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Capítulo 19. Polvo oscuro de hada.




«Polvo oscuro de hada»


Después de dejar a Alen en manos de Samara —la madre de Aiden y una de las mejores sanadoras de Sunforest— Ada y yo entramos al estudio del castillo, una pequeña sala que se usaba para reuniones importantes. Ahí, Arus y Joham habían llevado a Medea para poder hablar con ella en un lugar privado y protegido por los sortilegios de Arus. Jared y Aiden también estaban ahí, solo en caso de que las cosas se complicaran y necesitáramos apoyo.

Loan y Dandelion se habían quedado con Amira y el resto de los niños, para suplir a Samara en su protección.

Medea estaba sentada en una de las sillas, con los brazos cruzados y un claro gesto de aburrimiento. Sus ojos se volvieron más vivaces cuando nos unimos a ellos y nos sentamos enfrente, quedando cara a cara. Todos los demás estaban bastante nerviosos como para quedarse quietos, así que continuaron de pie, revoloteando a nuestro alrededor.

—¿Cómo está el niño?

—No es de tu incumbencia —la corté.

Ella se balanceó hacia atrás y torció la boca con enfado, pero no dijo nada. Medea era la más joven de las brujas antiguas, al menos en comparación a Moll y Morwan, sus dos compañeras. Su cabello y ojos de color azul rey también la volvían la más llamativa.

—Dijiste que querías hablar con nosotros —comentó Ada—. ¿Sobre qué?

—Ustedes saben sobre qué —murmuró.

—¿Por qué deberíamos confiar en ti? —intervine.

—He traicionado a Moll y Morwan al venir aquí, así que no tengo más que perder.

—Sé clara, Medea —pidió Ada, perdiendo la paciencia—. ¿Por qué tenías a Alen? 

—El plan original era secuestrar a los tres, así que tienen suerte de que Clío solo lograra llevarse a uno. De lo contrario, no hubiera podido rescatarlos a todos.

Ada bufó con rabia.

—¿Suerte? Si no los secuestraran, ni siquiera habría necesidad de rescatarlos

—No te desquites conmigo, yo no fui la tonta que les regaló voluntariamente polvo de hadas a tres brujas milenarias.

El corazón de Ada dio un vuelco tan inesperado que resultó doloroso. Soltó un pequeño jadeo y llevó una mano a su pecho, provocando que me tensara.

—¿Qué? —musitó con voz débil. 

Por debajo de la mesa mi mano izquierda corrió hasta su rodilla, en lo que esperaba fuera un gesto tranquilizador. Ada tragó saliva audiblemente, aguardando por la explicación de Medea.

La bruja descruzó sus brazos y se inclinó hacia adelante, para mirarnos más de cerca. La uña de su índice rascó la madera de la mesa, mientras pensaba su respuesta con mucho cuidado.

—Te engañamos desde un principio —dijo por fin, con un tono de voz neutro—. El polvo de hada sí funciona en pociones curativas, pero nosotras no lo queríamos para eso. Te vimos tan desesperada e ingenua, que sabíamos que sería pan comido conseguirlo. 

Mi esposa se quedó muda, con la boca cerrada pero sus ojos azules muy abiertos.

—¿Para qué lo querían? —pregunté, tomando el control de la conversación.

—A las brujas no nos gustan las hadas —confesó— tal vez sea envidia, pero odiamos que ustedes vivan en paz y tengan un reino próspero, mientras que las de nuestras especie deben esconderse en cuevas por culpa de los humanos ignorantes.

Arus gruñó al escucharla.

—Nuestro reino es próspero porque hemos trabajado arduamente en él, en cambio, ustedes no han aprendido a esforzarse juntas. Quieren todo fácil, rápido y son tan arrogantes que no pueden ver más allá de su nariz.

—Puede que tengas razón —respondió sin siquiera mirarlo.

Medea se desinfló un poco en su asiento, pero mantuvo la barbilla alzada hacia nosotros.

—¿Cuál es tu punto? —insistí.

—El punto es que cuando se nos presentó una oportunidad para quedarnos con Féryco y desterrar a las hadas, la tomamos. El polvo de hadas solo era el primer paso de nuestro plan, pero uno muy importante.

»Durante todos estos años, Morwan estuvo experimentando con él. Aprendió a duplicarlo, para que esa pequeña parte que nos dio Ada nunca se agotara. Fue difícil contaminarlo, le llevó más tiempo del que esperábamos, pero como pueden ver no resultó imposible.

—¿Contaminarlo? —habló Joham con incertidumbre, colocándose a un lado de su hija. Medea asintió.

—Con magia negra.

De pronto, recordé la turbia nube de moléculas que escapó del cuerpo de Carwyn para atacarnos. El hechizo de magia negra que tenía su cadáver para atraer a mi esposa y matarla. Era eso, polvo oscuro de hada. Eran ellas, las causantes de todo esto.

—Ustedes mataron a Carwyn —la acusé.

Ella ni se molestó en negarlo.

—Hicimos mucho más que eso. Lo vigilamos durante un tiempo, queríamos a alguien más débil y fácil de manipular, pero nos fue imposible conseguirlo. Así que utilizamos una considerable cantidad de magia para enviar una tormenta a Féryco y mantenerlos distraídos. Eso nos ayudaría a que no notaran la ausencia del hada o, en todo caso, estuvieran lo suficientemente ocupados como para hacer algo al respecto.

»Eso nos dio tiempo para torturarlo, supongo que te alegrará saber que tu hada no cedió ni un poco. Le pedimos que nos extendiera una invitación, queríamos aprovechar que la tormenta los tendría débiles e indefensos para atacar, pero él prefirió morir antes que traicionar a su reino.

Ada apretó sus manos en puños y por un breve momento me pregunté si se atrevería a soltar un gancho a Medea en la mandíbula, pero deseché ese pensamiento rápidamente porque había otras cosas mucho más importantes que analizar. Me esforcé por recuperar la voz.

—Y esa es la razón de que nosotros seamos prósperos y ustedes no —escupí con rabia—. No saben que es la lealtad, ni la compasión. Reciben lo que dan. Se merecen lo que tienen.

Medea suspiró y por primera vez dejó ver todo el cansancio que cargaba su mirada.

—Ahora lo sé —murmuró— pero ellas no lo comprenden.

—Me tiene sin cuidado —respondí—. ¿Qué fue exactamente lo que le hicieron a Carwyn? ¿Por qué mi hada se encontraba en ese estado tan horripilante?

—¿No es obvio? —encogió uno de sus hombros—. Lo envenenamos con el polvo oscuro de hada... y aquí es donde la cosa se pone interesante.

—¿A qué te refieres?

Medea torció su uña en la madera.

—Creamos el polvo para conquistar Féryco. De esta manera, todos morirían y, sin sangre de hada de por medio, las brujas podríamos acceder al reino y convertirlo en nuestro. Solo que, cuando lo usamos en Carwyn, descubrimos algo más.

Contuve la respiración, ¿es que todo esto podría ser peor?

—¡Habla Medea! —le rugí.

Ella resopló por la nariz.

—Acabo de salvarle la vida a tu hijo —siseó—, no me hagas arrepentirme de ello.

Ada se puso de pie al siguiente segundo, apoyando las manos en la mesa para inclinarse de manera amenazadora sobre Medea. Eso me arrancó una pequeña sonrisa.

—Si tú, o cualquier bruja, se atreve a ponerle de nuevo un solo dedo encima a mis hijos... si respiran siquiera cerca de ellos... voy a cazarlas. Y las quemaré vivas hasta que no quede ni una sola ceniza de testigo. ¿Está claro?

Medea estaba a punto de responder algo, pero pareció pensarlo mejor y se quedó callada, simplemente sosteniendo la mirada de Ada. Joham dio un paso al frente y suavemente colocó las manos sobre los hombros de su hija, para empujarla de nuevo a su silla.

Para mi sorpresa, Ada obedeció y volvió a sentarse.

—¿Decías? —me dirigí a la bruja—. ¿Qué fue lo que descubrieron?

Medea estaba aún más quieta que antes, pero decidió seguir.

—Hicimos pruebas... con otros seres —explicó con una voz extraña— para saber si el veneno era efectivo. Y lo fue. Sin embargo, Carwyn resultó ser más resistente a los otros y tardó en morir. Al final, estaba tan consumido que deliraba. No sabía quién era él y su voluntad flaqueó. Así que aprovechamos para sacarle la invitación a Féryco.

Todos en la habitación nos tensamos.

—¿Las brujas pueden entrar a nuestro reino? —Un apretado nudo se formó en mi estómago. 

—No funcionó —aclaró—, aunque no entendemos el porqué.

—Esos trucos no sirven en Féryco —habló Arus mordazmente—. Tal vez las palabras salieron de la boca de Carwyn, pero es la intención lo que cuenta. Muy en el fondo ustedes no estaban invitadas realmente y por eso no funcionó.

Medea asintió y pareció meditar la respuesta.

—El caso es —puntualizó— que Morwan tuvo una idea después de ver como Carwyn flaqueaba y aprovechó la oportunidad. Metió polvo oscuro de hada en un dije y se lo dio. Lo convenció de que se marchara a Féryco para que pudiera terminar de morir en su hogar, pero le pidió que antes de que lo hiciera, buscara al eslabón más manejable y accesible de la corte para ponerle el collar. La mente de Carwyn estaba tan consumida que lo convenció.

—Clío —comprendí con un susurro.

Asintió de nuevo.

—Moll utilizó el polvo oscuro de hada para crear un hechizo dentro de Carwyn, una trampa que atraería a Ada para matarla. Ella atrapó un poco de su esencia la última vez que nos vimos, sin que ninguno de ustedes se dieran cuenta. Ni siquiera Enid.

»Una vez listo, Carwyn se marchó a Féryco en la madrugada y atacó a Clío cuando estaba dormida. La obligó a ponerse el collar y le dio instrucciones. Le indicó en donde encontraría su cuerpo a la mañana siguiente. Debía fingir estar desconsolada y llamarlos a todos, para que cuando Ada activara el hechizo este se llevara a más de uno.

Un repentino mareo gobernó mi cuerpo, así que traté de no moverme para no empeorarlo. Ada debió percatarse a través de nuestra conexión, porque decidió hablar para darme tiempo de recuperarme.

—¿Pueden controlar a Clío con el collar? —sonó confusa.

—Controlarla... no —Medea mordió el interior de su mejilla—, pero está hecho para que no pueda quitárselo. Y tener el polvo oscuro de hada tan cerca de ella la debilita y confunde. La vuelve... mala. Hace que su voluntad flaquee, como sucedió con Carwyn, y eso nos ayuda a confundirla. Morwan y Moll están jugando con su mente, haciéndola creer que es una espía. A pesar de todo, a Clío tampoco han logrado sacarle una invitación genuina, así que... —suspiró— decidieron golpearlos donde más les duele.

—Secuestrando a nuestros hijos —concluí con un estremecimiento.

—Clío los estaba espiando cuando mencionaron sus planes acerca de ir al infierno, así que Morwan y Moll se adelantaron para pedirle ayuda a Asmodeo. Con ustedes fuera del camino, no debía ser tan difícil. Aun así, tuvieron que secuestrar a una segunda hada y matarla para crear una distracción en Féryco... y supongo que ahora entienden el resto de la historia.

—No todo —admitió Ada—, sigo sin entender qué haces tú aquí. ¿Por qué nos devolviste a Alen sin más? ¿Qué ganas al contarnos todo esto?

—Yo no gano absolutamente nada —protestó—. Todo lo contrario.

—Dijiste que las traicionaste —recordé—. ¿Por qué?

Su mirada azul medianoche fue penetrante y cuidadosa, pero también pareció sincera.

—A lo largo de los siglos he visto a Moll y Morwan hacer muchas cosas de las que no estoy orgullosa, pero nunca me interpuse porque me daba igual.

»No me importa que se aprovechen de una forestniana indefensa que solo quiere recuperar a su hermano, tampoco que planean derrocar a todo un reino solo porque han perdido el sentido de su misión en la Tierra. No me afecta ver cómo matan, ni torturan. Me tiene sin cuidado ser testigo de cómo envenenan y controlan a tus hadas —exhaló—. Pero cuando vi a tu niño en sus garras, por primera vez en milenios vi los monstruos en los que se han convertido. Y, también por primera vez, no lo soporté. Me hubiera odiado el resto de mi existencia de haber permitido que le hicieran daño. Un niño... debería ser sagrado. Intocable. Hay ciertos límites que ni las brujas deberíamos cruzar.

Ada y yo nos observamos, sopesando en silencio si eran palabras sinceras o una actuación muy bien planeada.

—Parece que se están tomando muchas molestias para matarme, así que discúlpame si no me trago tu acto de buena fé —tanteó.

—No negaré que Moll te tiene ganas —Medea sonrió sin pizca de felicidad—. La envidia la corroe y está muy molesta porque al final, a pesar de las trabas que te pusimos, lograste salirte con la tuya. Pero ella tratando de matarte solo es un juego, un pasatiempo que la divierte... No es el objetivo final.

—¿Huh? —farfulló Ada con desconcierto—. ¿Entonces que querían a cambio de Alen?

Medea ladeó su cabeza en mi dirección, provocando que su cabello corriera por encima de su hombro y lo dejara al descubierto.

—Ellas quieren a Ezra.

Parpadeé varias veces, hasta que por fin pude comprender sus palabras. Sentí como la sangre de Ada se congelaba con terror, el eco de su cuerpo aún dentro del mío.

—¿A mí?

—A ti —confirmó.

—¿Por qué?

—Te tienen en la mira desde que te conocieron —contó—. Al principio, pensé que la combinación de tus poderes y tu aspecto te convirtieron en una especie de trofeo para ellas. Pero, como ha dicho Ada, Moll y Morwan se están tomando muchas molestias como para conformarse con un simple trofeo. Tal vez exista una razón que tenga más peso, pero si es así, decidieron no compartirla conmigo. Lo único que sé, es que a cambio del niño te querían a ti.

—¿Estás segura? —pregunté escéptico—. A comparación de Ada, yo no tengo nada especial.

Medea se carcajeó como si le acabara de contar un chiste.

—Eres el rey de Féryco, cariño. Eres poderoso. Y tú, a diferencia de ella —señaló a Ada con su uña más puntiaguda— eres un hada completa. Sea lo que sea que estén planeando, eso debería ser más que suficiente para ellas.





Medea ha llegado para poner las cartas sobre la mesa, ahora tienen las piezas más importante para armar más teorías sobre lo que va a suceder en Féryco. Y sí, por fin sabemos quienes son las nuevas antagonistas.
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