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Bella - La Bella y la Bestia


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Bella - La Bella y la Bestia

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El pueblo siempre había sido cruel con quienes no encajaban en su idea de normalidad. Desde generaciones atrás, sus habitantes se aferraban a costumbres rígidas y a la desconfianza hacia lo diferente. Bella, con su amor por los libros y su espíritu libre, había sido vista durante mucho tiempo como una joven extraña, una rareza en un lugar donde las mujeres debían conformarse con tareas domésticas y no con la ambición del conocimiento. Sin embargo, nunca había sido completamente rechazada. En el fondo, la gente la consideraba excéntrica, pero inofensiva.

Pero cuando T/N apareció en su vida, todo cambió. Los murmullos se volvieron susurros venenosos. "La ha embrujado", decían. "Seguro que la atrapó con algún hechizo." Bella, con la cabeza en alto, nunca prestó atención a esas habladurías. Su amor por T/N no era algo que necesitara explicación o justificación. Era real, tan real como el viento que acariciaba su rostro o como la calidez de las páginas de un libro recién abierto.

T/N, por su parte, tampoco parecía darle importancia. Había aprendido desde pequeña a ignorar los prejuicios de la gente del pueblo. Se negaba a moldearse según sus expectativas. Siempre vestía con ropas prácticas, sin encajes ni colores suaves, y su actitud desafiante la hacía destacar entre los demás. Nunca buscó la aprobación de nadie, salvo la de Bella. Porque Bella era diferente. Bella la veía, realmente la veía, sin miedo ni juicios.


—¿Has leído este? —Preguntó T/N, extendiéndole un libro envuelto con cuidado en un paño de lino.


Bella sonrió con emoción, tomando el libro con delicadeza, casi con reverencia.


—¡Oh, T/N! Es uno de mis favoritos, pero no tenía una copia propia ¿Cómo lo conseguiste?


T/N se encogió de hombros con aparente indiferencia, pero la leve curva de sus labios traicionó su satisfacción.


—Tuve que intercambiarlo con un mercader que pasó por la aldea. Parece que no todos creen que soy un monstruo.


Bella suspiró y le tomó la mano con ternura. Sus dedos acariciaron con suavidad la piel de T/N, como si pudiera borrar con su tacto las palabras crueles que otros le habían lanzado.


—No hagas caso a lo que dicen. Sabes que nada de eso es cierto.

—Lo sé —Respondió T/N, dándole un leve apretón—Aunque a veces, sólo a veces, desearía que nos dejaran en paz.


El único que realmente las apoyaba era Maurice, el padre de Bella. Siempre se emocionaba al ver a su hija tan feliz, y desde que T/N entró en su vida, Bella irradiaba una luz especial.


—Si mi hija sonríe tanto contigo, entonces debes de ser alguien especial —Le dijo un día a T/N mientras ajustaba una de sus extrañas máquinas en el taller de su hogar.


T/N sintió un nudo en la garganta. No estaba acostumbrada a recibir palabras amables de los adultos del pueblo, mucho menos de un padre que apoyara su relación con su hija.


—Haré todo lo posible por hacerla feliz, señor —Respondió con seriedad.


Maurice sonrió con complicidad, limpiándose el hollín de las manos con un trapo.


—No tienes que prometerme nada. Sólo sigue siendo tú misma.


Los días pasaban, y aunque los rumores no cesaban, Bella y T/N encontraron refugio en su pequeño mundo. Leían juntas bajo los árboles del campo, paseaban lejos del pueblo, donde nadie podía juzgarlas, y compartían secretos en la biblioteca de Bella, entre estanterías polvorientas y velas titilantes. En esos momentos, eran sólo ellas dos, sin susurros ni miradas acusadoras.

Bella era la primera en entender las heridas invisibles que T/N llevaba consigo, y T/N se convirtió en la fortaleza de Bella cuando el peso de las habladurías intentaba aplastarla. 

Pero no todos podían aceptar lo que no comprendían. Uno de ellos era Gastón, el hombre más engreído del pueblo y eterno pretendiente de Bella. Durante meses había intentado cortejarla, convencido de que ninguna mujer podía resistirse a su "Encanto". Sin embargo, ver a Bella tan feliz con alguien más lo enfurecía. Más aún cuando ese alguien era T/N.

Un día, en el mercado, decidió que había tenido suficiente.


—Bella, no entiendo qué ves en esa... criatura —Dijo con desdén, bloqueándole el paso con su corpulenta figura— Yo soy el mejor partido aquí ¿Por qué sigues con ella?


Bella lo miró con frialdad, sin titubeos.


—Porque la amo —Respondió con claridad, sin una pizca de duda en su voz.


El murmullo en el mercado se detuvo de inmediato. No era un secreto que Bella y T/N estaban juntas, pero nadie esperaba que lo dijera tan abiertamente. Gastón parpadeó, atónito. No podía procesar lo que acababa de escuchar.


—Esto... esto es un error —Balbuceó, tratando de mantener su arrogancia—Debes estar confundida.


Bella se cruzó de brazos, su expresión firme.


—No lo estoy. Y no necesito que me digas cómo debo sentirme.


La multitud observaba en silencio, como si esperaran que Bella se retractara. Pero ella no lo hizo. En su lugar, tomó la mano de T/N con orgullo y se alejó, con la cabeza en alto.

Desde su puesto en el mercado, Maurice había presenciado la escena y asintió con orgullo. Su hija era valiente, y sabía que juntas podrían enfrentar cualquier obstáculo. Porque el amor, cuando es verdadero, siempre encuentra la forma de florecer, incluso en medio de la adversidad.

...


El sol comenzaba a ocultarse tras las colinas, bañando el claro del bosque en un resplandor dorado. El cielo, teñido de pinceladas anaranjadas y rosadas, proyectaba su reflejo sobre la hierba salpicada de flores silvestres. Una brisa templada susurraba entre las ramas de los árboles, meciendo suavemente las hojas y llenando el aire con el aroma fresco de la naturaleza.

Bella y T/N habían decidido alejarse del bullicio del pueblo por unas horas, buscando un rincón donde la tranquilidad no estuviera manchada por los murmullos y juicios ajenos. Caminando entre los árboles, hallaron un claro bañado por los últimos rayos del sol, donde la hierba era blanda y los sonidos de la naturaleza se entrelazaban en una melodía apacible. Allí, se acomodaron juntas, disfrutando del silencio compartido, de la compañía mutua que no requería palabras.

T/N, con los ojos perdidos en la danza de las copas de los árboles, sintió el impulso de hacer aquel momento aún más especial. Con cuidado, deslizó su mano hasta su regazo y extrajo una rosa de pétalos rojos y vibrantes. La flor, recogida minutos antes con la más pura intención, parecía latir en su palma, como si comprendiera la emoción que embargaba su corazón.

Con una sonrisa ladeada, T/N extendió la rosa hacia Bella.


—Para ti —Dijo en voz baja, con un destello de ternura en la mirada.


Bella parpadeó, sorprendida por el gesto. Sus mejillas se tiñeron de un leve rubor mientras tomaba la rosa con delicadeza, sosteniéndola entre sus dedos como si fuera un tesoro frágil y valioso.


—Es preciosa... —Murmuró, observando los pétalos que reflejaban los últimos resplandores dorados del atardecer.


T/N inclinó levemente la cabeza, sus labios curvándose en una sonrisa cargada de picardía.


—Como tú.


Bella alzó la vista rápidamente, encontrándose con aquellos ojos que la observaban con un brillo cálido y sincero. Su corazón tamborileó contra su pecho y sin poder evitarlo, una risa suave escapó de sus labios. Llevó la rosa a su nariz y aspiró su fragancia, cerrando los ojos por un instante como si quisiera grabar aquel aroma en su memoria.

Luego, sin previo aviso, Bella se inclinó hacia T/N y depositó un beso sonoro en su mejilla, su piel rosada por la emoción del momento.


—¡Vaya! —Exclamó T/N, llevándose una mano al rostro con fingida sorpresa— ¿Estás segura de que no eres una bruja? Me tienes completamente hechizada.


Bella dejó escapar una risita traviesa y sostuvo su mirada con una mezcla de diversión y ternura.


—Si lo soy, entonces soy una bruja que te ha enamorado.


El mundo pareció detenerse en aquel instante. El viento cesó, las hojas quedaron en pausa en su vaivén, y los sonidos del bosque se tornaron un eco lejano. Solo existían ellas dos, envueltas en la calidez del momento, en la dulzura de aquella confesión apenas velada.

T/N entrecerró los ojos, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza, cada compás resonando en su pecho como una melodía encantada. Bella, sin apartar la mirada, acortó la distancia entre ambas con una lentitud intencionada, permitiendo que la anticipación danzara entre ellas como una llama creciente.  Entonces, con la suavidad de una caricia, sus labios se encontraron. El roce fue delicado al inicio, un roce tímido que temblaba con la emoción de lo nuevo, pero que pronto se tornó más firme, más profundo. Bella deslizó su mano hasta la mejilla de T/N, sus dedos rozando su piel con ternura, mientras T/N rodeaba su cintura con los brazos, atrayéndola más cerca, como si temiera que el hechizo se rompiera si se separaban.

El bosque fue testigo de su amor, un amor puro y libre, que florecía lejos de las miradas inquisitivas del pueblo. Bajo el cielo teñido de fuego y entre la brisa que susurraba promesas de eternidad, Bella y T/N sellaron su historia con aquel beso, tan eterno como la naturaleza que las rodeaba.

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