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Capítulo 10. Encuentro con la muerte.




«Encuentro con la muerte»

Una tarde lluviosa, los mellizos y yo decidimos aprovechar para quedarnos en el palacio y practicar el piano en lugar de la magia. Nunca estuvo en mis planes enseñarles a tocar dicho instrumento, pero desde pequeños ellos amaban escucharme interpretar sus canciones favoritas y, más temprano que tarde, quisieron aprender.

Llevábamos más de un año con el tema y toda la familia estaba muy sorprendida con sus avances. Mi asombro no fue para tanto, sabía que mis pequeños habían heredado el talento innato de Caelum, aunque eso no se lo había confesado a nadie. Era algo que me guardaba para mí misma.

Cuando las lecciones recién comenzaron, solía ponerme nostálgica porque recordaba las mías y a ese paciente ángel enseñándome a tocar su instrumento favorito. También porque, una parte de mí, deseaba que él estuviera aquí para instruir a nuestros hijos tal y como lo hizo conmigo. Por mi propio bien, ya no solía tener ese tipo de pensamientos.

En ese momento, Cielo y yo estábamos sentadas al piano, ella siguiendo mis indicaciones con mucha atención y cuidado mientras Evan veía la lluvia golpear contra la ventana cerrada. Cuando terminamos, felicité a mi hija con un abrazo.

—Cada día lo haces mejor.

—¿Sigo yo? —preguntó Evan, impaciente.

Senté a Cielo en mis piernas para que él pudiera ocupar el asiento a mi lado. De los dos, Evan fue quien demostró una singular destreza con el instrumento y últimamente rechazaba mi ayuda porque quería tocar él solito. Así que yo me limitaba a mirarlo y escucharlo. Sobre todo mirarlo, porque cuando Evan se concentraba en el piano me recordaba mucho a Caelum.

Mi hijo no tardó en acomodarse en su lugar y comenzar a tocar una de las canciones que ya se sabía de memoria. Era bastante sencilla y acorde a su edad, pero eso no dejaba de ser una proeza para él. En ese momento, mi orgullo por ambos era un enorme globo inflado en mi pecho.

La música y la lluvia terminó de relajarme, por ello las siguientes palabras de Cielo me tomaron por sorpresa.

—Mami, ¿nos tocas Hallelujah?

Mi corazón se saltó un latido.

—¿Te gusta Hallelujah?

—Mucho —afirmó.

Antes de que pudiera terminar de procesarlo, la puerta del ático se abrió y los niños se olvidaron del piano cuando vieron entrar a Elias. Él los saludó animadamente cuando corrieron hacia él y los cargó a cada uno en sus brazos.

—¿Están listos para ir a comer? —los invitó.

—¡Sí! —corearon los mellizos con alegría.

—¿Y tú, nena?

—Justo a tiempo, muero de hambre —admití.

Sonreí cuando mi rubio se acercó a mí para darme un casto beso en la boca, a manera de saludo.

—Eli, yo también quiero un beso —renegó Cielo, haciéndome reír.

Él la besó en la mejilla y escuchó muy atento sus parloteos, le estaban contando todo lo que hicieron durante esa mañana.

Elias y yo ya teníamos tres meses juntos, pero nos habíamos tomado un mes entero antes de hablar con los mellizos, solo para asegurarnos de que aquello iba en serio. La conversación resultó ser mucho más fácil de lo que me imaginé en un principio, aunque mucho se debió a que Elias estuvo ahí, conmigo, controlando mis crisis nerviosas.

Me sorprendió lo bien que ellos lo entendieron: Elias no era su papá, pero él y yo nos queríamos mucho, por lo tanto era mi novio. Los mellizos estuvieron por ahí repitiendo la palabra novio durante dos semanas y presumiendo que su mamá tenía uno como si fuera un trofeo. Fue algo gracioso de ver.

Pero lo entendieron. A veces, me olvidaba de lo inteligentes que eran Evan y Cielo, pero ellos siempre estaban ahí para recordármelo.

Al resto de la familia se lo comunicamos el día después de la boda de Alen, puesto que ya todos lo sospechaban y con ellos no tenía caso esconderlo. Mamá saltó de alegría ante la noticia, aunque yo no estaba segura de si era por el hecho de que yo estaba siguiendo adelante o que lo estaba haciendo sin Caelum. Tampoco me molesté en investigar, no cuando Elias recibió una cálida bienvenida a la familia.

Desde entonces, mi espada estaba guardada en un rincón de mi closet. Nadie preguntó por ella.

—Hoy estás linda —dijo Elias, recuperando mi atención.

Me di cuenta que los niños ya estaban en el suelo y entretenidos en otra cosa.

—Todos los días dices lo mismo —me burlé.

—Todos los días es muy cierto —aseguró. Se recargó en la tapa del piano para estar más cerca de mí, pero luego observó los rasguños en la pintura, aquellos que yo nunca me había animado a borrar por más que pasaran los años—. ¿Por qué no lo has arreglado? —curioseó.

Me tensé. Él se dio cuenta.

—Porque no vale la pena —musité. Me puse de pie para no tener que dar más explicaciones—. ¿Vamos a comer?

Elias no se tragó mi excusa, pude verlo en sus ojos, pero de todas formas la aceptó y me tomó de la mano para que camináramos juntos hacia la cocina.

Evan y Cielo también estaban hambrientos, lo supe cuando se comieron casi todas sus albóndigas de garbanzo y calabaza sin chistar. Para mi buena suerte, siempre trataban de portarse bien cuando Elias estaba alrededor, así que durante los últimos meses había habido menos berrinches de lo usual.

Por supuesto, yo no me quejaba de eso.

Elias estaba haciendo reír a los niños mientras ellos suplicaban por un postre, estaba a punto de darles permiso para comerlo cuando escuché algo que me cortó la respiración, algo que hace seis años no escuchaba: el agua me estaba cantando al oído.

Fue como si la melodía me arrastrara muy lejos de Elias y mis hijos, llevándome hacia un abismo negro. Me cegué por completo y los sonidos de la canción fueron lo único que logré escuchar durante no sé cuánto tiempo. Confundida, luché por descifrarlos: era un canto muy diferente al que había escuchado en Paradwyse, este estaba lleno de desesperación y miedo, y me ponía la carne de gallina...

Era una advertencia.

—¡Estrella!

Respiré hondo y salí de mi trance, solo para comprender que Elias me agitaba de los hombros con fuerza. Sus ojos estaban alertas y confundidos, así que yo no estaba segura de qué era lo que había visto en mí.

—¿Qué ha sido eso? —preguntó con un hilo de voz.

A mi derecha, Evan y Cielo estaban mudos, pero yo no tenía tiempo de consolarlos.

—Quédate con ellos, por favor —pedí antes de desaparecer.

Me transporté hacia las praderas, aunque no tenía idea de qué era lo que estaba buscando. Tampoco me molesté en cubrirme de la lluvia mientras miraba a mi alrededor, tratando de identificar de dónde venía el canto que me llamaba. Necesitaba conectarme con el agua para poder descubrirlo.

«¿A dónde fuiste?» —preguntó Elias.

No respondí porque justo un escalofrío me recorrió en ese momento y mi mirada automáticamente se dirigió hacia el río.

«¿Noah?» —lo llamé.

Alen y mis padres estaban en la Tierra para avanzar en los trámites de la adopción, así que solo quedábamos mi hermano mayor y yo.

«Dime» —respondió de inmediato.

«¿Dónde estás?»

«Con Aura, ¿por qué suenas preocupada?»

«No sé explicarte el porqué, pero creo que algo malo va a pasar» —confesé.

«¿Cómo que algo malo?» —Su voz mental se crispó.

«El agua me está cantando, creo que intenta advertirme algo»

«¿Dónde estás tú?»

Entonces, lo escuché. No la canción que me llevó hasta ahí, sino el ruido ensordecedor del agua por encima de la lluvia. Me giré hacia atrás y me petrifiqué cuando vi una gran crecida bajando por el río a toda velocidad y desbordándose hasta cubrir las praderas a su alcance, arrasando con todo lo que encontraba a su paso

«¡Es una crecida!» —grité dentro de mi cabeza—. «El río se está desbordando»

La majadería que Noah soltó me llegó distorsionada, pero no le presté atención porque concentré toda mi energía en hacer un escudo que detuviera el agua. No sirvió de nada, era tanta su fuerza que cuando la crecida me alcanzó, me tomó desprevenida y traspasó mis defensas como si fueran humo.

Cuando el agua chocó contra mi cuerpo fue como si un puño de acero me derrumbara. Me hundí y rodé sin control alguno, siendo arrastrada sin piedad por la corriente. Golpe tras golpe, mis recuerdos me transportaron a aquella vez que el mar del Edén casi me mató y lo único que logré decirme a mí misma fue que tenía que salir de ahí antes de que fuera demasiado tarde.

Evan y Cielo me necesitaban. El reino también, si permitíamos que el agua llegara más lejos, los túneles se inundarían y los hogares de las hadas quedarían destruídos.

«¡ESTRELLA!» —vociferó Noah con desesperación. Seguro estaba buscándome.

No era la primera vez que tenía un encuentro con la muerte debido al agua, pero sí la primera que no me dejaría vencer tan fácil. Solté el aliento que estaba reteniendo y, cuando lo hice, también solté toda mi magia de golpe. Extendí mis brazos a cada costado y tensioné mis dedos para soportar la presión del agua cuando se movió hacia los lados para dejarme libre.

Ese pequeño respiro me permitió recuperar el control de mi cuerpo y logré una desaparición rápida para huir del epicentro de la crecida y aparecer metros más abajo, donde la ola todavía no alcanzaba ni el palacio ni la entrada a nuestros túneles, pero venía directa hacia mí, siguiendo el camino del río.

Estiré mis brazos hacia el frente con las palmas bien abiertas, esperando el golpe. Solo que ahora sí estaba lista para recibirlo.

La crecida me alcanzó por segunda ocasión, pero esa vez el agua se topó con una pared invisible y, en lugar de continuar su camino, ascendió hacia el cielo en olas que lucharon contra mi poder. Cerré más los dedos y apreté los dientes, obligándola a obedecerme y mantenerse quieta.

A pesar de la lluvia, el agua se serenó. El muro detuvo la crecida y continuó ascendiendo hasta que alcanzó al menos diez metros de altura. Sentí una ola de magia expandiéndose desde detrás de mí, apoyándome a mantener el agua a raya conforme la crecida seguía golpeando para intentar traspasar nuestras protecciones.

En minutos, había un enorme muro de agua frente a mí, rodeando y amenazando nuestro hogar, pero contenido por el momento. Bajé mis brazos y dejé escapar un suspiro, comprendiendo lo que habíamos logrado.

Me giré para averiguar de dónde provenía la ayuda, solo para encontrar a mi hermano, mi tío Loan y parte de la corte respaldándome: Ayla, Esteban y Elias. Cuando vi a este último, intenté acercarme a él y tropecé con los jirones de mi falda. Me golpeé las rodillas al caer al suelo y me apoyé en las palmas de mis manos para no irme de boca. Al segundo siguiente, él ya estaba junto a mí, sosteniéndome en sus brazos.

—¿Mis hijos? —externé mi preocupación.

—Se quedaron con Aura —explicó rápidamente—. Noah nos llamó.

Mi hermano apareció en mi otro flanco, evaluándome con atención.

—Estás herida —fue lo primero que dijo.

—Solo son unos cuantos raspones —respondí, sintiendo el ardor en mi piel ahí donde me había golpeado—. La crecida me atrapó.

Al escucharme, Loan apretó los labios con descontento.

—Iré por un sanador —informó antes de esfumarse. Siendo el hermano de papá, no esperaba menos de él.

—Estoy bien —dije para tranquilizar a todos.

Ayla observaba el muro de agua con la boca abierta.

—¿Cómo hiciste para detener la crecida tu sola? —preguntó con incredulidad.

Elias agitó su cabeza, también impresionado.

—¿Y cómo supiste que esto iba a suceder? —añadió.

Noah era el único que no parecía sorprendido por la situación, supuse que esto no había sido nada comparado con lo sucedido en Paradwyse. Intercambié una mirada seria con él y mi hermano asintió, leyendo mis pensamientos.

—Ayla, Esteban —los llamó—. Vayan y revisen las protecciones del río, alguna debe haberse debilitado y no podemos permitirnos una segunda crecida.

Los ex novios intercambiaron una mirada incómoda, pero ninguno se atrevió a debatir la orden de su rey y ambos se esfumaron al segundo siguiente. Cerré mis ojos para concentrarme y tratar de averiguar si aún había peligro, pero el canto del agua estaba silencioso de nuevo. Ninguna advertencia me llamaba.

—Creo que estamos bien —anuncié, abriendo mis ojos de nuevo.

—No voy a arriesgarme —refutó Noah.

Elias solo se turnaba para mirarnos, aún pasmado por lo que me había visto hacer. Ya se lo explicaría más tarde, en ese momento aún teníamos algo de qué ocuparnos.

Noah me ayudó a ponerme de pie y ambos miramos el muro de agua frente a nosotros.

—Utilicé mucha magia para detenerla —expliqué a mi hermano—. Voy a necesitar tu ayuda para desvanecerla.

Él asintió.

—Lo haremos juntos.

Sería aún más rápido si tuviéramos a Alen, pero no había tiempo para ir por él a la Tierra. Mi magia podría fallar en cualquier segundo y dejar caer toda esa agua contenida sobre nuestro hogar.

—¿Listo? —cuestioné.

—Cuando ordenes.

Elias se separó de nosotros, solo lo suficiente para dejarnos maniobrar, pero atento por si necesitábamos algún tipo de ayuda. Noah y yo intercambiamos otra mirada antes de asentir y desatar nuestros poderes, de nuevo.

Coordinamos nuestros movimientos para que el golpe, combinando con la fuerza de los dos, fuera mucho más potente. Finalizamos con nuestros brazos extendidos hacia el muro de agua y cuando la magia chocó contra él, se rompió en millones de pedazos como si de cristal se tratara.

Las partículas de agua se combinaron con la lluvia y no tardaron más de unos segundos en desvanecerse. Y con ellas, cualquier amenaza hacia nuestro hogar.

—Bien hecho, hermano —lo felicité, alzando mi mano para que chocara los cinco conmigo.

—Me temo que el mérito es todo tuyo, hermanita. —De todas formas, me complació y estrelló suavemente su palma contra la mía. Hice una mueca cuando la piel me ardió—. Ahora, a curarte —ordenó.

No dije absolutamente nada mientras el tío Aiden me curaba, con Jas y Addie como espectadoras y ayudando de vez en cuando. Me encontraba sentada en las escaleras del vestíbulo con todos rodeándome de manera sobreprotectora, incluso cuando solo tenía algunos raspones y ninguna herida profunda. La mirada llena de ansiedad de Elias no se me escapó, pero fingí que no me daba cuenta.

Después de todo, yo había estado peor. Mucho peor. Después del incidente en el mar del Edén, prácticamente estuve días enteros sin poder moverme y había soportado tanto dolor mientras me curaba que mis rasguños en ese momento parecían un chiste. Si no fuera porque no quería que Evan y Cielo se preocuparan al verme, ni siquiera hubiera dejado que me curaran.

—Ya les dije que estoy bien —repetí como por millonésima vez—. Vayan a bañarse y cambiarse, están empapando todo el suelo.

Noah puso los ojos en blanco y no se movió ni un centímetro, al igual que todos los demás. A mi lado, Aiden apretó la boca para no reír, mas no se calló sus pensamientos.

—Eres tan testadura como tu madre.

—Pues me lo voy a tomar como un cumplido —me defendí, encogiéndome de hombros.

—Ya solo me falta tu cara —avisó—. Quédate quieta solo un poco más.

Un murmullo de voces y risas se escuchó a espaldas de la muchedumbre. Maldije internamente al entender que era el resto de mi familia, incluso Noah se encogió al imaginar la reacción de nuestros padres en cuanto se enteraran del incidente. Las voces se apagaron de golpe y me armé de paciencia para lo que se avecinaba.

—¿Qué sucedió? —se escuchó la alarmada voz de mi madre.

Aiden debía estar muy familiarizado con ella, porque ni se inmutó al oirla y continuó con su trabajo como todo un sanador profesional. No se podría decir lo mismo de los demás, puesto que se abrieron hacia los costados para dejarle el camino libre a mi madre y escapar de su posible furia.

Los únicos que permanecieron en su lugar fueron Noah y Elias, mi hermano de pie frente a mí con los brazos cruzados, mientras que mi novio se quedó sentado a mi lado, con una de sus manos sobre mi rodilla.

Pude ver como los rostros de mis padres se alarmaron al verme, seguidos por los de Alen y Nathan. Los cuatro se acercaron corriendo hacia mí, preocupados.

—Estoy bien —volví a decir, incluso antes de que lograran preguntarlo.

Mamá evaluó nuestros atuendos mojados y los rasguños de mi rostro, intentando armar las piezas por sí misma, pero parecía bastante perdida al respecto.

—El río se desbordó —explicó Noah, al notar lo mismo que yo.

—¿Por qué no me llamaron? —se exaltó Alen.

—No hubo tiempo, todo sucedió muy rápido.

—¿Hay heridos? —intervino papá.

—Solo Estrella, fue ella quien detuvo la crecida.

—¿Detuvo? —repitió mamá, colocándose de cuclillas frente a mí.

—Algunas protecciones se debilitaron —comenté, en un intento de distraerla—. Ayla y Esteban ya las arreglaron.

Ella tomó mi barbilla y alzó mi rostro para que le diera más luz, con la intención de poder examinarlo.

—Está bien, Ada. No son profundas —informó Aiden.

—¿Ves? —añadí, agradeciendo el apoyo de mi tío.

Ella nos ignoró.

—¿Cómo te hiciste esto?

Suspiré.

—La crecida me atrapó —admití— pero me defendí.

El fuego de mamá refulgió en sus ojos azules.

—Juro que si tienes otro accidente en ese río, voy a evaporarlo.

Al escuchar la tensión de sus palabras, papá se posicionó detrás de ella y colocó sus manos sobre sus hombros, en un intento de relajarla.

—Tranquila, Ada. Estrella podría evaporarlo ella sola si quisiera.

Sonreí ante su voto de confianza.

—Además, esta vez no fue un accidente, lo hice para proteger a las hadas. Tú hubieras hecho lo mismo que yo y lo sabes.

Mamá soltó mi rostro y Aiden aprovechó para seguir colocando la mezcla curativa de flor de yue.

—¿Segura que estás bien? —quiso confirmar.

—Te lo prometo, solo quiero que estos rasguños desaparezcan para poder ir con mis hijos. Deben estar asustados por cómo me marché.

—¿Dónde están? —preguntó papá.

—Aura se quedó con ellos —respondió Noah.

Papá tomó a mamá de la mano y la invitó a levantarse para ir con él.

—Vayamos a tranquilizarlos —propuso, seguro queriendo distraerla.

Ella se dejó llevar, no sin antes dedicarme una última mirada de preocupación. Una a la que yo ya estaba bastante acostumbrada. Desde mi regreso, ella solía mirarme de esa manera: como si no soportara la idea de volver a perderme.

«Estoy bien» —repetí, exclusivamente para ella.

Asintió una sola vez, para demostrar que me había escuchado. Nuestros padres desaparecieron después de eso para ir en busca de mis pequeños.

Solo entonces me permití dudar.

Claro que estaba bien, ¿no? Pudo ser peor, me dije a mí misma en un intento de tranquilizarme. Ese encuentro con la muerte pudo ser muchísimo peor.

He aquí una probadita de los poderes de Estrella y su conexión con el agua que afloró en cuanto superó su miedo.
¿Qué les pareció? 

Este encuentro con la muerte es muy importante para la historia 👀 en el próximo cap entenderán por qué.
Deposite aquí sus teorías.

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