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15. Granadas hilarantes

Un niño distraído

Un niño, de unos diez años, estaba sentado en clase de matemáticas. La maestra estaba tomando la evaluación correspondiente a su clase y se prestaba a hacer algunas preguntas a sus estudiantes. Nuestro niño estaba especialmente distraído, imaginando un millón de historias en su cabeza y totalmente ausente de los números. Entonces la profesora nota a su alumno displicente, se le acerca bastante molesta y le dice:

—Gabriel, si hay cinco pájaros parados en un arbusto y le disparas a uno con una pistola, ¿cuántos pájaros quedarían?

El severo cuestionamiento de la maestra enervó al niño. Pensó un poco y respondió:

—Ninguno —afirmó, absolutamente seguro.

—Explícate —replicó la maestra.

—No quedaría ninguno porque uno moriría y los otros cuatro saldrían volando —la maestra llevó su mano al mentón y esbozó una severa sonrisa.

—Bueno, la respuesta cuatro; pero me gustó tu razonamiento.Entonces nuestro niño suspiró, miró a la maestra de soslayo y dijo: 

—Maestra, tengo una pregunta 

—Adelante —respondió la profesora, curiosa.

—Si hay tres mujeres sentadas en un banco comiéndose un helado; la primera lo está lamiendo, la segunda lo está mordiendo y la tercera lo está chupando. ¿Cuál de ellas está casada?

La profesora se sonrojó, tratando de ocultar su vergüenza con una sonrisa irónica, de esa clase de sonrisas que un adulto hace cuando un niño dice alguna desfachatez. Finalmente miró al niño y contesto cualquier tontera, pensando que él no lo notaría: 

—Bueno, Gabriel, supongo que la que lo está chupando.

—No —respondió el niño—. La que está casada es la que lleva el anillo de bodas en el dedo, pero me gustó su razonamiento.

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El gran premio

Un empresario multimillonario tenía entre sus múltiples valores, miles de hectáreas de tierras fértiles, cientos de miles de cabezas de ganado fino y una preciosa hija de 18 años, heredera de todas sus riquezas. Un día nuestro millonario organizó una reunión en su mansión a la cual invitó a toda la alta sociedad del país y al llegar la media noche, descubrió una piscina de 500 metros, amuralladla con paredes extra altas en tres de sus lados. En los primeros 100 metros de la piscina había colocado pirañas sudamericanas, en el segundo tramo habían cocodrilos africanos, seguidos de barracudas del Caribe, anguilas eléctricas y finalmente tiburones australianos.Nuestro hombre reunió a todos sus invitados en uno de los extremos de la piscina y les dijo:

 —Creo que la juventud está perdida. Ya no hay hombres en este mundo y, por ello, si hay un macho en esta fiesta capaz de cruzar esta piscina, lo premiaré. Al que lo haga le daré a escoger entre la mitad de mis tierras, el 50% de mi ganado o la mano de mi única hija y heredera. No había terminado de hablar el empresario cuando un joven se lanzó a la piscina, la cruzó y salió por la otra orilla; pálido del terror y con un sinfín de horrorosas heridas en el cuerpo. El viejo, emocionado, le dijo: 

—¡Nunca creí que existiera un valor tan grande! Dime muchacho, ¿Quieres la mitad de mis tierras? El chico negó con la cabeza, aún tratando de recuperar el aliento.

—Entiendo lo que quieres, es el 50% de mi ganado —razonó el millonario.

—No —replicó el joven.

—Ah, lo que quieres es ser mi yerno y único heredero.

—¡No, no, no quiero nada de eso! —gritó el muchacho, enrojeciéndose violentamente.

—¿Y entonces, qué quieres? —preguntó confundido el millonario.

—¡Quiero saber quien coños fue el hijo de puta que me empujó a la piscina!

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Hijos de su madre

Como es la familia, ¿no es verdad?, y en Bolivia para qué les cuento, mis padres se cagaban de la risa de los chapacos con los que vivían; hacían cada cosa. Como lo que le pasó a mi madrina de servicio militar, cuando estuve con los Cóndores Bolivianos. Mi madrina es una viejecita bastante dulce, la clase de señoras que les gusta hornear galletas para los ahijados y que siempre preguntan por la salud.

La señora vivía sola cuando me amadrinó, sus tres hijos se habían ido de Bolivia y se convirtieron en gente exitosa, paradójicamente, en Francia; eran hombres de muchísimo dinero. A decir verdad, mi madrina mostró gran entereza al criarlos ella sola.

Supe que sus hijos encontraron un día, entre los tres, y tras ver los resultados de ese encuentro, pude imaginar lo que se dijeron.

—Saben muchachos —decía el mayor—, ahora que estamos aquí, los tres reunidos, quiero decirles lo orgulloso que estoy de haberle construido a la madre la semejante casona que le hice. Piso de mármol, carajo, como la vieja se merece, en la Rinconada, mierda; así responde el macho a su madre.

Los otros hermanos se miraron y habló el del medio, y dijo:

—¿Así?, y qué putas es eso, nada carajo. En cambio yo le envié un Mercedes Benz a nuestra vieja, carajo, edición de lujo, sólo hay cuatro en el mundo como ese. Con chofer y todo, asientos de cuero, enchapado en oro. Imaginen cuanto me costó ese autazo carajo.

El menor sonrío y habló así:

—Ustedes están en bolas, carajo —era el más sobrador—. Son unos boludos. ¿Acaso ustedes no saben que la mamá no puede ya leer?, y con lo que le gusta leer la Biblia. ¿Se acuerdan? —los hermanos asintieron—. Entonces figuren que yo mandé a entrenar a un loro al lejano oriente, carajo. Me ha costado 20 millones de dólares. Ese loro puede recitar la Biblia en prosa a la vieja, así de cabrón el loro; y se lo envié a la mamá, para que siempre tenga la palabra de Dios.

La causa de esta criolla imaginación mía fue por las cartas de agradecimiento que mi madrina envió luego a sus hijos. Esas fueron más o menos así: al mayor.

"Mi amor, la casa que me construiste es demasiado grande, mi vida. Como vivo sola, pues me quedo limpiando nomás todo el día. El mármol trae mucho polvo. Yo soy feliz en un cuartito pequeñito que cubra mis necesidades básicas, hijito, pero gracias".

Me imagino que se sintió como perro el hijo, pero al del medio tampoco le sonrió el éxito, así le habló mi madrina:

"Hijito, el auto que me has regalado, de vez en cuando nomás lo uso. No me gusta ya salir, pues amorcito. Además me han caído los impuestos y en eso nomás se ha ido el gasto"

Pero al menor, a ese sí que lo cagó, así le respondió:

"Mi amor, gracias, tú sí que te has acordado de mí con lo que necesito; algo sencillo como eso era lo que quería. No sabes lo rico que estaba ese pollito, aunque media dura su carne, pero bien rico. Las plumas, como eran verdes, me sirvieron para adornar un mantel, gracias hijito".

Moraleja 1: Las casas con piso de mármol se ensucian a una velocidad antinatural, es mejor el piso flotante.

Moraleja 2: Los impuestos por un Mercedes, en cualquier lugar del mundo, son más costosos que los de una fábrica de condones; si uno no gana mucho dinero, un Honda Accord modelo 90 basta.

Moraleja 3: La carne de loro se suaviza cuando se le agrega un poco de jugo de banana. Caso contrario es dura como gallina vieja.

Moraleja 4: El mejor regalo para mamá es no ser un infeliz y siempre estar a su lado y ser cariñoso con ella. A la mierda las cosas caras. 


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