Capítulo 19. Costumbre
(Este capítulo es puro relleno de azúcar sin nada interesante, te lo puedes saltar si quieres :3)
Ya había transcurrido un mes desde el nacimiento de la nueva conejita en la familia protagonista, y con cada día que pasaba, más crecía y más cosas nuevas aprendía la pequeña junto a sus papás. Gracias a la baja de paternidad, Bon pudo pasar mucho más tiempo junto a su esposo e hija.
— Buenos días, Bonnet— decía con voz dulce y delicada el mayor tomando en brazos a su pequeña pelimorada recién despertada—. ¿Cómo estás, mi nena?— le acariciaba los cabellos y carita con cuidado, para luego rozar sus narices.
— Waah~ naah~— la morena sonreía ampliamente y llevaba sus manitas a su boca, sin despegar la mirada de su papá, pues se sentía muy feliz y cómoda al estar cerca de él.
— Supongo que tendrás hambre, ¿no?— se dirigió a la salida del cuarto de su hija para poder mirar sigilosamente cómo su conejito dormía a pierna suelta en la cama con una gran sonrisa y con obvios signos de estar en el quinto mundo de los sueños—. Bueno, hoy mami no podrá darte de desayunar, así que papi lo intentará— rió levemente mientras sonreía con dulzura al escuchar la ligera risita infantil de su pequeña. Era muy dulce y hermosa, igual a su esposo.
Bajó las escaleras con cuidado para luego ir a la cocina y abrir el refrigerador para sacar una dosis de leche para su pequeña. Al parecer el saca-leche que su madre les regaló les sirvió de mucho, aunque Bonnie no estaba del todo convencido. No era porque no quisiera que su pareja diera de comer a Bonnet, ni mucho menos, le encantaba que pasaran tiempo juntos, pero el inconveniente del aparato era que le hacía mucho daño al sacar su leche, ya que sus pezones eran muy sensibles. Aún así se esforzó para que su Boncito también disfrutara del momento de dar leche a su bebé, y él siempre lo mimaba para agradecer todo su esfuerzo, así que merecía la pena.
En pocos minutos, Bon había terminado de preparar el biberón para su pequeña, y estaba controlando la temperatura de este, asegurándose de que no estuviera ni muy fría ni muy caliente.
— ¿Cómo lo ves, conejita?— miraba el contenido a la luz, como si fuera un experimento de laboratorio, para luego enseñárselo a su pequeña para que la tocara—. ¿Está bien así o un poco más caliente?
— Ooh~...— miraba curiosa aquella botellita con el líquido blanquecino, poniendo sus manos sobre esta, rozando ligeramente sus deditos con los del mayor— Waah~— sonrío cogiendo la botella para intentar llevarla a su boca.
— Ya, ya, mi bebé— rió mientras se iba hacia el salón para sentarse en el sofá con su hija en brazos—. Se ve que tienes hambre.
Acercó la tetina del biberón a su boquita, y no tardó en rodearla con sus pequeños labios para empezar a succionar, bebiendo la leche de su interior. Bon sonreía al observar que su pequeña comía tranquila, aunque igualmente estaba algo nervioso, pues era una de las pocas veces que podía darle de comer, y encima sin la adorable mirada de su conejito encima, con su mejilla sobre su hombro mientras hacia pequeñas caricias en la cabecita de su hija. Se fijó en que Bonnet no apartaba la vista de sus ojos esmeralda. Se rió un poco mientras le hablaba ligeramente para mantenerla distraída.
Al terminar de desayunar la pequeña, Bon decidió dejarla en su cuarto y tratar de dormirla, pero un suspiro proveniente del cuarto de su marido le llamó la atención.
— Boh~— sin duda cuando Bonnie le llamaba de aquella forma era por dos razones: o estaba mimoso o, aunque lo dudaba, excitado. Movido por la primera opción, entró en la habitación, viendo cómo el pelimorado estaba aún tumbado en la cama, tapado hasta la cintura por las sábanas, bostezando de forma sutil y frotando su ojo derecho con ternura.
— Buenos días, cariño— se acercó para besar su mejilla mientras se sentaba en la orilla de la cama.
— Buenos días, maestro— musitó adormilado levantándose ligeramente para darle un piquito en los labios a su esposo—. ¿Llevas mucho rato despierto?
— No mucho, había ido a darle de desayunar a Bonnet— le mostró a la pequeña que seguía despierta y en sus brazos.
— Aww, mi pequeñina tenía hambre, ¿verdad?— la tomó delicadamente para besar su carita y hacerle algunos mimos—. Gracias por ocuparte, amor.
— No es nada, conejito, suponía que estarías cansado por lo que pasó anoche— le acarició los cabellos del lado derecho y acabó posando su mano en su mejilla, acariciándola con sumo cuidado.
— Tampoco fue para tanto, además, ya hacía tiempo que no lo hacíamos— sonrió mientras conectaba miradas con su pareja con un pequeño rubor en sus mejillas.
— Bueno, es cierto que no cocinamos juntos desde que me hicieron trabajar hasta tarde— rió un poco al recordar la noche anterior cuando se dispusieron a hacer algo especial para cenar y acabaron bañados en harina y huevos por todas partes, riendo y haciéndose múltiples cariñitos acabando por una ducha caliente y una sesión de sueño compartida. Miró a su esposo e hija jugar juntos—. Y voy a aprovechar estos momentos para atesorarte como es debido— se acercó más para seguir acariciando su mejilla, bajando por su mandíbula hasta posar su mano en su barbilla, acariciando su labio inferior con su dedo pulgar suavemente, haciendo erizar al contrario—, porque te amo, y quiero que siempre lo recuerdes.
— Bon...— suspiró ligeramente entrecortado, sus mejillas ardían y sus pupilas estaban dilatadas, enfocando directamente la hermosa sonrisa de su pareja, y no tardó en copiarla— Yo también te amo... mucho...
Acabaron acercando sus rostros aún más, girando sus cabezas, para luego fundir sus labios en un duradero y tierno beso. La pequeña, que chupaba su dedo de forma inconsciente, miraba con curiosidad cómo sus papás se besaban.
Al separarse, un rubor teñía sus mejillas, tal como lo hacían cuando apenas tenían unos días de noviazgo en su adolescencia. El peliturquesa rozó sus narices de forma mimosa, haciendo reír a su pareja. Tenía ganas de abrazarlo y llenarlo de besos, pero recordó que Bonnet seguía en sus brazos, por lo que se mordió el labio de forma inconsciente, pero que resultó un gesto muy atractivo para su esposo, el cual se sonrojó más de lo debido. Carraspeó su garganta.
— B-Bueno, supongo que querrás desayunar, ¿no?— preguntó de forma obvia, escuchando un suspiro del contrario.
— Si lo preparas tú~...— murmuró como si no quisiera la cosa, pero era claro que quería ser un poco más consentido por el mayor, ¡es que amaba hasta el mínimo detalle del moreno!
Cuando volvió a dirigir su vista al menor, ya no estaba ahí, había salido para prepararle un gran desayuno a su conejito. Rió por lo bajo mientras miraba a su pequeña, que aún descansaba en sus brazos.
— No sé qué haría sin él, conejita— le besó suavemente su frente, acariciando una de sus mejillas.
Se levantó de la cama para dirigirse al cuarto de su hija y la dejó en su cuna, dejando que descansara un poco más. Suspiró y bajó a la cocina para ver cómo su maestro cocinaba con gran destreza, sintiendo que sus fosas nasales ya empezaban a reconocer el delicioso aroma a pan tostado y café recién hecho. Se acercó lentamente haciendo el meno ruido posible. Llegó a estar frente a la espalda del más alto y se abrazó a su cintura, hundiendo u cara en su omóplato derecho, sintiendo el sobresalto del contrario. Tan tranquilo que estaba en sus pensamientos, y él vino para explotar esa burbuja de concentración en lo que hacía.
— No lo niegues, te asusté— rió anticipándose a la respuesta de su amado.
— Se nota que algunas cosas no cambian, amor— suspiró con una sonrisa y un sonrojo sobre su rostro, abrazando las manos de su pareja sobre su abdomen.
— Bueno... Algunas cosas sí han cambiado— murmuró mientras se acurrucaba un poco más, sintiendo que sus pechos se aplastaban con la ancha espalda del más alto—. Pero estoy feliz de que hayan acabado así.
— ¿A qué te refieres, conejito?— apagó los fogones para darse la vuelta y mirar al rostro sonrojado del pelimorado, abrazándolo un poco más por la espalda.
— Hum... La verdad, es que a veces extraño verte... ponerte nervioso o más sonrojado de la cuenta— se mordió el labio inferior acariciando los hombros del moreno—. Te veías tan tierno y me daban tantas ganitas de darte muchos besitos en tus mejillas— agudizó su tono para escucharse aún más adorable, sonrojando a su marido.
— P-Pero, Bonnie, en eso no he cambiado— le acarició la mejilla derecha para que le mirara. Sus ojos tintineaban llenos de pureza y ternura—. A veces también me pones nervioso, sobre todo cuando te haces una coleta alta a tu manera, o cuando tocas la guitarra como siempre, o incluso con cualquier cosa que hagas, tú siempre me pones nervioso— le confesó mientras el sonrojo se extendía por sus orejas—. Otra cosa es que lo oculte para que... no pienses que parezco todavía aquel adolescente bobo y enamorado que conociste en el instituto.
Aquellas palabras sorprendieron al más bajito, quien solo soltó una risilla antes de acariciar las mejillas cálidas de Bon para rozar sutilmente sus narices y luego fundirse ambos en un dulce beso. El peliturquesa no podía estar más sorprendido, pero no se quejó de ese toque, hasta se encargó de profundizarlo un poco más, moviendo sus labios un tanto rápida y desesperada. El de piel pálida suspiraba entre el beso, pasando sus manos por el cuello de su pareja, sintiendo que este le elevaba ligeramente del suelo desde su cadera. Estaban absortos en su deseo de no separarse, aun cuando el respirar se les dificultaba, pero en eso se separaron con un pequeño hilo de saliva entre sus labios inferiores. Bonnie se encargó de romperlo con un piquito para su esposo.
— Maestro...— susurró contra la boca contraria con su típica y hermosa sonrisa—. Bien sabes que yo me enamoré de ese bobo y enamorado adolescente que conocí en el instituto. Al principio me enamoró tu forma de tocar la guitarra, luego fue la forma en la que me protegías— acariciaba el cuello del menor y se acercó a olerlo—. Entonces me enamoré de tu mirada, de tu sonrisa, de tus sonrojos y tus tartamudeos. Me enamoré de ti, Boh. Y eso es algo que nunca cambiaré por nada del mundo.
— Conejito— sentía sus ojos cálidos y listos para derramar gotas de felicidad, pero se contuvo cerrándolos y esbozando una sonrisa enorme—, no sé qué hice en mi vida pasada para merecer a un ángel tan bondadoso y hermoso como tú. Debí de perder la vida cientos de veces salvando miles de vidas para llegar a tenerte a mi lado— rozó sus narices escuchando la dulce risita del pelimorado—. Amo el sonido de tu risa, me das mucha calma y paz.
— Boh tonto y cursi— sonrío muy sonrojado abrazándose más al contrario—, te amo, maestro— dijo para luego besar la frente del moreno.
— Yo más, mi conejito hermoso— le devolvió el beso en los labios, dejándolo sentado en la encimera, sin dejar su beso—. Te daré más besos después, pero déjame terminar el desayuno, ¿sí?
— Síp, tengo mucha hambre— hizo un adorable mohín con sus manitas en su pancita, que aún estaba un poco hinchada desde que dio a luz.
Bon sonrió mientras volvía a la cocina y acababa de terminar de hacer las tortitas en su punto y servía el café recién hecho en un par de tazas. El pan tostado lo cazó al vuelo con un plato, poniéndolo en la mesa junto a la mermelada de moras, la favorita de su esposo. El pelimorado no apartaba la vista del cuerpo de su esposo, mordiéndose el labio inferior. Sus brazos fuertes y a la vista hacían que se notaran sus músculos, haciendo que jadeara. Sus pectorales se notaban por lo ajustada que era su camiseta, al igual que sus abdominales. Bajó un poco más la mirada hasta llegar a esa zona que le hizo salir humo por las orejas. Se notaba bastante que hacía mucho, pero mucho, tiempo que no tenían ese tipo de contacto físico, todo por culpa del embarazo. Justo cuando se dio la vuelta para tomar unos vasos del armario, observó su parte trasera, acabando por echarse aire con la mano. ¡¡Ese hombre era tan malditamente sexy!! Necesitaba calmarse, su libido estaba descontrolado. Respiró lentamente para tranquilizarse. Bajó de la encimera para sentarse en la mesa y tomar algo de café para despejarse. En eso sintió un beso en su cabeza, sonrió y aspiró el dulce aroma de las tortitas recién hechas con sirope de chocolate por encima.
— Bon appétit, conejito mío~— pronunció con un bonito francés antes de darle una morita en la boca.
— Mmm... ¡Qué rico!— gritó eufórico, su felicidad y adorabilidad había vuelto.
Desayunaron como era costumbre, con el rico olor de la comida recién hecha inundando el ambiente. El pelimorado se sentía en su salsa mientras comía de lo más feliz sus tortitas y el pan tostado con mermelada. Se sentía un rey en un gran banquete.
— Te has manchado, amor— rió divertido su esposo, tomando una servilleta y pasándola por su mejilla, para luego besarla—, ya está.
Sus blancas mejillas se tiñeron de un lindo carmín mientras sonreía con los mofletes llenos de tortitas de chocolate. Una imagen realmente tierna para el de cabellos turquesas. Acabaron de comer y se pusieron a recoger la cocina, y mientras Bonnie limpiaba la mesa el moreno se acercó por detrás besando su nuca.
— Oye, conejito, ¿qué te parece si nos vamos a pasear al parque con la nena?
— Sí, claro, hoy hace sol y le irá bien salir a tomar aire fresco— sonrió mientras le daba un beso a su esposo—. Voy por ella para vestirla.
El pelimorado salió de la cocina para ir a por su niñita. Bon sonrió con un pequeño sonrojo, su esposo era la mejor persona del mundo. ¿Cómo hubiera sido su vida si no lo hubiera conocido? Ni se lo quería imaginar. Suspiró antes de ir a su habitación para vestirse. Tomó lo primero que pilló y comenzó a desnudarse.
— Bueno, creo que esto será suficiente para que estés calentita, conejita— tomó en brazos a la bebé para plantarle un beso en su mejilla regordeta llena de amor.
— Waah~ Baah~— sonreía feliz de los mimos de su mamá.
— Bueno, vamos a que tu papi te cuide mientras me visto, ¿sí?— le hizo cosquillitas en su pancita mientras se reía. Pasó a la habitación de al lado para ir a ver a su esposo—. Amor, ¿puedes cuidar a Bonnet mientras me...?— miró a su pareja, pero quedó sin aire mientras veía cómo el moreno se ponía una camisa de botones blanca a cuadros azules.
— Ah, claro, conejito— dejó el último botón sin abrochar, dejando ver las marcas de su cuello tonificado, y se acercó para tomar en brazos a la pequeña—. Te esperaremos abajo, cielo— se agachó para besar su mejilla.
El pelimorado cerró la puerta y se recostó en ella con la cara roja y la respiración agitada. No podría aguantar más si su marido no dejaba de seducirle con ese cuerpazo de modelo que se trabajaba. Sacudió su cabeza y suspiró para empezar a vestirse para la calle.
Cuando ya estaban listos, salieron de su hogar para poder ir a caminar juntos en familia. Bon empujaba del carrito mientras que su marido se abrazaba a él por el brazo, muy cómodo. La brisa de la primavera acariciaba sus rostros, y los leves movimientos del cochecito hacían que la pequeña se durmiera con su chupete en la boca. Bonnie no podía estar más feliz junto a ellos, amaba a su pequeña y aún más a su esposo. Le dio un beso en su mejilla morena din aviso y se volvió a acurrucar en su brazo. Bon sonrió.
— Te amo, cielo— susurró en su oído para devolverle el beso.
— Yo también, maestro— su sonrisa no podía ser más grande.
Diez minutos más de camino bastaron para llegar al hermoso y bien cuidado parque que mantenía todo su esplendor desde hacía más de treinta años. El dulce y hermoso aroma de las flores y la hierba recién cortada inundaba el ambiente dando un toque tranquilo y lleno de armonía. El pelimorado respiró profundamente con su sonrisa imborrable, observando que había pocas personas aún siendo un día digno de un paseo.
— ¡Mira, maestro!— señaló entusiasmado el de piel blanca— Es nuestra banca, donde siempre practicábamos guitarra.
— Vaya, no ha cambiado nada—abrazó por la cintura a su pareja—. Aún me acuerdo de cuando siempre llegabas antes que yo. Nunca me dijiste cómo lo hacías.
— Es un secreto que me llevaré a la tumba— rió dándole un toque en la nariz—. Vamos.
Se tomaron de la mano y se dirigieron a la banca donde practicaban cuando todavía eran simples amigos. El árbol plantado al lado les permitía recibir la ración proporcionada de sol y sombra. Era un sitio perfecto, tal vez algún día podrían hacer un picnic con sus amigos. Bon se sentó primero en la banca y suspiró, seguido de su amado, quien se sentó de perfil en sus piernas, abrazando su cuello. Habían dejado el carrito de bebé a su lado, pues la pequeña aún dormía y no la querían molestar. Se besaron lentamente, con el sutil viento meciendo la coleta del mayor en edad y los cabellos del moreno. Se miraron al separarse y no tardaron en volver a besarse. Bon le acariciaba la mejilla y la espalda al pelimorado, y este pasaba sus manos por su cabello, despeinándolos un poco más. Se observaron a los ojos, suspirando con una sonrisa y sin dejar de acariciarse entre ellos. El de mirada rojiza juntó sus frentes y besó la nariz del más alto. Estaban muy absortos en su burbujita de amor, pero un leve llanto los alarmó.
— Vaya, creo que alguien también quiere mimos— Bonnie se levantó para tomar a su bebé en brazos, volviendo a sentarse en las piernas del moreno—. Mira, pequeña, aquí fue donde tu papi y yo practicábamos guitarra— le acariciaba las mejillas.
— Tal vez, cuando crezcas un poco más, te contaremos cómo nos conocimos tu mami y yo, conejita— besó los cabellos de su hija.
Los ojos rojos de la pequeña criatura se abrieron para ver a sus padres, quienes la miraban con ternura y cariño. Elevó sus manitos para que le dieran más mimos, y el peliturquesa acercó sus dedos para que esta los agarrara con algo de fuerza, haciéndoles reír. Miró a su esposo unos momentos para ver su rostro. Se alegró de ver ese brillo tan hermoso en sus ojos, casi igual al que tenía cuando tocaba su preciado instrumento. Luego miró a su hija. Tenía sus ojos iguales, sólo que un poco más grandes, llenos de ilusión e inocencia.
Tras unos minutos más decidieron seguir con el paseo, escuchando los gorgoritos de la pequeña, pues como había dormido bastante ya no tenía sueño, sólo quería que le diesen atención. Justo en eso pasó alguien a quien conocían bien.
— ¡Bon, Bonnie, cuánto tiempo!— una mujer castaña llegó a saludarles, sabía que salir a pasear no sería en vano.
— ¡Irene!— el pelimorado la saludó con un abrazo— ¿Qué tal has estado?
— Ya sabes, con un montón de proyectos en mente, otros en proceso y aún patentando algunos para que se puedan comercializar, lo mismo de todos los días— suspiró con una sonrisa—. ¿Y vosotros qué? Por lo que veo ya nació vuestra pequeña, ¿no?
— Sí, de hecho habíamos salido un rato para que tomara un poco el aire— el peliturquesa la tomó en brazos para enseñársela a su amiga—. Se llama Bonnet, y ya tiene un mes.
—¡Aww, por favor, qué cosita tan linda!— se emocionó la fémina al ver a la pelimorada— Es una preciosidad, no me la imaginaba tan hermosa... Ha salido exacta a Bonnie, no me extraña— rió para luego tomarla en brazos.
— Sacó toda la ternura de mi conejito— abrazó por la espalda al pelimorado, quien estaba sonrojado por tantos halagos hacia él.
— Boh, no es cierto, sacó tu belleza, eso seguro— sonrió muy feliz.
— Es una mezcla perfecta de ambos— sentenció la mujer mirando a los ojos de la pequeña—. Muchas felicidades, chicos, es una niña hermosa. Estoy segura que será realmente feliz con vosotros.
— Gracias, Irene— respondió el pelimorado tomando devuelta a su hija.
— Me ha alegrado mucho veros, chicos, pero tengo que volver— se despedía la chica—. Si alguna vez necesitáis niñera para Bonnet, podéis contar conmigo.
— Muchas gracias— el peliturquesa le agradeció abrazando a su familia.
— Nos veremos chicos— le acarició los cabellos a la pequeña—, hasta otro día, chiquitina.
— Adiós— se despidió la pareja de su amiga, la cual se despedía con la mano.
Y así fueron por caminos distintos, hasta que llegaron a casa.
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Puro relleno </3
Prometo que en el próximo ya habrá salseo 030
¡Gracias por las 50K vistas! <3
Chau~
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