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Capítulo 23. Rosas y miel.




«Rosas y miel»

Nia estaba en la celda contigua a Frey. La puerta se encontraba abierta, pero solo porque Enid la tenía sometida e inconsciente. Ada también estaba ahí, con los brazos cruzados y un hombro apoyado en la pared.

Cuando entré, sus ojos me recorrieron y yo hice lo mismo con ella. Traía la misma ropa de ayer, el cabello recogido en su trenza medio deshecha y unas profundas ojeras debajo de sus ojos. Eso significaba que no solo estuvo despierta toda la noche, también que utilizó su magia sin descanso.

Enid estaba en el centro de la celda, con Nia a sus pies. La bruja murmuraba palabras inentendibles en voz baja, parecía otro idioma pero tampoco podía asegurarlo. Si se percató de mi presencia no lo demostró y continuó en lo suyo. El collar seguía en el cuello de Nia y el olor a quemado se intensificó. En silencio, comprendí que Enid se esforzaba por quemar los sortilegios que nos impedían quitárselo.

Ada se separó de la pared y caminó hacia a mí, logrando que mi atención volviera a caer sobre ella. Noté la culpabilidad en su expresión conforme se acercaba.

—¿Estás molesto? —preguntó con timidez. 

—Un poco decepcionado —admití receloso—. No era necesario que me dejaras inconsciente.

—Perdiste mucha sangre —se justificó—. Necesitabas recuperarte y jamás lo hubieras hecho estando despierto.

No quería discutir, así que lo dejé pasar y señalé a Nia.

—¿Hay algún avance? —cuestioné esperanzado.

—Dejen de presionarme —gruñó Enid.

    «Está un poquito malhumorada» —Ada me habló telepáticamente—. «Ambas estamos tensas y cansadas. No hay ningún avance, Enid no ha logrado deshacer el hechizo de su abuela»

Miré a la brujilla tensar los hombros y apoyarse sobre sus rodillas, aprovechando que detuvo el cántico para recuperar la respiración.

—¿Enid? —la llamé—. ¿Por qué no te tomas un descanso?

Dos segundos después me arrepentí de haberlo sugerido. La bruja se lo tomó como si acabara de insultarla con la peor de las blasfemias y comenzó a cacarear incoherencias. Ada hizo una mueca al escucharla.

—Te daremos un poco de espacio, ¿qué dices? —propuso mi esposa, empujándome hacia la salida. 

Enid farfulló algo que no alcancé a comprender y Ada cerró la celda a sus espaldas, dejándola a solas con Nia.

—Bueno —se corrigió a sí misma— está muuuy malhumorada.

—Te escuché —la voz de Enid flotó hasta nosotros, así que Ada me hizo una seña silenciosa para que nos alejáramos de ella.

—¿Desayunaste algo? —me preguntó.

Miré el techo, intentando no exasperarme.

—¿Crees que me tomaría el tiempo de desayunar después de todo lo que pasó?

Mi esposa hizo un rápido encogimiento de hombros, ignorando mi queja.

—No sé tú, pero yo muero de hambre.

Caminamos por los túneles para volver al vestíbulo, así que guardé silencio intencionalmente cuando pasamos por la celda de Frey. Esa vez, no hubo señal alguna del hada. Esperé a que estuviéramos lo suficiente lejos para volver a hablar.

—Sé que estás exhausta, no puedes ocultármelo.

—Ni planeaba hacerlo —contestó tranquila—. He estado con Enid toda la noche, aunque no he sido de mucha ayuda, creo que de todas formas no habría podido dormir aunque lo intentara.

—Déjame relevarte —pedí—. Deja que yo me encargue de las esposas de Frey y Nia.

—Arus te ganó —avisó—, hace un par de horas que él se está ocupando de eso.

—Bien, después de él voy yo.

—Si tú quieres. 

Alcé mis cejas para demostrar mi sorpresa.

—Tu nivel de cansancio te tiene muy mansa.

Ella dejó escapar una risita que fue casi un suspiro.

—Justo ahora, no tengo energía para pelear —confirmó.

—Vamos a la cocina —la invité.

—Sabía que tenías hambre —bromeó.

—Tal vez Aiden comentó que debía comer algo. Y tal vez lo ignoré un poco.

—Ni siquiera estoy sorprendida —negó con la cabeza, regañándome en silencio—. ¿Cómo están las cosas en Sunforest?

—Un poco tensas —admití— pero Alen está bien, Noah lo está cuidando.

—¿Y Estrella?

—En manos de Amira.

Aparté mi vista cuando llegamos al vestíbulo y tuve que acostumbrarme de nuevo a la luz natural, que después de un buen rato de oscuridad se me antojaba demasiado intensa.

Ada y yo subimos por las escaleras hacia el ala izquierda para ingresar a la cocina. Debía ser tarde, porque la encontramos vacía.

—¿Tienes antojo de algo?

—No lo creo —arrastró las palabras.

—¿Por qué no te acuestas y te llevo el desayuno a la cama?

—Me quedaría dormida.

—Ese es el punto.

—No puedo dormir ahora —rezongó—. Te estaba esperando.

—¿Para? —pregunté distraído, mientras sacaba unas tostadas de avena de la alacena y las calentaba con mi fuego.

Ante su silencio, giré para verla. Ella se sentó detrás de la barra que nos separaba e hizo una mueca cargada de tristeza.

—Tenemos que hablar con la familia de Brisa, no podemos postergarlo más. Ellos están... inquietos.

Tragué saliva.

—¿Saben que está muerta?

—Aún no —respiró, sus hombros se movieron de arriba a abajo—. No quería que se enteraran de alguien más que no fuera nosotros. Pensé que te gustaría estar presente.

—Por supuesto —coincidí.

Las tostadas se me quemaron por mi distracción, así que aparté esas para mí y calenté otras para Ada. Cuando estuvieron listas, las unté con jalea de rosas y le pasé su plato a mi esposa. Ella me agradeció y esperé a que diera un par de bocados antes de iniciar con mis preguntas.

—¿Qué sucedió después de que me dejaras inconsciente?

Ada tragó su tostada.

—Encerramos a Frey y Nia en celdas separadas. Después, Arus y Loan me ayudaron a llevarte a ti y a Loui a Sunforest, para que pudieran curarlos. Te salvaste de tener una larga y exhaustiva charla con Joham y Jared, deberías agradecerme por eso—. Me guiñó uno de sus ojos, intentando que me relajara.

—¿Te retaron porque nos marchamos al infierno sin avisarles? —adiviné.

—"Te retaron" suena benévolo a comparación del drama que me hicieron, pero una parte de mí entiende sus miedos. Ellos deben aceptar que Azael ya no está aquí... pero aun así los comprendo.

»Cuando dejaron de gritarme, los puse al tanto de todos los detalles sobre mi encuentro con Morwan, Moll y Medea en el pasado. A Jared no le cayó muy bien la noticia, está intentando quitar la culpa de mis hombros para adjudicársela él, pero a fin de cuentas fui yo la que tomó la decisión de intercambiar el polvo de hadas por el hechizo del tiempo, así que...

Guardó silencio y mordió su tostada. La masticó lentamente, perdida en sus pensamientos. Le di tiempo para que terminara de procesar lo que sea que estuviera pasando por su cabeza.

—En fin —resumió—. Decidimos involucrar a Enid, no solo para que se entere de lo que las brujas están planeando y cuide sus espaldas, también para pedirle ayuda con el asunto de los collares.

—¿Cómo se lo tomó? —pregunté al recordar la actitud de la brujilla.

—No está feliz. Creo que se lo ha tomado personal... o tal vez le ha molestado no haberse dado cuenta de ello, ya sabes que es un poco orgullosa.

Comí de mi tostada, decidido a cambiar de tema.

—¿Cómo están Loan y Loui?

—Bien, Loui era el más conmocionado de los dos. Nia los tomó tan de sorpresa que no pudo hacer nada para ayudar a Frey.

—No lo culpo —acepté al recordar la mandíbula de Nia clavada en mi hombro—. ¿Te das cuenta que ellos son lo único que queda de nuestra corte?

Ada arrugó la nariz, molesta.

—Esas brujas se escondieron como ratas, pero ahora que sabemos que son las culpables de todo esto... acabaremos con ellas.

Ni siquiera me molesté en contradecirla, yo tenía la misma sed de venganza.

—Nuestra prioridad debe ser recuperar a Clío —declaré.

Ada dudó, incluso alcancé a notar el temblor de sus labios.

—¿Crees que esté viva?

—La necesitan —intenté convencerme a mí mismo—. No la matarán.

—Mataron a Carwyn.

—Solo porque no sabían que el polvo oscuro les daría una ventaja sobre nosotros y tiraron a matar. Ahora que lo saben, se la pensarán dos veces antes de deshacerse de Clío, sobre todo porque no lograron conseguir a Frey y Nia. Clío es la única manera que tienen de entrar y salir de Féryco.

—Tienes razón —concordó—. En ese caso, debemos recuperarla... tal vez después de organizar el funeral de Brisa.

—¿Estás lista para hablar con su familia? —recogí los platos.

Ada se miró.

—Debería cambiarme, soy un desastre. 

Al escucharla, me incliné sobre la barra para darle un tierno beso en la boca. A penas se trató de un roce de labios, pero bastó para contagiarnos una pizca de calma. Ella sabía a rosas y miel.

Una de sus manos abrazó mi mejilla y acarició mi barba incipiente con la yema de su pulgar, provocándome una sensación agradable.

—¿Y eso por qué? —una pequeña sonrisa se formó en sus labios.

—Me gustan los desastres.

Su rostro se dulcificó y una chispa traviesa nació en sus agotados ojos.

—Ahora entiendo por que me amas tanto.

—Locamente —afirmé y acto seguido, tomé su mano para apretarla entre mis dedos con fuerza—. Estaremos bien, somos el mejor equipo ¿recuerdas?

—El mejor, no bromeaba cuando dije eso.

—Yo tampoco —respiré deliberadamente—. No sé si este es el mejor momento, pero hay algo que tengo que decirte.

Su sonrisa se borró.

—¿Qué? —preguntó con un atisbo de miedo.

—Noah ha despertado su magia de hada.

Una perfecta "o" se formó en su boca, demostrando su sorpresa.

—¿Estás seguro?

—Lo sentí esta mañana y creo que por esa razón logró presentir a Brisa. Hay algo nuevo en él, aunque tampoco tuve mucho tiempo para analizarlo.

—Así que... otra cosa que añadir a nuestras lista de preocupaciones.

—Vayamos por orden —la tranquilicé—. Primero Brisa, ve a cambiarte mientras yo le llevo algo de desayunar a Enid.

—Suerte con eso —me deseó irónicamente.

Hablar con la familia de Brisa fue difícil y terminó con las pocas reservas de energía que nos quedaban. No obstante, Ada y yo nos mantuvimos enteros mientras consolábamos a sus padres. Fuímos completamente sinceros con ellos y eso ayudó a que comprendieran lo que estaba sucediendo en Féryco, mas no les proporcionó la paz que necesitaban.

Nos quedamos el tiempo que fue necesario y después les dimos un momento a solas para que terminaran de digerir la noticia. Realizaríamos el funeral ese mismo día, pero más tarde, así ellos podrían procesar su luto.

Cuando salimos de casa de Brisa mi esposa y yo nos miramos con la misma expresión de tristeza. Habíamos perdido a alguien inocente por culpa de las brujas, simplemente porque ellas querían causar una "distracción". Eso no volvería a suceder, no iba a permitirlo.

Por ello, Ada y yo decidimos organizar una asamblea express para poder hablar con todos y ponerlos al tanto de lo que estaba sucediendo en nuestro hogar. Tal vez teníamos a Frey y Nia controlados, pero Clío podría volver a atacar en cualquier momento y necesitábamos que nuestras hadas estuvieran alertas al peligro. No iba a tolerar una muerte más.

Junto con mi reina, logramos controlar el pánico que surgió tras la noticia. Impusimos nuevas reglas para la seguridad de todos y, en vista de que mi corte estaba reducida, también elegimos a las mejores hadas para crear patrullajes. Elof se ofreció a organizarlas y eso me hizo sentir mucho más seguro. A mi padre le confiaría mi propia vida.

El agotamiento de Ada era mucho mayor al mío y bien podía estar engañando a todos los que estaban a su alrededor, pero gracias a nuestra conexión no lograba esconderlo de mí, así que cuando la larga reunión por fin terminó la arrastré conmigo de vuelta a nuestra habitación en el palacio.

—Ezra, estoy bien —se quejó al adivinar mis intenciones.

—Estás a punto de desmayarte del cansancio. 

Ella cerró los ojos y tardó un par de segundos más de la cuenta en volverlos a abrir.

—El funeral... —intentó excusarse.

—Yo me encargaré. 

—No puedes hacer todo tú solo.

—De nada me sirve tener a una zombie a mi lado.

Ada alzó sus cejas en dos perfectas líneas semicurvas, junto con una expresión ofendida.

—¿Acabas de llamarme zombie?

—Solo recuéstate un rato, ¿sí? —le pedí de manera más dulce y acaricié sus brazos—. Has tenido una noche larga y una mañana difícil, prometo despertarte cuando sea hora del funeral.

—Tal vez un ratito —aceptó mirando la cama con anhelo. 

Besé su frente.

—Un ratito será más que suficiente.

—Si no me despiertas estarás en serios problemas —advirtió señalándome con su dedo.

—¿Cuando he roto algunas de mis promesas?

Pareció convencerse con mis últimas palabras, porque sin decir nada más se acostó en la cama y se acurrucó de lado, quedándose dormida casi de inmediato. Debía estar aún más exhausta de lo que aparentaba.

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