceridad.
Inspiró profundamente para serenarse. Después, dudó.
«¿Estás arrepintiéndote del plan?»
«Sabes que te apoyaré, pero tampoco puedo fingir que no me preocupa»
«Debiste decirme que te sientes inquieto, Ezra» —reclamó—. «Hablaremos más tarde sobre esto»
Noah nos miraba de hito en hito, sospechando nuestra silenciosa comunicación.
—¿Están peleando?
Los dos sonreímos al mismo tiempo, ni poniéndonos de acuerdo hubiéramos estado tan coordinados.
—No —Ada habló suavemente para tranquilizarlo—. Estamos bien, ¿y tú?
—Ansioso por entrenar.
—Ese es mi hijo.
Depositó un beso silencioso en su pequeña cabeza con mechones despeinados, un gesto tan lleno de amor que Noah casi suspiró al recibirlo. Los labios de Ada parecían mágicos y sus labios lograban transmitir una deliciosa paz que se te metía por debajo de la piel.
«Frey está libre» —la voz de mi hermano me tomó por sorpresa.
Mi cuerpo reaccionó antes de que mi mente terminara de procesar esas tres palabras. Me puse de pie como un resorte, sobresaltando a mi esposa y a mi hijo. Los ojos de ella se ampliaron tanto que fue difícil ignorarlos.
—Frey... —una sola palabra y lo entendió tan inmediatamente como yo.
Cuando volvimos al palacio, Frey ya no estaba en las mazmorras. Nia y Loui se habían encargado de llevarlo a su habitación, así que Ada y yo nos dirigimos hacia allí cuando Arus se quedó con Noah y nos indicó dónde encontrarlo.
Entramos como un remolino rojo y plateado. La alcoba de Frey reflejaba su personalidad a la perfección; cuatro paredes azules como una noche sin estrellas y una cama enfundada en seda negra y brillante. Él estaba recostado en suaves cojines de terciopelo y su cabeza se hundía tanto en ellos que su cabello oscuro se camuflaba con la tela.
Un vistazo rápido me hizo formar una mueca inconsciente al comprobar lo pálido que él estaba, su piel blanca contrastando con las atmósfera oscura de su alrededor. Nia y Loui se apartaron para darnos espacio, sin esperar una indicación de nuestra parte. Vislumbré a Loan de brazos cruzados en una esquina, simplemente siguiéndonos con la mirada. Se sentía en el aire que la corte estaba preocupada y llena de alivio al mismo tiempo, un sinfín de sentimientos encontrados a los que tendríamos que ponerle orden más tarde.
En ese momento, lo importante era Frey.
De los dos, Ada fue la primera en dar un paso largo y sentarse al borde de la cama. Su mano cayó sobre la de Frey y la apretó con fuerza, él respondió examinándola con una mirada repleta de cansancio.
—¿Cómo estás?
—¿Sinceramente? He estado mejor, majestad. Aunque en vista de las circunstancias, también podría estar peor.
—Estarás bien —lo consoló.
—No estoy preocupado por mí —confesó.
—¿Por quién?
Subió sus ojos y los clavó en mí, observándome por encima de la cabeza de Ada. Mi esposa miró hacia atrás, siguiendo la dirección de su mirada. Tuve que hacer un esfuerzo enorme por ignorar su preocupación.
—¿Recuerdas algo? —pregunté con curiosidad.
Frey gruñó y llevó sus manos hasta sus sienes para apretarlas con fuerza.
—Esa cosa es terrible —graznó—. Es como estar en tu cuerpo y sentir que no perteneces a él. Saca lo peor de ti hasta la superficie y te domina por completo. No me dieron la cantidad suficiente para matarme, pero sí para debilitarme y hacerme perder la cordura. Mis recuerdos... tampoco me pertenecen. Solo sé una cosa con certeza: ellas te desean con desesperación. Cada vez que yo te veía, lo sentía.
Ahogué un gruñido y decidí arriesgarme, probar mi suerte. Tal vez si él empujaba un poco más dentro de su mente, obtendríamos algunas respuestas.
—Cuando estabas en tu celda, me dijiste algo —le conté, esperando que aquello volviera a su memoria—. Dijiste que yo soy la llave.
Las otras cuatro cabezas que estaban en la habitación se volvieron hacia mí como un látigo. Ada se puso de pie, intercalando su mirada entre los dos.
—¿Llave? —repitió ansiosa—. ¿Eso que quiere decir?
—Esperaba que Frey me lo explicara —admití.
La expresión confusa que el hada me dedicó me dejó muy claro que esa explicación no iba a llegar. Agachó un poco la cabeza y negó, afligido.
—Lo siento.
—¿Llave? —Ada subió la voz, rayando en la histeria—. ¿Qué mierda significa eso?
Inmediatamente me arrepentí de haberlo mencionado. Ada estaba fúrica, las llamas se avivaron en la profundidad de sus ojos y lo peor es que no sabía que podía decir yo para calmarla.
—No lo sé —atiné a decir.
Ada apretó las manos en puños y se contuvo solamente porque entendió la debilidad de Frey. Él necesitaba descansar y no estar en medio de un interrogatorio. O una pelea, en todo caso.
Respiró varias veces antes de volver a hablar. Todos esperamos, expectantes.
—La trampa sigue en pie —decretó, mirándome. Alzó la barbilla con un movimiento airado, retándome a decir algo que terminara por desatar su ira.
Ni siquiera yo me atreví a hacerlo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro