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Capítulo 49. Hombre de una sola mujer.




«Hombre de una sola mujer»

Caelum

El solsticio de invierno dio paso al cierre del año y a la semana y media más tranquila que Estrella y yo jamás habíamos tenido desde mi regreso. Féryco estaba de fiesta, por lo que el trabajo y las reuniones pasaron a segundo plano y una atmósfera muy relajada se sentía por las praderas. Mi esposa y yo no la desaprovechamos, cada segundo de paz fue compartido entre los dos. O entre los cuatro, cuando por fin decidíamos vestirnos para también pasar tiempo junto a nuestros diablillos. El resto de los Rey de vez en cuando se nos unían en cenas grupales y atardeceres junto al río, toda la familia de Estrella me trataba como si fuera parte de ella.

Aún no me acostumbraba a ese sentido de pertenencia o a las amables sonrisas de Ada, solo porque se me antojaban como parte de un sueño y no de la realidad... pero todo era tan real que a veces dolía caer en la cuenta de ello.

Para celebrar la víspera de año nuevo no realizaban rituales tan importantes como en los solsticios. Estrella me contó que, por la tarde, habría una reunión sencilla con el reino y que la bienvenida al año se tornaba más bien familiar para todos, así que ellos irían a Sunforest para estar con el resto de su familia.

No era igual para mí. En Paradwyse llevábamos a cabo una ceremonía importante que marcaba el final e inicio de un nuevo calendario, tampoco era divertida o fantástica como las ceremonias de Féryco, pero era el único día en que los Siete se reunían voluntariamente en nuestra dimensión y parecían estar de buenas.

Ofrecíamos un banquete para ellos en la isla central, donde podíamos reunirnos todos y movernos libremente por el aire si así lo deseábamos, donde nuestras alas podían permanecer extendidas y libres, disfrutando de la brisa y la magia, demostrando nuestra esencia como ángeles.

Iniciaba antes del atardecer, cuando Cassida, Leucos, Kaly, Orion, Oryn, Arawn y Rhosand aparecían en la isla, en compañía de otros dioses menores que decidían aceptar la invitación de nuestros creadores pero que no estaban a la altura de los mismos. Era, de cierta manera, como si los Siete nos gobernaran a todos.

Justo por esa razón Evan y Cielo siempre serían un secreto, si alguien se enteraba que la magia de los dioses más poderosos corría por sus venas no quería ni imaginar lo que harían con ellos. A Estrella quisieron privarla de su libertad por poseer tan solo un cachito de mi magia celestial...

    «Es fin de año, ¿quieres quitar esa cara de pocos amigos?»

Puse los ojos en blanco sin que Malik se percatara, pero claramente él percibía que prefería estar en otro lado, celebrando el fin de año con cierta pelirroja, que atrapado aquí murmurando un montón de rezos que ya no tenían sentido para mí.

    «Sabes que esta es mi cara normal» —me defendí.

    «Hay dibujos que demuestran que sabes sonreír»

Una comisura de mi boca se alzó al recordar las pinturas que Cielo y Evan solían hacer cuando me extrañaban. Estaban muy bien escondidas en mi montaña, pero a veces se las mostraba a Malik para presumir los dotes de mis niños. A él siempre le daba gracia encontrarme sonriendo, pero a mí me encantaba que ellos tuvieran esa imagen de mí: feliz. Yo era un arcángel feliz cuando estaba con mi familia.

    «Por supuesto que sé sonreír, simplemente en este momento no tengo ninguna razón para hacerlo»

Mi mejor amigo se percató de mi desdicha y dejó de hacerse el gracioso.

    «Ya falta poco, dentro de un rato nadie notará tu ausencia»

Era cierto. Después del banquete, los rezos aburridos y los discursos de los Siete, los dioses disfrutaban de la velada brindando con bebidas extrañas que traían de quién sabe qué mundo, pero que eran mucho más poderosas que cualquier vino. Parecían hechas con drogas y licor que alteraban los cinco sentidos de cualquiera, tanto dioses como ángeles. Auténticas orgías habían nacido solo por los efectos de esas bebidas.

Mentiría si negara que también las disfruté. Fui uno de esos ángeles que cayó redondo en el encanto de los dioses y sus embriagadores licores que se pasaban de boca en boca. Después de un rato, nadie volvía a saber de mí hasta el día siguiente pero a nadie le extrañaba, sabían por experiencia que andaba por ahí, en cualquier rincón del mundo, haciendo muy feliz a alguna diosa. O varias.

Tal vez por eso los dioses y diosas menores aceptaban esta invitación. Tal vez por eso los Siete los invitaban. Todo era un descontrol.

Yo tenía un plan: iba a aprovecharme de mi fama para desaparecer toda la noche sin que nadie sospechara, pero esta vez no me interesaba irme con ninguna diosa. Iría a casa y me quedaría toda la noche con mi esposa. Y por primera vez en mucho tiempo amanecería junto a ella.

Estrella se ilusionó mucho cuando le conté mi idea. Una noche completa juntos era algo que nunca nos atrevimos a desear porque era tentar mucho a nuestra suerte, pero hoy todos estarían tan perdidos que sería una oportunidad única para arriesgarnos. Malik estaría al pendiente de los ángeles y Cassida de los dioses, mis dos cómplices habían aceptado mi plan para ayudarme a pasar desapercibido. Mi cuerpo lo estaba deseando con cada célula.

Así que los rezos y discursos fueron más eternos que nunca, sobre todo cuando invitaron al Concejo a pasar al centro de la congregación para finalizar la ceremonia con otro sermón por nuestra parte. Con el asesino de ángeles muerto, los dioses habían escogido al reemplazo de Dimitri y nos encontrábamos completos de nuevo: los diez elegidos para gobernar Paradwyse siguiendo sus órdenes y reglas. Por primera vez no me importó ni me llenó de orgullo ser uno de ellos.

Solo reaccioné a la presencia de Tadeus cuando se colocó a mi lado y me guiñó uno de sus ojos coloridos con descaro; había recuperado la vista y la movilidad de sus alas por completo. Le tomó tiempo hacerlo pero, ahora que sabía que de cierta forma protegió a Estrella durante su estadía en Paradwyse, me alegraba su recuperación y que un ángel como él fuera parte del Concejo. No me arrepentía de haber salvado su inmortalidad.

Algunas cicatrices blancas eran nuevas y se notaban como relieves en su piel, pero por el estado en que lo encontré pudo ser peor, mucho peor. En ese momento estaban cubiertas por el atuendo a juego que los diez arcángeles de alas doradas vestíamos en honor a la ceremonia. Era uno de los más complejos y contrarrestaba la libertad que se sentía al volar solo con mis alas y unos pantalones ligeros, pero era una tradición mostrar el poder y la riqueza del Concejo: éramos una aspiración. Algo por lo que todos los ángeles debían luchar si deseaban ser elegidos por los Siete para tomar nuestros lugares.

El atuendo era blanco y dorado en su mayoría, los pantalones de licra gris oxford eran el único color oscuro que nos habíamos puesto. Botas blancas bordadas con hilos dorados nos llegaban hasta las rodillas y en la parte superior, una chaqueta blanca de manga larga y con botones de oro se ajustaba a nuestros torsos anchos como una segunda piel.

La cola de la chaqueta se abría a la altura de nuestro cinturón y caía hasta los tobillos, casi simulando la capa de una realeza. Las alas doradas combinaban con los bordados intrínsecos de oro destacando en la blancura de la chaqueta y con las aureolas con gemas que llevábamos en la cabeza, por encima de nuestros cabellos. Poder y gloria, todo se resumía a eso.

Era despreciable.

No me uní al discurso, no dije nada, solo me quedé de pie esperando a que todo acabara y respiré con alivio cuando Arawn alzó su copa de oro e invitó a hacer el primer brindis que llevaría al caos.

Fingí beber, Malik también. Ambos teníamos que estar en perfectas condiciones para poder hacer el traslado, pero todavía faltaba para eso. Así que mi amigo y yo nos mezclamos con la fiesta y fingimos que bebíamos y bebíamos mientras la noche caía, para que nadie dudara de mi coartada, si es que alguien lograba estar lo suficiente consciente como para notar mi ausencia.

    —Hoy estás muy guapo, Caelum —dijo una vocecita en mi oído que reconocí de inmediato.

Me obligué a aflojar mi cuerpo y sonreír coquetamente antes de girarme un cuarto de vuelta hacia ella, porque era lo que se esperaba del Caelum borracho y despreocupado.

    —Mira quién lo dice, Rho —respondí. No era mentira.

La diosa de la naturaleza estaba vestida con un delicado vestido traslúcido con flores lilas a la altura de su pecho y vientre, aunque tampoco ocultaban la gran cosa. Fingí recorrerla descaradamente con la mirada antes de volver a sus ojos esmeralda, enmarcados por brillantes pestañas verdes. El cabello café estaba completamente recogido con trenzas, enredaderas y más flores.

Me incliné para saludarla con un beso en la mejilla y coloqué una de mis manos en su espalda para atraerla más hacia mí, con la intención de alejar a todos los ángeles que babeaban a su alrededor.

    —Gracias —aleteó sus pestañas de manera inconsciente, era un gesto que solía hacer seguido y que la hacía parecer algo distraída, aunque yo sabía que estaba muy atenta a todo lo que sucedía a su alrededor—. Solo quería saber si estás bien.

    —¿Por qué no lo estaría? —pregunté con toda la desfachatez que fui capaz de reunir.

    —Estuviste muy callado durante el discurso.

Le sonreí aún más, mostrándole todos mis dientes para distraerla. Ella parpadeó lentamente y sus largas pestañas acariciaron sus mejillas con el movimiento.

    —Este año no me tocó hablar.

Agitó su cabeza como si yo no tuviera remedio.

    —¿Estás seguro de que no tiene que ver con cierta hada? No pienses que no me enteré de los rumores.

Reí.

    —Eres tan dulce cuando te preocupas por mí, Rho.

    —Esa no es una respuesta.

    —He encontrado la resignación —me encogí de hombros, restándole importancia al asunto—. No lloro por las cosas inalcanzables, me conoces bien.

Una mano subió para acariciar mi mejilla con cariño.

    —En ese caso, ¿me harás un espacio esta noche? —decidió ir al grano.

Tomé su mano para apartarla de mi rostro, pero besé su dorso para suavizar el rechazo.

    —¿Arawn te dio la noche libre?

Fue su turno de reír.

    —Más bien yo se la di a él.

Al ser eternos, Arawn y Rhosand habían decidido mantener las cosas interesantes con una relación abierta y cuando tenían ganas de jugar, no eran exclusivos el uno con el otro. La dinámica les funcionaba bastante bien, a decir verdad. Y aunque nunca estuve en contra de una relación abierta, me pregunté qué sucedería si algún día Estrella me proponía tener una.

Esperaba que eso nunca sucediera, mi corazón no concebía la idea de que ella estuviera con alguien que no fuera yo. Al menos, no sin mí.

    —Rho, me encantaría hacerte un espacio esta noche, pero me temo que ya le he prometido a Cass un encuentro.

La sonrisa de Rhosand fue encantadora.

    —No me digas que no puedes con dos diosas.

Rhosand y Cassida ya habían compartido cama conmigo, juntas. Las diosas acabaron conmigo en todos los sentidos.

    —Sabes que sí, pero esta noche Cass no tiene ganas de compartir. Me lo dejó muy claro.

    —No me lo creo, Caelum siendo hombre de una sola mujer.

Esa vez mi sonrisa fue sincera. Yo había sido hombre de una sola mujer, conocí a mi esposa humana siendo tan joven que fue mi primera y mi única. Al volverme ángel y tras verla morir, hice muchas cosas para dejarla atrás y convencerme de que no la extrañaba tanto.

Funcionó a ratos, hasta mi Estrella. Hasta que me eligió y, sin darse cuenta, sin siquiera proponérselo, volvió a convertirme en hombre de una sola mujer. Ahora yo era solo de ella.

Cassida debía estar muy al pendiente de mí, porque apareció en el momento justo para abrazarse a mi cuello y apoyar mi mentira.

    —Hola mon amour, ¿qué dices si vamos a un lugar más privado?

Respondí abrazando su cintura.

    —Complacerte será mi placer.

Cass miró a Rho con una sonrisa diabólica, aunque la diosa de la naturaleza no se dejó amedrentar por la noche en todo su esplendor.

    —Si quieres, te lo presto cuando termine con él.

Fueron palabras muy inteligentes por parte de Cassida: venenosas y provocativas, como si estuviera retando a Rhosand a quedarse con sus sobras. La diosa de la naturaleza sonrió sin pizca de felicidad.

    —Todo tuyo, Cassida —dijo con aburrimiento—. Tengo muchas otras opciones para elegir.

Tampoco era que se equivocara, literalmente había una fila de ángeles detrás de Rhosand aprovechando que Arawn estaba con sabe quién. Sin embargo, Cassida acababa de asegurarse de que Rho no me buscaría por el resto de la noche, ella no caería tan bajo después de tal provocación.

    —Que te diviertas —finalizó Cassida, despidiéndose con altanería.

Hice una rápida reverencia, intentando suavizar la repentina tensión.

    —Siempre es un placer, su excelencia.

La sonrisa de Rho fue despiadada como un huracán, haciendo alusión a la fuerza de una naturaleza engañosa. En ese momento, una parte de mí comprendió por qué a Arawn le gustaba Rho. Y todas sus facetas.

    —Gracias —le dije a Cass cuando por fin estuvimos solos en mi montaña. Nos habíamos marchado para hacer creíble la mentira, pero íbamos a aprovechar la oportunidad para realizar el traslado sin que nadie sospechara.

Cassida se recargó en la pared y cruzó sus brazos, su cabello negro se movía como serpientes en todas direcciones, demostrándome que no estaba del todo tranquila.

    —No eres el único arriesgando tu pellejo con esto —masculló entre dientes, pero la entendí perfectamente—. Tu desaparición no debe levantar ninguna sospecha... y tú nunca habías rechazado a Rhosand.

    —Que tú sepas —agregué.

    —No me vengas con cuentos, ella siempre ha sido tu favorita.

    —Eso no es cierto —la provoqué intencionalmente con mi siguiente declaración—: Kaly siempre ha sido mi favorita.

Un chispazo de diversión cruzó por los ojos violáceos de la diosa.

    —Oh, santa Kaly ¿cómo pude olvidarme de ella? —se burló—. Pero sabes que no me refiero a eso.

    —Te elegí a ti para ayudarme, Cass. Creo que está más que claro quién es mi favorita.

El cabello de Cassida se calmó y las hebras se quedaron tan solo flotando alrededor de su rostro, pero Malik apareció entre los dos antes de que alguno de los dos pudiera decir algo más.

    —¿Te divertiste? —pregunté a mi amigo al notar su cabello despeinado y los botones de su pantalón mal abrochados. Él trató de peinarse con la mano tras notar mi mirada.

    —Me merecía un poco de diversión —se justificó.

    —Yo no dije lo contrario —respondí con una sonrisa.

    —Claro, ahora es que sonríes. —¿Y cómo no? Si faltaban minutos para ver a mi Estrella—. ¿Me llamaste para hacer el traslado?

    —Cass me ayudó a escabullirme sin levantar sospechas. Es ahora o nunca.

    —De todas formas las cosas ya están muy intensas por allá, no creo que nadie lo note.

Cassida se despegó de la pared para acercarse a nosotros y hacer el hechizo sin que tuviera que pedírselo. Malik también se había puesto unas botas altas para poder ocultar mi condena en su tobillo y volver a la fiesta, así podría estar atento a lo que sucedía y mandarme una pluma de ser necesario.

Cass se tumbó en el sofá, era inteligente dejar pasar un rato antes de dejarse ver de nuevo por la isla. Me incliné para besar su mejilla con agradecimiento.

    —Eres la mejor.

Ella evaluó sus largas uñas tintas con un aire de superioridad.

    —Lo sé.

    —Gracias, a los dos. Esto no sería posible sin ustedes.

    —Disfruta esta noche, Caelum —se despidió Malik—. Tú también te la mereces.

Mi aparición provocó un extraño silencio en el castillo de Sunforest y no comprendí el motivo hasta que la prima morena de Estrella silbó por lo bajo.

    —¿Estará mal si le pido que se dé una vuelta? —preguntó a nadie en particular.

Algunas risas rompieron el resto del silencio, pero quedaron en segundo plano cuando mi esposa se puso de pie y nos miramos el uno al otro como si no existiera nadie más en el mundo.

    —Lo siento, Ayla. Ese ángel ya tiene dueña —la declaración de Estrella me pareció tierna y sexy, al mismo tiempo.

Mi sonrisa fue enorme.

    —Madre mía. —Miré a la prima con curiosidad y la encontré echándose aire con la mano, tal vez debí cambiarme antes de venir—. Este ser es demasiado.

    —Si sigues así, querida sobrina, vas a causarle un ataque a Loan —intervino Ada, mucho más risueña que de costumbre. Había varias botellas de vino vacías en la mesa, así que deduje a qué se debía.

El hermano de Ezra sí que tenía cara de pocos amigos.

    —Papá, no vas a negarme que hasta tú quieres que se dé una vuelta —se defendió la prima.

    —Caelum, si te das la vuelta todo esto terminará más rápido —bromeó el hermano mayor de Estrella. Al menos esperaba que fuera una broma porque ni de chiste pensaba modelar frente a toda la familia de Estrella, sus abuelos incluídos.

    —Ves, hasta Noah quiere.

    —No son mis gustos, tal vez deberías pedirle su opinión a Alen.

El otro hermano de Estrella se puso rojo hasta las orejas y todos estallaron en carcajadas, incluyendo su pareja. Mi esposa aprovechó el bullicio para tomar mi mano y transportarnos a un pasillo sin que nadie se diera cuenta. No debíamos estar muy lejos del comedor, puesto que aún se escuchaba el eco de las risas.

Una vez solos, Estrella me recorrió de pies a cabeza.

    —¿No vas a dar una vuelta para mí? —susurró sensualmente.

Alcé mis cejas.

    —¿Así de bien me veo?

Ella pasó una mano por los bordados de la chaqueta.

    —Nunca te había visto tan... vestido.

    —Siempre vengo vestido.

    —No así, estás diferente.

    —Es por la ceremonia.

    —¿Cómo estuvo?

    —Aburrida.

Alzó una sola ceja, retadora.

    —¿Vas a decirme que estando vestido así ninguna diosa se te insinuó?

Le había contado a Estrella todo sobre esta ceremonia y la perdición que alguna vez significó para mí: las diosas, las bebidas, el sexo. Ella lo sabía todo, me hizo mil preguntas al respecto y se las contesté con sinceridad.

    —Nadie que me interesara —resumí.

Una sonrisa empalagosa fue mi recompensa.

    —Eres todo un arcángel rompe corazones.

    —Más o menos, pero nunca con el tuyo.

Ella tomó las solapas de mi chaqueta y las jaló hacia su cuerpo.

    —Ya que no darás esa vuelta, ¿al menos vas a darme un beso?

Me incliné y la besé con ganas, enterrando mis manos en su cabello. Ella gimió por mi agresividad, pero respondió pegándose a mi cuerpo y abrazando mi cuello. Supe que los dos estábamos en el mismo humor cuando nuestras lenguas se buscaron con desesperación y juguetearon un buen rato. Aprovechamos la soledad para hacerlo sin pudor y manosearnos un poco.

Fui yo quien se separó.

    —Creo que deberíamos parar, Ella, o no podré volver al comedor en un buen rato.

Bajó su mirada para comprobar mis palabras.

    —Vaya, este traje no deja nada a la imaginación.

    —Y me lo dices a mí.

Sonrió encantada.

    —Tengo buenas noticias, por cierto.

    —Me encantan las buenas noticias —dije, peinando su cabello con mi mano para disimular nuestro morreo.

    —He convencido a Eira para que se quede con los niños esta noche.

    —¿Ah sí? ¿Por qué? —pregunté juguetón.

    —Porque tú y yo tenemos toda la noche para nosotros y pienso aprovecharla. Hice un plan y todo.

Reí con dulzura.

    —¿Y de qué trata ese maravilloso plan?

    —Es una sorpresa —selló sus labios, haciendo alusión a que guardaría un secreto.

    —¿Ni siquiera puedes darme un adelanto? —cuestioné con intriga.

    —Mmm. —Fingió pensarlo, regalándome una sonrisa traviesa que fue adelanto suficiente. Se acercó a mi boca, mas no me besó—. Esta noche voy a cobrarme mi victoria.

El embrujo de su boca me hizo tardar en comprender a qué victoria se refería, pero el nítido recuerdo del solsticio de invierno volvió a mí. Sentí que me faltó el aire.

    —¿Qué harás?

    —Lo que yo quiera hacer contigo, en eso quedamos.

    —¿Lo cuál es?

Un paso hacia atrás me ayudó a recuperar la respiración, era increíble lo mucho que esa hada lograba afectarme sin siquiera hacer nada. Me tenía en sus garras de loba y con gusto yo me dejaría destrozar por ellas.

    —Te diré mi propuesta más tarde.

    —Hoy estás traviesa y fogosa —la acusé, aunque en realidad aquello no me molestaba.

Ella sonrió con misterio.

    —¿Lo estoy?

    —¿Hay algo que yo deba saber?

Hasta su risa fue sensual, pero pareció ceder porque se acercó de nuevo y comenzó a seguir con sus uñas blancas los bordados de oro de mi chaqueta. Se me antojó sentirlas directamente sobre mi piel.

    —Cuando me contaste sobre esta ceremonia de Paradwyse dijiste cosas interesantes.

    —¿Ajá? —la animé a seguir, pasando un dedo por la cadena de plata que sostenía su diamante de estrella. No se lo había quitado un solo día desde que lo tuvo de vuelta.

    —Dijiste que fue tu perdición, pero que te había dado algunas de las mejores noches de tu vida... sexualmente hablando.

    —¿Fui demasiado honesto? —dudé.

Sonrió para demostrar que no estaba molesta.

    —Me gusta que seas honesto. Pero yo quiero que la mejor noche de tu vida, sexualmente hablando, sea conmigo. Así que prepárate para olvidar las demás.

La declaración me dejó en blanco y mi corazón bombeó con fuerza.

    —Tú ni siquiera tienes que esforzarte para eso, mi vida.

    —Esta noche sí.

La promesa flotó entre nosotros, erótica y atractiva.

    —¿Por eso querías esto? —comprendí, sacando del bolsillo la ampolleta que me robé de la fiesta. Contenía el licor de los dioses.

Ella me lo arrebató de inmediato para examinarlo con excitación.

    —¡Lo trajiste!

    —Me dijiste que te gustaría probarlo, aunque no creí que tuvieras un plan bajo la manga. Pensé que solo era curiosidad.

Frunció su ceño mientras le daba vueltas entre sus manos.

    —¿No es muy poco para los dos?

    —Es fuerte, no pienso darte más que esto.

    —¿Temes que me desate como tú?

Solté una carcajada.

    —Tú no necesitas esto para desatarte, pero ningún hada lo ha probado nunca así que le temo a los efectos secundarios. Esto es más que suficiente, confía en mí.

    —¿Cuánto tarda en hacer efecto?

    —Tal vez una media hora.

    —Deberíamos tomarlo ahora —propuso.

    —¿Dónde están los niños?

    —Arriba, haciendo un campamento en el invernadero con sus primos. Jass y Addie los están ayudando.

    —¿Es un hecho que tu prima los cuidará?

Asintió con énfasis.

    —Hicimos un trato.

Recuperé la ampolleta, el líquido dorado y tentador brillaba a través del cristal. Miré a Estrella de nuevo, buscando cualquier rastro de miedo o duda, pero solo había determinación en esa carita.

    —¿Estás segura?

    —Sí —afirmó.

Quité el tapón del frasquito y sentí la expectación saliendo por todos sus poros. Le guiñé un ojo antes de empinarme el licor, solo que en lugar de tragarlo lo retuve en mi boca.

Ella me miró como si acabara de traicionarla.

    —¿Te lo tomaste todo? —preguntó con horror.

Agarré su cuello para empujarla contra la pared y con mi pulgar ejercí presión en su mandíbula para obligarla a alzar su rostro. Emitió un sonidito de rendición que me encantó.

    «Abre tu boca, te enseñaré cómo se toma»

Separó sus labios, obediente y emocionada. Acorté la distancia entre nosotros, lo suficiente para compartirle el licor que había en mi boca mientras la besaba superficialmente. Ella tragó dos veces, sentí el movimiento en mi mano y su pulso acelarándose como si acabara de recibir una descarga eléctrica. Me pasé lo que quedó en mi boca y finalicé con un beso húmedo para disfrutar el sabor del dulce licor impregnado en nuestras lenguas.

    —Listo —finalicé, liberándola.

Ella se quedó un minuto más recargada en la pared.

    —Por el bosque, eso fue...

    —¿Estás mojada, verdad?

Estrella gimió, aún débil contra la pared.

    —¿Es un efecto secundario?

    —¿Del licor? No ¿De mí? Sí.

Echó la cabeza hacia atrás y rio, apartando el cabello que quedó sobre su rostro para deshacerse del repentino calor.

    —Deberíamos ir con Evan y Cielo antes de que esto haga efecto.

    —Cualquier cosa extraña que sientas me la dices de inmediato, ¿de acuerdo?

    —Tranquilo, Cael. Esto saldrá bien —susurró con una sonrisa sensual que escondía varias promesas, ¿qué tendría planeado mi mujer para mí?

Moría por descubrirlo.

¿Qué creen que Estrella tenga preparado para Caelum? ¿Cuánto le afectará el licor de los dioses? 😏

Alto contenido 🔥🔥🔥 en los siguientes caps, sobre aviso no hay engaño

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