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Contemplo todas las mañanas el trino divino de la guerra
sobre las montañas y el mar, desde mi puerta.
Así fui de lugar en lugar, en todos los lugares había una parte de mí.
Una luna sin resplandor menguaba,
en su abrazo de nocturna madre, no encontré otro hijo suyo,
las sombras me habían convencido en desistir.
en ningún pueblo ni desierto encontré la risa pesada como pluma,
el desconsuelo colmó mi corazón.
En ningún lugar hallé hueso inquebrantable,
señales de una respiración abierta, un fémur con señales silvestres impregnadas.
Ahí lo imposible, lo imprescindible; una letra que la belleza ha escogido entre todas.
¿En dónde más los ojos han de buscarse cuerpo?
¿Qué corazón me habrá palpitado?
En qué estrellas mis palabras como secretas balas fueron escogidas.
En qué ocaso del mundo mi soplo dibujó risas y lágrimas en rostros.
El mundo gira por girar. No se dirige a parte alguna, ¿Qué motivación tiene su giro?
Es indiferente y la ambición del tiempo, hábil asesino, cubre con su sombra todos los sueños.
¿Así la vida sólo por la vida sigue viva?
¡Qué hermoso sacrilegio es el que brota en la semilla de agua!
¿Cómo despedirse alguna vez de todo?
Una vez que sentimos ese viejo presentimiento,
ambiguo y poderoso cerrar de los ojos
en que estaremos vivos.
Nos movemos entre alba y ocaso, entre selva y océano;
conjuro que reside en las maquinarias de sangreque nos mantienen despiertos,E
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