Poema añejado en la medianoche
Bajo las piedras
bajo las cosas
no queda nada y todo brilla
en una luz llena de nostalgia,
oh, muerte ¿qué acabas de decirme?
te aproximas a mi oído,
como si estuviera acostumbrado
a olvidarte, como si no fueras
oscuro grito del mundo,
como si no escupiera
en el amor de esta aérea ebriedad
como si no fueras a escucharme.
Escúchame entonces, tú, de la sonrisa,
tú la finalidad de todo lo vivo,
que tu cercanía duele hasta la semilla íntima
osca y sorda medianoche del tiempo.
¿Por qué bailas conmigo?
por qué no tengo cenizas de besos
cicatrices en la garganta que calla,
¿por qué estás cerca mío?
Oh, abandóname, si no me abrazara
tu acertijo, como los ríos, que cubren los sueños,
en su tránsito amargo por los pechos,
en ti no sólo yo he pensado. Hay quienes te aman.
Hay quienes te buscan pero son luminosos,
hay quienes te duermen con amapolas de fuego,
hay quienes te encuentran, y, oh, dicha,
con que júbilo hermoso se van hasta no volver,
de viaje por las calles más allá de todo,
como aquello que da sentido a las palabras,
da sentido a la vida, como la luz que
creciera y da sentido a la oscuridad,
en el último parpadeo creciendo de los ojos.
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