Capítulo 15. Confía en mí.
«Confía en mí»
Me tomé de un trago el vino que Noah sirvió y le extendí mi copa para que la rellenara.
—Con calma, hermanita —aconsejó.
Aun así, tomó mi copa y la llenó de vino nuevamente.
—No me pidas que me calme —refuté, dando vueltas alrededor del salón dorado como una loba encerrada.
Después del cierre del solsticio y tras prometerles a las hadas que mañana a primera hora tendríamos una asamblea para dar el debido comunicado sobre Caelum, por fin me permití comenzar a temblar por todo lo que había sucedido ese día. ¿Aún podía cambiar de opinión?
Ahora papá, mamá, Alen y Noah me miraban completamente mudos, dándome espacio para desahogarme si yo así lo quería. Me tomé la segunda copa igual de rápido y un repentino mareo me hizo tambalearme ligeramente.
Alen, quien era el más cercano a mí, se paró de un salto para sujetar mi codo y ayudarme a recuperar el equilibrio.
—¿Por qué no te sientas un momento? —ofreció, con la misma tranquilidad que siempre lo caracterizaba.
Me senté en la mesa que estaba frente a ellos y resoplé con frustración, extendiendo otra vez mi copa hacia Noah. Esa vez, mi hermano mayor no dijo nada y se limitó a servirme de nuevo.
—Tengo que tomar una decisión —expresé, dándole un largo trago al vino para intentar calmar mis nervios. Después miré a mis padres, ambos inusualmente callados—. ¿Pero cómo puedo saber qué es lo correcto para ellos?
—No lo sabes —contestó papá, transmitiendo la misma calma de Alen a pesar de la preocupación en su mirada—. Nunca lo sabes a ciencia cierta, simplemente sigues tus corazonadas y esperas que eso sea lo mejor para tus hijos.
Dejé mi copa a un lado y froté mi nuca con frustración.
—Todo esto es tan injusto —me lamenté.
Alen me consoló acariciando la curva de mi espalda.
—Sabíamos que esto podía pasar algún día —me recordó.
—Eso no lo hace más fácil —confesé, sintiéndome muy vulnerable—. Verlo no ha sido nada fácil.
—Si te hace sentir mejor, lo hiciste estupendamente —agregó Noah—. La manera en la que lo manejaste en las praderas dejó a todos con la boca abierta, en el buen sentido.
—Estoy de acuerdo con Noah —coincidió papá—. Te desenvolviste con fuerza y de una manera muy madura. No solo en las praderas, también en el salón del trono y frente a Evan y Cielo. Yo estoy muy orgulloso de ti.
De reojo observé a mamá, en silencio y con los brazos fuertemente cruzados sobre su pecho.
—¿Tú estás molesta conmigo?
Ella apretó los labios.
—No, hija —aclaró—. Por supuesto que no estoy molesta contigo, simplemente no confío en él y me pone de nervios que estés considerando dejarlo entrar de nuevo a tu vida.
—No a mi vida —puntualicé—. A la de los mellizos.
—Viene siendo lo mismo —se encogió de hombros.
—Crees que estoy cometiendo un error...
No fue una pregunta y ella se dio cuenta.
—¿Tú no?
Mordí mi labio inferior, insegura.
—¿Creen que me mintió?
Solo a ellos les había contado sobre mi plática con Caelum. La mayor parte, al menos, porque nuestra boda seguía siendo un secreto.
—Tú lo conoces mejor que nosotros —respondió papá, rascando su barba de manera pensativa—. ¿Crees que te mintió?
—No, pero...
No sería la primera vez que yo me dejaba cegar por Caelum. Bebí otro trago de vino, como excusa para no tener que completar mi última frase. Mientras lo hacía recordé la imagen del ángel arrodillado frente a mí, jurando por su vida ayudarme a proteger a nuestros hijos. Me estremecí de nuevo.
—Esto es bueno —intenté convencerme a mí misma—. Él me ayudará a protegerlos.
Mamá se crispó ante mis palabras.
—¿Y qué hemos hecho nosotros durante todo este tiempo? —reclamó—. Si ese es el problema, no necesitamos su ayuda durante los últimos seis años y no la necesitamos ahora...
—Ada... —advirtió papá.
—¡Es la verdad!
—Nosotros siempre protegeremos a Evan y Cielo, pero no somos sus padres. Y vamos a apoyar a Estrella en lo que sea que decida.
Ellos intercambiaron una mirada tan seria que temí que todo esto se transformara en una pelea, incluso Noah y Alen los miraron con nerviosismo. Me tragué un suspiro al darme cuenta que no había nada más que pensar, la decisión estaba tomada y solo era cuestión de aceptarla.
—Nos guste o no, Caelum es su papá —comenté con mucha cautela—. Y si su intención hacia ellos es buena, yo no voy a separarlos. Tienen derecho a conocerse.
Mamá clavó su vista en mí, el azul de sus ojos se volvió tan frío como el hielo.
—¿Estás segura de que esto no es solo una excusa para ti?
—¿Para mí? —repetí, subiendo la voz y enderezando la espalda—. ¿Qué crees tú que gano yo con todo esto?
—Esa es una pregunta que debes hacerte a ti misma, Estrella. ¿Qué ganas con dejar que ese ángel entre a la vida de tus hijos? ¿En serio vale la pena?
Me puse de pie. Mamá siempre fue dura en lo que a Caelum se refiere, hasta cierto punto estaba acostumbrada a que lo fuera, pero a mí ya se me había agotado la paciencia ese día y me dejé llevar por el enojo.
—Caelum y yo tenemos prohibido volver a estar juntos —le recordé—. Y ahora me queda claro que si tú hubieras tenido la oportunidad de votar en su contra, lo habrías hecho sin dudar.
»Pero, ¿qué crees? Tengo dos hijos suyos y no hay nada que puedas hacer para cambiarlo. ¿Qué gano yo con todo esto? Un aliado más para proteger a Evan y Cielo, pero lo más importante es lo que ellos ganan: un papá.
»¿Cómo te habrías sentido tú si el día que conociste al abuelo Joham por primera vez te hubieran apartado de él? ¿Si alguien te hubiera prohibido conocer a tu padre biológico? ¿Si alguien hubiera decidido que no valía la pena dejarlo entrar a tu vida?
Mamá no movió ni un solo músculo, pero supe que mis palabras le dolieron porque casi enseguida papá tomó su mano y la apretó con fuerza. Seguro lo sintió a través de su lazo.
Aquello me hizo entrar en razón y me callé de golpe, tomándome un minuto entero para recuperar la calma.
—Creo que ha sido suficiente vino por hoy —comentó Noah, agitando su mano para hacer desaparecer mi copa. Tal vez tenía razón, yo ya no estaba pensando con claridad.
—Lo siento —susurré, sin apartar la vista de mamá.
Ella agitó su cabeza de lado a lado.
—Yo empecé. Además... no estás del todo equivocada —musitó.
—Ha sido un día difícil para todos y es normal que estemos estresados —añadió papá, sin soltar su mano—, pero tenemos que mantenernos unidos en esto.
—Estamos contigo, Estrella —apoyó Alen—. Sin importar lo que decidas.
—Gracias, para mí es muy importante contar con el apoyo de todos —respondí, dedicándole a mamá una mirada significativa.
—¿Y cuál es el plan? —quiso saber.
—Permitiré que Caelum visite a los niños durante las tardes, todos los días que él quiera y pueda venir —decidí—. Se lo informaré al reino mañana y espero que ellos también lo entiendan.
—¿Y qué sucederá con el Concejo?
—Caelum es muy inteligente, él sabrá burlarlos.
Después de todo, a mí me mantuvo a salvo de los arcángeles durante seis meses. En ese sentido yo seguía confiando en él.
—¿Quieres que te acompañemos a la asamblea? —preguntó Noah.
—Sí —confirmé—. De hecho, me gustaría que los cinco estemos presentes. Eso tranquilizará a las hadas.
—Cuenta con ello —accedió papá de inmediato.
Suspiré de nuevo, esa vez llena de cansancio.
—No sé qué haría sin ustedes. Gracias por todo.
—Es tarde —comentó Alen al ver que frotaba mis ojos—. Y mañana será un día agitado, deberíamos irnos a descansar.
Asentí, aunque mi descanso tendría que esperar porque yo aún tenía una conversación pendiente.
—Los veo mañana —me despedí sin más.
—Todo saldrá bien, Estrellita —decretó Noah, intentando tranquilizarme—. Ya lo verás.
Me aferré a esa esperanza.
Aquella conversación nos llevó más tiempo de lo planeado, así que no me sorprendí cuando entré a la habitación de mis pequeños y los encontré completamente dormidos.
«Te esperaron» —avisó Elias, sentado en medio de ellos— «pero al final el cansancio los venció»
«Se me hizo tarde» —expliqué.
«No era un reclamo» —aclaró— «simplemente pusiste tus ojos tristes»
Formé una pequeña sonrisa al escucharlo, me gustaba que Elias me comprendiera sin necesidad de palabras.
«Quería darles las buenas noches» —admití, sentándome en la orilla de la cama para observarlos.
Evan y Cielo tenían puestas sus pijamas y estaban recostados a cada lado de Elias, ambos aferrados a las plumas doradas que les había regalado Caelum.
«No quisieron soltarlas ni para cenar» —me contó al notar en dónde se enfocaba mi atención.
Tragué saliva, entre conmovida y nerviosa por esa extraña conexión que formaron con su padre en tan solo minutos.
«Gracias por haberte encargado de ellos» —cambié de tema.
«Siempre que lo necesites»
Era increíble lo mucho que Elias y yo habíamos avanzado en estos meses, que tuviera la confianza de encargarle a Evan y Cielo y quedarme tranquila y segura de que estarían en buenas manos, valía oro para mí.
Había que ser honestos, no cualquiera lograba meter a mis diablillos en la cama y eso le otorgaba puntos extras a Elias.
«¿Quieres hablar en mi habitación?» —ofrecí.
«De acuerdo»
Con mucho cuidado de no despertarlos, cargué a Evan para acostarlo en su cama y que pudieran dormir más cómodos. Elias aprovechó el espacio libre para ponerse de pie y acomodar a Cielo, metiéndola bajo las sábanas.
Una vez arropados, tomé las plumas doradas para dejarlas a salvo sobre el buró del centro, pero tenerlas en mis manos me hizo recordar aquella lejana ocasión en la que me espanté al encontrar una gemela al pie de mi cama, cuando yo todavía no sabía que Caelum me cuidaba.
¿Fue esa pluma el inicio de todo?
Elias se posicionó a mi lado y puso una mano sobre las mías, invitándome a soltar las plumas que me habían dejado paralizada.
«¿Estás bien?»
«No lo sé» —me sinceré, esperando que él comprendiera.
Me animé a alzar la vista y me relajé cuando no vi ningún reclamo en sus ojos, solo había preocupación. Entrelazó sus dedos para jalarme hacia él y al segundo siguiente, ya estábamos en mi habitación.
Antes de que pudiera decir nada, sujetó mis mejillas para guiarme hasta su boca y darme un beso sorpresivamente húmedo y profundo. Me derretí como mantequilla entre sus brazos y me pegué más a él para abrazarlo con desesperación, necesitando ese contacto, necesitándolo a él...
Gemí inconforme cuando se separó más pronto de lo que yo quería, pero me olvidé de mis reclamos cuando abrí los ojos de nuevo y encontré su rostro lleno de alivio.
—¿Qué pasa?
—Una parte de mí estaba seguro de que ibas a apartarme —confesó con un susurro.
—¿Por qué haría eso?
—De haberlo elegido a él, lo hubieras hecho.
Y entonces comprendí que aquel beso había sido una especie de prueba para mí. ¿La había pasado?
—Elias...
—No te enojes —pidió—. Solo necesitaba saberlo.
—No estoy enojada, solo abrumada. Este día ha sido demasiado —me sinceré.
Él bajó sus manos para frotar mis brazos con cariño.
—Lo sé, nena. ¿Cómo puedo ayudarte?
Me giré entre sus brazos para darle la espalda.
—¿Me ayudas con el vestido? —pedí.
Obediente, Elias me bajó el cierre, desde mis omoplatos hasta la parte baja de mi espalda. En cuanto la prenda se aflojó lo dejé caer al suelo sin miramientos y lo recogí para dejarlo en el closet. Aproveché para guardar la corona en uno de los compartimientos y suspiré de alivio cuando por fin solté mi cabello y los rizos flotaron libremente alrededor de mi rostro.
Sobé mi cuero cabelludo y me encontré pálida cuando me miré al espejo, pero también me lamenté cuando recordé el exquisito conjunto de encaje que me había puesto creyendo que Elias y yo tendríamos una gran noche de pasión después del solsticio.
A través del espejo capté la lenta mirada de mi novio, recorriéndome de pies a cabeza sin apuro al creer que yo no me daba cuenta.
—Al menos te gustó —comprobé.
Él se ruborizó de improviso, cosa que a mí me pareció adorable.
—Estás preciosa —me elogió.
Dudé ante su cumplido.
—¿Quieres...?
Una repentina sonrisa me interrumpió y acortó la distancia entre nosotros, para depositar un tierno beso en mi coronilla.
—También estás exhausta, Estrella. Cualquier otro día puedes volver a usar ese conjunto y provocarme con él todo lo que quieras. Justo ahora, simplemente deberíamos ir a la cama.
—Aún tenemos que hablar —le recordé.
Él todavía no sabía que Caelum volvería mañana... y que así sería todas las tardes a partir de ahora. ¿Cómo reaccionaría cuando se lo dijera?
—Podemos platicar en la cama —sugirió.
Lo agradecí en silencio y me giré hacia él para regalarle un casto beso en la boca. Fui bien recibida, junto con una sonrisita.
—Aunque tal vez deberías cambiarte, si no quieres que algo despierte.
—Me lo voy a tomar como otro cumplido —respondí satisfecha y él soltó una ligera carcajada.
—¿Cenaste algo?
—Como dos botellas de vino —exageré.
—Ajá. De zarzamora, ¿verdad?
—¿Cómo supiste?
Él me dio un rápido lengüetazo en los labios, dulce y atrevido al mismo tiempo.
—A eso sabes —susurró—, pero el vino no es una cena, nena. ¿Qué te parece si te traigo comida mientras tú terminas de cambiarte?
—Eres el mejor —le agradecí.
—No tardo —guiñó uno de sus bonitos ojos cafés antes de desaparecer.
Aproveché el momento a solas para serenarme y repasar dentro de mi cabeza las mejores palabras para darle la noticia, mientras reemplazaba la lencería por un cómodo short de satén y una blusa que hacía juego con él. Estaba cepillando tranquilamente mi cabello cuando Elias volvió con unos waffles de cacao, fresas y coco. Se me hizo agua la boca al verlos.
—¿De dónde los sacaste?
—Mamá los hizo en el desayuno, te guardó algunos.
—Tu mamá me consiente demasiado.
—Le gustas. Siempre le has gustado.
Terminé por hacerme una trenza para que el cabello no se me enredara al dormir y me subí a la cama, sentándome con las piernas cruzadas frente a él. Me pasó mi plato y le di una gran mordida a mi waffle: estaba tostado y suave al mismo tiempo. Relamí mis labios con gusto.
—Está delicioso.
—Le diré que te gustaron.
—Dile que me fascinaron —corregí. Elias me sonrió, pero en sus ojos pude ver que sus pensamientos ya estaban muy lejos de mi cena—. ¿Tú estás bien? —me animé a preguntar.
Aquello lo tomó por sorpresa.
—Supongo que... algo confundido —admitió—. Evan y Cielo no pararon de hablar sobre Caelum durante la cena.
—¿Y qué dijeron? —pregunté con interés.
—Que su papá es un ángel. Que sus alas son bonitas. Que les regaló una pluma. Que está muy ocupado cuidando a las personas, pero ahora también va a cuidarlos a ellos...
Elias me miró, queriendo averiguar mi reacción a sus palabras.
—Justamente sobre eso quería hablar contigo —confesé.
Él exhaló con brusquedad.
—¿Entonces es cierto?
Asentí.
—Caelum comenzará a ser parte de sus vidas. Él volverá mañana.
Guardé silencio para analizar su reacción. Su rostro se transformó con sorpresa, incertidumbre y, al final, miedo. Tragó saliva y apretó los labios, tal vez tratando de encontrar sus próximas palabras. Me concentré en mi cena para no presionarlo.
—¿Estás..., estás segura? —titubeó al fin.
—Sí —respondí.
—¿Esta decisión tiene que ver con el accidente del río?
Recordé que a él le había contado mi miedo acerca de que a mí me sucediera algo y los mellizos quedaran huérfanos.
—En parte sí, pero no enteramente. Caelum quiere conocerlos y yo no veo nada de malo con que los mellizos tengan una figura paterna en su vida, pero también él me juró que me ayudaría a protegerlos... Así que acepté. Caelum es muy poderoso, me conviene tenerlo como aliado y no como enemigo.
—¿Solo un aliado? —intentó averiguar y no se me escapó el tonito celoso que utilizó.
Sin perder la calma, aparté mi plato ya vacío para colocarlo en el buró y acorté la distancia entre nosotros. Él no me rechazó cuando me senté sobre su regazo y abracé sus mejillas.
—Caelum está al tanto de nuestra relación, yo misma se lo dije, y me prometió que no se interpondrá entre nosotros. Él solo quiere estar cerca de Evan y Cielo.
Elias respiró hondo.
—Él no sabía que tenía a Evan y Cielo. Entonces, ¿a qué vino?
Pasé saliva con dificultad, meditando si debería ser honesta con él, pero como no quería mentirle no me quedaba otra opción.
—Él vino por mí —admití.
—Tuvo seis años para venir por ti, ¿por qué ahora? —comentó entredientes—. Justo ahora que tú y yo estamos bien...
—Es una larga historia.
—Tengo tiempo.
—Pero yo estoy exhausta, así que te diré el resumen: Caelum y yo tenemos prohibido estar juntos. Y el Concejo de Paradwyse ha hecho hasta lo imposible para lograrlo y separarnos, pero él encontró una manera de burlarlos para venir por mí. Y yo lo rechacé, ¿de acuerdo? Caelum y yo somos los padres de Evan y Cielo... y nada más. Confía en mí, Elias.
—Mi confianza en ti no está en duda, Estrella. El problema es él. Nunca olvidaré lo deprimida que estuviste cuando volviste a Féryco... y te aseguro que no soy el único que lo tiene bien grabado en la memoria. Así que si Caelum vuelve a lastimarte de cualquier manera, a ti o a los niños, yo te aseguro que se las verá conmigo. Esta vez no voy a apartarme y dejarle el camino libre, él ya perdió esa oportunidad.
Me mordí la lengua para no decirle que, de ser el caso, Caelum probablemente lo haría picadillo. Además de que no quería hacerlo enojar y su preocupación hacia mí me parecía muy dulce.
—Tendrás que hacer fila detrás de mamá —intenté bromear para distraerlo—. Ella tampoco está muy feliz con la noticia.
—Estoy hablando en serio —gruñó.
—Si tanto te preocupa, podrías acompañarme mañana —ofrecí—. Los presentaré formalmente y te daré tu lugar frente a él.
Los hombros de Elias se relajaron en automático.
—¿En serio?
—Él ya sabe quién eres, pero así lo haríamos oficial. —Sellé mi oferta con un beso corto en su boca—. ¿Qué dices?
—Me sentiré mucho más tranquilo si mañana estoy contigo —aceptó.
—Creo que yo también —resollé, recostándome sobre su hombro y relajando mi cuerpo—. ¿Quieres quedarte a dormir?
—Siempre quiero dormir contigo —murmuró, buscando mi oreja entre mi pelo para besarla.
—Me haces cosquillas.
—Cosquillas es lo último que quiero hacerte, nena.
Solté una risita, pero el sonido fue bastante débil y lacónico. Elias me abrazó y se las arregló para acomodarnos en la cama sin necesidad de separarnos. Su mano acarició el largo de mi espalda, con tanto cariño y cuidado que supe que se dio cuenta de mi melancolía.
—Te lo preguntaré una vez más porque estoy preocupado por ti, ¿estás bien?
Me quedé en silencio, rememorando las emociones inmensas por las que había pasado en ese día, pero lo que aún me perseguía era la mirada vidriosa de Caelum cuando tuvo que despedirse de nuestro hijos. Esa tristeza me estaba atormentando silenciosamente.
—Debiste verlos —hablé por fin—. La manera en la que se reconocieron y conectaron, incluso Cielo siendo tan introvertida... Me abrumó por completo.
Sin mencionar lo que Caelum y yo nos habíamos dicho antes de eso o los estragos que su simple y repentina presencia causaron en mi corazón, pero aquello no me animé a decirlo en voz alta.
Elias se limitó a abrazarme con más fuerza.
—No estás bien —concluyó.
Cerré mis ojos, apoyándome en su pecho como si fuera una almohada. Si no me dormía en ese momento me soltaría a llorar por todo... y hasta para eso estaba exhausta.
—Lo estaré —prometí.
Y me quedé dormida entre sus brazos, eso me ayudó a sentirme segura y un poquito más contenida.
¿Qué tal las reacciones de la familia de Estrella? ¿Y de Elias?
¿Creen que Estrella fue muy dura con Ada o que estaba en todo su derecho de reaccionar así?
¿Será que este acuerdo con Caelum logrará funcionar para todos?
Muy pronto sabremos lo que pasa por la cabecita de este ángel, solo queda un capítulo más y tendremos su perspectiva.
Así que prepárense 😎
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro