Capítulo 18. Familia de conejitos
— Es tan bonita— suspiraba el pelimorado mientras veía dormir a su hija en su cuna, arropada con una manta y un chupete en la boca.
— Es tan linda como tú, mi amor— le respondía su marido, quien lo abrazaba por la espalda e igualmente admiraba a la pequeña pelimorada que dormía plácidamente.
Habían pasado dos días desde que nació la pequeña Bonnet, y ambos padres primerizos estaban muy entusiasmados de tenerla por fin en sus brazos. Tantos meses de espera habían merecido plenamente la pena.
— Boh, no digas eso— se sonrojó el de piel blanca acurrucándose más sobre el pecho de su amado—. Me da penita.
— Sólo digo la verdad, mi conejito— el peliturquesa le besó sus cabellos y posó su cabeza en su hombro—. Bonnet ha sacado toda tu adorabilidad y ternura.
Bonnie, sonrojado, no contestó ante tal confesión. Tan sólo soltó una ligera risita y siguió admirando al fruto que ambos habían cultivado con tanto cariño y amor. Sus manos de un tono de piel algo moreno estaban cerradas de modo que agarraban con algo de fuerza las mantas que la rodeaban. Se sentía cálida y protegida, tal como había estado dentro de su "mamá". Ambos adultos se quedaron unos minutos más, observando con ternura a su hija, hasta que el moreno avisó de que ya debían ir a dormir.
— Ve primero tú, ahora iré a contigo, cielo— besó al más alto con lentitud y luego volteó su vista a la pequeña—. No me creo que ya estés aquí, conejita— Bonnie se había agachado para poder acariciar una de sus suaves mejillas rellenitas—, llevábamos tanto tiempo esperando este momento... Y por fin llegaste al mundo. A nuestro mundo— sonrió inconscientemente y llevó su mano a la manita de la criatura—. Ya verás que serás muy feliz conmigo y tu papi Bon— rió por cómo se escuchaba aquel apodo—. Descansa, mi niña, que tengas muy lindos sueños— besó su frente suave con cuidado y salió de la habitación muy lentamente, apagando la luz y volteando la puerta.
Suspiró mientras entraba a su habitación, viendo a su esposo con su torso descubierto estando a punto de ponerse el pijama.
— ¿Sabes, amor?— preguntó dulcemente, tocando el hombro del contrario, haciéndolo girar y ver sus ojitos rojos brillando—. Parece que esta noche hará calor, así que, si quieres, podemos dormir... más fresquitos~— pronunció lentamente desabrochando igualmente su camisa.
— ¿Estás seguro, cielo?— sonrió ante esa coqueta idea mientras lo abrazaba por la cintura y se acercaba a su rostro—. Bonnet está en la habitación de al lado, no creo que quiera que la despertemos si quisiéramos... jugar...— ante esa insinuación el pelimorado no evitó soltar una pequeña risilla.
— Eres muy travieso, maestro, pero sabes que aún no podemos hacer eso— le picó la nariz con las mejillas rojas y besó tiernamente sus labios.
— Lo sé, conejito, sólo quería verte sonrojado una vez más— le dijo con voz dulce y melosa mientras le daba un beso esquimal, escuchando la dulce risa de su marido.
Terminaron besándose con delicadeza, mientras Bonnie acariciaba el cabello y espalda del más alto, el contrario le sujetaba con protección de la cintura. Se separaron y se miraron a los ojos con una gran sonrisa y un rubor decorando sus mejillas. Ambos se ayudaron a desvestirse, quedando ambos en ropa interior —aunque el pelimorado aún usaba sujetador por el tamaño de su pecho, pero igual seguía usando bóxers—, y se tumbaron en la cama, muy abrazados. El pelimorado abrazaba el torso de Bon con una mano en su fuerte pecho, mientras que el peliturquesa le acariciaba el cabello con lentitud.
— Boh— llamó al contrario con ternura—, ¿te he dicho ya lo mucho muchísimo que te amo?— se acurrucó más en su agarre.
— Hoy van siete veces y contando, amor— rió levemente y besó sus cabellos—. ¿A qué viene la pregunta, cariño?
— No sé— suspiró con una sonrisa—, supongo que me gusta saber que no te cansas de que lo repita tanto...
— Nunca llegaré a cansarme, me hace muy feliz que me digas que me amas tanto como yo lo hago contigo— lo abrazó más y lo miró a los ojos, aunque el contrario los tuviera clavados en su piel morena—. De hecho, si algún día dejaras de decírmelo... Me pondría muy triste.
— ¿Qué? Pero no quiero que mi maestro esté triste— elevó su mirada para conectarla con las brillantes esmeraldas de su esposo, haciendo una mueca triste pero muy adorable—. No quiero verte triste, amor mío— le acarició las mejillas, besándolas al mismo tiempo.
— No estaré triste, conejito, siempre y cuando me sigas diciendo que me amas y pueda darte besitos como siempre— le devolvió los besos en su rostro, abrazándolo con dulzura.
— Hum... Yo te amo mucho, Boh~— se acurrucó a su lado.
— Y yo más, mi dulce Bonnie— le tomo la mano, entrelazando los dedos y acariciando sus nudillos.
Tras unos momentos, el de piel clara acabó durmiendo, mientras su esposo sonreía y le olía los cabellos en silencio y lo arropaba a su lado.
— Mmm...— el moreno se perdía en el dulce aroma de su amado, oliendo hasta su cuello con sigilo— Me gusta tu nuevo champú con olor a lavanda, conejito— susurró escuchando los pequeños ronquidos de su esposo en su oreja.
Al final el sueño acabó por mandarle a soñar junto a su esposo, aún sin soltarle la mano y con Bonnie abrazado a su pecho, con su mejilla encima de su corazón.
Unas horas más tarde, a las tres de la mañana sonaba un leve llanto desde la cuna de una pequeña conejita, la cual había despertado de sus sueños tras sentir que tenía hambre. Como instinto, comenzó a sollozar, esperando que alguno de sus padres acudiera a su llamado.
— ¡Waaah! ¡Waaaah!— apretaba su manta con sus manitas y había soltado su chupete, el cual había quedado en las sábanas.
Ambos padres estaban durmiendo demasiado profundo, hasta que el pelimorado empezaba a despertar al escuchar a su hija, abriendo entonces los ojos rápidamente y salir de la cama para ver a la pequeña. Entrando con cuidado y encendiendo una pequeña lámpara de sobremesa, llegó hasta donde la pelimorada, quien lloraba aún esperando atención.
— No llores, mi niña— hablaba dulcemente con una pizca de sueño el mayor, tomando en brazos a la pequeña criatura y meciéndola con delicadeza—. Shh, calma, bebé, mami está aquí— recordó lo que su madre en sus tiempos le decía para calmarlo, y funcionó, la pequeña de ojos rubí se había calmado levemente, pero seguía necesitando algo—. Eso es, tranquila~... ¿Qué ocurre? ¿Tienes hambre?— no sabía muy bien qué necesitaba, aún no dominaba bien el lenguaje de su hija, pero era cuestión de tiempo, y reaccionó al ver que Bonnet giraba su cabeza en dirección a su pecho y lo palpaba, como si quisiera comer.
Tras unos minutos el pelimorado se encontraba sentado en una silla en la habitación de su hija, mientras esta se alimentaba en el regazo de su "madre". Bonnie suspiró cansado, pero con una sonrisa dirigida a su pequeña bebé, ahora entendía el por qué ser padre significaba renunciar al sueño, pero no le importaba. Con tal de pasar tiempo con aquella linda y dulce criatura le era más que suficiente para ser feliz, obviamente, al lado de su amado y preciado maestro. En media hora, la pequeña terminó durmiéndose de nuevo, y Bonnie la acostó en su cuna, dándole un beso en la frente.
— Buenas noches, conejita— deseó dulcemente y salió para acostarse de nuevo al lado de su esposo, quien palpaba la cama extrañando su presencia.
(...)
Los días pasaron, y aquella familia de conejitos no podía estar más unida. Aunque el trabajo del peliturquesa lo mantenía un tanto ocupado, el pelimorado se las apañaba bien para cuidar a Bonnet, y ya empezaba a comprender lo que necesitaba cada vez que lloraba o se quejaba.
— Holi, mi pequeñina— tomaba en brazos a la pelimorada, quien lo miraba con una pequeña sonrisita—. ¿Sabes? Hoy hace un día muy bueno para salir a pasear. Además, seguro que a tus titos les gustará quedar para conocerte— rozó sus narices y llevó a su pequeña al cambiador para cambiarle la ropita y ponerle una un poco más abrigada.
Una vez lista su pequeña tomó su móvil para llamar a su amiga rubia mientras dejaba el aparato en la mesa para hablar mientras jugaba un poco con su hija.
— ¿Aló?— contestó una voz aguda al otro lado de la línea.
— Hola, Chica— respondió el pelimorado con júbilo—. Soy yo, Bonnie.
— Oh, Bonnie, ¡qué alegría oírte!— la rubia sonrió mientras se sentaba en el sofá de su casa—. Desde que nació tu pequeña no he sabido nada de ti. ¿Cómo estás? ¿Está bien tu bebé?
— Sí, estamos bien los dos— tomó a su hija en brazos mientras la acunaba levemente y le acariciaba sus cabellitos—. Oye, ¿estás ocupada?
— Para nada, estaba con Fox bañando a Roxy, ¿por qué?— contestó tranquila.
— Esperaba poder quedar con los demás para que conocieran a Bonnet— sonrió mientras veía con una sonrisa a su retoña, quien se llevaba una mano a la boca inconscientemente pero de forma adorable.
— ¡Pero, claro que sí! ¡Ya quiero conocerla!— gritó feliz, ansiosa por conocer a su nueva "sobrina"— ¡Fox, viste a Roxy, nos vamos a ver a Bonnie y su hija!
El pelimorado rió con ganas al escuchar a sus amigos ansiosos por ver a su pequeña, aunque en parte estaba algo triste, ya que su marido aun estaba en el trabajo, y no podría estar con todos. Suspiró y volvió a mirar a su hija, la cual no dejaba de mirarlo con curiosidad en sus ojitos grandes y brillantes. Sonrió, le recordaba demasiado a él mismo.
— Avisaré a Freddy, Joy, Golden, Meg y Spring, tienen que conocerla también— contaba alegre la rubia—. Bonnie, ¿te parece si quedamos en la cafetería de siempre?
— Claro, Chica, me parece perfecto. Nos veremos allí— se despidió y colgó, guardando el móvil en su bolsillo y mirando nuevamente a su pequeña—. Bueno, mi conejita, vamos a ver a tus nuevos titos— bajó a la planta de abajo para poner a su hija en el cochecito—. Puedes dormir un ratito si quieres, tardaremos unos minutos en llegar— le picó su nariz y sus mejillas con ternura.
Bonnet miró al pelimorado con curiosidad antes de sonreír. Al mayor se le hacía demasiado adorable aquel gesto de su niña, y no evitó soltar una pequeña risa antes de ponerle su chupete para que durmiera mejor. Justo antes de salir, recibió una llamada de un número conocido.
— ¡Hola, cielo!— contestó con una gran sonrisa y un leve rubor en las mejillas.
— Hola, conejito, ¿cómo estás?— respondió una suave voz al otro lado, obviamente la de su esposo.
— Muy bien, maestro, estaba a punto de salir con Bonnet. Vamos a ver a los chicos para que la conozcan.
— Genial, puede que llegue a tiempo para ir igualmente, hoy saldré más pronto— suspiró con una sonrisa—. Además, ya no soportaba las quejas de Joy y Meg con eso de que querían conocer a nuestra pequeña.
— Bueno, es normal, Chica igual sonaba muy emocionada— soltó una leve risita.
— Ya me imagino— rió igualmente—. Bueno, amor, sólo llamaba para saber si estabas bien.
— Sí, estamos bien ambos— miró hacia su pequeña que ya se había dormido, sonriendo con ternura.
— Me alegro mucho— se escuchó un aviso de fondo—. Perdona, ya me llaman.
— Está bien, maestro— lanzó un beso por el teléfono—. Te amo.
— Yo más, mi vida— mandó otro beso igual—. Te veré en una hora con los demás.
— Oki, hasta luego, cariño— y colgó tras escuchar la risa de su amado, soltando un suspiro de enamorado—. Tu papi siempre sabe cómo animarme— acarició la carita de la pequeña morena y salió de casa, cerrando la puerta con llaves.
(...)
— ¡Aww, que cosita tan linda y adorable!— todas las chicas allí presentes miraban con emoción y ternura a la pequeña pelimorada.
— Enhorabuena por vuestra hija, enano— felicitó el pelirrojo con una sonrisa al más bajo.
— Muchas gracias, poste— rió con un leve sonrojo en sus mejillas.
— Ha salido exacta a ti, amigo— el castaño sonreía—, tiene tu mismo color de cabello y ojos, se nota que tus genes son dominantes ante los de Bon.
— Bueno, Bonnet heredó el color de su piel de caramelo— susurró con su sonrojo más notorio.
— Y dinos, ¿qué tal la experiencia de los primeros días?— preguntó el rubio con voz calmada.
— Pues la verdad es que no es para tanto. Llevo muchos años esperando a mi maestro llegar a casa hasta las tantas de la mañana, no es problema cuando Bonnet igual llora cuando necesita algo por la noche.
— Sí que hay que tener paciencia para aguantar eso— comentó el otro rubio más alto, cerrando un ojo como de costumbre.
— Tampoco es que dé tanto problema, es muy tranquilita, y apenas llora— bajó la mirada, ahora, desanimado—. Aunque por culpa del trabajo, Bon no pasa mucho tiempo con ella, y no quisiera que mi niña crezca sin compartir tiempo con su padre...
— ¿No puede cogerse una baja por paternidad?— preguntó el más alto de todos.
— No lo sé...— en eso alguien entró al café, pero nadie lo notó— Tendré que preguntarle y que... ¿eh?
— ¿Quién soy~?— una voz calmada pero con un tono pícaro le hizo sonrojar.
— Justo hablábamos de ti, perfecto y apuesto desconocido— jugó un poco soltando una risa y correspondiendo al beso plantado en sus labios.
— Vaya, vaya, ¿hablando a mis espaldas?— el peliturquesa se sentó entre su esposo y el rubio oscuro—. No me esperaba eso de mis mejores amigos.
— Bájale a tu ego, azulito— rió saludando al recién llegado con un apretón de manos—. Estábamos hablando del por qué eres el peor padre entre nosotros~— bromeó haciendo reír al resto.
— ¡Fox, eso no es cierto!— defendió el pelimorado tomando la mano de su pareja—. Mi Bon es el mejor padre de todos, y además también es el mejor esposo del mundo— les sacó la lengua de forma infantil aferrándose al brazo del moreno—. Que no esté tanto tiempo en casa como desearía, no le hace ser peor padre...
— Conejito— le llamó la atención al más bajo—, ¿sabes por qué salí antes de trabajar?
— ¿Hum?— le miró a los ojos— ¿Por qué?
— Pedí una baja de cinco semanas para pasar más tiempo contigo y Bonnet— le tomó de la mano y la besó con cuidado—. Sé que no he estado mucho en casa, pero ahora estaré para ayudarte en todo, mi amor.
La carita de Bonnie no podía irradiar más emoción y felicidad tras esa noticia. Con una gran sonrisa se abalanzó sobre su esposo besando sus suaves y dulces labios, escuchando las felicitaciones de sus amigos y los "Aleluyas" del pelirrojo.
Una vez las mujeres se calmaron por la emoción de la nueva bebé, empezaron a hablar y compartir consejos entre padres.
— Te daré un consejo, azulito— el de mirada oscura miraba al mencionado—. Si tu hija se pone a llorar cuando quiera atención, el contacto piel con piel es lo mejor para calmarla. Así que ya sabes, quítate la camisa y mata dos pájaros de un tiro— sonrió al ver la cara roja de su amigo pelimorado al imaginarse a su esposo con el torso descubierto con su pequeña acurrucada con él.
— Mmm... Suena efectivo— puso una mano en su barbilla, acariciando su pequeña barba, pensativo y con una sonrisa—. Puede que algún día lo pruebe, Fred.
— Pruébalo, es muy efectivo— le recomendó el pelirrojo, abrazando a su esposa quien le correspondía con una sonrisa y un leve sonrojo en sus mejillas blancas.
Bon sólo soltó una risilla, pero pronto paró al oír hablar a su esposo con su hija. Parecía que ya había despertado de su pequeña siesta y estaba elevando sus bracitos hacia el de mirada rubí, pidiendo con aquella acción que la cargara. Sonrió el pelimorado, tomando feliz a su pequeña en brazos y, de inmediato, pasársela a su esposo.
— Creo que quiere estar contigo, cielo— sonrió despreocupado el mayor de edad dejando en los brazos de su esposo a su preciada criaturita.
— Hey, hola, pequeña— el peliturquesa sonrió mientras veía a los ojos rubíes de su conejita—. ¿Cómo está mi niña linda?— juntó sus narices de forma cariñosa, haciendo sonreír a la pequeña.
— Vaya, yo esperaba que llorase por no reconocerlo— rió el pelirrojo con los brazos cruzados, ganándose un coscorrón de parte de su esposa—. ¡Au!
— Anda, cierra la boca un rato, cariño— habló con una sonrisa forzada la rubia, aún abrazándolo.
Todos rieron, pero la pareja de conejitos estaba demasiado embobada con su bebé, pues esta los miraba a ambos con curiosidad, aún con su chupete en la boca.
— Hum...— la pelimorada veía el rostro de sus padres, sobre todo el del peliturquesa, quien la cargaba con delicadeza, escuchaba sus latidos y sentía su aroma tan familiar.
Cerro los ojos poniendo su mano izquierda sobre su propia pancita, dejándose llevar por la voz de su padre que le hablaba dulcemente.
— Es demasiado hermosa— comentaba apoyando su cabeza en la de su esposo, sonriendo—, se nota que heredó toda tu hermosura, cielo.
— Boh, no digas eso, sin duda sacó tu ternura y adorabilidad— rió meloso el de piel clara.
— Ya me están dando diabetes— se medio quejó la albina soltando una risa leve.
— Meg, tú también eres así de vez en cuando— su novio rubio le besó la cabeza con dulzura, recibiendo un pequeño gruñido de su parte
— N-No es cierto...— se quejó cruzando sus brazos y dejándose abrazar por el contrario.
— ¿Mi hermanita querida siendo tierna?— el pelirrojo rió a carcajadas— No me hagas reír, estropajo.
Todos soltaron varias risas, terminando por pequeñas charlas y recuerdos de días pasados.
(...)
— Conejito, ¿no puedes hacerlo tú, por favor?— pedía con ojitos tiernos el peliturquesa mientras tenía a su hija en brazos, la cual lloraba ligeramente y un peculiar olor inundaba el ambiente.
— Nop, yo ya lo he hecho todas las veces que no estuviste tú— Bonnie sonreía con los brazos cruzados al ver la cara de su marido ante la idea de cambiarle el pañal a su pequeña—. Ahora te toca a ti, maestro~.
— Está bien...— suspiró resignado mientras ponía a Bonnet en el cambiador—. Vale, pequeña, vamos a cambiarte~— le hablaba en tono dulce, pero más que nada era para evitar su nerviosismo frente a su marido.
Ya habían vuelto a casa después de la quedada con sus amigos, y ahora sé encontraban en la habitación de su hijita. Bon sabía que era capaz de hacer una cosa tan sencilla como cambiarle el pañal a un bebé, pero le ponía nervioso la mirada fulminante de su pareja en cada uno de sus movimientos. Su esposo tenía mayor destreza en ello tras las numerosas veces que se le presentó la ocasión, y no quería verse menos entrenado en ello.
Tras unos ánimos internos y ayuda externa de su esposo, acompañados de pequeñas risas y consejos, consiguieron dejar limpia a su conejita, la cual reía feliz al ver la divertida cara de alivio de su padre.
— ¿Ves como no era tan difícil, maestro?— ahora el pelimorado tomaba en brazos a la pelimorada mientras que el moreno tiraba el pañal sucio a la basura, suspirando.
— Gracias a ti no lo ha sido— se acercó para besarle la cabeza a su hija y los labios a su esposo—. Te amo mucho.
— Y yo más, corazón— correspondió al toque y miró a su pequeña—. Creo que ahora podremos aprender los dos en equipo— rió levemente.
El de mirada esmeralda le acompañó en la risa y lo abrazó junto a su pequeña, quien se acurrucaba en los brazos del más bajito, disfrutando de la compañía de sus padres.
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Uff... Hola, ¿qué tal? ¿Os gustó el cap? :D
Ya sé, tardé SIGLOS en actualizar, pero, ¡sorpresa! Volví al insti y esta vez es más horrible que antes Ü
En fin, sólo venía a dejar esto que ya tenía medio escrito y para avisar de que...
NO VOY A PUBLICAR MÁS CÓMICS/FANFICS HASTA NUEVO AVISO, DEJAD DE PEDIR PORQUE NO LO HARÉ :3
Y eso es todo, gracias por seguir leyendo esta historieta <3
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