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Capítulo 25. Guerra de cosquillas.




«Guerra de cosquillas»


Volvimos a Sunforest mucho más tarde de lo planeado.

El funeral de Brisa fue una ceremonia breve pero difícil, sobre todo para su familia. Ada y yo los apoyamos lo mejor posible, pero hubo un momento en que fue muy obvio que lo que ellos necesitaban era privacidad. Se las dimos, prometiendo que muy pronto iríamos a verlos para averiguar cómo lo sobrellevaban.

La reunión que tuvimos después fue la que se alargó más de lo esperado. Arus, Enid, Loan, Loui, Nia, Ada y yo nos juntamos en el salón del trono para ponernos al corriente de los últimos sucesos. Mi reina y yo comenzamos, relatando el rescate de Alen y el encuentro que tuvimos con Medea, incluyendo la confesión que nos hizo: las brujas me querían a mí.

Nia nos puso al tanto a todos de cómo Clío la engatuzó para ponerse el collar. Para nuestra mala suerte, después de eso tiene lagunas mentales y no recuerda la ubicación de las brujas o sus conversación con ellas, aunque está consciente de que Clío la sacó de Féryco sin que nos diéramos cuenta para llevarla a su encuentro y recibir los collares que tendría que ponerle a Frey y Loui.

—Lo siento —se disculpó—. No logro recordar nada importante, ni siquiera el aspecto que tenían... 

—Seguro las brujas se encargaron de eso —gruñó Enid, malhumorada.

—Eso quiere decir, ¿que Frey tampoco recordará nada? —intuí.

—Es lo más probable, ¿por qué?

—Curiosidad.

Pero eso era mentira. Esa mañana Frey me dijo que yo era una especie de llave para ellas y la única razón de que yo no hubiera dicho nada sobre eso, era porque no lo entendía y no quería preocupar a los demás en vano. Tenía la esperanza de que en cuanto recuperara la consciencia pudiera explicarme más acerca de ello, esperanza que acababa de irse por el caño.

—Alguien tendrá que vigilar a Frey esta noche —recomendó Arus—. Clío aún podría volver a por él.

—Lo haré yo —se ofreció Loan, antes de que alguien más abriera la boca—. Justo ahora soy el más entero de todos nosotros.

Ada me miró, intentando averiguar mi reacción. Claro que no me encantaba que mi hermano menor se pusiera en esa clase de riesgo, pero que yo se lo prohibiera sería injusto, además, él se negaría a seguir siendo parte de mi corte si yo siquiera me atrevía a avergonzarlo de esa manera.

—No lo harás solo —ordené—. Elige a dos hadas de nuestro ejército y llévalas contigo. Al menor indicio de problemas quiero ser informado inmediatamente. —Loan asintió, obediente, así que me giré para observar a Arus—. Esta noche yo seré quien se encargue de la magia para mantener sus esposas.

—Si así lo quieres —se limitó a responder sin intenciones de discutir.

A partir de ahí comenzamos a dialogar nuestras opciones, las cuales no eran muchas: quedarnos en Féryco de brazos cruzados y esperando el próximo ataque, o hacer expediciones para intentar encontrarlas, aunque la Tierra era tan grande y las brujas tan listas que aquello sonaba como una pérdida de tiempo. Sin mencionar que existía la posibilidad de que ellas se escondieran en otra dimensión.

Y no teníamos tiempo que perder, no cuando la vida de Clío dependía de si las brujas antiguas la encontraban útil o se aburrirían rápidamente de ella.

Por supuesto, fue Ada quien sugirió el plan menos sensato pero más llamativo: tenderles una trampa. Lo discutimos a fondo y al final, hasta yo tuve que ceder. Era arriesgado, pero parecía nuestra mejor opción.

Fue ese el motivo de que llegáramos a Sunforest pasada la media noche, aunque no nos sorprendió encontrar a Joham y Jared despiertos, esperándonos. El padre de Ada la examinó con cuidado en cuanto llegamos frente a ellos y pude notar que mi esposa se esforzaba por aparentar estar mucho más relajada de lo que realmente nos sentíamos.

—¿Y los niños? —preguntó.

—Dormidos —avisó Jared, también recorriendo a su hermana con la mirada—. ¿Tú descansaste algo?

—Aunque no lo creas, Ezra me obligó a dormir —le sacó la lengua deliberadamente. 

Una pequeña sonrisa apareció en las facciones de Joham.

—Bien hecho, Ezra.

Él no me estaría felicitando si supiera el plan que acabábamos de hacer para tenderles una trampa a las brujas, en el cual Ada sería la carnada. Íbamos aprovecharnos de las ganas que Moll tenía de matarla. Sacudí la cabeza para no pensar en ello o definitivamente me echaría para atrás.

—¿Dónde están?

—En tu antigua habitación —exhaló con cansancio—. ¿Hay algo que deberíamos saber?

—Enid logró liberar a Nia —respondió su hija de manera inocente. Antes de venir, ella ya me había advertido que no mencionáramos nada acerca de la trampa—. Mañana lo hará con Frey.

Jared y Joham nos miraron con sorpresa y una nota de alivio.

—No esperábamos buenas noticias —se sinceró el rubio.

—Ya conoces a Enid, esa bruja tiene más agallas que todos nosotros juntos. —Ada acarició su hombro con cariño—. Es tarde, ustedes también deberían descansar. Hablaremos mañana.

—Nos llevaremos a los niños a Féryco —anuncié—. Muchas gracias por haberlos cuidado.

—Siempre pueden apoyarse en nosotros —aclaró Joham con una mirada inquisitiva—. Lo saben ¿verdad?

—Por supuesto que lo sé, papá.

Pero Ada no lo miró a los ojos.

Joham nos ayudó a llevar a los niños a casa, nuestros pequeños estaban tan cansados que ninguno despertó con el viaje. Él recostó a Alen junto a Noah y Estrella, en nuestra cama, después se giró para besar a Ada en la frente y despedirse de ella antes de marcharse para volver a su hogar.

Mi esposa y yo nos quitamos la ropa de luto en silencio y nos pusimos algo más cómodo, dispuestos a dormir con ellos. Ella se recostó junto a Alen y acarició sus rizos sin poder dejar de mirar su rostro. El alivio de por fin tenerlo sano y salvo entre sus brazos hizo eco en mi pecho.

—Ser papás no es fácil, ¿eh? —dijo lanzándome una mirada cuando yo me acosté al otro lado de la cama, junto a Noah.

—Ser papás de tres forestnianos semi-hadas ha sido todo un reto —le di la razón.

Suspiró profundamente.

—Cuando Alen desapareció creí que moriría —me confesó, aunque no hacía falta. Yo también lo había sentido—. No entiendo como Joham y Amira lo lograron. No me cabe en la cabeza como soportaron separarse de mí tantos años... o cómo sobrevivieron a la muerte de Jared. Yo me volvería loca si algo les llegara a suceder.

—Tus padres han sido muy fuertes y valientes —la observé—, pero tú también lo eres.

—No con esto —negó acostándose en la almohada y acunando a Alen en sus brazos—. Ellos son mi talón de aquiles.

Me quedé pensando en sus palabras pero no supe qué responder a eso, así que ella solo cerró sus ojos y dejo que el sueño la venciera. Yo me quedé despierto un rato más, dándome cuenta que lo destrozados que ambos quedaríamos si perdiéramos a alguno de nuestros hijos.

Me quedé dormido ideando maneras para impedir que aquello ocurriera.

Sentí que no había pasado mucho tiempo cuando un agudo gritito me despertó.

—¡Papi!

Solté un quejido cuando un codo se encajó dolorosamente en mis costillas y abrí los ojos para salir de mi sueño.

—Estrella —la reprendió Ada—. Ten cuidado con papá.

Mi pequeña hija ignoró a su madre y continuó escalando por mi cuerpo para alcanzarme. Apreté los labios para reprimir un segundo quejido cuando sentí su rodilla hundirse en mi estómago, pero sonreí cuando su dulce rostro apareció frente a mí.

—Es que los extrañó —la defendió Noah.

—Yo también te extrañé, princesita.

Un poco más despierto, me senté sobre la cama para abrazarla con entusiasmo y cuando Estrella comenzó a reír, le hice cosquillas para alargar esas encantadoras carcajadas. Mi hija volvió a caer sobre la cama y comenzó a retorcerse entre mis manos.

—¿Te gustan las cosquillas?

Emocionado por el deleite de Estrella, Noah saltó hacia nosotros y comenzó a ayudarme. La pequeña rio a un volumen que jamás había escuchado antes y eso me hizo reír junto con ella.

—¡Alen! —exclamó Ada y por su tono de voz, supe que estaba a punto de seguirnos el juego—. Debemos rescatar a Estrella.

Noah y yo nos miramos con diversión justo cuando ellos cayeron sobre nosotros.

—¡Guerra de cosquillaaaaaaas! —chilló entusiasmado.

Ada lo sujetó para que no huyera y Alen aprovechó para irse encima de él. Estrella rodó sobre su estómago para ayudarlo y entre los dos comenzaron a hacerle cosquillas a Noah. Las risas de los tres se combinaron de tal manera que apenas podía diferenciarlas, pero todas sonaban tan risueñas que sin duda la estaban pasando bien.

Mi esposa me miró traviesamente un segundo antes de saltar sobre mí y escabullirse hacia mi espalda para que no pudiera alcanzarla. Sus manos se colaron por debajo de mi playera y comenzaron a moverse de arriba a abajo en mis costados, provocándome cosquillas y risas inesperadas.

—Ven para acá.

Logré girarme lo suficiente para rodear su cintura con uno de mis brazos y arrastrarla hacia mi regazo. Ella cayó sobre el edredón blanco y su cabello rojo se extendió a su alrededor como fuego, arrancándome un suspiro contemplativo.

—La venganza es dulce, pequeña. —Miré a mis hijos, solo para descubrir que ahora eran Noah y Estrella contra Alen. Les chiflé para llamar su atención—. ¡Todos contra mamá!

—¡Nooo! —gritó ella, pero los tres me obedecieron de inmediato e iniciaron su nuevo ataque—. No-puedo-respirar.

No tardé en comprender que esa no había sido mi mejor idea cuando también sentí las cosquillas de Ada en mi cuerpo y comencé a retorcerme aunque nadie me estaba tocando. Sin embargo verla así, con las mejillas encendidas y riendo sin preocupaciones también hizo que valiera la pena.

—¡Me rindo, me rindo! —suplicó.

—Basta niños —pedí yo también.

—Pero me estoy divirtiendo —replicó Alen.

Ada y yo lo observamos al mismo tiempo y ambos sentimos alivio al encontrarlo bien, se notaba que Alen había recuperado sus energías y estaba tan sano como un roble. Aun así ella y yo lo apretamos en un gran abrazo y besamos su cabecita llena de rizos varias veces.

—Oh Alen, te queremos tanto —dijo Ada respirando el aroma de su cabello para después mirar a nuestros otros hijos—. A los tres, los amamos con todo nuestro corazón. Gracias por haber sido tan valientes. 

De esa manera, la guerra de cosquillas terminó en un hermoso abrazo grupal.


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