Capítulo 3. Solución científica
- ¡Vamos, conejito, tenemos que irnos ya!- un peliturquesa esperaba impaciente fuera de la casa con un caso de moto bajo su brazo.
- ¡Ya voy, ya voy!- dijo apurado el pelimorado cerrando la puerta de su hogar para luego acercarse a su esposo- Perdona, no encontraba una camisa de cuello alto para tapar tus "travesuras"- le miró acusador mostrándole sus marcas en su cuello de la anterior noche.
- Ya... lo siento, es que no pude resistirme, jeje- le dijo apenado y con una gotita en la cabeza, con una mano detrás de su cabeza.
- Ajá~- suspiró poniéndose el casco de la moto en su cabeza, abrochado este-. Bueno, vamos.
Bon sonrió, se subió a la moto que solían usar para sus citas o quedadas con los amigos. El más bajo de colocó detrás del moreno, abrazando fuerte su cintura, mientras que el otro hacía rugir con energía el motor de aquella moto.
A unos pocos kilómetros de allá, una joven científica de chocolateados cabellos y grandes gafas terminaba de observar con detenimiento el resultado de su experimento recién probado. Estaba siendo un gran éxito.
- Perfecto...- apuntó los datos en su pequeña libreta de notas mientras tomaba un sorbo de su café recién hecho-... Mmm... aunque, tal vez si...- borró una parte del boceto del prototipo y dibujó otra parte-... reduzco el tamaño de la tuerca... y aumento la velocidad de la turbina de aire... tal vez sea más efectivo...
Sonrió satisfecha cerrando la libreta y tomando una llave inglesa acercándose al proyecto dispuesta a efectuar sus cambios, pero el sonido de golpes sutiles en la puerta de su laboratorio hicieron que se detuviera.
- Toc, toc, ¿se puede entrar? - dijo una voz masculina bromeando, haciendo sonreír más a la fémina porque sabía de quién se trataba.
- Oh, no esperaba visitas -se giró sobre sí misma, dirigiéndose a la puerta y recibiendo a los recién llegados-. Jeje, qué gusto veros, chicos.
- Igualmente, Irene -abrazó a su amiga-. ¿Qué te cuentas por aquí?
La chica resopló con las manos en su cadera y soltó una risilla.
- Pues ya ves, con el mismo desastre de siempre, pero al menos voy avanzando con los experimentos. Ya no son tan desastrosos como los que hacía cuando era joven... -tomó su taza de café y bebió un poco del contenido- Por cierto, ¿a qué viene esta inesperada visita? Podríais haberme avisado para recoger al menos un poco.
- Eem... bueno... en realidad...- el pelimorado empezó a ponerse nervioso.
- Hemos venido a pedirte un favor...- dijo Bon interrumpiendo a su esposo.
- Oh, claro, ¿de qué se trata?
Ambos hombres se miraron entre ellos nerviosos y sonrojados, temiendo su reacción.
-Q-Queremos tener... u-un bebé...- tartamudeó el más bajo.
- Oh, ¿queréis adoptar? - preguntó con una sonrisa tomando más de su dulce café.
- E-Eh... n-no... en realidad queremos que sea...
- Biológico... nuestro...- sentenció el pelimorado, rojo de vergüenza.
La castaña al escuchar aquellas palabras solo pudo abrir los ojos como platos. Quiso decir algo en ese momento, pero el café se coló por su garganta, haciendo que se atragantara levemente y escupiera rápidamente aquel líquido caliente de su boca. Un "¡¿Q-Q-QUÉÉÉ?!" salió de su garganta tras recuperar un poco el aire. Bonnie, preocupado, le dio unos golpecitos en la espalda para ayudarle a respirar nuevamente.
- ¿E-Estás bien?
- S-Sí... -tosió con dificultad y en eso reaccionó- ¿P-Pero qué es eso de que queréis tener un bebé biológico? ¡Ambos sois hombres, ninguno se puede quedar embarazado!- gritó histérica.
- Eso mismo le dije pero... por eso creíamos que nos podrías ayudar...
La mujer suspiró y trató de calmarse. Se quitó las gafas masajeando su frente.
- A ver... si me ha quedado claro... los dos queréis tener un hijo -ambos asintieron- pero queréis que sea vuestro -volvieron a asentir- es decir que uno de los dos tiene que quedar... embarazado, ¿cierto? -asintieron sonrojados- ... ¿No es más fácil que sea por medio de una madre de alquiler?
- No, no, queremos que sea de los dos -abrazó posesivo el brazo de Bon.
- Está empeñado en ser "mamá", jeje -rió con una gotita en la cabeza.
- Ajá... Pues... -se rascó la nuca un poco nerviosa-... Bueno, no digo que no tenga algo para vuestro problema... pero... es experimental, todavía no lo he probado lo suficiente como para saber si funcionará bien del todo...
- Pero, ¿existe algo para que un hombre se quede embarazado?- exclamó sonrojado y sorprendido.
- Sí... trabajé en ello hace un par de meses... pero entre que me encargaron nuevos trabajos y se me juntó todo, no he tenido tiempo de seguir en ello...
- A-Aún así... ¿podríamos probarlo nosotros?- preguntó esperanzado el pelimorado.
- ¿Estáis seguros? Puede tener efectos secundarios y no quiero que me demandéis- soltó una risilla nerviosa y se cruzó de brazos.
- Seguro que no ocurre nada malo, siendo un experimento tuyo es probable que no sea tan grave.
Irene pareció meditarlo un poco. El varón de piel clara ya preparaba sus manos entrelazadas por si necesitaba utilizar una de sus caritas infalibles para conseguir lo que quería. La chica suspiró y se dirigió hacia la puerta de la sala. Se giró a los chicos y les hizo un movimiento de cabeza para que la siguieran. Ambos obedecieron al instante.
Recorrieron a paso rápido por la instalación del laboratorio donde estudiaba/trabajaba la más joven de los tres. Algunos compañeros del lugar la saludaban y otros tan sólo se quedaban mirando a sus acompañantes. Llegaron hasta una puerta blanca, la cual estaba cerrada. La castaña pasó una tarjeta que tenía colgada en su cuello con la ranura del lateral, haciendo que la Luz verde de la puerta se encendiera, accediendo el paso a los tres. Entraron en la sala. El blanco inundó sus pupilas. Todo estaba repleto de experimentos: proyectos, brebajes, piezas metálicas, hojas llenas de apuntes, etc. Mientras los hombres observaban cada rincón de la habitación, la fémina se dirigía a su "zona de trastos", buscando su supuesto método para embarazar hombres.
Sólo esperaba que funcionara como esperaba.
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