6
ARYA
Solté todo el aire que estaba conteniendo en el fondo de mis pulmones y sonreí.
Era Fernan quien me llamaba con tanta insistencia.
Su áspera, pero a la vez suave voz fueron música para mis oídos en ese momento.
Pero se me hizo muy raro que me llamara en la madrugada y justamente en el momento exacto de mi crisis de miedo.
—¿Fernan? ¿Qué sucede?
—Necesito verte. —su tono de voz era decaído, se lograba escuchar que estaba mal.
—¿Qué sucede? —pregunte esperando una buena respuesta, pero en cambio de eso hubo un largo silencio. —¿Fernan? ¿Sigues ahí? —volví a llamarlo.
—Aquí estoy es solo que no puedo dormir. —soltó un suspiro que se escuchó más fuerte de lo normal por el teléfono.
Por un instante me pareció lógica la razón para estar despierto a estas horas, pero no era excusa para llamarme precisamente a mí y más por el hecho de que no nos llevamos muy bien que digamos.
—¿Por qué me llamaste? —no dude en preguntar a causa de mi curiosidad.
—Quería escucharte. Tu voz me relaja.
—¿Te relaja?
—Si lo sé, es raro, pero sí, me relaja y mucho.
—¿Por qué?
—Arya, ¿Alguna vez alguien te ha dicho antes que eres muy preguntona? —dijo en un tono sarcástico.
—Claro, me lo acabas de decir tu. —me reí levemente y el también siguió el gesto.
No sé en qué momento paso todo esto, jams pensé que estaría a casi las 4 de la mañana hablando con el chico más brusco que conozco y de la manera más normal posible. Esto era muy extraño e inusual, podría decirse que improbable, pero me gustaba.
Fernan me agradaba más de lo que debería.
—Quiero que estes aquí conmigo. —comento como un cachorrito con la voz aguda.
—¿Ahora? Debes estar bromeando.
—¿Te parezco una persona que le gusta bromear con ese tipo de cosas?
—Tal vez, con eso de que eres un casanova y que inclusive tienes hasta una novi... —no me atreví a completar esa frase.
Me llego el recuerdo de aquella vez que lo vi con esa chica rubia caminando muy juntos por el patio de la escuela, sentí una punzada en el pecho solo de pensarlo.
—¿A quién le dices casanova? ¿Y...cuál novia? —pregunto confundido.
—Veras...la otra vez te vi con una chica y bueno, todos dicen que tú y ella son...pareja.
—¿Te refieres a Hanna Hoffman? —bufo.
—Si.
Él se echó a reír y me sentí un poco estúpida por aquello, ¿Qué le causaba tanta gracia?
—¿Acaso estás loca? Jamás andaría con Hanna Hoffman por nada en el mundo.
—¿Por qué no? Ella es linda.
—¿Y eso que? Hanna es del pueblo y para el pueblo...alguien como yo no sé rebajaría tanto. Además, Hanna no es mi tipo.
—¿Entonces no están saliendo? —pregunte para confirmar sus palabras.
—Claro que no, estoy más solo que un perro de la calle.
Me reí por su forma de expresarse, ¿Desde cuándo nos tenemos tanta confianza?
Pero en parte podía decir que me alegraba que no anduviera con Hanna.
—¿Tu? ¿Solo? No me hagas reír, todas las chicas de la preparatoria se mueren por ti.
—¿Y de que me sirve? Si la que me gusta no es una de ellas.
—Que dramático. —masculle.
Estuvimos casi toda la noche así, hasta que me vi obligada a terminar la llamada cuando vi que ya estaba amaneciendo.
Pero de algo estaba segura, me dormiría durante las clases.
El día estaba como cualquier otro, el sonido de las personas hablando era como ese típico sonido costroso de fondo que luego ponen en las películas. Estaba con mis únicas dos amigas, tratábamos Dani y yo de tranquilizar a Naomi, ya que no dejaba de mencionar a Peter cada que podía. Aunque era difícil, ya que yo me estaba quedando dormida mientras hablaban.
—¿Estas bien? —me pregunto Dani con voz suave.
No, no dormí nada en toda la noche, obvio que no estaba bien.
Eso es lo que me hubiera gustado decirle, pero mi costumbre me obligo a decir otra cosa completamente diferente a lo que realmente era.
—Estoy muy bien. —forcé una sonrisa.
—Vamos chica, pareces mapache con esas ojeras que te cargas bajo los ojos.
—Además, pareciera que no pudiste ocultarlas bien con el maquillaje. —trato de no reírse.
Noté como Dani me observaba con atención a lo cual yo desvié mi mirada a otro lado, el maquillaje no me lo había puesto para ocultar las ojeras, si no los moretones aun visibles que Peter me había hecho la otra vez. Me esforcé mucho en ocultarlas frente a mi madre como para que mis amigas las vengan a descubrir así tan fácilmente.
—Simplemente no dormí mucho, me la pasé estudiando. —mentí.
—¿Estudiando? Pero si los exámenes ya pasaron. —hablo Naomi.
—Si. Pero no eh entendido muy bien las clases del maestro Gordon últimamente y no quiero que me pase lo de la otra vez.
—Ese pinche profe te está traumando. —Dani se echó a reír. —Tú lo que necesitas es relajarte un poco, ¿Por qué no salimos las tres al rato? Eh oído hablar de que han abierto una pista de hielo por aquí cerca.
—¡Suena divertido! —dijo Naomi más animada.
—Me parece bien, aunque aclaro algo, no se patinar.
—No te preocupes, Dani es muy buena patinando, ella nos enseñara a ambas.
Terminamos quedando todas en la tarde para irnos a pasar tiempo, después Dani y Naomi se fueron a sus clases. Me quede bajo la sombra de algún árbol del patio esperando a que mi hora extra de descanso pasara.
Creí que estaría sola por un momento hasta que el rubio se sentó a mi lado en el pasto y me dedico su enorme sonrisa de oreja a oreja.
—¿Clases libres? —pregunto.
—Si, una.
—Genial, ya somos dos entonces.
Ambos nos quedamos en silencio por un momento hasta que él rompió el silencio y hablo.
—Estos días casi no emos hablado, ¿Estas bien? Te noto cansada.
—Estoy bien, solo no eh dormido mucho.
—No deberías quedarte despierta hasta tarde viendo películas de terror.
—¡Ey! Eso es lo mejor del mundo. —renegué con gracia.
—Lo sé, solo no te desveles tanto, niña. —me dio un serretazo en la frente.
Respingue y le tire una de mis peores muecas mientras me sobaba la frente con mis dedos.
—No lo are, o bueno eso intentare. —masculle.
Continuamos un rato platicando de algunas series de suspenso de las cuales en ocasiones acostumbrábamos a debatir en nuestras conversaciones.
Cuando menos nos dimos cuenta ya había terminado mi hora libre y me tuve que despedir para ir a mi siguiente clase.
Tocaba historia, era una materia que me aburria un montón.
Y con el sueño que me cargo no habría duda de que me terminara durmiendo y la profesora me reprendería.
—¿A dónde? —lo escuche decir mientras me agarraba de la muñeca deteniéndome.
Lo mire algo confusa.
Era Fernan el cual se le notaban unas terribles ojeras aún peores que las mías sin contar que me pareció verlo más pálido de lo normal.
—A clase de historia, voy tarde. —le respondí.
—No vallas.
Me saque un poco de onda por su petición.
Pero la verdad no me parecía tan mala idea, saltarme una clase no me afectaría en mucho.
—¿Estás loco? Claro que no.
—Anda, sé te nota que tú tampoco quieres entrar.
Dude un poco de que decirle, pero no me dio tiempo de que le respondiera, me arrastro por los pasillos vacíos hasta el exterior. Por más que intenté zafarme de su agarre no pude.
Al final me rendí y terminé caminando a su lado.
—¿A dónde vamos?
—Te quiero enseñar algo.
—¿Está muy lejos?
—Te deberían de decir doña preguntas ¿No?
—No creo, solo a ti te interrogo.
Se detuvo un momento y volteo a verme confuso.
—¿Por qué?
—Te me haces sospechoso, como si escondieras algo grave. —le sostuve la mirada y él sonrió.
—Yo no escondo nada. —se cruzó de brazos.
—Mientes.
—La curiosidad mato al gato Arya, ten cuidado.
—No me importa, yo no soy un gato.
El negó con la cabeza barias veces con una sonrisa pintada en el rostro y luego siguió caminando.
Caminamos varios minutos hasta que me di cuenta de que nos estábamos alejando de la escuela y adentrando en el bosque, al principio no me dio buena espina, pero decidí confiar en Fernan.
Aunque no es ese tipo de chico en el cual se debe confiar.
Se detuvo en cierto punto y mis ojos se iluminaron al ver el maravilloso paisaje, era un acantilado, de frente se podía observar una enorme cascada y alrededor de esta una increíble vegetación, había un poco de neblina en el ambiente que parecía un poco irreal, un olor a humedad y a madera mojada que me agradaba de cierta forma me gustaba este tipo de ambiente, era relajante estar allí, con .
Se sentó al borde del acantilado y me hizo una seña para que me sentara a su lado. Y eso hice.
—Lindo ¿No?
—¿Bromeas? Esto es más que lindo, es increíblemente hermoso.
—Sabía que te gustaría. —sonrió sospechosamente.
Por alguna razón sentí que ya conocía este lugar desde antes, el acantilado, y la cascada aparte de tranquilidad, me trasmitía nostalgia. Además, estar con Fernan me daba una sensación extraña que por un momento creí ya haber sentido antes. Aunque ignore esas sensaciones. Esos pensamientos.
Antes de que dijera algo me perdí en su perfil mientras él observaba el paisaje con tristeza reflejada en sus ojos.
Su cabello estaba un poco alborotado, eso ya era costumbre en él, sus ojeras eran más notables de cerca, sus ojos oscuros brillaban mirando el reflejo del agua caer por esa cascada, sus largas pestañas, sus pequeñísimos lunares en su delgado cuello, todos esos pequeños detalles en él lo hacían ver tan perfecto que por un momento me perdí en su extraña belleza.
De manera inesperada y como un balde de agua fría directo a la cara quede paralizada cuando note que una mancha color morada resaltaba en su hombro debajo de su camiseta.
Intente bajarle un poco el cuello de la camisa para ver que era aquello, pero se alejó al ver mi intención.
—¿Qué estás haciendo? —pregunto evasivo.
—¿Qué es eso que tienes ahí? —señale su hombro.
—No tengo nada.
—Si te sigues negando a decirme, más insistiré en que me digas.
Pareció meditar mis palabras por un momento, pero termino cediendo.
—Bueno, bueno, me caí.
—Aja y yo mido 1.80 cm. —dije sarcástica. —¿Me crees estúpida como para creer eso? —suspire. —Ya dime.
—Bien, tú ganas. —se echó para atrás y paso su mano por su cabello revoltoso, me eh dado cuenta que siempre hace eso cuando está nervioso. —Tuve una discusión con mi padre, y él me golpeo.
No supe que decir al respeto, no esperaba eso, creí que se había peleado con alguien, ¿Pero esto? Esto iba más allá.
—Fernan...
—No, no digas nada. —sonrió de manera forzosa. —Estoy acostumbrado a esto, tranquila.
—¿Por eso me marcaste ayer?
Pareció pensar antes de responder.
—Si, no me sentía muy bien, y por primera vez...intenté desahogarme, contigo, pero no pude hacerlo, no me atreví a decirte nada de esto. —soltó un suspiro.
Aun no sabía que decirle, no quería meterme demasiado en su vida personal y que se lo tomara mal de mi parte, pero quería apoyarlo, hacerle saber que yo estaba para él cuándo me necesitara. Aunque fuéramos dos desconocidos al fin de cuentas.
—¿Puedo...ver? —me réferi al moretón en su hombro.
—Está bien. —se levantó la playera y me cubrí la boca del horror que me dio al mirarle toda la espalda llena de moretones y rasguños.
Con delicadeza toque su espalda, el respingo un poco pero no se quejó del dolor.
Lo moretones se resaltaban mucho sobre su pálida piel. Esto está mal, no debería de estar así de golpeado, aunque fuera su padre quien lo causara.
—¿Por qué? ¿Por qué tu padre te hizo esto? debe haber una razón...
El volvió a ponerse la playera y me miro con sus ojos negros y profundos, como si dudara en decirme, pero al final se abrió conmigo.
—Anoche mi padre llego borracho a casa, la verdad es que es un alcohólico de mierda...y cuando está ebrio es muy agresivo con todos y no se sabe controlar, así que...intento golpear a mi madre y yo me interpuse, jamás permitiría que golpeara a mi madre...de ahí los golpes que tengo, desquito su ira conmigo.
Sentí su pesar en mis hombros, sus ojos se cristalizaron, noté que estaba reprimiendo las lágrimas. Verlo así me hacía sentir mal, verlo herido me lastimaba, me dolía el corazón saber que era infeliz. No sabía que hacer, solo lo abracé con todas las fuerzas que tuve, le trasmití mi calor y mi apoyo.
Mi corazón estallo en pequeños fragmentos rotos cuando correspondió mi abrazo con fuerza y hundido su rostro en mi cuello y en mi pelo, escuche sus sollozos, jamás creí verlo así de roto, no me terminaba de creer que me estuviera mostrando ese lado frágil de él.
Le acaricie el cabello como un niño pequeño y le susurre al oído que no estaba solo, que yo estaba con él, que nunca lo dejaría, que pase lo que pase, estaría con él.
Después de un rato en silencio, Fernan se tranquilizó, seco sus lágrimas con vergüenza, sus ojitos estaban un poco hinchados y rojos al igual que sus mejillas. Aunque lo trato de ocultar con su largo cabello.
—Estoy roto física y mentalmente. —dijo una vez que estaba más calmado.
—¿Por qué lo dices?
—Por nada. —se levantó y me miro desde su altura. —Creo que deberíamos irnos, o nos perderemos más clases. —volvió a sonreír como él solo sabía hacerlo.
Me levanté y me sacudí en pantalón.
—Vámonos.
Caminamos de regreso a la escuela. Creí que me regañarían, pero no fue así, tuve alrededor de dos clases más hasta que por fin acabaron, antes de irme a mi casa platiqué con Dani y Naomi sobre la salida que tendríamos, y quedamos en reunirnos en la plaza Crystal del pueblo a las cinco de la tarde en punto.
Y ahora si me fui a mi casa, y como esperé al llegar mi madre no estaba. Me encerré en mi habitación y me dormí un rato para matar el tiempo, además de que tenía bastante sueño.
Unas horas después me desperté por el sonido de la alarma en mi teléfono, la apagué de mala gana y me dirigí directamente al baño, me sentía en otro universo, como si fuera otro día, siempre me sentía así cuando tomaba siestas en la tarde, supongo que eso es normal. Después de una pequeña ducha y de haberme cambiado para la ocasión bajé de mi habitación hasta la sala donde vi a mi madre acostada en el sofá viendo el televisor.
—Ma, voy a salir. —la interrumpí.
—¿A dónde vas? —me dirigió la mirada.
—Voy con Naomi y Dani a la pista de hielo que acaban de abrir.
Pareció preocuparse, pero al final se relajó un poco y asintió.
— No llegues muy tarde a la casa Arya, sabes que las cosas están feas por ahí afuera, ¡Cuídate corazón!
—Claro que sí ma.
Sali de mi casa y camine hasta Plaza Crystal. Una vez que llegue, inmediatamente vi a las chicas esperándome en la entrada, las salude y ellas a mí.
—Creí que no vendrías. —comento Naomi un poco más animada.
—Me quede dormida. —comente a lo cual rieron.
—Bueno, ya estás aquí, mejor vamos a entrar.
Nos adentramos en la plaza, y de sorpresa vi el letrero de la pista de patinaje, nos dirigimos allí y después de pagar las entradas nos dieron unos patines a cada una, entramos con ellos en las manos y una vez en la pista de hielo quede asombrada, era enorme y mágico, hacia frio y eso era lo mejor, en la parte del techo había decoraciones de luces blancas y a los alrededores decoraciones de pinos con nieve falsa, un poco más allá habían varias gradas a las cuales fuimos para poder ponernos los patines.
Me quite los tenis y los remplace por los patines, me sentí un poco rara cuando intente caminar con ellos, creí que me caería, pero no fue así pues Dani me sostuvo la mano en todo momento. Con cuidado me dejo a una orilla por la parte de afuera de la pista, me agarre del frio metal y suspire dejando una ráfaga de viento congelado.
—Vamos chicas, sin miedo. —animo Dani una vez que piso el hielo.
Naomi y yo nos miramos temerosas, con la fe por los suelos nos atrevimos a entrar, y como era de esperarse entre en pánico, estaba muy resbaloso, ¿Eso era normal?
Ni siquiera pude dar el primer paso pues ya me había caído, solo pude ver las luces brillantes y distorsionadas arriba de mi mientras de fondo se escuchaba la risa de Dani la cual me ayudo a levantarme.
—¿Estas bien? —se dignó a preguntarme una vez que dejo de reírse.
—De maravilla. —respondí sarcástica.
Me la pase en la orilla agarrada del buro junto con Naomi tratando de, aunque sea no caernos mientras que Dani patinaba como si fuera una profesional en el deporte. Me perdí en sus movimientos, eran como los de un bello cisne. Mientras yo avanzaba unos cuantos pasos para tratar de no perder el equilibrio, ella ya se había aventado toda una coreografía del lago de los cisnes. Por fortuna no había nadie. Teníamos la pista para nosotras tres.
—¡Dani! ¡No seas así y ayúdanos! —grito Naomi ya cansada de solo ser espectadora.
Dani se nos acercó y se detuvo en medio de las dos.
—Bien, las enseñare una por una ¿Okey?
Primero le enseño lo básico a Naomi y una vez que por lo menos aprendió a mantenerse de pie, fue mi turno, al principio me costó mantener el equilibrio en las cuchillas de los patines tanto que me torcía los tobillos, pero al final pude lograrlo, aunque sea podía mantenerme de pie sin caerme.
Quizás Naomi y yo no éramos tan buenas patinando como Dani, pero nos divertimos igual que ella.
—¿Cómo es que eres tan buena patinando? —le pregunte a Dani una vez que estábamos descansando en las gradas.
—¿No lo sabes? Dani estuvo en competencias de patinaje desde que era una niña, estuvo a punto de ir a las olimpiadas, pero...
—Tuve un accidente. —la interrumpió Dani. —Me lastime el tobillo y ahora solo puedo patinar como pasatiempo y ya no como deporte. —me sentí mal por lo que dijo, pero su tono era calmado, como si aquello no le pesara, como si ya lo hubiera superado y dejado en el pasado.
No pude opinar nada al respecto, a cambio de eso me comí mis palabras y le dediqué una sonrisa.
—¿Y bien? ¿Ya se cansaron o seguimos?
—¿Bromeas? Hay que hacer valer esos trecientos pesos que nos cobraron a cada una de entrada. —los ojos de Naomi brillaron y se levantó animada.
Entonces gracias a lo caros que fueron los boletos estuvimos ahí toda la tarde, tanto que cuando nos dimos cuenta ya faltaba poco para que dieran las siete de la noche, el sol ya se estaba ocultando, dejando ver un poco la luna.
—Creo que ya deberíamos irnos, se está haciendo de noche. —comente a lo cuales ellas asintieron.
Cada una se fue a su casa, las cuales estaban en direcciones contrarias, por esa razón no nos fuimos juntas. Ya eran las siete y pico, el sol ya se había ocultado, se podían distinguir las estrellas en el oscuro cielo al igual que la brillante media luna.
El ambiente era tranquilo, sereno, relajante, lleno de paz, pero de un momento a otro eso se vio interrumpido, mi sistema de defensa comenzó a alertarse a medida que caminaba, sentía un pesar a mi espalda, la sensación de que alguien me observaba, la extraña sensación que alguien me seguía, y así era, era ese extraño caminando a pasos lentos desde una distancia un poco alejada a la mía que se iba a cortando poco a poco a medida que avanzaba.
Comencé a sentir un escalofrío a mi espalda, mi sexto sentido me estaba alertando de que me alejara lo más rápido posible de él, mire a mi alrededor y aún más me aterre al ver que no había nadie en la calle, solo éramos el extraño y yo, las palabras de mi madre me llegaron de golpe a la mente, '''.
Mi corazón se empezó a acelerar, avance más rápido de solo pensar que podría tener el mismo destino que Peter. Tener gustos negativos, tener afición por las cosas perturbadoras y paranormales no me hacer no sentir miedo, temor, angustia, a pesar de que me llame la atención todo lo que tenga que ver con el lado oscuro de la vida no me hace inmune a sentir lo que las victimas sienten. El terror me invade y me cegó, comencé a correr en dirección opuesta a mi casa, ni siquiera sabía porque lo hacía, comencé a entrar en pánico cuando el hombre de la capucha negra comenzó a correr tras de mí. Definitivamente me estaba siguiendo a mí.
Terminé entrando al bosque, se me vinieron a la mente todos esos casos que eh leído de personas a las que han asesinado dentro de los bosques, comprendí que había sido mala idea entrar allí y más de noche, sin conocerlo, pero ya era demasiado tarde, el hombre me estaba siguiendo y no podía echarme para atrás. Yo no conocía el bosque, me terminaría perdiendo y a duras penas podía distinguir el camino pues la única luz que iluminaba era la de la luna, estaba perdida, no sabía que hacer. Seguía corriendo a pesar de que ya estaba cansada y sin darme cuenta me tropecé en la raíz de un árbol, me arremangue en pantalón hasta las rodillas, comencé a sangrar y la herida me comenzó a arder, como pude me levanté y seguí corriendo a pesar de que ahora era más lenta.
Me detuve en seco cuando el camino se terminó, estaba en el acantilado de antes a unos cuantos pasos de caer, mire detrás mío y no vi al hombre de la capucha negra, pero no podía confiarme, sabía que en cualquier momento saldría de la oscuridad y vendría directo a atacarme, estaba vestido todo de negro, en este momento en la noche era un atuendo perfecto para el camuflaje.
Escuche el sonido de unos pasos, no sabía en qué dirección exactamente estaban, pero se acercaban a mí, mi pecho subía y bajaba de lo agitada que estaba, la opción de aventarme al acantilado se me paso por la mente unos segundos, pero el recuerdo de que no sabía nadar me aterro, ¿De qué me serviría aventarme para escapar de un lunático si al final terminaría muriendo ahogada?
Al fondo del bosque se empezó a distinguir una silueta que a medida que se acercaba a mí, era él, estaba segura de que era él, me derrumbé al suelo aterrada, vi mi vida pasar frente a mis ojos.
—¿Arya? ¿Eres tú? ¿Qué haces aquí?
''Esa voz...''
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