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Lapis Lazuli - Steven Universe


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Lapis Lazuli - Steven Universe

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En la vastedad de un campo de batalla desolado, salpicado de escombros y de una atmósfera cargada de tensión, T/N se encontraba de pie, una figura de porte elegante y solemne, rodeada de Gemas caídas, un recordatorio de la intensidad del conflicto reciente. Su presencia imponente y el brillo tenue que emanaba de su gema blanca resaltaban su autoridad, y sus movimientos eran precisos, sin titubeos, como una danza calculada de estrategia y poder. Mientras ajustaba su postura, observó a lo lejos a una figura delgada y pequeña, destacando con su resplandor celeste y oscuro en medio de la penumbra: Lapis Lazuli, quien parecía algo perdida en ese escenario hostil.

Un estruendo rompió el silencio, seguido de un rugido gutural. T/N giró bruscamente hacia el origen del sonido, notando que un monstruo Gema, enorme y deformado, se dirigía con paso pesado hacia Lapis, amenazando con aplastarla en un solo movimiento. Sin pensarlo dos veces, T/N invocó su arma, una alabarda de tono plateado y bordes afilados, y en un destello veloz se desplazó en la dirección de Lapis. Justo en el momento crítico, su arma cortó el aire y se incrustó en el monstruo, atravesándolo con una destreza impresionante. El cuerpo deforme de la criatura se desmoronó, disolviéndose en una nube de polvo brillante, mientras Lapis miraba con asombro la silueta de su salvadora.

T/N, sin cambiar su expresión seria, se volvió hacia Lapis. Su mirada firme y severa parecía esconder una suavidad que asomaba apenas, como un reflejo en el agua. Tras un breve silencio, extendió su mano en un gesto de firmeza y autoridad.


—Ven conmigo—Le dijo con una voz firme pero serena—Regresemos al Planeta Madre. Ahí está tu lugar, entre los tuyos.


Lapis, sorprendida pero también aliviada, asintió lentamente. En su interior, no sentía una conexión verdadera con la Tierra, y aunque Steven y las Gemas de Cristal le habían dado una especie de libertad, algo en su interior le decía que no era donde pertenecía. Así que, casi sin pensarlo, aceptó la mano de T/N, notando la fuerza contenida en su agarre, y juntas se dirigieron a la nave.

Dentro de la nave, el silencio reinaba. T/N se sentó con una postura perfecta, su mirada fija en el vacío espacial a través de la ventana, mientras Lapis se acomodaba a su lado, inquieta, sin saber cómo romper el hielo entre ambas. La severidad de T/N parecía impenetrable, y aunque algo en su tono había sido suave cuando le habló, aún era difícil descifrar sus pensamientos. No obstante, Lapis no pudo evitar admirar el perfil de T/N bajo la tenue luz de la cabina: sus rasgos eran serenos, finamente esculpidos, con una elegancia que le daba un aire etéreo y a la vez poderoso.

Lapis, finalmente, intentó iniciar una conversación.


—Gracias... por salvarme ahí afuera—Dijo en un tono bajo, esperando no incomodar a la guerrera.


T/N desvió su mirada hacia ella, y por un breve instante, una chispa de calidez iluminó sus ojos.


—No tienes que agradecer. Es mi deber—Respondió en su tono característico, pero algo en su expresión sugería que sus palabras iban más allá de la formalidad.


El resto del viaje transcurrió en un silencio contemplativo, hasta que la nave finalmente aterrizó en el Planeta Madre. T/N se levantó con gracia y ofreció su mano una vez más a Lapis, quien la tomó, sintiendo un leve rubor en sus mejillas al contacto firme de su compañera de viaje. Al bajar de la nave, Lapis se quedó de pie, con una mezcla de nostalgia y alivio al estar de vuelta en su planeta, mientras T/N se preparaba para abordar nuevamente. Antes de separarse, Lapis reunió el valor para mirarla a los ojos y un leve sonrojo.


—Espero... verte de nuevo.


T/N, manteniendo su porte imperturbable; pero con una leve sonrisa en el borde de sus labios.


—No lo dudaría Lapis—Luego, sin perder su compostura característica, le dirigió una última mirada antes de desaparecer en el interior de la nave, dejando a Lapis observando cómo partía, con un sonrojo intenso y una sensación cálida en su corazón, marcada por aquel inesperado encuentro.


...


Era un día de supervisión rutinaria en el Planeta Madre, donde las Gemas Blancas, T/N incluida, caminaban con una postura imponente y observaban con atención cómo se desenvolvía la jerarquía y el trabajo de las Gemas Azules. La majestuosidad de las estructuras y los protocolos cuidadosamente respetados reflejaban el estricto orden que reinaba en aquel planeta. Las Gemas Azules, diligentes y silenciosas, se alineaban y llevaban a cabo sus tareas, con la presencia de las Gemas Blancas sobre ellas como una constante e inevitable presión.

T/N avanzaba junto a otras guerreras de su misma clase, con cada paso proyectando la elegancia y el respeto que inspiraba su rango. Su mirada era serena, penetrante, y cada movimiento suyo, calculado y medido, mostraba su dedicación a la tarea de observar y analizar en silencio cada detalle. Mientras sus ojos recorrían el escenario, una figura en particular llamó su atención.

A lo lejos, casi escondida entre las demás Gemas Azules, Lapis Lazuli la observaba. Su postura era discreta, pero sus ojos la seguían con una mezcla de asombro y timidez que, aunque contenida, era evidente para T/N. La vista de aquella Gema, de pie con su característico resplandor celeste y sus finos rasgos delineados, hizo que T/N desviara su mirada hacia ella, apenas un instante, lo suficiente como para que Lapis notara su atención.

El contacto visual fue rápido, casi fugaz, pero para Lapis fue suficiente. Sintiéndose descubierta, el color de sus mejillas adoptó un tono leve pero notorio, su piel celeste enrojecida en una mezcla de sorpresa y vergüenza. Con un ademán rápido, trató de desviar su mirada hacia otro lado, pero no sin antes haber captado un atisbo de la expresión de T/N, cuya mirada parecía haber escondido una sutileza diferente a su seriedad habitual. Aunque mantuvo su porte imperturbable, algo en la intensidad de su mirada había sido más suave, como un rayo de luz atravesando el cristal.

T/N apartó su mirada de Lapis con la misma rapidez con la que la había dirigido hacia ella, pero una leve curva en sus labios dejó entrever un destello de satisfacción, casi imperceptible para quienes la acompañaban. La Gema Blanca retomó su supervisión, avanzando con su elegancia característica, pero en su mente, la imagen de Lapis, sonrojada y avergonzada, persistía como un detalle que hacía su día mucho más interesante, mientras tanto, Lapis trataba de recomponerse, su corazón latía rápido al recordar el breve, pero poderoso cruce de miradas.

Lapis se encontraba en un rincón tranquilo, donde un pequeño estanque reflejaba el cielo pálido del Planeta Madre. Aquel espacio le ofrecía un respiro, un momento de calma en el que podía dejar de lado las miradas y las órdenes estrictas de las Gemas superiores. Con delicadeza, pasó la mano sobre el agua, creando suaves ondulaciones que distorsionaban su reflejo. El brillo del líquido le traía una extraña nostalgia, recordándole la vastedad de los océanos en la Tierra, aunque allí, a diferencia de este planeta de orden y perfección, había sentido cierta libertad.

Sumergida en esos pensamientos, sus ojos recorrieron el agua con un aire casi melancólico. Fue entonces que notó una sombra en el reflejo, una figura que no pertenecía al entorno usual del estanque. Sus ojos se agrandaron cuando reconoció, en el destello de la superficie, a T/N.

A unos metros de distancia, T/N la observaba con su característica postura, seria y elegante, pero la intensidad de su mirada parecía diferente, más enfocada, como si estuviera estudiando cada detalle de aquella Gema celeste que tenía frente a ella. Su expresión era impasible, un rostro de mármol sin emociones visibles, pero en la quietud de su presencia, Lapis percibía una extraña tensión, una especie de curiosidad que no lograba descifrar.

Lapis apartó la mirada del reflejo, su corazón latiendo con fuerza al girarse lentamente para confirmar la presencia de T/N. La distancia entre ambas no era mucha, pero la energía que T/N irradiaba parecía inmensa, y Lapis sintió un leve sonrojo subir a sus mejillas. Bajo la mirada seria de la Gema Blanca, era como si su esencia estuviera completamente expuesta, como si T/N pudiera leer cada pensamiento que le cruzaba por la mente.

Finalmente, T/N entrecerró los ojos levemente, un gesto apenas perceptible, y luego desvió la mirada hacia el estanque, rompiendo el momento de intensidad entre ambas. Sin decir una palabra, T/N dio media vuelta y se alejó con su caminar calculado, pero en su expresión se mantenía aquella seriedad inquebrantable que, de algún modo, había dejado en Lapis una extraña sensación de expectativa, como si aquella mirada hubiera sido el inicio de algo mucho más profundo de lo que cualquier palabra pudiera expresar.

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