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Capítulo 28. El único regalo.




«El único regalo»

Estrella

Otro arcángel muerto, otro misterio por resolver.

Caelum llevaba días fatigado y yo no sabía cómo ayudarlo. En esa ocasión habían asesinado a un tal Dimitri, al parecer era el elegido para suplir a Forcas en el Concejo. Una semana después del incidente aún no tenían ni pista del asesino y, según Caelum, tampoco estaban cerca de encontrarlo.

Esa situación comenzaba a ponerme realmente nerviosa, sobre todo porque ahora el padre de mis hijos era parte de ese Concejo que estaba siendo amenazado. ¿Con qué fin? ¿Venganza? ¿Odio? ¿Poder?

¿Quién sería el siguiente?

Decir que los arcángeles se encontraban estresados era poco, sus hechizos y protecciones estaban siendo traspasados como humo. Ni siquiera el poder de Caelum, uno de los más bendecidos por los dioses, había logrado hacer la diferencia en esa carnicería.

Y, lo más importante de todo, ¿cómo los estaban matando sin condenarse a sí mismos? ¿Quién?

    —¿Estás seguro de que Forcas no tiene nada que ver en esto? ¿Qué tal si encontró la manera de quitar a los miembros del Concejo de su camino para llegar a ti?

Caelum me dedicó una mirada exhausta cuando me posicioné frente a él, no era la primera vez que le hacía esa pregunta y la negaba, pero mi miedo me hacía insistir con esa posibilidad.

    —El día del ataque visité a Forcas —decidió confesar—. Me aseguré de que estuviera encerrado justo antes de venir a Féryco, solo por eso estoy seguro de que él no fue.

    —No me habías dicho eso —comenté con sorpresa.

    —No quería preocuparte, pero lo tengo bien vigilado.

    —¿Por qué?

Él me miró, los colores de sus ojos se encontraban vulnerables.

    —Venir y matarme no es el estilo de Forcas. Si llegara a escapar su única misión sería hacerme sufrir y, para eso, solo tiene que lastimarte a ti. No es ningún secreto que solo con capturarte me tendría a sus pies.

El recuerdo de Caelum arrodillado frente a Forcas y suplicando por mi vida me golpeó con fuerza.

    —No solo a ti —sostuvo Noah de manera audible.

Elias gruñó en acuerdo.

Tragué saliva. También pude sentir la mirada de mis hermanos sobre mí, ambos preocupados. No estábamos solos en esa conversación, habíamos llamado a los refuerzos y casi toda mi familia —incluyendo a la forestniana— se encontraba en el salón dorado escuchando el último informe de Caelum, además de nuestra corte real.

    —O a Evan y Cielo, si se entera sobre ellos... —agregué con un hilo de voz, horrorizada ante la imagen de nuestros hijos en sus garras. De ser el caso, Forcas nos tendría a Caelum y a mí de rodillas ante él.

    —No le quitaré los ojos de encima —prometió para tranquilizarme— pero no creo que él tenga algo que ver con los asesinatos. Dimitri tenía los mismos signos de tortura que Remiel, parece que el causante está buscando algo del Concejo y seguirá matando hasta conseguirlo.

Apreté mis sienes con fuerza, se avecinaba un terrible dolor de cabeza.

    —¿Cómo podemos ayudarte? —preguntó papá. Él y mamá estaban con los brazos cruzados pero miradas asesinas de lobos, por primera vez no se las dedicaban a Caelum.

Ellos se habían quedado conmigo y los mellizos después del duelo de espadas, atentos a cualquier movimiento o alerta de que se avecinaran problemas. Caelum no volvió y nosotros no pegamos ojo en toda la noche, mi forma lobuna se quedó al pie de la cama de Evan y Cielo, mirando hacia la oscuridad y velando sus sueños. Papá y mamá no se movieron de mi lado. Noah, Alen, Nathan, Ayla, Esteban y Elias se turnaron para hacer rondas por las praderas, buscando problemas.

Féryco se mantuvo sumergido en una calma inquietante.

    —No hay nada que puedan hacer —respondió Caelum—. Ustedes deben mantener un perfil bajo, así que no llamen la atención. —Torcí la boca. Sabía que tenía razón, pero que él cargara con todo esto solo... —. Por Evan y Cielo —añadió, mirándome con intención.

Asentí, aunque me costó mucho trabajo hacerlo.

    —Tómate esto. —Aiden le entregó a Caelum el tónico que había estado preparando desde que la reunión comenzó—. Te ayudará a recuperar energías y estar alerta.

    —Gracias —musitó, tomando la taza con sumo cuidado. Supuse que Caelum no estaba tan acostumbrado a tener a toda mi familia reunida y que ninguno le echara una mala mirada.

    —Los niños quieren verte —informé.

Las visitas desde el incidente habían sido reducidas y muy cortas. Ellos entendían que su padre estaba muy ocupado, juntos les explicamos una verdad a medias para que su magia no volviera a explotar por su ausencia, pero eso no hacía que lo extrañaran menos. 

    —Y yo a ellos.

    —¿Es seguro que te quedes?

    —Todos están agotados, nadie notará mi ausencia por un rato.

Estaba de sobra desconfiar de sus palabras, a estas alturas todos sabíamos que él jamás pondría en riesgo a Evan y Cielo.

    —Están en el ático practicando el piano, el abuelo Elof está con ellos. Deberías ir y aprovechar el tiempo que te queda.

Me observó con cautela.

    —¿Y tú?

    —Te alcanzaré en un minuto.

Yo necesitaba ese minuto para tranquilizarme. 

Tal vez lo leyó en mis ojos, porque no me cuestionó más y aceptó mi sugerencia, dejándome a solas con mi familia. Me senté en el lugar que el ángel acababa de desocupar y me desinflé como un globo. Sentía que la preocupación me estaba asfixiando.

    —Gracias por estar al pendiente de todo esto.

Fue Eira quien aceptó mi gratitud y dio un paso hacia mí, colocó su delgada mano en mi hombro y la apretó con cariño.

    —Si las cosas se complican, sabes que siempre tienes a Sunforest de tu lado.

Una sonrisa de cortesía acompañó mis siguientes palabras:

    —Jamás lo dudaría.

De reojo vi que Jared, Loan y Aiden se acercaron a mis padres, tal vez para intercambiar sus puntos de vista acerca de la nueva información que acabábamos de recibir. Noah y Alen se quedaron junto a mí, la corte también se encontraba atenta a nuestras siguientes órdenes. Aleph se posicionó junto a su esposa, apoyándola en silencio.

    —¿Qué te preocupa? —indagó Alen con una mirada perspicaz.

Abrí la boca, pero la cerré de nuevo sin decir una sola palabra cuando me percaté de los ojos de Elias sobre mí. Él y yo no habíamos hablado de nuevo desde nuestra pelea y nunca lo sentí tan lejano como ahora. Y, sinceramente, con todo lo sucedido yo tampoco había tomado una decisión respecto a nosotros. En este momento tenía otras prioridades y problemas que resolver.

Él me apoyaba de manera silenciosa y taciturna. Y eso era todo.

    —Nada —mentí. Si yo expresaba mi miedo por Caelum las cosas entre nosotros solamente empeorarían—. Estoy bien. Será mejor que vaya a ver a los niños.

Me puse de pie para marcharme tras Caelum, pero Elias me sorprendió tomándome del codo para detenerme. ¿Se habría dado cuenta de mis pensamientos?

    —Espera —pidió suavemente—. ¿Podemos hablar?

    —Elias —pronuncié con cansancio—, ahora no...

    «Caelum está bien. Los niños están bien. ¿Podemos hablar de una vez para que tú y yo también podamos estar bien?» —casi que suplicó.

Bueno, al menos no parecía tratarse de otra pelea. Y tarde o temprano tendríamos que aclarar las cosas entre nosotros, tampoco tenía caso seguirlo retrasando.

    —De acuerdo —acepté. De todas formas a Caelum y a los mellizos les haría bien estar un rato a solas para ponerse al día con las notas musicales.

Elias no esperó a que se lo dijera dos veces. Bajó de mi codo hasta tomar mi mano para desaparecer conmigo. Nos llevó afuera del palacio, al campo de tulipanes bañado en polvo de hadas que estaba a espaldas. Sonreí brevemente cuando la flor plateada que representaba al abuelo Arus destelló con un saludo. No había nadie más, así que si las cosas se salían de nuevo de control esa vez nadie nos escucharía. Mucho menos mis hijos.

    —Estoy tomando de nuevo mi tónico anticonceptivo.

Volví la vista hacia Elias, sorprendida por las palabras que soltó de golpe. Bajo la luz del sol sus ojos parecían de un dulce caramelo derretido, ambos estaban clavados en mí.

    —¿Y eso qué significa? ¿Ya no quieres hijos?

    —Significa que... lamento mucho haber tomado la decisión sin ti. Sé que estuvo mal. Dejaremos los anticonceptivos cuando ambos estemos listos.

Ladeé mi cabeza.

    —¿Y qué pasa si yo nunca estoy lista? —me sinceré con mucha suavidad, para no alterarlo más de la cuenta—. ¿Qué pasa si no quiero otro hijo?

Su rostro se ensombreció.

    —¿Lo has pensado?

    —Claro que lo he pensado, por ti. Pero si quieres que sea sincera contigo... existe una gran posibilidad de que eso no vuelva a suceder. Los mellizos y yo ya estamos en otra etapa, Elias, y no me veo a mí misma comenzando de nuevo con otro bebé, cada día estoy más convencida de que no quiero volver a pasar por todo eso. Y eso no significa que no te quiera o que no crea que serías un excelente padre, de verdad creo que lo serás y no es mi intención robarte ese sueño. Así que, tal vez, lo mejor es que nos tomemos un...

    —No —me interrumpió, dando un paso hacia mí y sujetando mis mejillas con fuerza—. Ni siquiera lo digas, por favor.

    —Te amo, Elias —me atreví a confesar. Y era un amor muy distinto al que llegué a sentir por Caelum en su momento, pero no dejaba de ser amor ni era menos sincero. Ahora lo comprendía—. Y no quiero que sacrifiques nada solo por quedarte conmigo.

    —Tú serías un sacrificio peor —refutó—. No quiero perderte, Estrella.

    —¿Y entonces? —se me quebró la voz—. ¿Vamos a presionarnos con esto hasta que alguno de los dos ceda?

Elias agitó su cabeza.

    —Haremos lo que tú quieras.

    —¿Renunciarías a tu sueño de ser papá? ¿Por mí? —cuestioné incrédula.

    —Tendremos a Evan y Cielo, es más que suficiente.

    —Si los mellizos y yo fuéramos suficiente para ti no habríamos tenido esa pelea en un principio —debatí.

    —Eso no es justo —murmuró—. No puedes culparme por querer formar una familia contigo, yo no sabía que tú no querías más hijos. Nunca me lo dijiste.

    —Pero tú sí quieres —insistí—. Y mereces a alguien que quiera tenerlos contigo. No renuncies a esto, no por mí.

Él besó mis lágrimas.

    —Renunciaría a todo por ti.

Eso me aterró.

    —¿Y si cuando estemos casados y viejitos te arrepientes? ¿Me lo echarás en cara?

Se rio.

    —Por supuesto que no, nena.

    —Elias...

    —He tomado mi decisión, ¿sí? ¿Podemos contentarnos?

    —Elias —esa vez su nombre fue más un susurro que otra cosa.

    —Yo también te amo.

Lo hizo, logró robarme una pequeña sonrisa.

    —¿No quieres pensarlo, al menos? —insistí.

    —No hay nada que pensar. —Tomó mis manos para llevarlas a su boca y besar mis palmas—. Estar contigo lo vale.

Decidí creerle. Decidí creer que estaba bien que uno de los dos sacrificara algo por el otro. Que así funcionarían las cosas.

Hallelujah inundaba el ático cuando aparecí dentro de este. Elias me había besado durante minutos enteros y tuve que tomarme un momento antes de ir al encuentro de mis hijos, para disimular el rubor de mis mejillas y el cabello despeinado. Los besos de Elias me dejaron toda la piel electrizada, puesto que se esmeró para recuperar la última semana que nuestras bocas se perdieron. Aun así, yo todavía sentía el estómago tenso por lo que había sucedido, por lo que él estaba sacrificando...

Una preocupación que desapareció al descubrir que eran Evan y Cielo quienes tocaban nuestro himno, al mismo tiempo. Caelum, de pie tras ellos para instruirlos, sonrió al ver mi asombro.

    —Aprenden tan rápido como tú —comentó orgulloso.

Esa era una pieza complicada y que ellos la tocaran al mismo tiempo, sin errores... Me dejaron sin palabras y con lágrimas en los ojos.

    —Oh, niños... —exclamé conmovida, colocando por inercia una mano sobre mi corazón.

Sus sonrisas fueron enormes y deslumbrantes.

    —¿Quieres encargarte a partir de aquí? —más que una pregunta pareció una sugerencia.

    —¿Debes irte ya? —adiviné. La música se detuvo y las sonrisas de los mellizos desaparecieron.

    —¿Tan pronto? —preguntó Evan, horrorizado.

Me llené de tristeza por dentro, daría todo para que mis niños no tuvieran que despedirse de su padre cada tarde. Y viceversa.

    —Tengo mucho trabajo y quiero resolverlo a tiempo para su cumpleaños, así ese día podremos celebrar juntos.

Caelum estaba oficialmente invitado a la fiesta número seis de los mellizos y yo aún recordaba esos galácticos ojos inundados por la emoción de asistir al primer cumpleaños de sus hijos. Solo por eso no había tenido corazón para cancelar el festejo, a pesar de que estábamos en una situación delicada. Además, tal vez nos haría bien para distraernos de todo.

    —¿Vendrás a nuestro cumpleaños? —chilló Cielo, emocionada a más no poder. 

    —No me lo perdería por nada del mundo —juró su padre—. Y les traeré muchos regalos.

Uno por cada cumpleaños ausente, me había dicho cuando lo invité. Los dos niños gritaron tan alto que tuve que taparme los oídos para que no me reventaran los tímpanos.

    —Mami, ¿cuánto falta para nuestro cumpleaños? —preguntó Cielo con impaciencia, una vez que terminaron los gritos aturdidores.

    —Dos semanas, hija —les recordé, acercándome a ellos.

Ambos hicieron un puchero inconforme, seguro que en ese momento estaban deseando tener el poder de adelantar el tiempo.

    —Llegará en un abrir y cerrar de ojos, ya verán —intervino Caelum al notar sus rostros.

Los diablillos suspiraron con un dramatismo que seguro heredaron de su abuela. De todas formas, la felicidad era palpable en sus ojos. No importaba cuántos regalos les trajera Caelum, yo sabía que el hecho de tener a su padre por primera vez en su cumpleaños era el único regalo que ellos querían.

El día tan esperado llegó y apenas salió el sol, Evan y Cielo aparecieron en mi cama y brincaron con entusiasmo como si de un brincolín se tratara.

    —¡Por el amor del bosque! —exclamé tal y como el abuelo Joham lo hubiera dicho. Me sentí vieja al hacerlo, tal vez los veintiséis eran los nuevos ochentas—. Parece que se comieron un kilo de azúcar y ni siquiera han desayunado...

Aún era muy temprano para ese nivel de energía, necesitaba primero una taza de café. O dos. Una por cada mellizo.

    —¡Es nuestro cumpleaños! —chilló Evan sin dejar de saltar. En cambio, Cielo se dejó caer sobre mi estómago sin previo aviso, sacándome el aire de golpe.

    —Mami, ya tenemos seis —obvió.

    —Lo sé —resollé, sobándome mis costillas—. Y cada día están más pesados, por si no se habían dado cuenta.

    —Papá nos puede a los dos —recalcó Evan.

    —Pues mamá no es un arcángel superpoderoso —me defendí.

    —¿Es envidia eso que detecto?

La voz socarrona nos tomó por sorpresa a los tres, era tanto el bullicio que no nos habíamos dado cuenta de la silenciosa presencia de Caelum. A veces parecía más un gato sigiloso que un ángel, y eso que era enorme.

    —¡¡¡PAPÁ!!! —gritaron los niños una vez que superaron la sorpresa y saltaron hacia el lado contrario, para dejarse caer en sus brazos. Él los recibió al pie de la cama.

    —Feliz cumpleaños, mis angelitos —susurró, meciéndolos con cariño y besando sus coronillas. Mi corazón se contrajo con una combinación de dolor y felicidad.

El primer cumpleaños juntos... Parecía tan irreal que apenas podía saborearlo, sobre todo por este momento tan bello pero inesperado.

    —Pensé que vendrías más tarde —comenté, sentándome en la cama y cruzándome de piernas para observarlo.

    —Debo volver a Paradwyse —admitió con tristeza—. Pero quería sorprenderlos y ser el primero en felicitarlos.

    —No te vayas —imploró Cielo haciéndole ojitos. Caelum debió utilizar toda su fuerza de voluntad para no sucumbir a esa inocente mirada plateada. Me pregunté, en silencio, si le recordaría a la mía cuando era niña.

    —Los demás ángeles me necesitan en una reunión, pero volveré más tarde ¿sí? Lo prometo.

    —¿No puedes dejar de ser un ángel y quedarte con nosotros?

Aquella pregunta nos tomó por sorpresa, pero no dije nada y le di libertad para que él la manejara como mejor considerada.

    —Ojalá fuera tan fácil, Evan —se lamentó—. Si pudiera, lo dejaría todo por ustedes. Son lo que más amo en este universo.

Me miró discretamente al decirlo y yo no hice más que petrificarme en mi lugar, ¿me estaba incluyendo en esa declaración? Fue tan solo un segundo, pero con unos ojos cargados de significado.

    —Pero hoy no es un día para estar tristes —continuó, fingiendo que entre nosotros no acababa de pasar nada cuando yo me sentía como si me hubiera arrollado un tren solo por esos ojos—. Hoy es su cumpleaños y les he traído su primer regalo.

Los mellizos corearon una exclamación ahogada y comenzaron a brincar de nuevo mientras repetían qué es, qué es, qué es una y otra y otra vez. Caelum estaba encantado con ese entusiasmo.

    —Es un distintivo, algo que todos los ángeles usamos y, por ende, ustedes también tienen derecho a recibir las suyas.

Dejaron de respirar cuando el regalo apareció en la cama y yo casi solté un sollozo al verlo: dos hombreras de oro con forma de alas y delicadas plumas doradas que se levantaban en las puntas, iguales a... iguales a las que él usó el día de nuestra boda, pero replicadas en modelos más pequeños, perfectos para cubrir sus hombros y parte de su espalda.

Originalmente eran parte de una armadura, pero de alguna forma Caelum había logrado que esas parecieran dos piezas dignas de la realeza, algo que los príncipes semi ángeles de Féryco lucirían como nadie más. Como si... vistieran sus propias coronas.

No tenía duda de que él las había fabricado con el mismo talento que utilizó para crear mi espada y anillo.

    —Solo las usamos para celebrar ocasiones muy especiales. Pensé que podrían ponérselas hoy, si es que quieren.

    —¿Podemos, mami? —suplicó Cielo.

Me aclaré la garganta para que no me temblara la voz al hablar.

    —No veo por qué no. —Sonreí para ocultar el huracán de emociones dentro de mí—. ¿Cómo se dice, niños?

    —Gracias papá.

Se abrazaron otra vez y en esa ocasión Caelum los estrechó más de la cuenta, alargando los minutos antes de tener que irse. Las sonrisas de nuestros niños estaban llenas de amor y paz.

    «Gracias Caelum» —agregué mentalmente.

Había sido un riesgo el que había tomado al venir tan temprano, pero uno que había valido totalmente la pena. La felicidad de Evan y Cielo era prueba suficiente de ello.

Él solo me sonrió en respuesta, sin dejar de abrazar a nuestros pequeños.

    —Feliz cumpleaños, niños —les susurró suavemente—. Feliz primer cumpleaños juntos. A partir de ahora, nada nos separará.

Sé que están sucediendo muchas cosas al mismo tiempo, así que van mis preguntas...

¿Alguien tiene una pista nueva o teoría sobre el asesino de ángeles? ¿Quién es? ¿Qué está buscando? ¿Por qué tortura y mata arcángeles?

¿Caelum está a salvo ahora que ha vuelto al Concejo? ¿O los miedos de Estrella se harán realidad y se convertirá en una víctima más de este asesino?

¿Qué opinan de la plática entre Elias y Estrella después de su pelea?

¿Se dieron cuenta que es la primera vez que Estrella le dice te amo a Elias? ¿Creen que fue sincera? ¿Creen que sea posible amar a dos personas al mismo tiempo?

¿A partir de esta plática las cosas se arreglarán entre ellos y por fin tendremos fecha para la boda?

Elias y Estrella tienen una enseñanza muy bonita y creo que este capítulo revela una pista muy importante de hacia dónde irán las cosas entre ellos, ¿la descubrieron?

Y por último, ¡nuestros mellizos por fin tienen seis! Qué rápido crecen :') Y, como ya saben, prometí mucho drama para la fiesta de cumpleaños de estos diablillos. ¿Están listas?

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