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Único

La tribu "Onas" por parte de la región central del sur, había sido destruída, hubo muertes, incendios y masacres, todo gracias a las constantes guerras que unos bandidos declaraban a las tribus.

Los malhechores poseían poderes gracias a la piedra que habían robado hace tiempo atrás, dándole el poder del control de los cuatro elementos de la naturaleza incluida la inmortalidad.

Mataron a todos los adultos de aquella tribu, hombres y mujeres.

Dejando solo a los niños de tan solo cinco años pues querían que su muerte fuera más lenta y que la imagen de sus padres muertos perdurará.

No contando que al irse de allí, los dos de los jefes de otras tribus vinieran a sus rescates.

Shira y Sorían habían decidido criar a los niños y niñas por separado por un bien común.

No contando que al llegar el invierno ambos se pelearían y declararían la guerra al contrario, teniendo como consecuencia criar a los niños con un propósito en su vida.

Hombres, luchar contra las mujeres.

Mujeres, luchar contra los hombres.

Las mujeres no sabían cómo se veían los hombres en aspecto, pues en su vida habían visto a uno, pero se preparaban para ver a una criatura siniestra y asquerosa que merecía ser exterminada.

Por el lado de los hombres lo mismo, jamás habían visto a una mujer y no les parecía grato tener que ver a alguna algún día, pues les habían dicho que eran muy parecidas a una mutación de serpiente y araña.

¡Asqueroso! Criaturas que merecían ser exterminadas.

Anand, el hombre más valiente y fuerte de la tribu "Los Depredadores" era considerado un sol divino para Sorían, pues este joven era dulce, encantador, orgulloso, humilde, valiente y luchador. Predispuesto a luchar contra lo que sea.

Estaba seguro que él sería el futuro líder de la tribu.

El joven poseía unos rasgos cautivadores, unas bellas verdes esmeraldas en sus ojos, cabellos rubios cuán sol y unos labios carnosos color carmín acompañada con una sonrisa digna de apreciar.

Sus rasgos eran angelicales pese a lo peligroso que podría ser, un cuerpo que parecía tallado a mano y una voz clara y necesaria para escuchar.

Por otro lado, se encontraba la tribu de las "Amazonas" quienes por su lado también tenían elegida a una líder natural.

Misae; una bella y hermosa joven de cabellera azabache como la noche misma y unos grandes y brillantes zafiros color del cielo como ojos.

Valiente, encantadora, simpática, luchadora y orgullosa, así es como ella era.

Shira ya la había elegido como la próxima jefa de su clan.

El cuerpo de Misae era digno para pelear, piernas atléticas, vientre plano y formado, senos a una buena medida y glúteos firmes para poder pelear con gracia.

Anand y Misae odiaban con todas sus fuerzas a la raza contraria, gracias a la crianza que habían recibido.

Dispuestos a luchar con las supuestas criaturas horrorozas.

Bueno, eso pensaban antes de aquel día dónde sería el primero de unos cuantos, donde tendrían que luchar mujeres contra hombres.

El primer día de la guerra absurda entre aquella distintas razas que se necesitaban para procrear.

"¿Que cosa eres?" Preguntó firme el rubio de ojos verdes, mojándose los pies en el lago de la catarata donde siempre se ocultaba pero que en ese entonces compartiría con aquella azabache pues, ella lo había seguido a su lugar secreto.

"Soy una mujer, y tú...? ¿Que carajos eres?" Preguntó la azabache a la defensiva, sintiendo una extraña atracción hacia el cuerpo del contrario, el cuál era totalmente diferente al suyo.

"Soy un hombre... ¡No deberías estar aquí!" Gritó, maldiciendose al no tener su arma consigo pero tranquilizándose al observar que la azabache tampoco estaba armada.

"Eres mi enemigo natural... Pero... ¿por qué no eres una criatura horrenda?" Preguntó completamente confundida, observando aquel Adonis que la atraía cada vez más.

"Eso debería preguntártelo a ti, mujer." Habló firme el rubio, sintiendo una extraña y temerosa atracción ante las curvas de aquella mujer. "Por qué no eres fea? Se suponía que eras una mutación de serpiente con araña"

"Quien te ha dicho eso?" Preguntó olvidándose de la guerra que tenía con el contrario y comenzando a acercarse al rubio.

"¡N-No te acerques!" Le ordenó, sintiendo su rostro arder por alguna razón. "Mi jefe, me lo ha dicho mi jefe" contestó.

"Y a mí me lo ha dicho mi jefa..." analizó, cayendo en cuenta de qué tal vez, había sido engañada toda su vida. "Eres muy... Lindo" halagó, atreviéndose a tocar la mejilla del opuesto con su mano. Sintiéndolo temblar ante su tacto.

"Tú también... Eres linda" contestó el rubio completamente embobado ante aquellos rasgos tan diferentes a los suyos, pero en cierta forma parecidos. Pues evidentemente, era humana.

Olvidándose de la guerra que tenía con aquella mujer, dejándose llevar y conectando miradas con la azabache, sintiéndose a gusto con su tacto.

Al pasar el tiempo, ambos jóvenes se reunían en el mismo lago oculto en el bosque, hablando de sus gustos y notando que algunos eran iguales y otros completamente diferentes.

Ambos tenían curiosidad con el cuerpo contrario, pues no sabían cómo el otro podía manejar, ni lo que se sentía al tocarlo.

"Oye... Si yo hago esto, te duele?" Preguntó la azabache, golpeando el pecho del rubio, sintiéndolo extremadamente duro y tallado, por lo cual, sin saber la razón, sintió como su cuerpo se estremecía.

"No... ¿Por que?" Preguntó curioso el rubio.

"Porque a mi si me duele, mira... Golpea aquí." Se señaló el seno derecho, preparándose para el impacto.

"Está bien." asintió el rubio no muy convencido, golpeando con fuerza el seno de la mujer, sintiendo como prácticamente su mano rebotaba levemente, haciéndolo sonrojar.

Al escuchar el quejido de la chica y observando cómo se sostenía el pecho, se preocupó.

"Lo lamento, Misae." Se disculpó apenado, acercándose a ella y tratando de verificar la zona.

"Tranquilo Anand... Está... B-bien..." la joven se sonrojó, al observar cómo el rubio quitaba la mano de la joven de aquel lugar y la remplazaba por la suya, verificando el pecho y observando si estaba adolorido. "Ahhh..." gimió débilmente, sintiendo como el joven accidentalmente había tocado el pezón de la azabache, el cual se erizó apenas lo rozó.

El joven sintió como todo su cuerpo sufría una descarga eléctrica ante aquel sonido de la chica, sumado a la textura del pecho femenino... Tan suave que comenzaba a provocarle calor sin saber la razón.

Encantado con aquel sonido, frotó el pecho con intensidad, procediendo a despojar a la chica de la piel de leopardo que tenía como traje, frotando el seno ahora desnudo, excitándose con la vista y con el tacto, sintiendo por primera vez; su entrepierna dura.

¿Qué eran esas sensaciones? Se preguntaban ambos, sin tener respuesta pero incapaces de detener aquello.

La joven gemía con más fuerza al sentir como por impulso el muchacho llevo el seno a su boca, succionando el pezón con delicadeza pero sensualidad.

Ambos sin poder evitarlo se entregaron al placer que un hombre y una mujer podían darse aquella tarde, teniendo muy poca información de ello y guiándose por impulsos primitivos.

Aquel coito se repetía cada vez que se encontraban, besándose, tocándose y inconscientemente, amándose.

Misae sentía que moría cada vez que estaba lejos del rubio.

Anand sentía agonía cada vez que estaba lejos de la joven de ojos azules.

Tiempo después, ambos encontraron juntos un par de joyas al lado del río, aquellas que los transformaron en los héroes de la India, quienes en el primer momento ya sabían sus identidades al transformarse por primera vez juntos.

Luchaban contra los bandidos inmortales, protegiendo a distintas tribus e intentaban evitar las guerras entre los Depredadores y las Amazonas.

En cuanto a ellos, ambos habían confesado lo que sentían por el otro, suponiendo que aquello era lo que tanto las personas de las otras tribus repetían; Amor.

Se amaban, se deseaban, se anhelaban y se protegían el uno con el otro.

Pero no todo resultó ser de color de rosa.




Luego de un gran lapso de tiempo donde los superhéroes habían podido vencer a los bandidos, ambos podían notar como la joven sentía mareos, desmayos y dolores de cabeza.

Al pensar lo peor, como que aquello se trataba de un problema de salud, ambos jóvenes a escondidas (ya que aún no habían podido detener la guerra entre Amazonas y Depredadores) se dirigieron a la cabaña de una anciana sabia, curandera y de años de experiencia en el mundo.

Le comentaron su situación y por lo que estaban pasando, por lo cual, la anciana revisó a la jovencita y se limitó a sonreír.

"Ustedes han sido concedidos por un bello bebé en el vientre de la jovencita" comentó la anciana, y al saber por la situación que estaban pasando los muchachos, comenzó a explicarles toda la reproducción sexual y evidentemente el coito que ambos practicaban terminó dando sus frutos, concediéndoles un hijo.

Ambos estaban en parte felices pues un hijo sería una gran unión entre ellos, pero por otro lado, ambos estaban preocupados por la guerra que sus clanes aún tenían.

Por lo cual decidieron escapar. Luego de enfrentarse a sus jefes.
Acompañados por sus fieles amigos, quienes habían estado dispuestos a escucharlos y dispuestos a conocer bien a sus contrarios.

La mujer morena llamada Aiyana junto con su aliado Nashua quien había conocido gracias a su amiga Misae y que le había agradado al dejar sus rivalidades por parte de sus clanes, se dio la oportunidad de conocer mejor al moreno.

Junto con su amiga rubia, Chenoa en compañía con su nuevo aliado Naiguatá un pelirrojo de ojos aguamarina.

"Animo chicos, haremos de este lugar, ¡una gran tribu!" Animó la morena de ojos color avellanas, observando el hermoso prado despejado.

Días, semanas, y nueve meses habían pasado desde su fuga junto con sus amigos, teniendo ya hecha y derecha su nueva tribu, dispuestos a procrear nueva vida junto con sus parejas.

Aiyana y Chenoa esperaban un hijo de sus parejas, ilusionándose cada vez más por formar su nuevo clan junto con sus amigos.

O eso era lo que deseaban hasta que la tragedia ocurrió.

Una noche tormentosa, ingleses habían secuestrado al amado de la azabache; Anand.

Semanas el joven rubio había estado desaparecido, semanas donde su amada junto con sus amigos habían buscado sin parar.

No sabían si estaba vivo o muerto.

Y lamentablemente, el joven rubio ya no se encontraba respirando.

Aquello lo descubrieron una tarde de frío invierno, donde yacía el cadaver del joven, aparentemente recién muerto, con la sangre aún fresca y su expresión de sufrimiento.

La azabache sintió como su mundo se desmoronaba, como su corazón se rompía en pedazos y su mente perdía tiempo y conjetura.

Pero para su mala suerte, en ese momento donde vio el cadaver de su amado...

Rompió bolsa.

Cuatro, cinco, ocho y doce pujes en ayuda de sus amigos fueron los que dio antes de traer al fruto del amor al mundo.

"Es hermosa... Es una niña" comentó la morena, teniendo al bebé en sus manos.

"Es muy parecida a Anand." Confesó sorprendido Nashua, observando cómo la hermosa bebé lo observaba con sus grandes ojos azules y podía verse sus insípidos cabellos rubios.

La morena sonriente le entregó a su hija a la azabache quien entre lágrimas la sujetó.

"Hola... Edelia." Sonrió con ternura, besándole la frente y sintiendo sus lágrimas correr. "Tu papá estaría muy emocionado si te viera... Él te hablaba mucho cuando estabas en mi vientre ¿sabes?" La bebé observaba fijamente a la azabache cómo si pudiera entender a su madre. "Decía que te amaba tanto y que serías un hermoso niño o niña..."

"Misea..." murmuró la rubia por lo bajo, observando con pesar aquella desgarradora escena.

"Lo lamento Edelia... No puedo acompañarte." Lloró con intensidad. "No estarás feliz conmigo... No estoy cuerda... " le confesó con pesar, sabiendo que al ver el cadaver de su amado, su cordura se estaba perdiendo lentamente. "Mamá y papá siempre velarán por ti... Princesita" besó nuevamente la tierna frente de la bebé, entregándosela a la morena nuevamente. "Aiyana... Te ruego que la cuides... Te la entrego a ti y a Nashua... " confesó.

Pese a los ruegos de sus amigos, pidiendo que se quedara con la bebé y que siguiera con su vida, Misae no podía hacerlo.

Simplemente no podía, no había raciocinio en su cabeza.

Por lo cual, pasada la noche, la azabache emprendió viaje, dirigiéndose a un lugar en especial.

El lago donde se encontraba con su amado todas las veces que podía.

Allí donde sintió como la flama de pasión se encendió al ver a aquel individuo tan diferente a ella.

Allí donde su vida terminó, zambulléndose en las aguas del lago donde tantas veces había hecho el amor con el joven.

Donde permaneció bajo del agua hasta que su respiración no pudo aguantar más, y su corazón dejó de latir, muriéndose en las aguas que fueron testigo del amor que le profesaba a rubio.

Esperando volver a ver al joven aunque sea una vez más.

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