Capítulo 72. Una Rey contra un Rey.
«Una Rey contra un Rey»
Caelum cruzó el aire y se estrelló contra la pared contraria cuando la ola de su poder fue devuelta. Se aferró a la daga para no soltarla, pero no ocultó su asombro tras ponerse de pie y evaluarme. Yo ni siquiera me había tambaleado ante su ataque.
—No tocarás a Evan y Cielo —amenacé con seriedad.
Caelum aplanó las arrugas de su ropa, como si esa fuera su más grande molestia en ese momento.
—Debo admitir que estoy impresionado, lobita.
—Deja de llamarme así.
Él me ignoró.
—Pero estás olvidando algo muy importante.
Arrugué la nariz con desprecio antes de cuestionar:
—¿Qué cosa?
—No estoy solo.
Los gritos de mis niños me hicieron girar en redondo y la mandíbula se me desencajó al entender que al menos una decena de demonios acababan de entrar por las puertas abiertas del balcón. Las criaturas monstruosas se asemejaban a murciélagos gigantes con alas membranosas que superaban por mucho su tamaño. Manos y patas terminaban en filosas garras y de su mandíbula dentada caía baba negra; el mismo color que sus cuerpos peludos.
Fue todo lo que alcancé a ver antes de recibir un fuerte impacto en la espalda que me puso la mente en blanco; Caelum aprovechó mi distracción para atacarme. Me estrellé contra algo que se rompió bajo mi peso y apreté los dientes para soportar el dolor que me recorrió los huesos. Fue el grito aterrorizado de mi hija lo que me impulsó de nuevo a la realidad.
Escarbé entre los trozos de madera y la busqué con desesperación. Lo primero que vi fue a mamá desmayada en el suelo, con Evan aferrado a su vestido. El color y la mejoría en su rostro fue una señal de que los mellizos habían logrado curarla, pero no tenía idea de si eso sería suficiente para que se recuperara por completo.
Papá los cubría a ambos y atacaba a Caelum con sus rayos azules para mantenerlo apartado de mi hijo, pero su magia también se dividía para intentar mantener a raya a los demonios que arremetían por el aire. No era, ni de cerca, todo su poder, pero él no podía desatarlo todo en esa habitación sin temor a dañarnos a los demás.
Y lo que era peor: Cielo no se encontraba por ninguna parte.
—¡Cielo! —grité desesperada, esperando que estuviera escondida en algún rincón de la recámara.
«Un demonio se la llevó» —avisó mi padre—. «No pude evitarlo»
El castillo tembló de tal manera ante mi ira que las paredes de cristal comenzaron a cuartearse. Y con solo lanzarles una mirada asesina a los demonios, uno a uno se prendieron en fuego plateado y cayeron al suelo, chillando y retorciéndose de dolor mientras mi magia los consumía.
El fuego alcanzó cortinas, alfombras y sábanas, por lo que se extendió por la alcoba con gran rapidez mientras los murciélagos gigantes ardían. Caelum retrocedió para enfrentarme cuando me sintió venir, dándole un respiro a mi padre.
—¡En dónde está! —vociferé, lanzando una gran llamarada de fuego que él bloqueó con una ola negra—. ¡En dónde está mi hija!
Caelum tuvo el descaro de sonreírme, solo para provocarme.
—El otro portal sigue activo, así que la llevan al infierno.
Exploté en fuego y esa vez fue suficiente para sacarlo volando. Se estrelló contra el amplio balcón y alcanzó a aferrarse al barandal para no caer, me fui sobre él y encajé mis uñas en su cuello antes de que lograra levantarse. Nunca pensé que algún día tocaría a Caelum y mi único deseo sería destrozarlo vivo.
—Detenlos —ordené.
—¿Por qué haría algo tan estúpido?
—¡Porque es tu hija, pedazo de idiota! ¿O ya olvidaste lo que sucedió la última vez que un demonio me puso las garras encima? ¡ELLA ESTÁ DESPROTEGIDA!
Él me imitó y también atajó mi cuello.
—No lo estaría si hubieras sido una buena esposa y me hubieras obedecido.
—Te odio.
Y en ese momento, envuelta en pánico y rabia, se lo dije muy en serio. Caelum me acercó a su rostro y sentí sus labios rozar los míos, apenas un milímetro.
—Odio. Amor. Llámalo como quieras, pero nunca dejarás de sentir algo por mí.
Ese roce de labios y esa declaración me desconcertaron. Y comprendí, demasiado tarde, que ese fue justo su plan. Aprovechó mi vulnerabilidad para tomar el control, intercambiar lugares y lanzarme por el balcón para dejarme caer desde una de las torres más altas del castillo de cristal.
Antes de que pudiera procesarlo, dos brazos fuertes me atraparon en vilo e impidieron mi caída incluso antes de que comenzara.
—Si querías que te lleve en brazos solo tenías que pedirlo...
—Malik —lo reconocí con alivio.
Él sonrió al notar mi silencioso agradecimiento.
—Es bueno tenerte de vuelta, Estrella.
Desde donde flotábamos, alcancé a ver que Caelum también se arrojó al vacío y fue atrapado por uno de los demonios murciélagos que emergió desde abajo y aleteó para llevárselo fuera de la isla. Solo entonces comprendí que su intención no había sido matarme, sino que me atraparan de la misma manera para llevarme al otro portal. Y de vuelta al infierno.
Tal y como hacían con Cielo.
Y ahora él huía, seguramente para recuperar la ventaja que había perdido. El rey del infierno buscaría a los príncipes que le juraron lealtad para ganar esta guerra, de eso estaba segura.
¿Por qué otra razón se retiraría?
—Él tiene a Cielo —musité con horror al verlo alejarse.
—Ya no, aunque seguro se enfadará cuando lo descubra.
Parpadeé llena de confusión, pero no necesité preguntar nada más antes de que una sombra se dejara caer en picada desde arriba para aterrizar al borde del balcón. Tadeus extendió sus majestuosas alas doradas y me mostró a Cielo, acurrucada en sus brazos.
El sollozo que emití fue real.
—Nos cruzamos en el camino —explicó el arcángel—. Veníamos hacia acá para protegerlos.
No hubo necesidad de añadir que lo hizo para cumplir su promesa y la deuda de vida que tenía con Caelum.
—Gracias —susurré temblorosamente, al mismo tiempo que Malik me depositaba de nuevo en el amplio balcón.
—Si te hace sentir mejor, Tadeus descuartizó por completo al demonio que la llevaba.
Cielo pasó a mis brazos, mi hija estaba temblando y no sabía si era de miedo o por las heridas que las garras del demonio le hicieron en sus hombros. Tadeus se hincó junto a mí para evaluarla, pero ella se aferró a mi ropa para que no nos separaran de nuevo.
—Estás bien, hija —traté de consolarla—. Estás a salvo.
Acaricié su espalda con una calma que no conectó con la mirada de advertencia que le lancé a Malik.
«Mamá está herida, Evan y papá quedaron atrapados en el fuego»
Él asintió y se adentró a la recámara. Solo tardó algunos minutos en reaparecer con Evan en brazos. Papá venía siguiendo sus pasos, cargando a mamá.
—¿Estás bien? —preguntamos él y yo al mismo tiempo, examinándonos con miedo.
Ni Evan ni mi padre lucían heridos, aunque mamá continuaba inconsciente.
—Estamos bien —confirmó—. ¿Y Cielo?
—Está sangrando.
—Estrella... —murmuró Tadeus con algo parecido al asombro.
Seguí su mirada y noté el resplandor azul que envolvió a mi hija, aunque tardé en comprender que se estaba sanando a sí misma. Las heridas de sus hombros se cerraron lentamente y la sangre se detuvo. Cielo suspiró y relajó su cuerpo, llena de alivio.
Tadeus parpadeó una sola vez, desconcertado. Acto seguido me examinó con recelo.
—¿Pueden curarse a sí mismos?
—Yo... —Me mordí el labio con nerviosismo—. Caelum me lo dijo, pero hasta ahora no estaba segura.
Malik y papá también se notaron intranquilos, pero Evan dio un salto hacia mí y lo abracé con mi otro brazo. Acuné a mis dos niños en mi regazo y besé sus cabezas, como si así pudiera protegerlos de aquellas intensas miradas.
—Me parece que nos debes una explicación, Estrella —exigió el arcángel.
Ya no tenía caso a mentir, no cuando los mellizos acababan de vencer todos los sortilegios de los Dioses para abrir un portal hacia el infierno.
—Evan y Cielo heredaron el poder de los Siete —confesé. Malik y Tadeus se paralizaron—. No sabemos cómo, pero, de alguna manera, la bendición de los Dioses hacia Caelum también los alcanzó a ellos. Pueden sanarse, y sanar a otros, gracias a la bendición de Kaly.
Por primera vez vi a Malik tartamudear hasta que encontró las palabras adecuadas:
—Caelum no me dijo nada sobre esto.
Más que un reclamo, había dolor puro en esa simple frase.
—Él y yo decidimos guardar el secreto... para protegerlos.
Tadeus no necesitó escuchar más para sacar sus propias conclusiones.
—Fueron ellos quienes desactivaron las guardas mágicas e invocaron el portal.
Me tensé.
—No fue su culpa, Caelum los engañó.
Evan alzó su barbilla para poder mirarme, repleto de miedo.
—¿Somos malos?
Tragué saliva en seco ante la vulnerabilidad de sus ojos azules.
—Por supuesto que no, mi amor —susurré—. Lo hicieron para salvarme, ¿recuerdas? Gracias a ustedes ahora estoy aquí.
Cielo también alzó la vista, aún anegada de lágrimas.
—¿Papá es malo?
Abrí la boca y los labios me temblaron.
—Papá ya no es un ángel —expliqué, con un nudo en la garganta—. Ya no ayuda a la gente, ahora quiere lastimarla.
Evan y Cielo intercambiaron una mirada cargada de tristeza, una que no supe cómo calmar.
—¿Ezra?
El susurro nos tomó a todos por sorpresa y nuestra atención cayó sobre mamá, quien parpadeaba con confusión, intentando alcanzar la neblina de sus recuerdos.
—Oh, Ada —murmuró mi padre en respuesta, acariciando el cabello tan rojo como sus manos bañadas en sangre—. Casi me matas del susto.
Los ojos azules se ampliaron con alerta.
—Estrella...
—Aquí estoy, mamá.
Papá la ayudó a enderezarse para que alcanzara a observarme, con mis niños aún en mi regazo y aferrados a mi ropa. La confusión todavía empañaba su mirada.
—¿Todos están bien?
Malik evaluó su vestido celeste empapado de sangre.
—Tal vez deberíamos hacerte a ti esa pregunta.
Mamá gimió, pasando una mano por su costado para comprobar que había sanado. Después miró a los mellizos de nuevo, no sin una combinación de miedo y admiración.
—¿Cómo lo hiciste? —No pude contener mi curiosidad—. ¿Cómo me salvaste?
Mamá agitó su cabeza, como si ni ella misma pudiera entenderlo todavía.
—Encontré el hechizo hace años —confesó, mirando a papá de soslayo y tragando saliva en el acto—. Cuando Ezra... fue secuestrado. Es para intercambiar lugares con las personas que amas.
Los hombros de papá se tensaron y dentro de sus ojos cimbraron rayos de magia.
—¿Intentaste intercambiar lugares conmigo? —reclamó en un susurro.
Ella se encogió de hombros.
—Estaba desesperada, aunque es obvio que no funcionó. Al principio culpé a las protecciones de las brujas, pero cuando Caelum te secuestró a ti hace seis años y traté de nuevo, sin éxito, comprendí que mi magia no era suficiente para un hechizo de esa magnitud.
Inspiré con fuerza al recordar que ella había combinado su magia con la de los mellizos para lograrlo esta vez. Mamá bajó su mirada hacia ellos, comprendiendo la dirección de mis pensamientos.
—Fueron tus niños —confirmó—. No estaba segura de si funcionaría, pero después de verlos crear un portal contra todas las posibilidades, tenía que intentarlo...
Tadeus frotó su cara con cansancio.
—Cuando el Concejo se entere de esto...
Abracé aún más a mis hijos.
—Juraron protegerlos —le recordé con desesperación.
Él resopló.
—Y a cambio tú resolverías el problema con Caelum, pero ahora él se encuentra en Paradwyse con un ejército de demonios y los príncipes del infierno como aliados. ¿Crees que los arcángeles negociarán contigo después de esto?
A pesar de sus duras palabras, había terror en el semblante de Tadeus. ¿Él realmente temía por los mellizos? ¿Y por mí?
—Hubo algunos inconvenientes y la situación se me salió de las manos —admití—, pero aún puedo cumplir mi promesa.
Mamá tomó mi rostro para recuperar mi atención.
—Olvídalo —determinó, reparando en mi labio partido y los cardenales de mi cuello hinchado—. Lo haré yo.
—No es por ofender, mamá, pero en este momento soy más poderosa que tú. No finjas que no necesitas recuperarte de la pérdida de toda esa sangre y que tu magia no está debilitada por ello.
Como era de esperarse, gruñó en oposición. Así que me volví hacia papá.
—Llévatela a Féryco —pedí—. Evan y Cielo se irán con ustedes.
Los mellizos se removieron en mis brazos, pero lo que realmente me sorprendió fue la mirada fiera de papá. Había más de una tormenta atrapada en esos ojos endurecidos.
—No voy a dejarte sola con él —se negó rotundamente.
Mamá asintió en acuerdo y señaló a los ángeles con la barbilla.
—Malik puede llevarse a los niños.
—Los niños no pueden irse, no aún —Tadeus suspiró con pesadez—. Son los únicos que pueden cerrar el otro portal.
Mi corazón se saltó un latido.
—¿Quieres que lleve a mis hijos a la batalla?
—¿Quieres convencer a los arcángeles de que su poder está de nuestro lado? —devolvió, de forma calculadora—. No tendrás otra oportunidad. Evan y Cielo deben demostrarlo por sí mismos
Abrí y cerré mis manos varias veces, intentando dominar el miedo que ahora corría por mis venas.
—Si Caelum los atrapa...
—No lo hará.
—¿Cómo estás tan seguro?
Tadeus me miró a los ojos. Esos colores del universo, ya tan familiares para mí, penetraron hasta mi alma.
—Porque prometiste que te encargarías de él —expuso—. ¿Lo harás? ¿Por ellos?
No era del todo un reto, se sentía más como un aliento. Un suave batir de alas con una brisa de esperanza. Todos éramos parte de esto y todos teníamos que luchar, incluídos Evan y Cielo.
—Caelum es mío —juré.
No en el sentido romántico. No como dos enamorados que se pertenecen hasta la eternidad. No como dos amantes que comparten la cama y uno se vuelve parte del otro en esa bella intimidad.
No.
Caelum era mío. El demonio era mío. Mi objetivo. Mi presa. Mi condena.
Y había llegado el momento en el que una Rey se enfrentaría contra un Rey. A muerte.
Solo porque me insistieron mucho en el grupo de whatsapp 😘 disfruten el cap extra. Espero que le den mucho amor en agradecimiento ❤️
¿Quién ganará esta guerra? ¿Caemonio o Estrella?
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