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Capítulo 22. Algo nuevo.




«Algo nuevo»



Desperté desorientado.

Tardé un poco más de la cuenta en reconocer el lugar donde estaba, pero tras unos minutos comprendí que se trataba de la vieja habitación de Ada, en Sunforest. Miré a mi alrededor solo para constatar que me encontraba solo. De hecho, todo se sumía en un silencio inquietante.

Utilicé mis brazos para alzarme y cuando la sábana resbaló por mi cuerpo, me di cuenta de que solo traía los boxers puestos. ¿Cómo llegué aquí? Fruncí mi ceño, intentando recordar. Varios flashazos de imágenes volvieron a mi mente, pero lo comprendí todo cuando rememoré la lucha entre Nia y yo en nuestra forma lobuna, el dolor cuando sus filosos colmillos se encajaron en mi piel.

Miré mi hombro izquierdo y comprobé que estaba curado, ni siquiera quedó el vestigio de alguna cicatriz. Lo moví haciendo un par de círculos y tampoco hubo rastro del dolor. Maldije en voz baja, Ada debió dejarme inconsciente para que me curaran y me repusiera por la sangre perdida.

Concentré mi vista en la ventana, era de día. ¿Cuánto tiempo estuve desmayado? Las preguntas comenzaron a hervir en mi cabeza; ¿cómo estaba Alen? ¿Había noticias de Clío? ¿Qué sucedió con Frey y Nia? ¿Y el cuerpo de Brisa?

Me puse de pie cuando localicé mi pantalón sobre la cómoda y me lo coloqué tan rápido como pude. Giré a mi alrededor, buscando mi camisa, hasta que recordé que Ada la había trozado para revisar mi herida. De todas formas, ya estaba arruinada por la sangre.

La puerta se abrió, distrayéndome de mis pensamientos. Aiden entró al cuarto con aire ausente, pero se detuvo al encontrarme de pie. Ladeó su rostro y un par de mechones negros cayeron sobre sus ojos amarillos.

—¿Acabas de despertar? —sacudí la cabeza afirmativamente—. Yo venía a revisarte.

—¿Dónde está Ada?

—En Féryco. 

Tenía que irme. Necesitaba las respuestas a todas mis preguntas y solo ella me las daría.

—Estoy bien —ignoré sus atenciones porque no quería que me entretuviera—. Debo marcharme, pero gracias.

—Debes comer algo —me informó con cierto descontento—. Ayer perdiste mucha sangre.

—Lo haré —prometí— en cuanto compruebe que las cosas estén bien en casa.

—Tus hijos están aquí —comentó intencionalmente.

Me detuve a su lado, sorprendido por la confesión.

—¿Por qué?

—Ada temía que Clío regresara por ellos, así que le ofrecimos cuidarlos. Contigo inconsciente y ella ocupada, comprendimos que aquí estarían más protegidos.

—¿Cómo está Alen?

—¿Por qué no lo compruebas con tus propios ojos?

Moría por verlo y Aiden lo sabía, o al menos se lo imaginaba. Accedí y él me hizo una seña para que lo siguiera. Mi hijo estaba en una habitación cercana en ese mismo pasillo. Aiden entró sin avisar, pero con cautela.

—Hola Noah —lo saludó en voz baja—, tu papá está aquí. 

Después de entrar, Aiden se hizo a un lado para dejarme a la vista y yo pude ver con toda claridad a mis dos hijos. Alen estaba recostado en la cama siendo custodiado por Noah y Eira. No se me escapó que los ojos miel de mi hijo mayor lucían afligidos.

Mi pecho se infló de orgullo al verlo y le sonreí, pero Noah no lo hizo de vuelta. Extrañado, por un instante pensé que algo iba mal y me acerqué a la cama con rápidas zancadas para poder examinar a Alen. El pequeño estaba out, ajeno a lo que sucedía a su alrededor.

Me senté en la cama y pasé mi mano por sus rizos. Él se removió al sentir mi caricia, mas no despertó. Aiden respondió a mi pregunta incluso antes de que yo la hiciera en voz alta.

   «Él está bien, solo cansado»

    «¿Qué le hicieron?»

    «No lo envenenaron» —adivinó mis miedos—. «Solo lo drogaron para que no pudieran forcejear. Era una droga fuerte, así que nos tomó tiempo sacarla de su sistema. Alen está agotado por intentar luchar contra ella, pero ya no hay rastro de la sustancia en su cuerpo» —hizo una pausa—. «Noah no ha querido separarse de él»

    «¿Dónde está Estrella?»

    «Con Amira. Es la única que ha logrado calmarla, tal vez por su parecido con Ada»

    «Gracias, Aiden»

Y esas palabras parecían poco a comparación de cómo me sentía en ese momento. El forestniano no respondió, pero de soslayo alcancé a ver que se acercó a Eira para colocar una de sus manos sobre su hombro.

—Vamos Eira —la llamó—, ellos necesitan un momento a solas.

Los hermosos ojos verde pardo de Eira miraron a Noah con preocupación, se notaba que ella no quería dejarlo solo, pero cuando Aiden la empujó suavemente hacia la salida tampoco forcejeó. La niña debió decirle algo a mi hijo telepáticamente, porque Noah asintió en su dirección.

Ada y Jared siempre habían entrenado a sus respectivos primogénitos juntos y eso ocasionó que se volvieran un poquito inseparables. Más que primos, a veces daba la sensación de que también eran hermanos.

Aiden y Eira salieron, dejándonos solos. Aproveché para mirar a mi hijo mayor con todo el orgullo que estaba sintiendo por él.

—Sé lo que hiciste. 

Noah agachó su cabeza, dejando que su cabello cenizo cayera sobre su rostro para ocultarlo.

—Perdóname.

Su disculpa me tomó con la guardia baja.

—¿Por qué? —estreché mis ojos, sin comprender.

—Dejé que se llevaran a mi hermano —murmuró, aún sin mirarme.

El entendimiento llegó, así que me puse de cuclillas frente a él para que dejara de esconder su mirada. Tomé su rostro y con delicadeza lo giré hacia mí, para demostrarle que no estaba molesto ni mucho menos.

—No me refería a eso, Noah —aclaré—. Sé que salvaste a Estrella. Fuiste un niño muy, muy valiente.

—Pero Alen... —titubeó.

—Eso no fue tu culpa —lo calmé.

—¿No están enojados conmigo? —preguntó con alivio.

—Por supuesto que no —determiné—, mamá y yo solo hemos estado muy ocupados. Cosas malas están pasando en casa, hijo. Es nuestro deber resolverlas.

Los ojos de Noah se ensancharon con interés, yo sabía que mi hijo era un niño muy inteligente y que ya sospechaba que algo iba mal, así que no tenía caso mentirle. Aun así, había algo diferente en él. Se notaba a leguas que su intuición y su magia estaban mucho más despiertas, no solo la forestniana... también la de su parte semi-hada.

Lo examiné con atención, sabiendo que algo dentro de Noah estaba emergiendo rápidamente. Algo nuevo.

—Puedo ayudarte —propuso convencido.

Me puse más sonriente al escucharlo.

—Estás aquí, cuidando de tu hermano. Eso es toda la ayuda que necesito.

Besé su cabeza y él aprovechó mi cercanía para abrazarme. Cerré los ojos —apreciando el momento como nunca— y también lo envolví en mis brazos. No sabía cómo, pero a partir de ahora impediría a toda costa que algo parecido les volviera a pasar a mis hijos. Ellos eran un cachito de mí y si algo le sucedía a alguno, no creía que yo sobreviviera.

La puerta se abrió sin previo aviso y me separé lentamente de Noah para mirar al recién llegado. Jared me ofreció una mirada de disculpa al percatarse de que interrumpió nuestro abrazo.

—Aiden me avisó que despertaste —se justificó.

Acaricié con cariño la cabeza de Noah en son de despedida y me puse de pie para enfrentar a mi cuñado, no sin antes dedicarle una última mirada de orgullo a mi hijo.

—Quédate con tu hermano, volveré por ustedes lo más pronto posible. —Noah asintió, obediente—. Tú y yo tenemos que hablar de algo muy importante.

Mi hijo me miró con curiosidad, pero no dijo nada más y solo se despidió de mí con la mano. El estómago se me apretó, aunque lo disimulé. Era difícil dejarlos solos en ese momento, pero Aiden tenía razón. Por el momento, ellos estarían más seguros aquí.

Me volví hacia Jared y señalé la puerta con mi barbilla, él me siguió en silencio.

—¿De qué me perdí? —cuestioné una vez que estuvimos fuera de la habitación.

—Ha sido una noche larga —reconoció con cansancio—. Ada ha puesto a Enid al corriente de todo, la bruja está muy molesta. Ahora se encuentra en Féryco intentando romper el hechizo para quitarles los collares a Frey y Nia. No hay rastro de Clío, no ha vuelto a Féryco ni ha aparecido por aquí. Es todo lo que sé.

—¿Cómo está Ada?

—Agotada, pero no lo admite. Deberías ir con ella, papá y yo preferimos quedarnos aquí para mantener a salvo a los niños en caso de que Clío decida aparecer, así que no hemos sido de mucha ayuda para ella.

—Cuidar a nuestros hijos es toda la ayuda que necesitamos en este momento, sobre todo después de lo que sucedió con Alen.

Jared asintió mecánicamente.

—Manténganos informados, por favor.

Al volver a Féryco no perdí más tiempo y bajé de inmediato a las mazmorras, mi intuición me decía que encontraría a mi esposa ahí. Aun siendo de día los túneles estaban oscuros, así que la lumbre de las antorchas sujetas a la pared era lo que alumbraba mi camino.

Me pregunté si la conexión entre Ada y yo por fin se había vuelto a dormir, pero cuando examiné mi interior la encontré. Ella estaba tan cansada que su energía era casi imperceptible, como la diminuta llama de una vela luchando por no apagarse.

Dejé que eso me guiara y me encontré de nuevo bajando hasta el tercer subnivel, donde Nia y yo desatamos nuestra pelea. Percibí en el aire un extraño olor a quemado y arrugué la nariz con recelo, ¿qué estarían haciendo ahí abajo?

Me detuve en seco cuando noté una figura oscura aferrada a los barrotes de acero de una celda. Giré un cuarto para verlo y él me sonrió de una manera tan espeluznante que un escalofrío recorrió mi columna vertebral.

—Hola, majestad.

De alguna forma, logró que su saludo pareciera una amenaza.

—Frey —el aliento que logré reunir bastó para decir su nombre y nada más.

La falta de luz era engañosa y hacía que su cabello azul marino pareciera negro e hiciera juego con sus ojos. Tenía su frente recargada en los barrotes y unas esposas de fuego mágico aprisionando sus muñecas, para que no pudiera atacar con su magia. Su rostro estaba inexpresivo, pero se alcanzaba a ver una nota peligrosa a través de su mirada.

—¿Cómo están tus hijos? —sonrió de lado. 

—No caeré en tus provocaciones. —Di un paso hacia atrás.

—¿Y tu esposa? ¿Sigue entera? Lo último que supe es que Moll quería partirla por la mitad —rio secamente. 

—Que lo intente —me burlé—, Ada la partirá en cuatro antes de que Moll logre ponerle siquiera una uña encima.

La sonrisa de Frey se hizo mucho más amplia.

—Sabes que tienes los días contados, ¿verdad?

Eso llamó mi atención, aunque seguí manteniendo una distancia prudente entre nosotros.

—¿Qué quieren las brujas de mí? ¿Lo sabes?

Frey repasó sus labios con la lengua, disfrutando de la ansiedad que no logré ocultar.

—Tú eres la llave.

—¿La llave? —arrugué mi frente, confundido—. ¿Eso qué quiere decir?

—Muy pronto lo descubrirás. 

Agité mi cabeza para apartar la bruma que se estaba creando de nuevo en mi mente. Frey bien podría estar fanfarroneando para sacarme de quicio y yo se la estaba poniendo fácil.

—Me encantaría seguir charlando —ironicé— pero tengo que ir a encontrar una manera de quitarte lo cabeza hueca que te has vuelto. Si me disculpas...

—No digas que no te lo advertí... —susurró antes de desaparecer en la oscuridad de su celda


Lo sé, muchas cosas están pasando. Por eso les advertí que Féryco iba a estar intenso.

¿Alguien logrará adivinar por que Frey le dijo a Ezra que él es la llave?

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