Chel - Camino a El Dorado
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Chel - Camino a El Dorado
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El sol apenas comenzaba a caer sobre El Dorado, tiñendo el cielo de un anaranjado profundo, cuando Chel se encontraba en problemas, como de costumbre. Esta vez, su ambición la había llevado a adentrarse demasiado en la selva, más allá de los límites seguros del territorio. Había oído rumores de un pequeño templo olvidado, escondido entre la vegetación espesa, que guardaba tesoros abandonados. Pero no esperaba encontrarse con un grupo de saqueadores extranjeros, armados hasta los dientes y claramente decididos a no dejar sobrevivientes.
Chel había logrado evadirlos durante horas, moviéndose con la destreza de alguien acostumbrada a huir. Sin embargo, su suerte se agotó cuando una rama se rompió bajo su pie, revelando su posición. Tres hombres corpulentos, con machetes y arcos improvisados, la rodearon rápidamente.
—Bueno, miren lo que tenemos aquí —Gruñó uno de ellos, con una sonrisa cruel— ¿Qué hace una belleza como tú tan lejos de casa?
Chel retrocedió, su mente trabajando frenéticamente para encontrar una salida. Antes de que pudiera responder con alguna mentira ingeniosa, un silbido agudo cortó el aire. Una flecha, rápida y precisa, atravesó el hombro del saqueador más cercano, derribándolo al suelo. Los otros dos se giraron alarmados, buscando el origen del ataque.
Desde las sombras de los árboles emergió T/N, su arco todavía tensado, con una expresión que mezclaba determinación y peligro. Su figura era imponente, los músculos de sus brazos tensos mientras se preparaba para disparar de nuevo.
—Si valoran sus vidas, retrocedan —Advirtió T/N con una voz firme que no admitía réplica.
Los saqueadores, aunque renuentes, entendieron que estaban en desventaja. Lanzaron una última mirada a Chel antes de huir, cargando a su compañero herido. Cuando el último de ellos desapareció entre la espesura, T/N bajó su arco y caminó hacia Chel.
—¿Estás bien? —Preguntó, sus ojos recorriendo a Chel en busca de heridas.
Chel, todavía recuperándose del susto, sonrió con nerviosismo. Su mirada se posó en T/N, notando la confianza en sus movimientos y la intensidad en su mirada. Era impresionante, y no solo por haberla salvado.
—Estoy bien, gracias a ti —Respondió Chel, dejando que su sonrisa se transformara en una expresión más coqueta—Parece que tengo una deuda contigo.
T/N frunció el ceño ligeramente, sin caer de inmediato en el juego de Chel. En lugar de responder, extendió una mano para ayudarla a levantarse. Chel tomó la mano, pero en lugar de soltarse de inmediato, se inclinó hacia T/N, acercándose lo suficiente para que sus rostros estuvieran a pocos centímetros de distancia.
—¿Sabes? —Murmuró Chel con voz suave—no es todos los días que una mujer como tú aparece para salvarme. Debería encontrar una forma de agradecértelo... adecuadamente.
T/N, acostumbrada a situaciones de peligro, no esperaba sentirse desarmada de esta manera. Su mirada bajó instintivamente a los labios de Chel, pero antes de que pudiera decir algo, Chel inclinó ligeramente la cabeza y le dio un beso casto en la mejilla. Fue un toque breve, apenas un roce, pero suficiente para hacer que T/N parpadeara, sorprendida.
—Gracias —Susurró Chel, con una sonrisa traviesa antes de apartarse y caminar unos pasos hacia la dirección del pueblo—Espero verte de nuevo, cazadora.
T/N se quedó inmóvil por un momento, observando cómo Chel se alejaba con esa confianza natural que parecía iluminar todo a su paso. Finalmente, sacudió la cabeza, un pequeño atisbo de sonrisa apareciendo en sus labios. Sabía que no sería la última vez que sus caminos se cruzarían.
Y así comenzó algo que ni T/N ni Chel podían haber anticipado, una conexión que iba más allá de un simple rescate, nacida en el corazón de una selva llena de secretos y peligros.
...
En la cálida tierra de El Dorado, los días eran largos y brillantes, el aire siempre estaba cargado de aventura. Chel vivía en el corazón de la ciudad dorada, pero su verdadera pasión no residía entre las altas pirámides ni en los rituales de su gente. Era una cazadora de sueños, una estafadora con la mirada fija en horizontes lejanos. Aunque su fama como mujer audaz y hermosa precedía su paso, su corazón pertenecía a alguien especial T/N.
T/N era la protectora de la ciudad, encargada de la cacería y la vigilancia de los bosques que rodeaban El Dorado. Su habilidad con el arco y la lanza era legendaria, y su mirada, siempre alerta, inspiraba respeto y temor por igual. La relación entre Chel y T/N era intensa y apasionada, un reflejo de sus fuertes personalidades. Chel amaba profundamente a T/N, pero su espíritu libre a veces la llevaba a situaciones complicadas.
Un día, dos extranjeros llegaron a la ciudad. Miguel y Tulio, con sus ropajes extraños y sus sonrisas fáciles, se presentaron como dioses enviados por los cielos. Chel, siempre intrigada por lo nuevo y diferente, pronto se acercó a ellos, encantada por su humor y su ingenio. Miguel, con su naturaleza juguetona y cálida, la trató con un respeto cauteloso, pero Tulio tenía una mirada astuta y un descaro que atraparon la atención de Chel.
T/N, desde las sombras de los árboles que bordeaban la plaza, observaba con el ceño fruncido. La forma en que Chel reía a carcajadas con Tulio, cómo inclinaba la cabeza hacia él y le ofrecía esas sonrisas que T/N conocía tan bien, encendió una chispa de celos en su pecho. Era un sentimiento nuevo para ella, y no le gustaba nada.
Mientras los días pasaban, Tulio no perdió la oportunidad de coquetear con Chel. Él era encantador, y aunque su interés no parecía ir más allá de un simple juego, Chel, divertida por la atención, decidió seguirle el ritmo. Sus intercambios eran rápidos, cargados de insinuaciones, y para cualquier espectador casual, parecían dos amantes en ciernes. T/N, siempre observando desde la distancia, sintió cómo la rabia crecía dentro de ella. Cada sonrisa, cada toque casual entre Chel y Tulio era como un desafío directo a su posición en la vida de Chel.
Finalmente, una tarde, T/N no pudo soportarlo más. En el centro de la plaza, bajo la mirada curiosa de los habitantes de El Dorado, T/N se acercó a Chel con pasos firmes, ignorando a Tulio y Miguel por completo.
—Chel —Dijo, su voz baja pero cargada de emociones contenidas— ¿Podemos hablar?
Chel, sorprendida por la seriedad en el rostro de T/N, asintió y dejó a Tulio con una sonrisa despreocupada. Sin embargo, antes de que pudiera decir algo, T/N tomó su mano y la llevó hacia los bordes de la ciudad, donde el bullicio no podía alcanzarlas.
—¿Qué está pasando contigo? —Preguntó T/N, cruzándose de brazos y mirándola fijamente— ¿Por qué coqueteas con ese extranjero como si yo no existiera?
Chel parpadeó, sorprendida por el tono directo de T/N. Luego, una sonrisa juguetona apareció en sus labios.
—¿Celos, T/N? —Preguntó, dando un paso hacia ella— No sabía que tenías esa faceta.
—No es gracioso, Chel. Estoy hablando en serio—La voz de T/N tembló ligeramente, traicionando la intensidad de sus sentimientos.
La sonrisa de Chel se desvaneció al notar el brillo de preocupación en los ojos de T/N. Con un suspiro, tomó las manos de su pareja y las apretó con fuerza.
—T/N, no tienes nada de qué preocuparte. Tulio es... un entretenimiento pasajero. Nadie podría reemplazarte—Su voz era suave y sincera, y T/N sintió que las palabras derretían la dureza que había construido en su corazón.
T/N suspiró y, después de un momento, permitió que Chel la abrazara. Aunque todavía sentía el aguijón de los celos, sabía que las palabras de Chel eran genuinas. Al final del día, Chel siempre volvía a ella, y eso era lo único que realmente importaba. Mientras tanto, desde la distancia, Miguel observaba la escena con una sonrisa melancólica.
Tulio simplemente se encogía de hombros y murmuraba "Bueno, no se puede ganar siempre".
...
El sonido suave del agua del río cercano llenaba el aire en la pequeña casa que Chel y T/N compartían, un refugio construido con madera oscura y decorado con detalles en tonos cálidos. Aunque era modesta, cada rincón estaba impregnado de la personalidad de ambas: armas cuidadosamente colgadas en las paredes que pertenecían a T/N, y pequeños adornos y joyas que Chel había acumulado con el tiempo.
Era una noche tranquila, pero en el aire se sentía una tensión palpable. T/N estaba sentada cerca de la ventana, afilando meticulosamente la hoja de su lanza, sus movimientos metódicos y casi agresivos. Aunque no decía una palabra, Chel podía sentir el peso de los pensamientos de su pareja, especialmente después de su interacción con Tulio ese día.
Chel, siempre observadora, no tardó en notar el ceño fruncido en el rostro de T/N, la rigidez en sus hombros. Sonrió para sí misma, divertida y enternecida al mismo tiempo. Sabía exactamente qué pasaba, y no iba a dejar que esa noche terminara con una barrera invisible entre ellas.
—¿Piensas desgastar la lanza antes de usarla? —Bromeó Chel desde la cama, donde estaba sentada con las piernas cruzadas.
T/N no respondió de inmediato, solo se detuvo por un segundo, pero luego continuó con su tarea.
Chel soltó un suspiro teatral y se levantó. Su andar era lento y calculado, como el de un felino acechando a su presa. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, se inclinó ligeramente sobre T/N, apoyando sus manos en los hombros tensos de su pareja.
—T/N, mírame —Dijo con voz suave, pero firme.
T/N vaciló antes de levantar la mirada, sus ojos oscuros encontrándose con los de Chel. Había algo en su expresión que Chel entendía perfectamente, una mezcla de inseguridad y celos, emociones que no combinaban con la fuerte y decidida cazadora que conocía.
—Sabes que no tienes que preocuparte por Tulio ¿Verdad? —Continuó Chel, su voz acariciando las palabras como si fueran seda— Es divertido, sí, pero no significa nada para mí. Tú eres la única que importa.
T/N dejó escapar un leve suspiro, pero antes de que pudiera decir algo, Chel tomó el rostro de su pareja entre sus manos, obligándola a mirarla de cerca.
—Déjame demostrártelo.
Chel no dio tiempo para una respuesta. Se inclinó y atrapó los labios de T/N en un beso profundo y apasionado, poniendo en él todo el fuego y la devoción que sentía. No fue un beso superficial ni juguetón, sino uno que buscaba borrar cualquier duda en el corazón de T/N.
T/N, al principio rígida, finalmente dejó caer la lanza que tenía en la mano y respondió al beso con la misma intensidad. Sus manos encontraron la cintura de Chel, atrayéndola más cerca, como si necesitara sentir cada parte de ella para creer en sus palabras. El tiempo pareció detenerse mientras el beso se profundizaba. Chel se apartó apenas un instante para respirar, sus labios curvándose en una sonrisa satisfecha.
—¿Ya te quedó claro? —Susurró, con los ojos brillantes y llenos de picardía.
T/N, aún sin aliento, soltó una leve risa y negó con la cabeza.
—Eres imposible, Chel.
—Y tú me amas por eso —Respondió Chel, antes de besarla de nuevo, esta vez con más suavidad, como una promesa silenciosa de que, pase lo que pase, siempre regresarían la una a la otra.
...
En el interior, Chel descansaba en la cama, tarareando una melodía mientras trenzaba su largo cabello negro con una flor que había recogido esa mañana. T/N había salido temprano y aún no había regresado. Aunque Chel no solía preocuparse por la ausencia de su pareja, confiaba plenamente en las habilidades de T/N para moverse por la selva; pero no pudo evitar sentir cierta curiosidad por el motivo de su tardanza.
Cuando el sonido de pasos crujió sobre las hojas secas del exterior, Chel levantó la vista, y una sonrisa se dibujó en sus labios al reconocer la silueta de T/N cruzando la puerta. Sin embargo, algo era diferente, T/N sostenía algo detrás de su espalda, y había una expresión misteriosa en su rostro.
—¿Qué estás tramando? —Preguntó Chel, entrecerrando los ojos con una sonrisa pícara mientras se sentaba con las piernas cruzadas en la cama.
T/N se detuvo en el centro de la habitación, con una ligera sonrisa en los labios, antes de sacar lentamente el objeto oculto detrás de su espalda. Era un pequeño estuche de madera finamente tallado. Chel arqueó una ceja, intrigada.
—¿Y eso? —Preguntó, inclinándose ligeramente hacia adelante.
—Es para ti —Respondió T/N con voz serena, acercándose y entregándole el estuche.
Chel lo tomó con cuidado, sus dedos rozando los de T/N por un breve momento. La curiosidad brillaba en sus ojos mientras abría el estuche. Dentro, perfectamente colocados sobre un fondo de tela oscura, había un par de brazaletes, un collar y unos pendientes de oro puro. Cada pieza estaba finamente trabajada, con intrincados diseños que parecían reflejar los patrones del sol y las estrellas.
Por un momento, Chel se quedó sin palabras, algo poco común para ella. Sus ojos recorrieron los accesorios, brillando tanto como el propio oro.
—¿Esto es... oro de verdad? —Preguntó, mirando a T/N con incredulidad.
T/N asintió, su expresión más suave de lo habitual.
—Sí. Los encontré esta mañana en una de las antiguas cámaras del templo al que fui a cazar. Pensé que te gustaría.
Chel soltó una carcajada suave, sacudiendo la cabeza mientras examinaba las piezas con cuidado.
—¿"Pensaste que me gustaría"? —Repitió con tono burlón— T/N, esto es más que un simple gusto. Es... hermoso. Son perfectos.
T/N se rascó la nuca, un leve rubor asomando en sus mejillas. Aunque su naturaleza era más práctica y directa, siempre disfrutaba viendo a Chel emocionada, y claramente había acertado con este regalo.
—Quiero que tengas algo digno de ti, algo que combine con lo increíble que eres —Dijo finalmente, su voz baja pero llena de sinceridad.
Chel dejó de admirar las joyas para mirar a T/N. Una sonrisa cálida apareció en su rostro mientras se levantaba, llevando consigo el estuche. Se acercó a T/N y, con un movimiento rápido y decidido, envolvió sus brazos alrededor del cuello de su pareja, atrayéndola hacia sí.
—¿Y qué hice para merecer a alguien como tú? —Murmuró Chel, sus labios apenas a un suspiro de distancia de los de T/N.
Antes de que T/N pudiera responder, Chel la besó, un gesto suave; pero cargado de gratitud y cariño. Cuando se separaron, Chel sonrió y sostuvo el collar entre sus manos.
—¿Me ayudas a ponérmelo? —Preguntó, girándose de espaldas a T/N y apartando su cabello con elegancia.
T/N tomó el collar con cuidado y lo colocó alrededor del cuello de Chel, asegurándose de ajustarlo perfectamente. Al terminar, Chel giró sobre sus talones y se pavoneó hacia un pequeño espejo de mano.
—¿Qué tal? —Preguntó, girando ligeramente para mostrar las joyas.
—Perfecto —Respondió T/N, con una sonrisa genuina.
Chel se acercó de nuevo, esta vez dejando un beso suave en la mejilla de T/N.
—Gracias, cazadora. Creo que esto merece una buena recompensa más tarde —Dijo con un guiño antes de alejarse, haciendo sonar los brazaletes de oro en sus muñecas mientras volvía a la cama, más radiante que nunca.
Y aunque T/N no lo diría en voz alta, ver a Chel tan feliz era la mejor recompensa que podría pedir.
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