Capítulo 24. Bienvenida de nuevo.
«Bienvenida de nuevo»
Con Ada descansando al fin, me concentré en el siguiente paso: verificar que Loui estuviera bien. Loan me avisó que lo encontraría en el oasis, así que bajé a los jardines del palacio para buscarlo.
El sol del mediodía iluminaba todos los colores del lugar y hacía brillar el agua cristalina de los estanques. Loui estaba cerca de uno de ellos, con la espalda recargada en el tronco de un frondoso abedul. Alzó la vista al escuchar mis pisadas, por primera vez en mucho tiempo sus ojos zafiro denotaban más seriedad que picardía.
—¿Me necesitas? —aventuró.
—Solo quería asegurarme de que estuvieras bien —admití.
—Un sanador de Sunforest me curó.
—Lo sé, no me refería a eso. —Me senté junto a él.
No estaba seguro de si era un secreto o algo más oficial, pero durante los últimos meses me había percatado de que Nia y Loui estaban mucho más unidos de lo normal, aunque se esforzaban por fingir todo lo contrario.
—Estoy bien —me interrumpió—. Solo algo abrumado.
—Loui... —No quería entrometerme, pero necesitaba saberlo—. ¿Por qué no te convertiste en lobo?
No me miró directamente, sino que continuó con sus ojos clavados al frente.
—No lo sé —susurró—. Solo... no quería lastimarla. Supongo que dejé de pensar con claridad.
Eso era suficiente para confirmar mis sospechas, aunque no tenía caso echárselas en cara. No en ese momento.
—Recuperaremos a la corte, Loui —aunque una vez que dije aquellas palabras en voz alta, me di cuenta de que no sabía si esa era una promesa que podría cumplir—. Al menos, no nos rendiremos intentándolo.
—Cuenta conmigo —exhortó—. ¿Sabes cómo está Nia? No me he atrevido a bajar a las mazmorras de nuevo.
—Más o menos igual —anuncié con un dejo de tristeza— pero Nia y Frey están en buenas manos, Clío es quien me preocupa.
—A mí también —corroboró—. ¿Cuál es el plan?
—Haremos uno —propuse—. Nos reuniremos después del funeral de Brisa, ¿de acuerdo?
—¿Quiénes? —preguntó abatido.
—Loan, Arus, Ada, tú y yo. Somos los suficientes para crear un plan.
Loui asintió y se puso de pie.
—Avisaré a los demás.
Abrí la boca para responderle, pero el grito mental que aturdió mi cabeza me hizo olvidar mis palabras.
«Baja, ¡ahora!»
El pecho se me apretó al reconocer la voz de Enid.
«¿Buenas o malas noticias?» —intenté averiguar.
«Véelo por ti mismo» —su voz sonaba cansada pero con una chispa de arrogancia, un buen presentimiento me invadió al percatarme de ello.
—¿Qué sucede? —preguntó Loui al notar mi nueva tensión.
—No estoy seguro —admití para no darle falsas esperanzas—, debo bajar a las mazmorras.
Sus ojos se ampliaron con asombro y una pizca de esperanza.
—¿Hay noticias?
—Espérame aquí —le ordené.
—Voy contigo —me desafió.
—Loui...
—Si fuera Ada, ¿te quedarías aquí de brazos cruzados?
Ni siquiera tenía caso discutir aquello.
—Bajo tu propio riesgo —advertí—. No sé qué encontraremos.
Asintió de inmediato y con un gesto le indiqué que me siguiera, así que juntos descendimos a las mazmorras hasta llegar a la celda donde Ada y yo dejamos a Enid. Observé a la bruja con su cabello dorado pegado a su sudorosa nuca, tenía la espalda recargada en la pared y las piernas extendidas frente a ella, pero una enorme sonrisa atravesaba su rostro.
—Lo logré —exhaló con un suspiro lleno de cansancio.
Loui jadeó al ver a Nia sin rastro del collar en su cuello. Al conectar sus ojos, Nia soltó un sollozo y extendió sus brazos cuando Loui se dejó caer junto a ella. Los dos se abrazaron con tanta fuerza que un nudo se formó en mi garganta al verlos. Desvié la vista para darles privacidad y me puse de cuclillas frente a Enid, colocando una de mis manos en su hombro.
—Nunca terminaré de agradecerte por esto.
—Oh, no fue gratis —bromeó—. Te haré llegar mis honorarios.
—Lo que sea que necesites de mí, puedes pedirlo.
—Que tu esposa no te escuche decir eso o estarás en graves problemas.
Sonreí a pesar de todo el estrés que estaba cargando sobre mi espalda.
—Hablo en serio, Enid.
—Yo también. —Me guiñó uno de sus ojos plateados, pero su rostro no tardó en ponerse serio de nuevo—. Tengo que recuperar energía antes de poder liberar a Frey, pero en cuanto lo haga será más rápido. Ya encontré el truco.
—Tómate el tiempo que necesites —la calmé—, te daremos una habitación del palacio para que puedas reponerte.
—Gracias. —La bruja cerró sus ojos y recargó la cabeza en la pared, aproveché para girarme hacia Nia—. ¿Estás bien?
Ella asintió por encima del hombro de Loui.
—Ahora lo estoy.
Era difícil verla con los ojos al borde de las lágrimas, siempre me pareció una de las hadas más rudas y fuertes que jamás había conocido. Admiraba eso de ella, aunque tampoco me importaba si se rompía. Nia tenía derecho a hacerlo después de lo que había sucedido y yo comprendía que eso no la volvía más ni menos fuerte.
—Perdón por morderte.
Loui y yo reímos al mismo tiempo, fue un sonido suave pero relajado.
—Descuida, fue una buena mordida. No te guardo rencores.
Me acerqué a ella para ocupar el lugar de Loui y abrazarla también. En el pasado Nia y yo tuvimos algo mucho más causal que serio, aun así habíamos pasado momentos especiales y no dejaba de ser importante para mí. La sensación de que podría perderla al igual que Carwyn fue devastadora, así que realmente me alegraba que se encontrara bien.
—Gracias —susurró a mi oído.
—No tienes nada que agradecer —la solté para examinarla—. ¿Recuerdas todo lo que pasó?
—Algunas cosas están algo borrosas. —Hizo una mueca, tratando de recordar—. ¿Cómo supiste que son las brujas quienes están detrás de todo esto?
—Es una larga historia y tú necesitas descansar un poco, se las contaré más tarde. —Miré a Loui—. ¿Puedes organizar la reunión de la que hablamos?
—Por supuesto —accedió, visiblemente más calmado—. Llevaré a Nia a su habitación y después me encargaré de eso.
La cargó en brazos y ella, que siempre fue tan independiente, se abrazó a él y se dejó hacer. Reprimí una sonrisa al verlos, pero la preocupación me hizo olvidarla rápidamente. Tomé a Nia de la mano para llamar su atención y esos impresionantes ojos aqua me observaron con curiosidad.
—¿Sabes dónde está Clío? —cuestioné, aunque con muy poca esperanza.
Ella negó.
—Lo siento.
—Hablaremos más tarde. Descansa y... bienvenida de nuevo.
Nia no dijo nada más, se limitó a hacer un gesto con la cabeza para después recargarla en el pecho de Loui y cerrar sus ojos. Asentí para que él se marchara, dejándonos a Enid y a mí solos en la celda. Me giré hacia la bruja, quien seguía exactamente en la misma posición vencida.
—¿Te llevo a tu habitación?
Sus ojos continuaron cerrados, pero una sonrisita creció en su boca.
—Siempre tan caballeroso —se jactó— pero tengo mis dos pies intactos, puedo caminar.
Alzó sus párpados y extendí mi mano para ayudarla a ponerse de pie, era tan liviana que fue fácil. Enid se tambaleó un poco, así que decidí colocarme de cuclillas frente a ella para ofrecerle mi espalda. Ella ladeó su rostro con diversión.
—Deja que te cargue, al menos hasta que subamos al palacio y podamos aparecer.
—Soy una bruja con más de trescientos años, no una chiquilla de doce.
Me encogí de hombros.
—No sé lo diré a nadie si tú no lo haces.
Ella suspiró con rendición antes de rodear mi cuello con sus brazos y sus piernas en mi cintura. Me puse de pie agarrando el pliegue de sus rodillas para mantenerla sujeta y así comenzamos a andar por los túneles. Su complexión seguía siendo delgada y pequeña, ¿qué se sentiría tener tres siglos y envejecer así de lento? Tal vez por eso Morwan, Moll y Medea lucían tan amargadas todo el tiempo, vivir tanto debía ser cansado y aburrido.
—¿Te dijo Ada sobre las cuevas? —su voz me sacó de mis pensamientos.
—¿Cuevas? —repetí desconcertado.
—Anoche, cuando me buscó para explicarme todo, fuimos juntas a las cuevas de yeso. —Me tensé al escucharla—. Pero ellas ya no están ahí, las abandonaron.
—No debieron ir solas —la regañé.
—No podíamos perder tiempo —rebatió—. Queríamos atraparlas antes de que se dieran cuenta de la traición de Medea, aun así fue demasiado tarde.
—Entonces, ¿no tienes idea de dónde encontrarlas?
—Conozco otros de sus escondrijos, pero ellas no estarán ahí. No cuando saben que yo puedo decirles su ubicación.
—Tiene lógica —coincidí.
—Te prometo que las encontraré, esto no se quedará así.
—¿Matarías a tu abuela? —pregunté con creciente curiosidad.
—Sin pestañear.
—¿Tanto la odias?
—Siempre me pareció un ser horrible, pero lo que ha hecho con tus hadas, con tu hijo, con Ada... es imperdonable. Mi abuela tiene los días contados.
No lo discutí.
—No lo harás sola. Ahora somos un equipo, Enid. Si quieres puedes venir a nuestra reunión en la noche, discutiremos sobre el tema.
—Cuenta con ello.
Dejé a Enid en su habitación y con ayuda de Loan y Arus preparé los detalles para el funeral de Brisa. Con magia devolvimos su cabello a su color rubio natural y creamos un ataúd de cristal muy parecido al de Carwyn, pero ese con flores en sus delicados bordes.
Cuando todo estaba listo y calculé que el sol no tardaría en ponerse, decidí robar de la cocina un par de emparedados de queso y subir a nuestra recámara para despertar a Ada. Entré en silencio y dejé la comida en la mesilla de noche, para después sentarme al borde de la cama.
—¿Ada?
Ella ni se inmutó. Ahora estaba acostada hacia arriba, con uno de sus brazos atravesado en su estómago y la cabeza ladeada para recostar su sien sobre la almohada.
Me incliné para enderezar suavemente su rostro y alcanzar su boca con un beso dócil e inocente. Presioné sus labios entre los míos hasta que percibí respuesta de su parte, la mano que estaba en su estómago subió para enredarse en los cabellos de mi nuca. Ronroneó tan bajito que aquello fue casi una vibración atrapada entre nuestras bocas. Me separé para sonreírle.
—¿Si finjo que sigo dormida volverías a besarme de esa manera tan tierna?
—No necesitas fingir nada para que yo quiera besarte —dije inclinándome de nuevo, esa vez brevemente.
Ella frunció el ceño, cavilando que algo no cuadraba.
—Parece que estás de mejor humor, ¿sucedió algo?
—Nia está libre, Enid lo logró.
Ada se sentó tan de golpe que nuestras frentes casi se estrellan dolorosamente, pero logré echarme hacia atrás a tiempo para evitar la colisión.
—¿De verdad? ¿Ella está bien? ¿Y Frey?
—Calma Ada.
—¿Cómo quieres que me calme?
—Nia está bien, al menos físicamente —informé—. Y Enid necesita reponerse antes de continuar con Frey.
—¿Dónde está?
—Descansando en una de las habitaciones para huéspedes, ¿ya te vas a calmar?
Tomé el plato de comida para extenderlo hacia ella, cogió un emparedado distraídamente y se lo llevó a la boca, pensando.
—¿Cuánto dormí? —preguntó con la boca llena—. ¿Y el funeral?
—Lo suficiente. Y te he despertado antes de que comience, tal y como lo prometí.
También empecé a comer, así que ambos guardamos silencio durante un momento. Ada aún lucía cansada, pero ya no era esa zombie viviente de la mañana y eso me regaló un poco de tranquilidad.
—Enid me contó que fueron a las cuevas de yeso.
Tomada por sorpresa, Ada tragó su bocado con dificultad.
—¿Estás enojado? —tanteó.
—Enojado no es la palabra —medité.
—¿Entonces?
—Preocupado. Me asusta que hagas cosas sin decirme o consultarme. Peor aun, que me las ocultes —confesé—. Sé que no necesitas mi permiso ni mucho menos, pero es algo que me da miedo.
—Quería acabar con todo de una vez por todas, tal vez me dejé llevar por el enojo.
—Me gustaría que me tomes en cuenta en ese tipo de decisiones.
—Lo hago, Ezra —juró—. Es solo que estabas herido, tú no podías acompañarme de todas formas.
—Lo pasado, pisado. ¿Lo tomarás en cuenta en el futuro?
—Te lo prometo.
—Gracias —dije acabando mi emparedado y poniéndome de pie—. Será mejor que nos alistemos para el funeral de Brisa. Y después tenemos una reunión con la corte, crearemos un plan para rescatar a Clío...
Un beso inesperado interrumpió el resto de mis palabras, mientras sus manos presionaron mis mejillas para que no me separara de ella. Apartando la sorpresa, el movimiento de sus labios en automático hizo que mi espalda y mis hombros se relajaran simultáneamente.
—No te molestes conmigo, por favor... —susurró en medio del beso.
—No estoy molesto.
—Te conozco.
—Solo fue un mal sabor de boca, ya se me pasará.
—Lo lamento.
Me separé para mirarla, dándome cuenta de que eso era lo que necesitaba escuchar, que ella realmente lamentara omitir ese detalle y dejarme fuera. No quería dejar de sentir que Ada y yo éramos un equipo. Ella y yo no podíamos rompernos de esa manera.
Le sonreí al notar que sus ojos lucían sinceros.
—Lo sé, pequeña.
Inmediatamente se relajó, no solo lo leí en su expresión, también lo sentí. Nuestro lazo seguía activo y a esas alturas yo dudaba que se volviera a dormir. Tal vez lo habíamos despertado para siempre y eso también me ayudó a relajarme, ¿qué otra señal necesitábamos para comprender que habíamos nacido para estar juntos?
—Se nos hará tarde —anuncié mirando el ocaso a través del balcón.
Ada no necesitó que se lo dijera dos veces.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro