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Nadie ha de cruzar el abismo que hay hasta ti
nadie puede verse sin mirar un espejismo
porque cuando se muestra esconde el fruto de sí
la cáscara que entrega es sólo el velo de sí mismo,
es más, la vomita, para renunciar al sufrimiento
de albergar palabras vagabundas en el pecho.
Cada cual esconde un tesoro en el sentimiento,
que nadie ha de encontrarlo nunca, en su desierto,
aunque naveguen por millas de cuerpos y de seres
aunque se entreguen enteros como el sol.
Si se borra nuestro nombre de las arenas mudas
recuérdame que el tiempo es solitario y que perece
en las bahías atestadas de barcos en que soy
en la guerra que existe en la interioridad desnuda.
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