Capítulo 46. Solsticio de invierno.
«Solsticio de invierno»
Estrella
El solsticio de invierno llegó en un parpadeo y eso significaba que Caelum ya tenía seis meses con nosotros desde su regreso. Me abrumó caer en la cuenta de ello; hasta ahora no me había atrevido a contar los días ni las horas, pero su inesperada llegada hizo el último solsticio de verano inolvidable y mañana sería el momento de celebrar el segundo. El último del año.
Era increíble lo mucho que habían cambiado las cosas desde entonces: Alen y Nathan seguían esperando el aviso de que fueron escogidos como padres adoptivos, ninguno de los dos perdía la esperanza; Noah y Aura seguían en las nubes, disfrutando a su bebé y su pequeña niña traviesa; Ayla seguía soltera y, sinceramente, nunca la habíamos visto más feliz y tranquila con ella misma.
Y luego estaba Caelum, mi ángel, mi esposo, quien seguía burlando su condena y al Concejo día tras día para pasar tiempo con nosotros. Quien había visto crecer a sus hijos durante estos últimos seis meses, intentando recuperar el tiempo perdido. Quien me había demostrado —muchas veces y en muuuchas posiciones— todo lo que me extrañó durante los últimos seis años. Quien seguía volviendo a Paradwyse, noche tras noche, al menos hasta que yo encontrara la manera de cambiar eso. Enid seguía ayudándome, pero la investigación no había avanzado mucho durante los últimos meses y yo le estaba dando el tiempo que me pidió. Algo me decía que presionar a Enid no servía de nada.
Y por último estaban mis padres, quienes terminaron por aceptar mi relación e, incluso, ya parecían haberse acostumbrado un poquito a mi ángel y a su presencia. Sobre todo mamá, quien era la más complicada, voluble y explosiva de la familia.
Casi parecíamos una familia normal, casi.
Cada día, antes del solsticio, teníamos una tradición que nació por mis padres y que a todos nos encantaba: decorar un pino con luces, castañas, polvo de hadas, manzanas de colores y todo lo que se nos ocurriera. Era divertido y servía como decoración para el palacio, pero este año sería aún más especial porque mis padres habían decidido, por voluntad propia, incluir a Caelum.
Ambos nos sorprendimos ante la inesperada invitación que le hicieron el día anterior, pero en cuanto superé el asombro salté de alegría y le supliqué a mi ángel que aceptara. Él prometió que vendría.
Así que después de la hora de la comida toda la familia se reunió en el vestíbulo del palacio: el abuelo Elof, Loan, Laylah, Ayla, papá, mamá, Noah, Aura, Alba, Ava, Alen y Nathan. Y, por supuesto, Evan y Cielo junto conmigo. Nuestra familia forestniana se encontraba en Sunforest, celebrando sus propias tradiciones.
A pesar de que aún faltaban varias horas para el anochecer, los mellizos estaban vestidos con mamelucos graciosos que mis padres les trajeron de la Tierra: el de Evan color beige y el de Cielo rosa palo, ambos con cuernos en las capuchas que simulaban a los de un venado y colitas chistosas en sus traseros que de vez en vez meneaban con esmero.
Se los regalaron porque mamá dijo que le recordaron al abuelo Arus y los niños quedaron tan fascinados que apenas lograba convencerlos de volver a quitárselos, querían vestirlos todo el maldito tiempo.
Alba también tenía una versión lila para ella misma y Aura tuvo que subir a ponérselo cuando la pequeña vio a sus primos, porque insistió que quería parecerse a ellos. Así que ahora tres venaditos de colores saltaban alrededor de mamá para incitarla a hacer su magia.
Papá siempre le daba a su esposa los honores de crear el pino porque aseguraba que a ella le quedaba mucho mejor, pero todos sabíamos que en realidad disfrutaba de ver la emoción en los ojos azules de mamá mientras lo hacía. Era una de sus partes favoritas.
Ella aplaudió una sola vez y frotó sus palmas, con una mirada tan traviesa como la que los diablillos solían tener en sus peores días. Tal vez la habían heredado de ella.
—¿Están listos? —preguntó.
—¡Sí!
—¡Vamos abuela!
Mamá rio y extendió sus brazos, el suelo del palacio tembló cuando llamó a su elemento tierra y todos dimos un paso hacia atrás, sabiendo lo que se avecinaba. Ya tenía tan dominado el truco que el pino traspasó el mármol sin dañarlo y comenzó a crecer hacia arriba, con su tronco grueso y café oscuro, sus agujas verdes con puntas ligeramente blancas, dando la sensación de que había sido bañado con copos de nieve.
La punta en forma de cono continuó creciendo y creciendo hasta triplicar su altura, formando ramas largas y dispersas a todo su alrededor. Cuando por fin se detuvo había un pino alto y ancho en medio del vestíbulo del palacio.
Mamá lo apreció con una sonrisa, colocando cada una de sus manos a la altura de sus caderas.
—Cada año lo hago mejor —presumió.
Algunas risas la secundaron, pero yo no podía apartar la mirada de la emoción con la que Evan y Cielo contemplaban el pino. Me recordaron a mí cuando era niña y me quedaba boquiabierta al ver la hazaña de mi madre, la magia que tanto me fascinaba...
—¿Ya podemos decorarlo? —casi que suplicó mi niño.
—No sé qué están esperando —los animó mamá.
—Veo que llego justo a tiempo.
Un cosquilleo recorrió todo el largo de mi columna vertebral con tan solo escuchar su voz, uno que terminó en mi vientre y me causó una sensación de calor que me hizo apretar los muslos.
—Papi —lo saludó Cielo, redirigiendo su emoción por el pino hacia Caelum. Evan no se quedó atrás.
El ángel acababa de aparecer a nuestras espaldas con su silencio usual, pero en cuanto los niños lo ubicaron corrieron hacia él para tomarlo de cada una de sus manos y llevarlo hacia el pino, insistiéndole una y otra y otra vez que lo mirara.
—También veo que traen sus pijamas de venado. De nuevo.
Caelum me miró cuando pasaron a mi lado y yo aproveché que los niños estaban distraídos para poner los ojos en blanco de manera teatral, como diciéndole que aquello era un caso perdido. Él se aguantó una carcajada cuando Cielo se detuvo para presumir por centésima vez su mameluco y agitó su colita de una manera llena de gracia y ternura, al mismo tiempo.
En lugar de reír, su padre se inclinó para depositarle un beso en la frente, después besó a Evan en la coronilla.
—Hola niños, ¿también puedo saludar a mamá antes de decorar el pino?
Cielo soltó una risita.
—¿Con un beso?
—¡Iuuggh! —exclamó Evan.
—Papá ama a mamá, Evan —le dijo su hermana como si lo regañara.
Caelum se enderezó para mirarme.
—Con el alma.
Sus ojos galácticos debían ser también magnéticos, porque en cuanto se clavaron sobre los míos se sintió como si mi cuerpo automáticamente fuera atraído por el suyo y avancé hacia él, hasta que fui rodeada por sus brazos. Apretó mi cintura y me alzó con facilidad, como si yo siguiera teniendo diecinueve años en lugar de veintiséis. Como si siguiéramos siendo esos dos enamorados viviendo en un mundo perdido y no hubiera nadie más a nuestro alrededor.
El beso fue una presión de labios exquisita, una combinación de alientos y una cálida bienvenida. Sonreí cuando fue él quien se separó, seguramente recordando que mi padre no estaba lejos y tenía que "respetarme" en su presencia.
—Hola, mi vida —susurró, depositándome de nuevo en el suelo.
—Hola, mi ángel —respondí con una triunfal sonrisa de boba—. ¿Cómo te fue hoy?
—Bien. Malik te manda saludos.
—Mamá hizo galletas de nueces, recuérdame darte algunas para Malik antes de que te vayas.
—Lo vas a engordar con tantas chucherías.
—Al menos se entretiene comiendo mientras espera por tu regreso.
—En ese caso deberías mandarle doble ración —bromeó.
Sonreí con complicidad, pero también bajé la voz para que los niños no alcanzaran a escucharme.
—¿Algo que deba preocuparnos? —desde el ataque de la criatura, esa pregunta se había vuelto rutinaria.
Él agitó su cabeza.
—Todo está bien, lo prometo.
Asentí con agradecimiento, justo cuando mamá llamó a Alba y los mellizos para que le ayudaran a colgar las manzanas de colores, pintadas y conservadas con magia. Caelum aprovechó y se tomó un momento para saludar al resto de mi familia, después de eso nos acercamos a nuestros hijos para ayudarlos a decorar.
Evan invocó sus bonitas alas de ángel y voló alrededor del pino para decorar las partes más altas del mismo. A diferencia de su padre, mi hijo podía invocar sus alas a su antojo y la ropa no le molestaba en absoluto al momento de usarlas. Eran reales, podíamos palparlas y sentirlas, a la vez traspasaban el material de su ropa como si fueran invisibles. Seguramente el poder de Oryon y Oryn tenía algo que ver con eso, aunque Evan aún no fuera plenamente consciente de ello.
Cielo, por otro lado, continuaba sin mostrar señales de ningún cambio de forma, ya fuera loba o ángel. Aun así, no estaba descartado que ella tuviera el mismo poder que su hermano mellizo y que tarde o temprano saldría a la luz. Mientras tanto, Caelum decidió cargarla y volar con ella para que también pudiera decorar las partes altas junto a Evan. Observarlos fue algo fuera de lo común: si alguien me hubiera dicho el año pasado que el siguiente vería a mis tres ángeles volando, decorando y riendo alrededor del pino, no lo hubiera creído ni un segundo. Pero ahí estaban... y era real.
Durante las últimas semanas ambos habían mejorado en el manejo de su sanación. También controlaban un poco de sombras y luces y ya estábamos comenzando con la telekinesis de Arawn, pero íbamos a su ritmo y discretamente. Ni siquiera mis padres sabían sobre estos nuevos poderes. Por el momento, eran un secreto entre Caelum y yo.
Fue una tarde mágica, no hubo otra palabra que pudiera describirla. Comimos galletas de nueces y bebimos cocoa blanca cuando comenzó a atardecer, el clima de Féryco no era perfecto y siempre cálido como el de Sunforest, aunque la temperatura tampoco descendía drásticamente como en otras dimensiones. Sin embargo, el solsticio de invierno daba pie a un clima más fresco y unas praderas más frías, por lo que se antojaban mucho más las fogatas de noche y las dulces bebidas calientes.
Caelum consintió a Evan y Cielo tocando movidas canciones con su guitarra. Papá y mamá no perdieron la oportunidad de tontear uno con el otro y se pusieron a bailar de una manera chistosa que hizo reír a los mellizos. En cambio, Noah se meció en un dulce vals con Ava, el cual Aura observó con ojos vidriosos mientras pintaba distraídamente más manzanas.
Alen y Nathan estuvieron encantados de ayudar a Alba con la decoración del pino, el corazón se me apretó al ver sus miradas soñadoras ante cualquier movimiento o palabra que nuestra sobrina emitía. Se notaba a kilómetros que serían unos padres increíbles y que estaban más que listos para ello, pero les faltaba su pequeño milagro personal. Deseé silenciosamente que ese sueño pronto se les cumpliera.
Ayla arrojó polvo de hadas al pino y lo hizo de manera tan descuidada que la mitad cayó sobre nosotros. Evan y Cielo rieron aún más cuando se miraron el uno al otro, ambos con su cabello color noche repleto de esporas mágicas que brillaban como estrellas. El abuelo Elof se unió a las carcajadas y abrazó a Ayla con cariño, mientras que Loan y Laylah compartían otro abrazo tras ellos.
Mis hijos vinieron corriendo hacia mí, Evan aún con sus alas blancas expuestas porque estábamos en un lugar seguro y ninguno de los dos lo habíamos retado para que las escondiera de nuevo. Ellos tomaron mis manos para bailar conmigo y yo les di vueltas y vueltas entre el polvo de hadas que seguía brillando, flotando y danzando junto a nosotros.
Tras un rato la música se detuvo de golpe y cuando miré sobre mi hombro, encontré a Caelum congelado en su lugar, con los ojos de colores muy abiertos pero la mirada perdida. Me acerqué a él de inmediato, intentando averiguar si había sucedido algo malo, pero no reaccionó. Tomé su guitarra para dejarla sobre el suelo donde él también estaba sentado y abracé sus mejillas con cautela.
—¿Cael? —Parpadeó varias veces y me miró. Respiré de nuevo cuando una enorme sonrisa se dibujó en su rostro—. ¿Estás bien? —quise asegurarme.
—Perfectamente —respondió, tomando mis manos para besar mis palmas repetidamente.
—¿Qué fue eso? —insistí, confundida.
Él miró por encima de mi hombro y dibujó con la boca la palabra «gracias» sin necesidad de decirla en voz alta, me volví a tiempo para descubrir a mamá guiñándole uno de sus ojos azules.
—Tu mamá... —explicó, llamando mi atención de nuevo—. Ella acaba de mostrarme recuerdos de Evan y Cielo en los solsticios pasados.
—Oh —comprendí, relajándome por completo—. ¿Y qué tal?
La mirada de Caelum cambió de dirección, estaba segura de que ahora contemplaba a nuestros hijos.
—Han crecido muchísimo... —dijo con nostalgia.
—Bienvenido a mi mundo —respondí con cariño, acariciando su cabello con consuelo—. Han crecido tan rápido que me hace desear tener el poder de congelar el tiempo.
Aprovechando que estaba arrodillada frente a él, mi ángel me jaló hacia sí para sentarme en su regazo.
—Eres la mejor mamá del universo —me elogió, besando mi mejilla—. Tenemos dos niños preciosos, inteligentes, amables, obedientes, risueños y amorosos gracias a ti.
—Tú no te quedas atrás, mi ángel. Estos últimos seis meses te has convertido en un gran ejemplo a seguir para ellos, Evan y Cielo nunca fueron tan disciplinados como ahora.
Me miró con agradecimiento, por no dejarlo fuera de nuestra familia a pesar de su ausencia durante los primeros años.
—Hablando de disciplina, ¿no querías aprender a tocar la guitarra?
—¿Me enseñarás? ¿Ahora? —No escondí mi emoción.
Tomó la guitarra y aprovechó que estaba sentada sobre él para enseñarme la manera correcta de sostenerla. Después, comenzó a mostrarme las notas y posiciones de los dedos, pero antes de que lograra aprender algo más Cielo vino corriendo hasta nosotros.
—¡Terminamos mamá! Solo falta que pongas la estrella.
Alcé la vista y encontré a mi madre extendiendo la gran estrella dorada hacia mí.
—Es la tradición —añadió.
Cuando era pequeña y entendí que me llamaba igual que las estrellas del cielo, me enamoré de mi nombre y de cualquier figura que las representara, así que desde que tenía memoria a mí me encomendaban la tarea de colocar la estrella dorada y brillante sobre la punta del pino, incluso ahora.
Me puse de pie, seguida por Caelum, y tomé la figura con cariño. Noté que mi ángel no se perdía uno solo de mis movimientos.
—Siempre soy yo quien coloca la estrella —expliqué.
Él sonrió con misterio.
—Lo sé.
Y recordé que realmente lo sabía, puesto que él me había cuidado desde los dos años hasta que me ayudó a huir de Forcas. ¿Cuántas estrellas me habría visto poner a lo largo de los años?
—A veces me olvido —aclaré, sonrojándome.
Dio un paso hacia mí y sentí el calor de su ala envolviendo mi espalda.
—¿Te ayudo?
La propuesta me tomó desprevenida pero cuando él extendió sus brazos, la comprendí y asentí de inmediato.
—Me encantaría.
Su sonrisa fue deslumbrante y me enamoré de ella como si fuera la primera vez que la veía. Sus brazos no tardaron mucho más que eso en cargarme para emprender un vuelo tranquilo hacia la punta del pino, aunque sus dedos firmes en mis costillas y muslos me causaron unas cosquillas diferentes en mi interior. Tampoco tuve mucho tiempo para prestarles atención, puesto que llegamos enseguida a nuestro destino y Caelum se quedó flotando, a espera de que yo cumpliera la tradición.
—Esta siempre fue una de mis partes favoritas del solsticio —susurró en mi oído, aunque a esa altura estaba segura de que nuestra conversación era más que privada—. Amaba tu carita de emoción siempre que te daban la estrella y tu padre te subía para que la pusieras. Eras la niña más tierna de todo Féryco.
Me atreví a mirarlo a los ojos y, al estar en esa posición, él se dio cuenta de que apreté los muslos casi por inercia.
—Aunque parece que a ti te está causando todo menos ternura —añadió socarrón.
—Me gusta flotar en tus brazos —expliqué—. Me trae muy buenos recuerdos.
Su sonrisa se volvió más peligrosa.
—A mí me gusta tenerte en mis brazos —coincidió—, así que mejor pon ya esa estrella porque toda tu familia nos está observando y estoy a punto de hacer algo muy indecente.
Sabía que no era del todo una broma, aun así reí y me incliné hacia el frente para colocar la figura en su lugar. Ambos nos quedamos ahí un segundo más de la cuenta, contemplando la primera estrella que habíamos colocado juntos y que iluminó el pino que decoramos en familia, con Caelum siendo parte de ella.
Al día siguiente Noah, Alen y yo llevamos a cabo la ceremonia oficial del solsticio de invierno, esta vez haciendo rituales dedicados a los elementos fuego y aire para honrarlos e invitarlos a fluir libremente por nuestras tierras. En esa ocasión había fogatas encendidas por todos lados, para transmitir el calor de nuestro hogar y las luces del camino a casa. El aire las complementaba y las mantenía vivas, danzando junto a las llamas que se estiraban hacia el cielo despejado de ese día.
Una vez finalizada la ceremonia, las hadas decidieron juntarse en distintos grupos alrededor de las fogatas para compartir comida y bebidas calientes que habíamos preparado especialmente para ese día. Mis hermanos y yo las visitamos todas, conviviendo y charlando con nuestro pueblo.
Evan y Cielo estaban por ahí jugando con sus nuevos amigos. Cuando las hadas cumplían seis, eran bienvenidos en uno de los recintos más amplios de los túneles, donde las hadas mayores recibían a los más pequeños para compartir su sabiduría con ellos. No solo les contaban poco a poco nuestra historia y las leyendas más importantes de Féryco, sino que también les enseñaban las cosas más básicas como leer y escribir.
Caelum me había convencido de dejar que los mellizos se unieran por las mañanas. Él sabía que yo hubiera encontrado tiempo para instruirlos yo misma con tal de que los niños no se separaran de mí durante tanto tiempo, pero que les quitaría a ellos la oportunidad de convivir y crecer de una manera que yo no podía enseñarles.
Nadie me había acusado de ser una madre aprehensiva y sobreprotectora, pero yo sabía que lo era y solía evitar cualquier situación que implicara estar lejos de mis hijos. Una larga charla con Caelum me hizo comprender que era imposible que Evan y Cielo vivieran bajo mi sombra todo el tiempo. Los niños tenían que crecer, hacer amigos, convivir, estar fuera del palacio y, por mucho que me doliera aceptarlo, también les haría bien estar sin mí unas cuantas horas.
Fue una de esas decisiones difíciles que Caelum volvió más fácil, sobre todo cuando recalcó que eso nos daría más tiempo libre para estar juntos las mañanas que no tuviéramos reuniones y disfrutarnos un poco más, a comparación de nuestros rápidos y fugaces encuentros en la noche que a veces no parecían suficientes.
Esa fue la cereza del pastel, sin embargo, no fue ni de cerca la mejor consecuencia de esa decisión. No cuando Evan y Cielo volvían al palacio con los ojos brillantes, contando lo mucho que se habían divertido y los nuevos amiguitos que hicieron. No cuando en lugar de escuchar cuentos para dormir, ahora ellos tomaban el libro y se esforzaban por leerlos, ávidos de seguir aprendiendo palabras nuevas. Me di cuenta de la manera en la que se les abrió el mundo y la mente, al mismo tiempo. ¿Qué otra prueba necesitaba yo para entender que mis hijos estaban listos para volar solos?
No literalmente hablando, claro. Evan aún tenía prohibido utilizar sus alas sin la presencia de Caelum, pero justo ahora mis niños se encontraban en las praderas jugando con sus amigos. Eso me daba una paz que no había esperado sentir y siempre estaría agradecida con mi esposo por haberme dado este empujoncito.
Salí de mis pensamientos cuando llegamos a la siguiente fogata y alguien se colocó a mi lado. Me volví para sonreírle, pero mi sonrisa no salió como yo esperaba cuando me di cuenta que era Elias.
—Hola —dije, intentando superar la sorpresa.
Por alguna razón, él decidió ignorarla y fingir que nada raro acababa de suceder.
—Fue una linda ceremonia, majestad —respondió a manera de saludo.
No me encantaba que él se dirigiera a mí con tanta formalidad, pero al ser mi ex novio y miembro de mi corte parecía que había necesitado dibujar una línea muy clara entre nosotros y yo se lo permití. Lo que fuera que Elias necesitara para sanar, yo se lo seguiría permitiendo.
Al escuchar su voz, Noah giró su cabeza para mirarnos con curiosidad. Una pregunta silenciosa bailaba en sus ojos, así que asentí discretamente.
«Sigan. Yo los alcanzaré en un momento»
Con una seña me dio a entender que me había escuchado, así que Alen y él se alejaron intencionalmente para darnos más privacidad.
—Gracias Elias —le sonreí, esa vez cálidamente—. Me alegra que te haya gustado.
Él se alejó un tanto más de la fogata y yo lo seguí en silencio, observándolo por el rabillo del ojo. Me di cuenta que había algo distinto en él, pero no pude descifrar qué.
—¿Cómo estás? —pregunté.
Ladeó su cabeza para mirarme de lleno, el fuego de la fogata parecía derretir sus ojos, de un chocolate pálido a un caramelo claro.
—Estoy... —Sonrió y mi corazón casi saltó de alegría. ¿Hace cuánto que no lo veía sonreír así?—. Estoy muy bien, de hecho.
—¿Elias?
—Hay algo que quiero decirte —confesó—. Quería... esperar un poco más pero Noah ya lo sabe, así que prefiero que te enteres por mí antes de que lo escuches de alguien más.
—¿Qué cosa?
—Crys está embarazada. Y es mío.
Me detuve en seco, en parte porque la noticia realmente fue inesperada para mí, en parte también porque Caelum acababa de aparecer de improviso frente a nosotros. Mi esposo frunció el ceño ligeramente al encontrarme hecha una estatua, después evaluó a Elias con intriga, percibiendo que acababa de interrumpir algo importante.
—¿Todo bien? —quiso cerciorarse, pero se notó algo inquieto mientras lo preguntaba.
—Sí, sí —contesté, aún aturdida—. ¿Me das un momento, por favor?
Él no me retó por pedirlo. En ese sentido seguía siendo el mismo Caelum de siempre y respetaba cada una de mis decisiones.
—Buscaré a Evan y Cielo —avisó, dándome un rápido beso en la frente. Después se marchó sin reparo alguno, dejándolos solos de nuevo.
—Podemos hablar después —intervino Elias, de pronto incómodo.
—No te preocupes por Caelum —lo calmé—. Así que... ¿volviste con Crystina?
—No exactamente, fue solo algo de una noche. Un reencuentro extraño, si te soy honesto, pero nos ha dado esta sorpresita. Ella no quiere volver conmigo, se lo he pedido después de enterarme, pero aun así hemos decidido tenerlo.
—¿Y cómo te sientes, Elias? —cuestioné, intentando averiguar si aquello era algo que debía preocuparme o alegrarme.
Él se tomó un momento antes de responder.
—Es extraño cómo se ha dado todo, ¿sabes? Tenía un plan: casarme por amor y formar una familia. Y mi plan ha fracasado estrepitosamente, al grado de que voy a tener un hijo con alguien que no quiere estar conmigo...
Me encogí al escucharlo y tomé su mano, así cómo él tomó la mía tantas veces cuando yo me sentía perdida y necesitaba un amigo. Elias observó nuestras manos entrelazadas y sonrió con cariño, su pulgar acarició el dorso de mi mano como agradecimiento.
—Así que me cansé de hacer planes —continuó—. Quería ser papá y ahora tengo un hijo en camino, nada ni nadie va a impedir que disfrute esto.
Me contagió su sonrisa.
—Te lo dije antes y te lo vuelvo a decir: serás un gran papá. Lamento que las cosas no salieron como las tenías planeadas... si de algo ayuda yo tampoco planee a Evan y Cielo, pero son una de las mejores cosas que me han sucedido en la vida.
—Lo sé, lo he comprobado con mis propios ojos. De hecho has sido una gran inspiración en todo esto, Estrella.
—Harás que me ruborice —bromeé, muy contenta de que volviera a llamarme por mi nombre en lugar de majestad.
—Sabes que siempre te he admirado en lo que a Evan y Cielo respecta... y curiosamente ahora yo también seré padre soltero —compartió junto con una respiración honda.
—¿Quieres hablar sobre Crys? —pregunté con cuidado.
—No en realidad. Fuimos descuidados y ahora los dos nos estamos haciendo responsables, pero Crys no quiere que este bebé sea el pegamento de algo que no puede unirse, ¿entiendes? Ella cree que seremos un gran equipo para criar a nuestro hijo, pero no como pareja.
—¿Y tú estás de acuerdo con lo que ella cree? Porque lo que tú piensas y sientes también es importante expresarlo, Elias.
—Al principio me causó conflicto —confesó—, pero no por Crys sino por mi hijo: ¿un bebé feliz no necesita a sus padres juntos? ¿Aunque ya no se quieran? Después me di cuenta de lo ridículo que eso sonaba y me acordé de ti, haciendo felices a tus dos bebés incluso con la ausencia de su padre. Aunque estemos separados mi hijo o hija nos tendrá a los dos, creo que esa ya es suficiente bendición.
—Realmente lo es —coincidí conmovida—. Todo saldrá bien, Elias. No importa lo oscuros que parezcan algunos días, sigue caminando porque siempre hay una luz al final. Y cualquier cosa que necesites, yo estaré aquí para ti así como tú lo has estado para mí durante todo este tiempo.
—Gracias, Estrella. A pesar de todo lo que ha sucedido, me alegra que de una forma u otra sigas siendo parte de mi vida.
No me había dado cuenta del enorme peso que estaba cargando sobre mi corazón hasta que él dijo esa frase y todo se esfumó, dejándome tan liviana que hasta sentí que estaba a punto de flotar. Fue tanto mi alivio que me colgué de su cuello y lo abracé con fuerza. Yo seguía amando a esta hada, tal vez sería así para siempre, así que también me alegraba que él siguiera siendo parte de mi vida.
—Muchas felicidades, Elias. Estoy muy contenta por ti.
—Sé que eres sincera, Estrella.
Casi se me partió el corazón en dos cuando me devolvió el abrazo y nos quedamos así, juntos, durante largos minutos que valieron oro para mí.
Se vienen caps tranquis... y otros más intensos
Espero que los disfruten 😈
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