Capítulo 43. El secreto de Féryco.
«El secreto de Féryco»
Fui testigo del momento exacto en el que el sueño venció a Caelum e, incluso después de dormido, seguí arrullándolo con caricias en su cabello mientras él continuó acostado sobre mi pecho. Sus facciones se relajaron después de algunos minutos y solo fui capaz de mirarlo y mirarlo, como si no me supiera ya su rostro de memoria: las pestañas largas y espesas, la piel canela, la barba de tres días, los gruesos labios de un ligero rosa, la barbilla cuadrada... Todo resultaba tan familiar y se sentía tan diferente a la vez.
Pero estaba vivo y había vuelto, esto era suficiente por el momento. Había muchos obstáculos entre nosotros y yo todavía no sabía los detalles de lo que sucedió en Paradwyse porque preferí dejarlo descansar primero, pero seguíamos luchando en contra de todo lo que buscaba mantenernos separados.
Ni idea de si estábamos ganando o perdiendo, pero confiaba en que ninguno de los dos se rendiría tan fácilmente otra vez. Seguíamos tan locamente enamorados como en el Edén, pero éramos mucho más fuertes que antes. Sin mencionar que teníamos a dos niños que proteger.
En medio de mis pensamientos también me quedé dormida y solo lo entendí cuando abrí mis ojos de nuevo tras sentir una caricia en mi mejilla. Esa vez no se trataba de Caelum.
—¿Papá?
Su sonrisa cómplice anunció que todo estaba bien, pero colocó su índice sobre sus labios en un gesto de silencio. Un rápido vistazo a mi ángel me ayudó a comprender que él seguía dormido, así que no me moví para no despertarlo.
Papá señaló mi buró, hacia la bandeja de comida que seguramente acababa de subir para mí. Le devolví una sonrisa de agradecimiento.
«Alen acaba de decirnos que te sentiste mal a medio día» —explicó—. «Tu madre te llamó preocupada y no respondiste, así que vine a checarte»
«Estoy mejor» —aseguré, puesto que no valía la pena explicar la verdad.
Él miró a Caelum.
«Me alegra que haya vuelto, ¿está bien?»
«Sí, solo necesita descansar un poco» —aclaré—. «¿Dónde están Evan y Cielo?»
«Jugando en el oasis, ya les dimos de comer»
«Gracias papá, son los mejores»
«Sabes que nos encanta estar con ellos, tómate todo el tiempo que necesiten»
«¿No me regañarás por tener a un ángel en mi habitación» —bromeé.
Él rio bajito y pellizcó mi nariz con cariño.
«Me preocupa más el pobre ángel que está encerrado con una lobita feroz»
«Me estoy comportando» —rodé los ojos, apropósito.
Papá sacudió su cabeza, pero sus ojos se pusieron una pizca más serios a pesar de las bromas. Volvió a señalar la comida con su barbilla.
«Prefiero guardar mis regaños, solo en caso de que me entere que te vuelves a saltar una comida»
Hice una mueca.
«Noah y Alen son unos chismosos» —refunfuñé acorralada.
Si papá estuvo a punto de replicar algo, se abstuvo de hacerlo cuando Caelum se removió ligeramente en su lugar y alzó la cabeza, parpadeando con confusión. Sus ojos color universo bailaron entre mi padre y yo hasta que se alzó de golpe para apartarse de mí, provocando un corto pero intenso viento con sus alas que movió algunas cosas de su lugar.
—No es lo que parece —se explicó atropelladamente y la imagen de su cara adormilada y su cabello negro despeinado por mis caricias, me arrancó una carcajada que no pude contener—. No te rías, Estrella —reclamó como si yo hubiera hecho algo muy grave.
—Relájate, Caelum. Papá ya sería un lobo si quisiera comerte vivo.
Mi ángel se rascó la cabeza, parecía que seguía luchando contra el sueño para poder concentrarse. Papá solo respondió con una pequeña sonrisita.
—Le diré a tu madre que estás bien —anunció, en un claro intento de darnos más privacidad. Antes de marcharse colocó una mano sobre el hombro de Caelum, para llamar su atención—. Asegúrate de que se coma lo que le traje.
Resoplé en voz alta.
—¿Ahora Caelum es mi niñero? —ironicé.
Papá se encogió de hombros.
—Es a quien escuchas —dijo simplemente, antes de desaparecer frente a nuestros ojos.
Caelum me observó, aún desconcertado.
—¿Qué fue eso?
—Lo mismo podría preguntarte yo a ti —canturré, todavía recostada en las almohadas—. Caelum Rey, ¿acaso le tienes miedo a mi padre?
Él frunció su ceño.
—Miedo no. Respeto —se defendió.
—Ya veo. Así que ese no es lo que parece es simple respeto. Por supuesto que sí.
A mi ángel no se le escapó la diversión de mis ojos y su mirada colorida se volvió más filosa cuando se inclinó sobre mí, mucho más despierto que hace un minuto.
—¿Me estás provocando, Ella?
—Cuidado —advertí, colocando mi mano sobre su pecho para mantener la distancia—. No vaya a ser que sí sea lo que parece y ahora cómo te defiendes.
—Ante todo soy un caballero y pensé que tu papá estaba esperando una explicación por encontrarme aquí.
—Ya veo... ¿Y también piensas explicarle todo lo que me has hecho en esta misma cama? ¿O en mi trono? ¿O sobre el piano?
—Solo si quieres que me corte las alas.
Extendí mis manos para alcanzar esas suaves plumas doradas.
—¿No sería una ironía? ¿Haberlas salvado para que mi propio padre te las arranque solo por darme el mejor sexo de mi vida?
—Habría valido toda la pena del mundo —sonrió con picardía—. Así que el mejor, ¿eh?
Un ronroneo escapó de mi garganta.
—El mejor —afirmé—, pero todavía puedes superarte cuando quieras.
—Mejor no me tientes, mi vida.
Dejé de hacer presión para que pudiera acercarse a mí y sujeté sus mejillas para que me besara, él lo entendió y se inclinó de nuevo para alcanzar mi boca en un beso más dulce de lo esperado. Abrazó mi cintura para girarme junto con él conforme se recostó de lado en la cama, para quedar frente a frente, mientras nos seguíamos besando con calma y lentitud.
Respiró y se apartó un poco para mirarme, pasando las yemas de sus dedos por el contorno de mi rostro hasta llegar a mi cabello y hundir su mano entre mis rizos.
—Hace más de seis años que no despertaba junto a ti —compartió sus pensamientos conmigo—. Esa vez con Evan y Cielo no cuenta, porque no eras mía...
Parpadeé con sorpresa, era cierto. Había sido un despertar gracioso y muy diferente, pero la última vez que dormimos y despertamos juntos siendo una pareja fue... el día de nuestra boda. Ese recuerdo agridulce me formó un nudo en la garganta.
—Me alegra que lo hiciéramos —susurré conmovida—. Lo extrañaba.
—Si dependiera de mí, despertaría a tu lado todos los días.
—Lo sé, Caelum —lo calmé—. Sé que nada de esto es tu culpa.
Su ala cayó sobre los dos, abrazándonos como en los viejos tiempos. Debajo de esas plumas doradas solo éramos nosotros; el arcángel y el hada que se enamoraron en contra de todas las reglas habidas y por haber. Así de fuerte era nuestro amor, aun con una condena encima habíamos encontrado la manera de dormir y despertar juntos.
—Gracias —musité sobre su boca. Su ala acunó aún más mi espalda para acercarme a él.
—¿Por qué?
—Porque aunque no quieres volver a Paradwyse, sigues haciéndolo para protegernos a los niños y a mí. Y te admiro muchísimo por eso.
Su mano recorrió mi espalda, lo sentí jugando con los botones de mi vestido.
—Siempre los protegeré —juró—. Olvida lo que dije antes, no estaba pensando con claridad.
—Nunca lo olvidaré —negué—. No cuando es una de las cosas más fuertes que te he visto hacer.
—Si soy fuerte es gracias a ti, Ella.
Lo besé, no con la pasión y lujuria usual, sino con un roce de labios tan suave como sus plumas.
—No importa si estamos en el Edén, Féryco o Paradwyse, el hogar no es aquel donde vives —le recordé y la sonrisa que me dedicó en respuesta fue divina, digna de un arcángel. Cogí su mano y la coloqué sobre mi pecho para que sintiera la sinceridad de mi corazón—. Yo soy tu hogar, Cael.
—Y yo soy tu hogar, Ella —devolvió junto con otro beso que al mismo tiempo fue una sonrisa—. Gracias por recordármelo.
—¿Estás mejor? —externé mi preocupación—. Malik me dijo que tus alas...
—Ya sanaron —me interrumpió—. No te preocupes por eso.
Lo miré a los ojos.
—¿Qué pasó, Caelum?
Él hizo círculos lentos en mi hombro, no supe si fue una clase de consuelo.
—Tenemos que hablar, Estrella —anunció con tanta seriedad que me separé de él para sentarme sobre la cama. Caelum apartó su ala de inmediato para darme esa libertad—. Hay muchas cosas que necesitas saber —agregó.
—Ahora me estás asustando —dije, más alerta.
Me imitó y también se sentó, él más lentamente que yo. Desde esa posición volvió a observar la comida y parpadeó de nuevo, como si acabara de recordarla.
—¿Comemos juntos? —propuso.
—Estás evadiendo el tema —me quejé.
—No, no lo hago —aseguró—, pero podemos hablar mientras comemos. Y será mejor que salgamos de esta cama o no podré concentrarme, ¿vamos al oasis?
—Evan y Cielo están en el oasis —advertí—. ¿Quieres que te vean?
Ladeó su cabeza de manera pensativa.
—Tal vez más tarde —respondió misteriosamente.
Sentí como si el estómago me cayera hasta los pies, no era normal que llevara dos días sin verlos y no quisiera hacerlo inmediatamente.
—¿Tiene que ver con ellos? —pregunté sin aire.
Asintió con su cabeza.
—Una parte, sí. —admitió—. ¿Vamos al ático? Ahí podremos comer y hablar con más privacidad.
—De acuerdo —accedí, solo porque una nueva tensión se sentía en el aire.
Por supuesto, él se encargó de llevar la comida y colocarla en el sofá donde nos sentamos los dos, junto a la ventana abierta para disfrutar la brisa con aroma a césped. Caelum esperó hasta que comenzara a comer uno de los sándwiches de queso y piña asada antes de volver a hablar, cosa que me recordó a nuestros viejos tiempos en el Edén.
—¿Qué te dijo Malik? —preguntó, masticando distraídamente unas nueces saladas.
—Que Tadeus y tú fueron atacados por una extraña criatura. Y que los dos estaban heridos —dudé—. ¿Tadeus...?
Caelum suspiró.
—Está vivo.
No ofreció más detalles.
—¿Gracias a ti? —traté de adivinar.
—Yo maté a la criatura cuando la encontré torturándolo —admitió—, pero en realidad está vivo gracias a Kaly.
—La diosa de la sanación —recordé. Él me miró con sorpresa—. Malik también me dijo que los siete dioses se encontraban en Paradwyse y me suplicó que no hiciera ninguna tontería por tu ausencia, para no llamar su atención.
Una sonrisa tiró de la comisura de Caelum.
—Te estás volviendo predecible, mi vida.
Chasqueé la lengua e ignoré la provocación.
—Me alegra que ayudaras a Tadeus, él me gusta —insistí.
Mi esposo alzó sus cejas, retándome.
—¿Algo que deba saber?
—No seas celoso. —Le lancé unas cuantas nueces en son de broma—. No lo dije en ese sentido.
Caelum juntó las nueces que cayeron en su regazo y se las comió de un bocado.
—¿Es porque es rubio? —continuó jugando y yo no pude evitar reír.
—Es porque me cubrió la noche en que visité tu celda —confesé y todo rastro de broma desapareció de su rostro.
—¿Qué? —cuestionó estupefacto.
—De alguna manera se enteró de mi escapada, seguramente me estaba vigilando, pero ni me detuvo ni me acusó con el resto del Concejo. Es uno de los buenos, así que me alegra que lo salvaras. Paradwyse necesita más ángeles como él.
Caelum cerró la boca al percatarse de que continuaba abierta.
—No tenía idea.
—Los dos fingimos que nunca sucedió... más o menos, ¿él está bien?
Sus facciones se endurecieron.
—Esa cosa le arrancó los ojos, aún se están regenerando y no se sabe si volverá a ver.
Me quedé de una pieza.
—¿Por qué? ¿Qué quería de él? —La seriedad con la que mi esposo me miró me puso los pelos de punta—. Dímelo —exigí.
—Te quería a ti.
De todas las respuestas que pudo darme, esa fue la más inesperada.
—¿A mí? —repetí incrédula—. ¿Por qué una extraña criatura me querría a mí?
—No sé por qué, pero te buscaba a ti. Como no logró entrar a Féryco sin invitación, se coló en Paradwyse y en la celda de Forcas...
Solté un jadeo.
—Por favor dime que esto no tiene nada que ver con el maldito de Forcas.
—Forcas estuvo involucrado —tuvo que admitir, no muy contento por ello.
Un sonido estrangulado nació de mi garganta: miedo, odio y algo más.
—Por favor dime que también le arrancaron los ojos.
Una risa sin alegría.
—No tuvimos tanta suerte —fingió lamentarlo—. La criatura hizo un trato con Forcas: la llave de su cadena perpetua a cambio de ti. Así que esa cosa estuvo torturando y matando a los miembros del Concejo en busca de la pluma de Forcas.
—¿La encontró? —pregunté aterrada.
—No. Tadeus era el guardián, pero no cedió.
—¿Entonces Forcas sigue atrapado?
—Para siempre.
—¿Eso qué quiere decir?
—Los dioses lo han culpado por haber sido cómplice de la muerte de Remiel y Dimitri, estaban furiosos, así que decretaron que su cadena perpetua sería eterna. Forcas nunca podrá volver a ser libre, los Siete se llevaron su llave para asegurarse de ello.
Casi escupí mi comida al entenderlo.
—¿Nunca?
—Nunca.
Tuve que tomarme un minuto entero para terminar de procesar esa conversación. Él me lo otorgó.
—Pero... ¿Cómo sabes que la criatura me buscaba si tú la mataste?
—Forcas lo confesó.
—¡Pero Forcas es una mierda! —me alteré—. ¿Cómo puedes confiar siquiera en algo de lo que dice? ¿Olvidas que caímos en su retorcida trampa y que es capaz de hacernos creer lo que él quiere?
—Por supuesto que no confío en Forcas, pero Arawn lo torturó hasta sacarle la verdad.
—¿Arawn?
Cada vez me sentía más perdida.
—El dios de la vida y la muerte —explicó cauteloso—. Créeme, no se tentó el corazón con él.
Tragué saliva.
—¿Y para qué me quería esa cosa, entonces?
—No lo sé, eres la reina de Féryco... eres poderosa. Podría haber muchas razones más.
—¿Tú qué piensas?
—Que de haberlo sabido me hubiera tomado más tiempo para matarla —gruñó.
Busqué calmarme de nuevo con una honda respiración.
—Ni una palabra de esto a mi familia —advertí.
—Me imaginé que dirías algo así, ¿pero estás segura de que no quieres involucrarlos?
—No con esto, solo los pondremos nerviosos por nada.
—Podría haber más —sugirió.
—Pero estoy a salvo en Féryco, ¿no?
—En teoría. —Acarició su barba distraídamente—. No bajes la guardia cuando tengas que ir a Sunforest.
—Nunca me atacó estando en Sunforest —puntualicé.
—No sabemos cómo entró a Paradwyse, pero una vez dentro puede que no haya querido arriesgarse a salir y no poder volver a entrar.
—O tal vez solo le divertía torturar ángeles y esto no tiene nada que ver conmigo. Tal vez Forcas se lo inventó para ponerte paranoico.
—Tal vez —trató de coincidir, pero aún podía ver la preocupación en esos ojos iridiscentes.
—¿Qué te preocupa? —quise saber.
—Que ni los dioses supieron qué cosa era. Se llevaron el cuerpo para terminar de examinarlo y nos informarán de cualquier novedad pero... una simple criatura logró superarnos, Estrella. Mató a dos arcángeles, casi me mata a mí. Creo que tengo derecho a preocuparme si uno de sus amiguitos decide ir por ti.
—Ni siquiera sabemos si hay más de uno. Si los hubiera, ¿por qué no atacaron juntos?
—Porque necesitaban ser discretos para tomarte desprevenida.
—Veo que tienes planeada una réplica para todo —bufé.
—Le he estado dando vueltas al tema, sí.
—A ver, recapitulemos: la cosa está muerta y Forcas encerrado por el resto de la eternidad. Yo diría que todo salió mejor de lo que esperábamos.
Me comí el resto de mi sándwich de un bocado y me crucé de brazos para dar por finalizada la conversación, pero Caelum me observó con un gesto de disculpa.
—Hay algo más que tengo que decirte... sobre Evan y Cielo.
—¿Los descubrieron?
El pánico me hizo dar un salto sobre mi lugar.
—No —aclaró—. Más bien es algo que yo descubrí.
—¿Qué cosa? No me asustes, Caelum.
—Hace ya rato que tenía algunas sospechas respecto a su magia, pero no te había dicho nada porque primero quería asegurarme.
—¿Qué sospechas? —lo apuré, ahora los nervios me estaban comiendo viva.
—Que Evan y Cielo son tan poderosos porque son capaces de acceder a la magia pura de los Siete.
Ahora sí que estaba a punto de desmayarme.
—¿Mis hijos? ¿Nuestros hijos?
—Sí.
La boca se me secó, a tal grado que no podría comer más aunque lo intentara.
—¿Desde cuándo lo sospechas?
No fue capaz de ocultar una mueca.
—Desde que perdieron el control y me contaste sobre el fuego helado de Cielo.
—¿¡Y por qué no me dijiste!? —le reclamé.
—No estaba seguro. De hecho, esperaba estar equivocado.
—¿Y ahora estás seguro?
—No del todo, pero ver a los Siete juntos me causó un sentimiento extraño. Su energía...
—No lo digas —gemí.
—Su energía se sintió... familiar. Se sintió como la de Evan y Cielo. Fue extraño, a decir verdad.
—Esto es malo —murmuré—. Esto es muy malo.
Caelum ni siquiera se molestó en negarlo.
—Podría estar equivocado... —intentó calmarme, pero aquellas palabras fueron distantes y no conectaron con la seriedad de sus ojos.
—Pero tú no crees eso —descifré.
—No —coincidió.
—¿Y qué haremos con esto? ¿Cómo lo confirmamos?
—Entrenándolos con mucho cuidado, como lo hemos estado haciendo. También tendremos que hablar con ellos para explicarles la complejidad de su magia.
—¿Cómo voy a explicarles algo que ni siquiera yo entiendo?
—Me tienes a mí.
A pesar del estrés y terror que sentí con esa revelación, aquel comentario me pareció tierno. Su apoyo incondicional me llenó de fuerza y gratitud.
—Háblame de los Siete —pedí, un tanto más contenida—. Ayúdame a entender.
Caelum ajustó sus alas con un movimiento que pareció ser concentración pura. Se notaba la tensión en su cuello y sus hombros, intentando encontrar las palabras adecuadas para una conversación que jamás soñamos tener.
—Hay más dioses y diosas de bajas categorías, pero los Siete son los principales y los más poderosos del universo. Son cuatro féminas y tres varones, cada uno de ellos tiene un poder y una esencia con la que nos bendicen al momento de crearnos. Fue la combinación de los Siete lo que dio vida a la magia celestial, pero ni siquiera los ángeles tenemos acceso a todo el porcentaje de la magia de nuestros dioses. Mi teoría, es que Evan y Cielo pueden acceder a más.
—¿Cómo?
—No estoy seguro. —Rascó su barba, con un semblante pensativo—. Orion y Oryn son los dioses del amor y la guerra, también son mellizos. Ellos comparten el poder de la transformación, uno de los más interesantes a mi parecer. Ellos pueden provocar que las cosas a su alrededor muten, así crean el equilibrio entre lo bueno y lo malo. Son inteligentes y saben cómo utilizarlo, cuándo es necesario cambiar las cosas para no desajustar el balance, pero también los he visto convertir rocas en cristales o flores en polvo por simple diversión. Y cuando me dijiste del fuego helado de Cielo...
Los recuerdos de ese fuego azul, catastrófico y fuera de este mundo cayeron sobre mí de golpe.
—Crees que lo logró con la magia de Orion y Oryn —concluí por mí misma.
—Inconscientemente —puntualizó.
—¿Cuáles son los otros poderes?
—Están las sombras de Cassida, la diosa de la noche. La luz de Leucos, el dios del día. Los cuatro elementos de Rhosand, la diosa de la naturaleza, aunque esos ya los tienen al ser mitad hadas. La poderosa telekinesis de Arawn, el dios de la vida y la muerte. Y la sanación de Kaly. Mi plan es comenzar con esta última, ya que es la más inofensiva. Cielo y Evan no son sanadores, así que si logran acceder al poder de Kaly podremos comprobar mi teoría sin ponerlos en mucho riesgo.
—Ok —asentí, tratando de no lucir muy aturdida—. Me agrada tu plan.
Por fin, él se atrevió a mirarme.
—¿Estás asustada?
—Mentiría si te digo que no —tuve que admitir—, pero también me da paz tenerte conmigo. No sé qué haría estando sola en esta situación.
—No te quites crédito, Estrella. Durante seis años tú sola sacaste adelante a nuestros hijos.
—Lo sé —convine—, pero esta vez es diferente. Tengo la horrible sensación de que esto se sale de mis manos, que todas las burbujas que he creado para protegerlos podrían explotarme en la cara en cualquier momento. —Caelum me miró con tristeza y acarició mi mejilla como consuelo—. ¿Qué sucede si tu teoría resulta cierta?
—Si ese fuera el caso, Evan y Cielo se convertirán en el secreto mejor guardado de Féryco. Ninguna otra dimensión sabrá de su existencia, nunca. Los protegeremos.
Observé a mi esposo, deseando creerle aun cuando esconder a nuestros hijos por el resto de sus vidas sonaba agotador e incluso un poco injusto. Me pregunté qué pasaría si ellos llegaban a tener la misma sed de aventura que yo cuando era más joven y lo único que soñaba era huir de mis responsabilidades. No podíamos encerrarlos para siempre y nunca podrían ser ellos mismos en ningún otro lado. El estómago se me hizo un doloroso nudo que tal vez se reflejó en mis ojos, porque Caelum me besó, contagiándome de una tranquilidad que solo él lograba transmitir.
—Todo estará bien —añadió.
Y decidí creerle.
He aquí más pistas para el rompecabezas 😎
¿Ya adivinaron hacia dónde va esto?
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