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Capítulo 21. El deseo de Bonnet

El reloj dio las siete y media de la tarde cuando la puerta principal de la casa de abrió dejando pasar a un hombre peliturquesa de veintiocho años que iba de la mano con su pequeña hija de cuatro, quien le ayudaba a cargar una de las bolsas de tela que usaban para las compras. Ambos llevaban ropas abrigadoras y guantes que les protegían del frío helado del invierno, además de que la niña llevaba un gorrito lila con orejitas de conejo cosidas a mano, un regalo de parte de una de sus tías.

— Waaah, qué frío hace~— temblaba la pelimorada dejando la bolsa en el suelo para abrazarse a sí misma con sus brazos, mirando cómo su padre cargaba el resto de bolsas y las llevaba a la cocina tras cerrar la puerta para mantener el calor de la casa—. Se está mucho mejor en casita, ¿verdad, papi?— sonrió tiernamente contagiando al mayor que se acercó para ayudarla a quitarse su abrigo.

— Tienes razón, conejita— dejó su abrigo de lado y tomó su gorro para llevarlo a su cuarto—. ¿Qué tal si te pones el pijama y me ayudas a guardar las compras? Esperaremos a que llegue mamá para la cena, ¿sí?

— ¡Sí!— dijo con emoción y corrió hacia su cuarto con una gran sonrisa, Bon no evitó suspirar de ternura.

Mientras recogía las bolsas con la compra en sus respectivos lugares en la cocina no evitó perderse en su mente llena de diversos pensamientos a lo largo de los cuatro años que habían pasado desde que Bonnet llegó al mundo. Había sido una montaña rusa de emociones, más para el pelimorado, quien por cierto ahora mismo estaba en la discográfica de música más conocida de la ciudad al haber recibido la oportunidad de trabajar allí tras publicar una de las muchas canciones que había estado compuesto, sobre todo durante su embarazo, en un concurso de la radio pública. Habían reconocido el enorme talento que tenía y él no quiso desaprovechar aquella gran oportunidad de hacer lo que más amaba en el mundo -a parte de pasar tiempo con su esposo y su hijita- y ganar algo de dinero por ello. Bon estaba súper orgulloso de él y lo apoyó desde el primer momento cuando empezó hace ya dos años.

A pesar de que ambos padres trabajaban, a Bonnet no le faltaba nada de cariño de su parte, si no estaba con su "madre" estaba con su padre y viceversa, pero sus momentos favoritos eran cuando ambos podían estar con ella. Cuando jugaban juntos, cantaban las canciones que ambos habían creado para ella y les contaban anécdotas graciosas de ellos cuando eran jóvenes junto a sus tíos y tías, a quienes veía a menudo junto a sus amigos Jay y Roxy. No podía pedir más.

¿O quizás sí?

— ¡Ya llegué!— en ese momento Bonnie entró por la puerta, refugiándose del frío de la calle y deleitándose con el calorcito de su hogar.

— ¡Conejito!— sonrió ante el llamado de su esposo, quien salió de la cocina y lo abrazó por la cintura, dándole un gran beso en los labios mientras lo alzaba y lo hacía girar en sus brazos—. Bienvenido a casa, amor.

— Qué entusiasmo, ¿tanto me extrañabas?— rió ligeramente aún siendo levantado por los brazos fuertes del contrario posando los suyos en sus hombros.

— Síp, llevo toda la tarde extrañando tus mimos, conejito— le hizo un puchero ya dejándolo en el suelo pero sin dejar de abrazarlo, podía sentir que realmente tenía frío y él iba a darle el calor que necesitaba—. Y no solo yo te he extrañado~.

— ¡Mami!— sus cariñitos fueron interrumpidos en cuanto la pequeña pelimorada salió de su cuarto y vio al de mirada rubí en la entrada—. ¡Por fin llegaste!— bajó con torpeza y rapidez las escaleras, casi cayéndose de estas, pero los reflejos del pelimorado fueron mayores y logró atraparla antes de que se cayera.

— Ten cuidado, conejita, podrías hacerte daño— abrazó a su pequeña y le dio besitos en su rostro—. Aah, también te he echado de menos, mi niña hermosa~.

— Hey, ¿y yo qué?— se cruzó de brazos el moreno que no estaba recibiendo aquellos besitos de parte de su amado, pero la risita de ambos pelimorados le alegraron el alma.

— Cierto, papi también se merece muchos besitos— dijo Bonnet estirando sus manitas hacia el moreno de ojos verdes, Bonnie no se opuso ante su idea y ambos se abalanzaron contra este para llenarlo de abrazos y muchos besos.

Más tarde se encontraban los tres cenando entre risas y comentarios espontáneos mientras disfrutaban del momento en familia. Sin embargo, Bonnie notó que su pequeña andaba un tanto distraída y lo sabía porque estaba tardando mucho en comer su plato, y eso que había hecho puré de zanahoria, su plato favorito.

— ¿Todo bien, Bonnet?— preguntó preocupado a su hija, sentía que quería contarles algo pero que no se atrevía a decirlo, la conocía muy bien—. Apenas has probado el puré.

— Mmm... Sí, mami— musitó con la mirada perdida jugando con la cuchara en su plato—. Estaba pensando... Ya sé qué quiero por Navidad.

— Ah, ¿esa guitarra con luces que hemos visto antes?— recordó el peliturquesa los ojitos brillosos de la pequeña cuando pasaron por una juguetería y vio aquella pequeña guitarra con botones de luces que al parecer al apretarlo tocaba múltiples canciones conocidas—. Pues ya sabes que tienes que escribir tu cartita a Santa para que te lo traiga.

— Hum... La verdad, creo que prefiero otra cosa— empezó a jugar con sus dedos, aquella manía la había aprendido del pelimorado, quien hacía lo mismo ante un momento de nerviosismo—. ¿Puedo contároslo?

Ambos adultos se miraron entre ellos con una mueca de preocupación, pero sin dudarlo asintieron ante la pregunta de su retoño. Sabían que tenían la confianza completa de la pelimorada, ella casi siempre solía preguntar las cosas sin dudar, era muy curiosa y al ser tan pequeña casi nunca tenía filtro al hablar, por eso les pareció tan raro que les pidiera permiso para contarles aquello.

— Quiero un hermanito.

(...)

Bonnie se miró al espejo mientras se preparaba para dormir, se sentía más cansado que de costumbre. Habían estado hablado con su hija sobre su peculiar regalo deseado y no encontraba una forma de explicarle a su conejita lo difícil que sería cumplirle aquel deseo. Ahora que ambos tenían trabajo y se turnaban para poder cuidarla el mayor tiempo posible que estaba en casa o en la guardería sentía que un segundo hijo complicaría las cosas. Obviamente no había hablado de esto con Bon, él no creía que el moreno tuviera el deseo de aumentar la familia, lo veía conforme con únicamente su pequeña princesa junto a él.

Suspiró y salió del baño dirigiéndose a la cama para echarse encima boca abajo, frunció el entrecejo fatigado, tanto pensar le estaba dando dolor de cabeza. Se arrastró por las sábanas hasta que llegó a la cabecera de esta y se acurrucó bajo las mantas hecho bolita. Sabía que tenía que hablar con Bon de todo esto, pero por alguna razón le daba demasiado miedo. ¿Y si se lo tomaba a mal? ¿Y si realmente ya no quería tener más hijos? Sin poder evitarlo una gran tristeza inundó su corazón y una lágrima traicionera bajó por su pálida mejilla.

— Uff, vaya que ha costado dormirla esta vez— entraba con una sonrisa cansada el peliturquesa a la habitación acercándose a la cama para tomar su pijama de debajo de la almohada y así empezar a cambiarse en frente del pelimorado, realmente no le daba vergüenza, ya se había visto de todas formas—. Realmente está decidida con la idea de querer un hermano— rió tranquilo poniéndose los pantalones del pijama—, ¿cómo crees que deberíamos...?— no terminó de hablar cuando un pequeño sollozo le llamó la atención—. Hey, conejito, ¿qué pasa? ¿Por qué lloras, amor?

Se alarmó al ver que el mayor de edad le daba la espalda y se tapaba más con las cobijas, tratando de acallar sus sollozos. Se tumbó a su lado y lo abrazó por la espalda de forma protectora, no le gustaba para nada ver llorar a su esposo, se le partía el alma y el corazón, por lo que trató de consolarlo con pequeños besos en su nuca y rodeándolo con sus brazos cálidos. Pasaron los próximos cinco minutos ahí abrazados sin decir nada hasta que Bonnie aflojó las sábanas lo suficiente como para dejar que Bon también se metiera dentro con él y se dio la vuelta para abrazarlo por el torso, desahogándose ahí mientras el moreno le acariciaba sus cabellos morados.

— ¿Ya estás mejor, conejito?— preguntó con voz suave y tranquilizadora el menor en edad, recibiendo un lento asentimiento del contrario para luego darle un besito en la frente—. ¿Quieres contarme lo que te pasa o prefieres que durmamos ya?

— Mmm...— musitó inseguro el más bajo sin salir de su escondite -el pecho del moreno-, pero sí que llegó a elevar su miradita rojiza llena de lágrimas y ese temor que el peliturquesa podía ver tan claramente—. Yo...— tragó fuerte apretando los labios, tenía la vaga sensación de que esto ya había pasado antes—. Yo sí quiero... otro bebé...

La suavidad con la que salieron aquellas tímidas palabras hizo que la piel de Bon se crispara por completo, ¿había escuchado bien? De los nervios comenzó a reír levemente, pero pronto aquellas risitas de convirtieron en largas carcajadas que hicieron fruncir el ceño al pelimorado.

— ¿D-De qué te ríes, Bon? ¡Lo digo muy en serio!— se quejó inflando las mejillas y amenazando con volver a llorar—. ¡Quiero otro hijo!

Lentamente las risas del peliturquesa cesaron y sus ojos esmeraldas conectaron con los rubíes del contrario, que de calmaron de la tormenta que yacía en ellos hasta que no sentía las lágrimas salir más.

— Cielo... ya lo sabía— sonrió aún con la diversión en su rostro al ver cómo la enojada carita del mayor se deformaba a una mueca de sorpresa y tristeza—. ¿Crees que no me daba cuenta de cómo mirabas con celos a las parejas con bebés? ¿O cómo sigues repitiendo lo rápido que crece Bonnet y lo mucho que extrañas tenerla más en brazos? Conejito, no puedes ocultarme nada, te conozco demasiado~.

A pesar de ver la sonrisa sincera en el rostro de su novio, Bonnie no pudo evitar volver a romper en llanto, escondiéndose ahora en el cuello del más alto.

— ¡Tonto!— golpeó sin fuerza el pecho del peliturquesa sin mirarlo a la cara—. Yo que trato de ser sincero contigo y me sales con estas cosas, ¡eres un...!— no pudo acabar su frase ya que una mano morena retiró los cabellos que se pegaban a sus rojas mejillas a causa de las lágrimas que las empapaban, haciendo que su boca fuera atrapaba por unos acaramelados labios que lo calmaron al instante.

No fue un beso inmediato, duró y duró hasta que finalmente cedió y le siguió los movimientos aferrándose tembloroso al cuerpo fornido del menor en edad. Se derretía al sentir cómo el contrario abrazaba posesivamente su cintura y llevaba el control de aquel delicioso contacto que le robaba el aliento como siempre.

— ¿Ya estás más tranquilo?— preguntó con una sonrisa acariciando la espalda del mayor, que se había montado encima de él aún tumbados en la cama—. ¿Quieres que lo hablemos?

— ¿Y qué quieres que hablemos?— gimió cansado de llorar el pelimorado con la mejilla en el hombro del menor—. Yo... Ya te he dicho que quiero otro bebé... y sé que tú no, así que...

— ¿Cuándo he dicho que no quiero otro bebé?— Bonnie se incorporó para ver a su esposo a la cara—. Me encantaría que pudiéramos aumentar nuestra familia, yo creía que aún no estabas del todo seguro, por eso no te dije nada, quería que tú me lo pidieras para estar totalmente seguro— se acercó para besar una de sus mejillas que seguía un poco húmeda, pero no le importó, lo importante era mimar ahora a su sensible marido—. De hecho, iba a decirte de cómo haremos para explicarle a Bonnet de dónde vienen los bebés para cuando te vea embarazado sin darle demasiados detalles— rió algo apenado pasando una mano por su nuca.

— ¿E-Embarazado?— le miró sorprendido y sonrojado, lo segundo por su reciente muestra de afecto en su mejilla—. Bon... ¿No te molesta que me embarace de nuevo? Quiero decir... Ambos estamos bien con nuestros trabajos, apenas podemos ponernos de acuerdo para cuidar ambos de Bonnet y— su inseguridad se apoderó nuevamente de él— tú sabes lo inseguro que soy con mi cuerpo, cuando estaba embarazado siempre me preocupaba estar demasiado gordo y te hacía la vida imposible con mis antojos y cambios de humor...

— No te preocupes por eso, conejito, sabes que encontraremos una solución— lo abrazó nuevamente—. Lo importante ahora es... ¿tú quieres? Sabes que todo depende de la decisión que tomes tú, por algo tu cargaste con Bonnet todos esos pesados meses, yo solo me ocupé de cuidarte y de que fueran un poco más llevaderos, es lo menos que podía hacer. Pero no me importa pasar por ello de nuevo si el resultado es un hermoso conejito tan lindo como lo es Bonnet.

Tras esas palabras Bonnie no se aguantó y se abalanzó hacia el contrario para darle amorosos besos por todo su rostro moreno, escuchando su grave pero atractiva risita sin importarle si su ligera barba le pinchaba levemente, realmente estaba demasiado feliz en ese momento. Bon se sorprendió ante sus besos sorpresa, pues le había pillado desprevenido, pero no se opuso, sino que lo abrazó igualmente y rodó con él por la cama, quedando nuevamente encima de él y ahora siendo quien le daba besos a su pareja.

— Aah... Me alegra que hayamos hablado de esto, Bon— sonrió por fin tranquilo con sus manos en las mejillas del menor en edad, pero hubo algo en su mirada esmeralda que le hizo estremecer—. Maestro... ¿En qué piensas?

— Bueno... Bonnet está dormida y ahora que estábamos hablando sobre hacer bebés~— se relamió los labios lascivamente mientras veía a su conejito como una perfecta presa para su hambre de lujuria—. Creo que ya sabes en qué estoy pensando...

— A-Ah, y-yo...— no pudo decir más en el momento en que se dio cuenta de que de ahí no saldría sin dolor de caderas.

(...)

— Mmgh... A-Aah... B-Bon, n-no tan fuerte~...— el pelimorado casi no podía controlar sus ruidosos gemidos mientras sus caderas se movían con fuerza sobre el miembro despierto de su pareja que sujetaba sus inquietas caderas.

—Shh~, conejito, no tan alto, despertarás a la nena— gruñó con la voz ronca tratando de enfocar sus embestidas en el punto dulce del mayor pero igualmente tratando de no gemir muy fuerte, tal vez tendrían que haber activado el campo anti-sonidos de su habitación, ahora que lo pensaba.

— N-No puedo... Aaah~...— agarró una de las manos del moreno mientras que con la otra pellizcaba uno de sus pezones, logrando así que una gran descarga eléctrica recorriera su espina dorsal hasta su palpitante y desatendido miembro—. ¡Kyaaa~!

(...)

Eran las dos y media de la tarde cuando Bon terminó su jornada laboral, despidiéndose de sus compañeros y la secretaria de recepción por último, saliendo del hospital y dirigiéndose a su coche para ir directamente a buscar a su hija a la guardería. A pesar de acostarse anoche un tanto más tarde de lo normal no se sentía para nada cansado, ¿cómo estarlo si había tenido un gran momento íntimo con su conejito? A pesar de que estaban todos los días juntos apenas tenían intimidad al estar pendientes de Bonnet, así que lo de ayer realmente fue un desliz imprudente, aún más cuando la pequeña se despertó unos minutos después de que terminaran a causa de una pesadilla, por lo que tuvo que hacerle compañía hasta que se durmiera de nuevo.

Al llegar se dio cuenta de que su pequeña estaba ya en la puerta esperándolo, al parecer Roxy y Jay ya habían sido recogido por sus padres, por lo que solo quedaba ella. Con una sonrisa se acercó a ella, quien no lo había notado por estar viendo un papel que tenía en sus manitas con una sonrisa que le alegró el corazón al peliturquesa.

— Princesita del rock, su carroza llegó para llevarla a casa— mencionó con burla agachándose a la altura de la pelimorada que se sobresaltó al ver a su padre en frente de ella sin darse cuenta.

— ¡Papi!— sonrió inmediatamente abrazándose al moreno con fuerza, dejando que este la tomara en brazos—. Te tardaste, Roxy y Jay ya se fueron hace mucho— le hizo un ligero puchero que logró que el mayor le besara su frente con cariño.

— Lo siento, mi amor, papi se quedó un rato más para ayudar a sus compañeros en el trabajo, ya sabes que debemos ayudarnos entre todos para curar a aquellos que nos necesiten.

— Ya lo sé, papi, por eso eres el mejor— se abrazó nuevamente siendo correspondida—. ¡Ah! Hice un dibujo en la hora de plástica, lo hice para ti y para mami.

— ¿De verdad? Bueno, pues nos lo puedes enseñar cuando lleguemos a casa, mami vendrá por la tarde como siempre, pero nos ha preparado una rica comida, hoy toca macarrones con queso— dijo con una sonrisa mientras la llevaba hasta el auto y la colocaba en su silla especial en el asiento trasero.

— ¡Siiii~!— elevó los brazos con emoción y guardó su dibujo en su mochila dejándola a su lado.

Al llegar a casa fueron directos a la cocina para empezar a comer, obviamente después de lavarse las manos, y la niña no evitó empezar a contarle a su padre todo lo que había hecho ese día en la guardería con sus amigos, además de que no había aguantado las ganas de contarles sobre su regalo de Navidad, algo que ya se esperaba el moreno. Sin duda su gran entusiasmo lo había heredado de su conejito.

— ¡Mira, mira, lo hice pensando en cuando tenga a mi hermanito!— saltó de la mesa para correr en busca de su mochila, sacando con cuidado su hojita y llevándosela con una gran sonrisa a su padre quien tomó el dibujo con entusiasmo.

En el dibujo había cuatro figura de distintos tamaños y colores, pero el peliturquesa pudo diferenciarlos fácilmente. La figura más grande de color azul claro era él tomando la "mano" de la figura morada mediana, con rayones en la cabeza a modo de cabello, y en la otra mano agarraba la de la figuirita más pequeña, Bonnet. En los brazos de la figura morada había un pequeño bulto alargado igualmente azul con dos puntitos verdes en la cabeza, debían ser los ojos de su "hermanito". De título, el dibujo tenía unas grandes e irregulares letras en colores azules y morados que decía "Mi familia perfecta".

A Bon se le cristalizaron los ojos de la emoción al observar el pequeño detalle que había tenido la pequeña, por lo que con una sonrisa se acercó al frigorífico tomando un imán y pegando la hoja de papel en esta. La pelimorada no evitó sonreír igualmente emocionada.

— Ahora cada vez que entremos en la cocina podremos admirar tu bello dibujo, cariño— el peliturquesa tomó en brazos a su hija para besarle la mejilla mientras ella le abrazaba por el cuello.

— Te quiero, papi.

— Y yo a ti, princesita del rock.

(...)

Mientras tanto, en la disquera donde recientemente trabajaba el pelimorado.

— Vaya, Bonnie, estas partituras son increíbles— el editor que ojeaba las hojas del músico estaba impresionado—. Siento que cada vez mejoras más, ¿cómo tienes tanta inspiración?

— Bueno, ayuda mucho tener un maestro de música en casa— reía ligeramente recordando que aquella canción la había compuesto junto a su talentoso esposo, quien le había ayudado junto a su fiel guitarra como en los viejos tiempos.

— Este fácilmente podría convertirse en el próximo éxito del año, felicidades— el hombre le tendió la mano y Bonnie se la estrechó.

— Muchas gracias.

Tras esa corta charla con su editor, su jefe le dio el resto del día libre ya que había hecho un gran trabajo, por lo que aprovechó las dos horas que tenía antes de volver a casa para hacer una visita a una vieja amiga. Fue hacia el aparcamiento para sacar sus llaves y encender la moto con la que iba a trabajar. La tenía desde hace un par de años, ya que Bon usaba el coche que tenían más a menudo ya que el hospital estaba algo lejos y también lo usaba para llevar y recoger a Bonnet a la guardería. Así que cuando la vio en oferta no pudo evitar hacerle ojitos a su esposo para que le dejara comprarla, siendo al final una buena elección ya que así Bonnie podía ir a trabajar igualmente sin tener que ir en transporte público (ya que tenía una mala experiencia que lo marcó demasiado). 

Salió de la discográfica para dirigirse sin prisas al laboratorio donde trabajaba su castaña amiga, a pesar de no haber ido en un buen tiempo aún se acordaba de la ruta. Al llegar, aparcó y marchó directamente hacia el sector de investigación, teniendo que preguntar a algunas personas dónde estaba el espacio de la chica que buscaba.

— ¿Puedo ayudarte?— el pelimorado se sorprendió al ser interceptado por un hombre algo alto, aunque no tanto, de cabellos verdes, ojos plateados tras unas gafas rectangulares y la típica bata que llevaban todos los que trabajan allí.

— Busco a la científica Irene— dijo con una sonrisa, el contrario asintió con la cabeza y le hizo un gesto para que le siguiera.

Tras cruzar algunos pasillos más, llegaron a una puerta cerrada decorada con algunos papeles, el peliverde tocó la puerta antes de abrirla.

— Irene, te buscan— llamó a la más joven de ahí, ya que estaba junto a otra mujer también castaña pero con el cabello más largo, ojos de color miel y ropas holgadas.

— Ah, gracias, Law, de todas formas ya habíamos acabado por aquí— sonrió levantándose y ayudando igualmente a su amiga—. Bueno, Iza, avísame si notas más molestias, y no te olvides de descansar y tomar mucha agua, ¿sí?— la abrazó siendo correspondida.

— Claro, muchas gracias por preocuparte— le sonrió acariciando su pancita igualmente, girándose entonces hacia su esposo—. Ya nos vamos a casa, a Lawrence le han dado el resto del día libre.

— Ya, no me lo restriegues— le sacó la lengua en forma de berrinche a su compañero que sonreía con altanería abrazando a su mujer—. Anda, tortolitos, que yo tengo que seguir trabajando.

— Espera, ¿dónde está Zack?— preguntó la castaña más bajita mirando en todos lados de la habitación.

Bonnie se asomó igualmente tratando de ver qué ocurría, pero un tirón en sus piernas lo hizo bajar la mirada, encontrándose a un niño de cabellos igualmente verdes y ojos miel.

— ¡Ahí estás!— sin embargo, su escondite fue descubierto por su padre que se acercó para cargarlo sobre su hombro como un saco de patatas—. Ale, ya estamos todos, podemos irnos.

— No seas tan duro con el niño— reía Irene observando cómo el pequeño pataleaba y se quejaba mientras el mayor ni se inmutaba.

— Para que veas lo que tengo que aguantar todos los días— suspiró sin remedio su amiga y se despidió una vez más antes de retirarse con su esposo, fijándose en que aquel pelimorado que seguía ahí la miraba de manera extraña, pero igualmente le dio una pequeña sonrisa mientras se iba de la mano con su marido.

Bonnie no podía evitar sentirse feliz por ella, al parecer estaba esperando por otra bendición, pero igualmente le daba algo de envidia, pero para eso estaba aquí, y la castaña no lo iba a pasar por alto. Le dio permiso para pasar y se sentaron.

— Bien, Bonnie, ¿en qué puedo ayudarte? Porque no creo que hayas venido solo por visitarme— comentaba con cierto tono de obviedad en su voz, pero manteniéndose juguetona, Bonnie le siguió el juego.

— Veo que sigues tan directa como siempre— se rió un ratito antes de volver a su compostura—. De todas formas, igualmente sí venía a pedirte algo...

— Dime entonces.

— Bueno... Me preguntaba si...

— Suéltalo ya.

— ¿T-Tienes más pastillas para embarazarse?

Irene abrió los ojos con sorpresa, realmente no se esperaba eso. Aun así no evitó sonreír con gran alegría y asentir levantándose de su sitio para empezar a buscar entre sus inventos.

— Estás de suerte, aún me quedan algunas que me sobraron del último envío, me gusta tener muestras de mis inventos patentados— miraba entre las cajas y cajones buscando—. Supongo que habrás hablado de eso con Bon, ¿no?

— S-Sí, además de que Bonnet dijo que quería un hermano por Navidad— reía algo nervioso tratando de seguir la conversación mientras observaba a la chica buscar entre sus cosas.

— Ay, esa niña es un amor, se nota que es vuestra hija— se volvió a acercar en cuanto encontró lo que buscaba, una cajita con varias pastillas blancas dentro—. Esta es la pastilla que perfeccioné, ahora cuando te la tomes no parecerá que estás en celo— aquello hizo sonrojar al pelimorado—. Aunque también tengo otra variante, como recordarás, te crecerán los pechos por la producción de leche, pero si no quieres eso tengo otra pastilla similar pero no te cambiará físicamente, por si te molesta, entonces te doy a elegir.

— Mmm...— realmente se le hacía difícil esa elección, pero decidió no darle más vueltas—. Prefiero la normal, además, me da que a Bon también le gustará así— ambos se rieron—, y también porque así podré darle el pecho a mi nuevo bebé, y eso es maravilloso.

— Una buena elección— le tendió la pastilla con una sonrisa—. Ya sabes que adoro compartir mis inventos con vosotros, así que disfrutadlo. Oh, pero te aviso que en cuanto te tomes la pastilla sólo tendréis una hora para que funcione, así que no esperes mucho para pasar a la acción, ¿vale?

— Es bueno saberlo— le agradeció guardando la pastilla en su bolsillo—, muchísimas gracias, en serio.

— No es nada, sabes que es un placer para mí— se dieron un abrazo y acompañó al pelimorado a la puerta—. Oye, puedo cuidar de Bonnet cuando queráis poneros como conejos en celo, que lo sepas.

— ¡I-Irene!

— ¿A poco no tengo razón?

— ... ¿Para qué voy a decir que no si sí?

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Continuará....

NO ESTOY MUERTA

Ni la historia tampoco, menos ahora que yA CASI ALCANZA LAS 100K VISTAS AAAAAAAAAA

Muchísimas gracias en serio a todos los que siguen leyendo mis historias :"3 Que sepáis que si algún día llego a dejar Wattpad (que lo dudo), no borraré mi cuenta ni mis historias, porque sé que aún hay gente que las lee y no quiero quitarles eso uvu

En fin, eso es todo, baaai

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