5
ARYA
Me dolía la cabeza a montones, la luz que entraba por mi ventana me lastimaba los ojos.
Estaba teniendo los efectos de haber bebido alcohol ayer. Ni siquiera recordaba cómo había llegado a casa ni mucho menos a qué hora.
—Mama va a matarme si me ve en tal estado. —hable para mí misma mientras me sentaba al borde de mi cama.
Me dirigí al baño a darme una larga ducha para ver si se me pasaba un poco la resaca. En parte ayudo un poco, me quito el ardor que sentía por dentro.
Después de bañarme me enrollé en una toalla y fui al tocador para lavarme los dientes. Abrí los ojos tanto que casi se me salen cuando me vi en el espejo, no eran las ojeras bajo mis ojos, ni mi cabello mojado y desordenado, ni mucho menos el poco maquillaje corrido que traía, lo que llamo mi atención, era aquella mancha rojiza que sobresalía en mi cuello.
—Eso es un...
El mundo se me vino abajo cuando me di cuenta de que tenía un enorme chupetón en el cuello. Me cubrí la boca con mis manos por la sorpresa.
¡¿Cómo me había hecho yo eso?!
Me toque con cuidado la marca y dolía, me dolía la zona en la que estaba, pero al mismo tiempo sentía comenzó.
—Mi madre va a matarme si ve esto...
Hasta la resaca se me bajo de golpe al ver aquella marca, la intente cubrir con maquillaje, pero me fue imposible, no sabía ni usar maquillaje. Al final no tuve otra opción mas que ponerme una sudadera de cuello largo. No sería muy raro que mi madre me viera usando una pues siempre vestía igual.
Una vez que me asegure de que no se me veía la marca baje hasta donde estaba mi madre, en la sala viendo su novela, sin mirarme me dijo que me había dejado comida en la cocina. Fui hasta allá y me serví. No me pude concentrar mucho en la comida, pues estaba tratando de pensar en quien me había hecho la marca.
'' ¿Fue Tom? No, él no podía hacer tal cosa... ¡Oh dios, no sé, pudo ser cualquiera!''
Mi teléfono sonó y al instante supe que era un mensaje de Tom.
''¡Ey! ¿Cómo estas Arya? Ayer te desapareciste y no supe si llegaste bien a casa, te estuve marcando y no respondiste, ¿Estas bien?''
Su mensaje me desconcertó un poco, ¿Cómo que me desaparecí?
''Hola Tom, estoy bien, un poco mareada por la resaca, pero bien'' Le respondí tratando de sonar convincente, no quería preocuparlo.
'' ¿Enserio? ¡Uff es un alivio! Me asuste por nada''
No, él no podría haber sido, eso estaba claro.
Lo descarte.
Un pensamiento perturbo mi mente, sentí un escalofrió por toda mi piel cuando un leve recuerdo de mi ayer con alguien me llego a la mente. Era un chico, pero no podía distinguir su rostro, estábamos él y yo alejados de todo y haciendo cosas...que sería mejor ni recordar, la sensación de su tacto brusco, pero sueve a la vez se hizo presente por todo mi cuerpo.
¡Qué diablos!
De la nada otra vez mi móvil comenzó a sonar, pero no fue un mensaje de Tom, era de un numero desconocido. Entre en el chat un poco confundida.
'' ¿Qué tal amaneció tu cuello mocosa?''
Me quedé paralizada cuando leí aquel mensaje, inmediatamente supe de quién se trataba.
Era el estúpido de Fernan.
Él era el único que me llamaba ''mocosa''.
Me empezó a hervir la sangre solo de pensar que él me había marcado de tal manera, no le respondí, no me atreví a hacerlo. Me levante de la mesa bruscamente dejando el plato de comida casi lleno, le dije a mi madre que saldría y sin esperar a que ella me respondiera, salí de mi casa.
Y allí estaba yo, caminando a casa de ese idiota para encararlo. Quería saber que había pasado la noche anterior entre él y yo, porque estaba segura de que la marca me la había hecho él, y su mensaje lo comprobaba.
Cuando estuve frente a su casa toqué la puerta con las manos temblando, como era de esperarse la que abrió fue su madre, se sorprendió de verme pues supongo no me esperaba allí.
—¿Se te ofrece algo? —dijo en un tono suave.
—Busco a Fernan, ¿Esta en casa?
—Si, está arriba, en su habitación. —se hizo a un lado y me dejo pasar.
Subí rápidamente las escaleras y después caminé por el largo pasillo hasta llegar a la puerta de su habitación, tome la perilla y tire de ella temblorosa. Ahora que me encontraba allí no sabía ni que iba a decirle, quería saber que había pasado pero otra parte de mí no quería saber nada. Entre y me encontré con su cuarto esta vez ordenado, él estaba tumbado en su cama, me inquietaba verlo solo usando unos pantalones negros, pero ignoré eso, tenía puestos unos audífonos los cuales estaban a todo lo que daba, ni siquiera se había dado cuenta de que yo había entrado, parecía estar dormido, o solo tenía los ojos cerrados para poder sentir mejor la música. La verdad no lo se.
No sé por cuantos segundos estuve viéndolo como una tonta, iba echa una fiera, pero se me olvido todo al verlo, su figura marcada, su cuerpo bien esculpido, sus ojos cerrados de los cuales resaltaban sus largas pestañas, su cabello oscuro echo un lio cayendo por su frente, sus labios rosados y carnosos entreabiertos, me mordí el labio inferior al pensar que con ellos me había hecho aquella marca. Senti mi cara arder de la vergüenza.
Di un sobresalto cuando abrió los ojos y me miro confundido, se quitó los audífonos y se sentó al borde de la cama aun viéndome.
—¿Qué haces aquí? —me dijo con la voz aún más grave de lo normal, como si la garganta le raspara.
—¿Fuiste tu? —logre murmurar.
—¿Qué?
—Tu. ¿Tú me hiciste esto? —me bajé el cuello que cubría mi marca y se la mostré. Él sonrió y paso una de sus manos por su cabello revoloteándolo aún más.
—¿Qué te hace pensar que fui yo enana eh?
—Tú, me mandaste este mensaje. —le mostré la pantalla de mi móvil. —Tu eres el único que me dice así. —reproche.
El no dijo nada, me miro desde la distancia con una sonrisa de lado.
—Niña lista. —se puso de pie. —Tienes razón, fui yo quien te mando ese mensaje. —Camino hacia a mi lentamente. Me paralice cuando acorto la distancia que nos mantenía alejados, le gustaba acorralarme, no pude retroceder más cuando mi espalda chocó con su puerta cerrada, se inclinó para verme mejor desde su altura y con una se sus manos bajo el cuello de mi sudadera que cubría la marca en mi cuello que me había dejado. —Y también fui yo quien te hizo eso. —concluyo.
—¿Por qué? ¿Por qué haces esto? —le sostuve la mirada, con los ojos a punto de estallar en lágrimas por lo intimidada que me empecé a sentir. —¿Por qué me odias tanto?
Negó levemente con la cabeza.
—No te confundas mi pequeña. —Llevo una de sus manos hasta una de mis mejillas y la acaricio. —Yo no te odio.
—Pues yo a ti sí. —lo fulmine con mi mirada mientras sentía que mis ojos se humedecían sin saber por qué. —Te odio con todo mi ser.
—¿De verdad? —acerco su rostro aún más al mío. —¿Realmente me odias tanto? —no supe que responder, estaba entrando en pánico por su cercanía. Sentí sus labios rosar con los míos. —Tu boca dice una cosa...pero tus ojos dicen otra.
Después de eso me planto un beso. Cerré los ojos dejando escapar una pequeña lagrima. No era un beso sueve, ni mucho menos lindo, era uno brusco y salvaje, pareciera que me quería devorar. Sus manos rodearon mi cintura acercándome más a él, estaba acorralada, no me permitía alejarlo de mí, arrastro sus labios hasta mi cuello el cual volvió a descubrir con sus manos y lo beso con desesperación, solté un leve jadeo cuando sentí que me mordió donde ya había dejado una marca anteriormente, eso pareció alterarlo más. Pero se detuvo.
—¿Acaso quieres repetir lo de ayer? —me susurro al oído con un tono seductor y burlón a la vez.
Yo lo empuje y lo mire enojada, él se echó para atrás y se rio.
—Eres un imbécil Fernan. —seque algunas de las lágrimas que me empezaban a escurrir por las mejillas. —No quiero que te me vuelvas a acercar, ¿Me oíste?
No respondió, pero tomé su silencio como respuesta, me jire y salí de su habitación. Solté todo el aire que tenía en mis pulmones una vez que ya no estaba frente a él.
Como lo odiaba, como lo detestaba, era un imbécil.
Pasaron los días como si nada de lo anterior hubiera ocurrido, la marca ya se me había quitado y tal y como le había pedido a Fernan, él no se me acerco, ni siquiera me dirigió la mirada. No sé por qué comencé a extrañarlo si yo había sido la que se lo había pedido. Se esforzó tanto en alejarse de mí que a veces ni siquiera asistió a clase solo para no toparse conmigo. Me dolía que me evitara, aunque yo era la única culpable de eso. No tenía derecho a reclamarle.
El clima estaba como siempre, nublado y fresco, las clases trascurrían con normalidad y yo simplemente no podía olvidar lo que había pasado hace unas semanas. Todo había pasado demasiado rápido, hace unos días todos estaban hablando del baile y ahora nadie ni siquiera se acordaba de que era eso.
— Arya, ¿Me estas escuchando? —la voz de Tom me saco de mis pensamientos.
Hace días que él y yo nos veíamos más seguido, supongo que estamos más unidos de lo que deberíamos, lo considero casi mi mejor amigo, es agradable pasar tiempo con él, aunque últimamente yo esté en otro mundo perdida en mis recuerdos.
—Últimamente te noto muy distraída, ¿Te ocurre algo? —negué con la cabeza y me esforcé en dedicarle una sonrisa que lo tranquilizara.
—Estoy bien, no es nada importante. —tome de mi batido de chocolate el cual ya estaba algo frio.
—¿Segura? No quiero que me mientas eh.
—Tranquilo, es palabra de mujer macho. —lleve mi mano al pecho en forma de juramento.
Él se echó a reír y yo también.
—Bien, te voy a creer en esta ocasión.
—No te queda de otra.
Ambos estábamos sentados en el pastizal del patio de la escuela, la sombra del árbol hacía que el ambiente fuera aún más agradable y fresco. Yo leía un libro mientras Tom continúo contándome sus bobas anécdotas, hasta que lo vi.
Vi a Fernan.
Él no me dirigió la mirada, pero estoy segura de que sabe que lo estoy viendo.
Caminaba a pasos cortos mientras una chica lo agarraba del brazo con mucha confianza, ¿Quién era ella? ¿Y por qué lo está agarrando así?
Todo paso tan rápido que no me di cuenta de la expresión que estaba haciendo.
—¿Y esa cara? Pareciera que viste a un fantasma. —hablo Tom y después dirigió la mirada al objetivo que yo estaba mirando. —Oh, ¿Ahora anda con Hanna?
—¿Hanna?
—Si, la rubia de ojos cafes que esta con ese engreído se llama Hanna, me sorprende que no la conozcas, es super popular por aquí. —se echó para atrás. —Tiene malos gustos en los hombres.
—¿Por qué lo dices? —lo mire un poco confundida, como si no hubiera entendido su comentario.
El me miro desconcertado, como si la respuesta fuera lo más obvio del mundo.
—Arya, cualquier chica que se interese en Fernan tiene malos gustos, joder, él está podrido.
—No te cae bien ¿No es así?
Su cara relajada se tornó en una más seria y frunció el ceño.
—¿Te parece que tengo una pisca de empatía por él? —dio un gran suspiro y se acercó un poco a mí. —Por supuesto que me cae mal.
Quise preguntarle el motivo, pero en eso la chicharra que indicaban las siguientes clases comenzó a sonar interrumpiendo mi curiosidad.
—Bueno niña, creo que deberíamos volver, ¿Qué clase te toca?
—Matemáticas, con el profe Gordon. —hice una mueca mientras me levantaba del suelo.
—Que mal, a mí me toca historia, con la hermosa de la profesora Elena. —dijo con sarcasmo.
—¿La gorda con patas?
Él se rio y asintió.
La profesora Elena es quizás la persona más fea que podría existir, y no hablo del físico, si no de su carácter, por fortuna, ella no me da clases, es mucho mejor el profe Gordon que la profe Elena. Aunque ambos me caen mal.
Tom se fue a su clase y yo me fui a la mía, llegué un poco tarde, pero por fortuna el profesor aún no había llegado. Mire a mi alrededor y me percate de que el único asiento desocupado era uno al fondo, al lado de él.
No quería sentarme a su lado, pero no había otro lugar desocupado. Chille internamente mientras me acercaba al asiento y me sentaba. Se percato de mi presencia pues frunció el ceño, pero aun así no volteo a verme.
Se estaba tomando muy enserio eso de ignorarme.
Minutos después llego el profesor Gordon con una jeta que parecía que la clase iba a estar pesada, y así fue, no entendí nada y era de esperarse, me eh dado cuenta que no le entiendo a las explicaciones que da durante clase, es muy diferente a la manera en la que Fernan me explico los mismos temas días atrás y era evidente a que explicación si le entendía y a cuál no.
El profesor había dejado cinco ejercicios y a ninguno logre entenderle. Necesitaba ayuda, o una explicación más sencilla por lo menos. Mire a mi alrededor y para evitar preguntarle a Fernan, me enfoque en el chico que estaba del otro lado.
—Disculpa. —dije apenada.
—¿Sí? —se jiro para verme.
Fruncí el ceño al darme cuenta de que era Peter, de todos los chicos en el mundo, ¿Por qué justo tenía que ser él?
—Ah, eres tú. —susurro y sonrió. —¿Necesitas ayuda con eso? —apunto a mi libreta con las ecuaciones aun en blanco.
—No gracias, yo puedo sola. —aprete el lápiz que tenía en mi mano y desvié la mirada hasta mi hoja.
—Oh vamos, deja que te explique. —arrastro su pupitre a unos centímetros del mío, acortando mucho la distancia. —Soy muy bueno en la materia. —susurro a mi oído.
Un escalofrío me recorrió de mi oreja hasta cada extremo de mi cuerpo.
Y como había dicho, me explico cada una de las ecuaciones, la verdad es que, si explicaba bien, y pude entregar los ejercicios a tiempo gracias a su ayuda. Pero aun así no me inspiraba confianza estar cerca de él. Aun no podia olvidar lo que había pasado en la fiesta de Trevor.
Ya era la última clase y ya todos se habían ido, inclusive Fernan se fue temprano esta vez, quizás para evitar toparse conmigo. Solo nos quedamos Peter y yo.
—Quiero pedirte una disculpa. —dijo Peter de la nada cuando las clases acabaron.
—¿Disculpa?
—Si, por lo de la fiesta en casa de Trevor, no estaba en mis cabales, también perdón por no haberme disculpado antes no sabía cómo hacerlo.
Aquello me sorprendió, ¿De verdad se estaba disculpando? ¿Y eran sinceras sus disculpas?
—Está bien, eso ya paso hace varias semanas atrás. —dije guardando mis cosas en la mochila.
—Te invito a comer. —voltee a verlo un poco desconcertada.
No estaba del todo entendiendo a que quería llegar este tipo, ¿Como por qué me esta invitando a ir a comer con él?
—No puedo hoy.
—Entonces, ¿Mañana?
—No puedo mañana.
—Bueno, ¿Un día de estos?
Me levante y colgué mi mochila en uno de mis hombros y lo mire confundida.
—No puedo hoy, ni mañana, ni nunca. —dije firmemente.
Iba a irme de allí, pero me detuve antes de salir del aula.
—¿Qué no estas interesado en salir con Naomi?
—¿Naomi? —se cruzó de brazos y sonrió de una manera irónica. —Solo me acerque a ella para acercarme a ti. Naomi no es mi estilo de chica, es muy...simplona y tonta.
Sentí un nudo en la garganta al escuchar aquella respuesta. Naomi realmente estaba locamente enamorada de él y me dolió el pecho de solo pensar que este tío solo la estaba utilizando. Sentí que la sangre me hervía.
—Entonces ¿Por qué solo la estas ilusionando si ni siquiera te gusta? —él se levantó y se paró frente a mí.
—Porque me gusta ver la ilusión en sus ojos, porque disfruto ilusionar a las chicas. —camino a pasos cortos hasta mí y yo retrocedí a medida que avanzaba. —Me gusta saber que están locas por mi... ¿Pero sabes algo que detesto? Que alguna me rechace, así como tú lo estas asiendo...
—Gente como tú se cree que todas se mueren por ellos. —dejé de retroceder cuando sentí el choque de uno de los pupitres contra mis piernas.
—Tal vez tengas razón. —se detuvo a solo unos centímetros de mí. —¿Sabes algo?, si no obtengo algo por las buenas...siempre busco tenerlo por las malas. —alce las manos para empujarlo, pero me agarro de las muñecas con fuerza.
—Suéltame o si no... —pedí en un quejido.
—¿O si no? —miro alrededor con sarcasmo. —No esta tu amiguito esta vez para ayudarte.
Forcejee con él para que me soltara, pero por más que lo intentaba su agarre se volvía más y más fuerte. Estaba perdida si no hacia algo.
Todo se me nublo cuando sentí sus asquerosos labios recorriendo mi cuello, me olfateaba con desesperación, como si aquello lo excitara.
Tenía miedo.
Me soltó por un momento de las muñecas y con sus manos recorrió mi uniforme hasta mis piernas, sus manos subieron por mis muslos, jamás había sentido tanto asco.
—¡Detente! —grite desesperada.
—Shhhh. —me tapo la boca y con su mano desocupada desabrocho mi camisa. —Que buenas tetas escondes debajo de la ropa. —se relamió los labios.
Negue varias veces mientras sentía las lágrimas salir de mis ojos y correr por mis mejillas. Esta sensación...esta situación...me traían malos recuerdos, las emociones reprimidas comenzaron a manifestarse haciendo que me paralizara.
—Que linda te vez así de frágil.
Me beso, manoseo, mordió con fuerza, marco la piel como un animal y yo no podía hacer nada para detenerlo, cada que intentaba alejarlo de mi me golpeaba con fuerza, incluso llego al punto de desgarrarme el uniforme. Estaba acabada. Oh eso creía, hasta que, por un memento cobre el sentido y cuando bajo la guardia...tube la oportunidad de zafarme, antes de que lograra hacerme más daño, no sé cómo fue que logre darle un rodillazo en las bolas. Se separo de mi en un quejido de dolor.
—¡Maldita! —me grito mientras se quejaba del dolor.
Sali corriendo del aula por los pasillos, estaba despeinada y con el uniforme ligeramente desgarrado, con marcas horribles en casi todo mi cuerpo.
Corrí los más rápido que pude, me ardían los golpes y aun no podía dejar de llorar. No iba a ningún lado, no tenía rumbo, el tiempo parecía volverse cada vez más lento, la vista se me nublo cuando choque con alguien de frente, me golpee ligeramente la frente contra su pecho firme, tenía miedo, tenía miedo de que fuera Peter, temblé del temor a que fuera el, a que me allá alcanzado. Pero no, no era el, su olor era distinto.
Alcé la mirada y lo vi a Fernan.
Me miraba horrorizado.
—¿Quién...quien te hizo eso? —sus pupilas se contrajeron y me pareció verlos encenderse en furia.
No dije nada, no podía hablar, sentía un nudo en la garganta, mi pecho subía y bajaba con fuerza, no pude aguantar por mucho, exploté en un fuerte llanto.
Me abrazo con fuerza, escuche los latidos de su corazón acelerarse, me rodeo con sus brazos con suavidad y calidez, enterró sus dedos en mi cabello y me lo acaricio.
No dijo nada, con su abrazo me hizo saber que estaba ahi para mí, me sentí mejor, protegida estando con él.
—No quiero llegar a casa así...—logre decir una vez que logre calmarme, alce la vista para poder mirarlo, su expresión era más relajada.
—Vamos a mi casa. —se alejó un poco de mi para quitarse su chaqueta y ponérmela en los hombros. —Vamos, te llevare. —me extendió la mano.
Yo la tomé y lo seguí hasta el estacionamiento, ¿A que vinimos aquí?
De su bolsillo saco unas llaves y me señalo una moto aparcada en una esquina en el fondo, en la cual se subió, me acerque y el de manera delicada me puso su casco en la cabeza.
—Prometo manejar despacio mocosa.
Me subí confiada y me aferré a él en cuanto se puso en marcha.
—Lamento haberte dicho que no sabias manejar moto.
Lo escuche reírse.
El viento chocaba contra mi rostro lastimado, y eso me reconfortaba, el olor del perfume de Fernan se mesclaba con el viento, olía muy bien. Me apegue a él y lo abrace por la espalda. No sé cuánto tiempo paso hasta que se detuvo frente a su casa.
Me bajé y lo seguí dentro, no había nadie, o eso creo. Me llevo hasta su habitación y en cuanto entramos aventó su mochila en alguna esquina de su cuarto y es ahí cuando me di cuenta de que había dejado la mía botada en el aula.
—Puedes sentarte, iré a buscar algo para desinfectar tus heridas.
Me dejo sola en su habitación, me senté en el bordo de su cama, acaricié las sábanas con mis manos, eran suabes y lisas. No tardó mucho en llegar, enseguida volvió con un botiquín de emergencias.
Me limpio con alcohol algunas zonas y las cubrió con gasas, las más leves con curitas, me echo pomada en los moretones de la cara y los brazos.
—Lista.
—Gracias. —dije apenada.
—Ahora sí. —dejo de lado el botiquín y se sentó a mi lado. —¿Quién? ¿Quién te hizo esto? —me echo una mirada seria y su voz estaba en un tono leve pero forzado, estaba enojado, eso era seguro.
—Fue Peter. —solté sin replicar. —Peter intento...ya sabes. —trague saliva de solo pensarlo.
—Peter eh... —repitió con la voz grave y con las pupilas ligeramente dilatadas. —Ese idiota no aprendió nada la última vez.
Asentí mirando al suelo, aún tenía el cabello alborotado y la camisa rota por los jalones. Me sentía mal y tenía sueño, mucho sueño.
—Te daré algo para que te cambies ¿De acuerdo? —se levanto y fue hasta su armario, de ahí saco una camiseta color negra con un dibujo que me llamo la atención, era Jeff The Killer plasmado en aquella prenda de tela. —Ponte esto.
Me la tendió y yo la tome. Él se dio la vuelta y una vez de asegurarme que no me viera me quité la camisa rota y me puse la que él me había dado.
—Ya está.
Él se dio la vuelta y sonrió burlón.
—Te queda enorme mi camiseta.
—No te burles. —me cruce de brazos y me tumbe en su cama.
Se arrumbo a mi lado y dio un suspiro enorme el aire, ambos nos quedamos viendo el techo por unos segundos hasta que el rompió el hielo.
—¿El...te...?
—No. —corte su pregunta la cual ya me esperaba. —No me...por fortuna escape antes de eso. —cubrí mi rostro con mis brazos y traté de calmar mis pensamientos. —Fernan, tenía miedo.
El no dijo nada, sentí el rosé de su mano contra la mía cuando la agarro con delicadeza.
—Perdón. —acerco mi mano hasta sus labios y beso mis nudillos. —Perdón por llegar tarde, perdón por dejarte sola, perdón por ignorarte, perdón por comportarme como un idiota...perdón, Arya perdóname.
Me acomode de lado y lo mire confundida, ¿Por qué se estaba disculpando?, él no tenía la culpa de nada.
—Ey, no te disculpes, tú no tienes la culpa de esto. —le dije aun con nuestras manos entrelazadas.
—Pero...
—Ey, tranquilo, lo importante es que no me paso nada grave... —pude decir con dificultad.
Note como paso su mirada por todo mi rostro y cuerpo, sus ojos eran tristes, aquel brillo que aparecía al verme no estaba, pareciera que quería llorar.
¿Era por mi estado?
Dio un suspiro y con una leve fuerza apretó mis manos para luego decir;
—Arya...yo daría mi vida por ti si fuera necesario...no permitiré que alguien más te vuelva a tocar, no lo permitiré jamás... —Con su mano libre acaricio mi mejilla lastimada. —Primero muerto antes que verte sufrir es por eso que...te protegeré con mi vida.
No supe que responder, aquella era una confesión bastante extraña para mí, por puro instinto solo pude sonreír.
¿Como pasamos de detestarnos a estar acostados juntos tomados de las manos?
Y para colmo me acaba de prometer algo demasiado irreal.
Pasaron los minutos y me termine durmiendo.
Cuando desperté ya era de noche, lo supe cuando vi el cielo estrellado y la luna en su punto a través de la ventana de la habitación de Fernan.
Fernan estaba acostado a mi lado con los ojos cerrados, estaba dormido.
Volví a parecer una acosadora cuando me le quedé viendo fijamente cada una de sus facciones, su pálido rostro, sus labios rosados y carnosos, su mandíbula bien marcada, sus ojos cansados cerrados, sus ligeras ojeras y su lacio cabello largo y oscuro...todo en el me parecía perfecto.
—Te gusta verme, ¿No es así? —me hablo con los ojos aun cerrados.
—¿Estabas...despierto?
—Te estuve cuidando mientras dormías tú, ¿Por qué me dormiría yo?
Reprimí una sonrisa y desvíe la mirada.
—Tengo que volver a casa...
—No te preocupes por eso, le mande un mensaje a tu madre. Te dejo quedarte en mi casa.
—¿Qué? —respingue.
—Si, de echo me sorprendió que te dejara a la primera.
—Está loca...
Él se encogió de hombros y sonrió.
—Puedes dormir en mi cama, yo dormiré en una colchoneta, si es que te pongo incomoda.
Me cubrió con una sábana y él se acostó en la colchoneta a mi lado en el suelo tal y como había dicho que lo aria. Me estaba cuidando, y eso me gustaba.
—Gracias. —dije mientras miraba al techo. —Gracias por cuidarme.
Volví a cerrar mis ojos y me quedé completamente dormida nuevamente.
Me desperté aturdida, me dolía la cabeza, me saqué de onda al ver que todo lo que había pasado no había sido un sueño, mi mirada buscaba el rostro de Fernan por toda la habitación, pero él no estaba.
¿A dónde había ido?
Me levante de la cama, y en eso la puerta de la habitación se abrió, a través de ella entro Fernan con una toalla en la cabeza y solo con unos pans grises puestos, parecía que acababa de salir de bañarse.
Me dedico una ligera sonrisa antes de acercarse a mí y alborotarme el cabello.
—Despertaste dormilona.
—¿Dónde estabas?
—Me estaba bañando, ¿No vez?
—Fernan, son las 5 de la mañana...
—Tenía calor...
—Joder, estamos a 19 grados...
—Ugh, que preguntona. —me lanzo la toalla húmeda directo a la cara.
No pregunte más, di por hecho que Fernan tenía un raro gusto por bañarse en la mañana y a bajas temperaturas, el simplemente se puso una playera blanca y se arrumbo en la colchoneta.
—Estoy cansado, me dormiré un rato, deberías hacer lo mismo. —me dijo por último antes de cerrar los ojos.
Lo observe por unos segundos dormirse y al final yo igual me termine durmiendo otro rato. Cuando ambos despertamos me llevo hasta mi casa y por fortuna mi madre ya se había ido a trabajar así que no tuve que pasar por un interrogatorio.
Subí hasta mi habitación y me coloque un poco de maquillaje en los moretones más visibles, no se cuánto estuve intentando ocultar los golpes hasta que logre que no se notaran a simple vista.
Y si se vieran, ¿Qué mentira diría?, sentía pena decirle a mi madre lo que me había ocurrido con Peter, estoy segura de que aria un escándalo en la escuela si lo supiera.
Unas horas después escuche la puerta de mi casa abrirse y cerrarse. Mi madre había llegado. Bajé a pasos cortos y la vi sentada en el sofá, eran como las 6 de la tarde, se veía muy cansada. Se quito los zapatos y se los sobo con pesar, se veía la satisfacción en su rostro lo cual me hizo reír.
—Arya, ya estás aquí. —me miro de reojo al notar mi presencia. Tomo el control del televisor. —¿Cómo te fue en casa de tu amigo? —prendió el Televisor. Se iba a poner a ver sus novelas lo más seguro.
—Supongo que bien. —me senté a su lado y miré el televisor con ella. —¿Qué tal el trabajo?
—Cansado, como siempre. —paso varios canales y se detuvo en el de noticias.
Ambas nos quedamos en silencio por unos minutos en cuanto el reportero de la televisión comenzó a hablar. Sentí que mi vista se nublaba por la noticia que estaba escuchando.
—''Noticia de último minuto, ''Búster está de luto''. Un chico de 17 años fue encontrado a las 2 de la tarde en el acantilado de Búster sin vida, al parecer fue herido con un arma blanca más de 20 veces en varias partes de su cuerpo, también tiene indicios de haber sido torturado, marcas en su cuello, dorso, muñecas y tobillos. Las partes del joven estaban dispersadas por el acantilado, algunas parecían estar perdidas, pues lo encontraron en malas condiciones, los animales ya comenzaban a acercarse. Lo curioso fue que a su lado fue encontrada una nota con letras recortadas de revistas la cual decía, ''Esto es lo que les pasa a los malditos depravados que se merecen un castigo peor que la muerte''. El equipo forense dio con la identidad del chico. Era estudiante de la preparatoria de Búster, cursaba el primer año, su nombre era Peter Helper Fair, familiares y amigos se encuentran devastados con esta terrible noticia, la policía está tratando de averiguar si hay rastros de algún precinto culpable, mi nombre es Marcos Martínez y es todo de mi parte''. —me quede helada al ver la foto de Peter en las noticias.
Empecé a sudar frio, Peter estaba... ¿Muerto?
No, no me lo creía, no podía ser, ayer estaba...bien.
—Dios pobre chico... ¿No iba contigo en la escuela? —pregunto mi madre mirando aun las noticias.
No pude responder, las palabras no me salían, ¿Y cómo podría salirme? ¡Peter estaba muerto!
Me levanté del sobresalto del sofá y corrí escaleras arribas hasta mi cuarto. Me encerré con llave y me escondí debajo de las sábanas.
Mi teléfono vibro con un mensaje, era Naomi que me saco de onda.
'' ¡¿Viste las noticias!? ... ¡Lo que le paso a mi Peter!''
Es verdad, Naomi amaba con locura a Peter, a pesar de que el a ella solo la utilizaba. Me acorde de las palabras que había dicho Peter sobre mi amiga. Debería alegrarme de lo que le había pasado, pero no podía, no podía alegrarme por algo así.
Naomi debe estar devastada.
No le contaría lo que sabía de él, no quería lastimarla.
''Si, vi las noticias, es una pena''
Respondí sin ánimos de hablar, simplemente no podía pensar.
Naomi me siguió escribiendo triste, incluso me marco y su voz sonaba como si se le hubiera muerto su perrito, incluso se escuchaba como le escurriría el moco de la nariz cada que mencionaba el nombre de Peter en cada una de sus oraciones.
Me sentí mal por ella, ya que no tenía ni la menor idea de a qué clase de persona le estaba llorando.
Peter no merecía las lágrimas de Naomi ni las de nadie.
Pero aun así la consolé hasta que se calmó.
Ese día me quede despierta hasta las dos de la mañana, no podía dormir de tanto pensar.
El viento frio comenzó a entrar por la ventana de mi oscura habitación. Me levanté para cerrarla pues mi cuarto se empezaba a congelar al igual que yo, no pude evitar mirar a través de ella el cielo estrellado y perderme en la enorme luna llena que brillaba como nunca iluminando un poco la calle. Mi mirada se desvío por un momento a donde estaba aquella persona encapuchada, otra vez estaba allí, debajo de aquel árbol, en la madrugada, pero esta vez pude notar que me observaba fijamente, a mí y no a los alrededores, pude distinguir sus ojos, eran azules...o eso me pareció ver por la tenue luz que emitía un poste de luz que estaba por ahí en una esquina.
Tenía las manos en los bolsillos, y no movía ni un musculo, parecía una estatua inmóvil, solo viendo cada uno de mis movimientos, mi respiración se volvió cada vez más lenta cuando me acorde de Peter, de que lo habían asesinado, para ser exacta imagine la posibilidad de que tal vez había sido culpa de este extraño que desde noches anteriores me ha estado acosando, sentí un nudo en la garganta cuando de su chaqueta saco un cuchillo filoso el cual apretaba con fuerza del mango mientras embozaba una macabra sonrisa que a duras penas se podía distinguir debajo de la sombra de la capucha, eso solo me confirmaba algo.
El fue.
Por instinto cerré la ventana y las cortinas, sigilosamente me escondí en el interior de mi cuarto.
¿Qué había sido eso?
¿Quién era él?
No quería volver a asomarme, tenía un mal presentimiento, algo me decía que me estaba vigilando, o que quizás...yo sería su próxima víctima.
Y eso me aterraba.
Mi teléfono de manera inesperada comenzó a vibrar, lo cual me saco un mega susto, pero me tranquilicé un poco cuando vi que era una llamada. Con un nudo en la garganta me acerque a responder la llamada, era de un numero desconocido, no me pareció buena idea responder, pero la curiosidad me invadió.
Atendí la llamada y esperé que la otra persona quien había marcado hablara primero.
Paso un minuto en silencio hasta que la llamada se terminó cortando sola. Me saqué un poco de onda, creí que serían de esas llamadas de broma, pero ¿A esta hora? No creo que alguien este tan mal de la cabeza como para hacer bromas a estas horas de la noche.
El teléfono volvió a sonar segundos después de que se había cortado, era el mismo número telefónico lo cual ya era muy raro.
Así que conteste ya por pura curiosidad.
Y esta vez alguien me hablo a través de la línea.
—Arya...
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