Capítulo 15. Séptimo mes
(Reproducir a la señal (**)) (Imaginar la voz de Bon cantándola)
Enero. El 2025 se hacía presente en aquella nevada ciudad. El sol ya comenzaba a calentar las calles, pero las nubes aún no se iban. El viento movía las hojas de los árboles con lentitud y tranquilidad. Los coches iban circulando por la autopista con normalidad, y en uno de ellos se encontraban nuestros amados conejitos. Bon iba mirando al frente con una sonrisa mientras escuchaba la música de la radio y los pequeños balbuceos que hacía su esposo mientras este, sentado a su lado, daba pequeños toques con la yema de sus dedos en su pancita, la cual ya tenía siete meses de gestación.
— Pup... pup... pup...— picaba su vientre sobre las pequeñas marcas que tenía ésta, pues su piel estaba muy estirada por el crecimiento de su bebé— Cosita, estás creciendo mucho, ¿sabes?— le hablaba dulcemente, soltando una suave risa.
— Eso es bueno, conejito— suspiró feliz el peliturquesa.
— Oye, Boh— se giró el de piel blanca para mirar a su esposo con dulzura—, ¿cómo llamaremos a nuestra bebé?
Bon sonrió de manera tierna a ojos del más bajo, el cual sintió sus mejillas ruborizadas cuando este giró a mirarlo con sus hermosos orbes esmeraldas brillando. El silencio entre ellos ocupó unos segundos —un tanto eternos para Bonnie— que luego fue opacado por la suave voz del moreno.
— ¿Qué te parece Bianca?— preguntó sin dejar de mirar la carretera.
— Hum... Es lindo...— pesaba el pelimorado, llevando un dedo a su mentón.
— ¿O qué tal Brooke?
— Ñeh, suena a libro en inglés— puso moritos—. ¿Connie?
— Suena como tu nombre, conejito— rió bajito.
— Es verdad— le siguió aquella risa.
— Y qué tal... ¿Bonnet?
— Bonnet... Bonnet Smith... No está mal, me gusta— sonrió satisfecho acariciando su vientre—. Y a ti, pequeña, ¿te gusta?
No sintió nada, apenas un pequeño roce de la manita casi formada con su piel desde su interior. A Bonnie le brillaron los ojitos.
— Lo tomaré como un sí— susurró con una gran sonrisa.
No había nada que hiciera más feliz a Bon que la sonrisa de su amado. Aprovechó un semáforo en rojo para parar y besar la mejilla de su esposo con cariño y afecto. Bonnie le giró el rostro y besó sus labios morenos. Unos minutos más hicieron falta para llegar al centro de aquella ciudad, bajaron del auto —el peliturquesa ayudó a su pareja a salir con cuidado— y marcharon hacia una cafetería de reconocida fama en el lugar, donde todos sus amigos los esperaban.
— ¡Bon, Bonnie, aquí!— llamaba la dulce mujer de largos cabellos de oro desde la mesa donde estaban todos reunidos.
— Hola, perdón el retraso— rió apenado el peliturquesa mientras le dejaba a Bonnie sentarse mientras él se colocaba a su lado.
— No te preocupes, hace poco que hemos llegado— respondió sonriente el castaño de mirada azul cian, meciendo ligeramente a su hijo en brazos.
— ¿Queréis algo de beber?— preguntó el más alto de todos a los recién llegados.
— Yo un poco de agua, por favor— pidió el pelimorado acariciando su vientre.
— Marchando.
Foxy se fue a pedir la orden a la mesera de la cafetería, la cual sonrió y fue a por el agua para el de piel pálida, el cual hablaba con sus amigas.
— ¿Así que Bonnet?— sonrió la rubia con mechas limas, con su pequeña dormida en sus brazos—. Es muy lindo, me gusta mucho.
— Sí, la verdad es que suena bastante bien— rió Joy, tapando ligeramente su boca con sus finos dedos.
— Se me ocurrió a mí— se señalaba orgulloso el peliturquesa, escuchando la risa de sus amigas.
— Mi maestro siempre tiene las mejores ideas— alardeó el más bajito con una radiante sonrisa—. ¡Es el mejor!— se dejó caer sobre su hombro mientras era abrazado por la cintura por su marido.
— Ay, conejito, me sonrojas— le besó los cabellos y lo abrazó con cuidado—. Te amo tanto— le susurró al oído, notando cómo suspiraba embelesado por sus dulces palabras.
— Yo también, maestro— le acariciaba la mejilla ruborizada del mayor en altura y le besó la punta de la nariz.
— ¡Qué tiernos!— chilló Chica, sonrojada hasta las orejas por lo lindos que se veían sus amigos.
— ¡Son tan adorables!— se tomaba las mejillas la otra rubia, feliz de verlos tan unidos.
El pelirrojo volvió con el pedido del pelimorado, recibiendo un agradecimiento de su parte. Estuvieron charlando un rato sobre los planes para el año nuevo, además de que los padres primerizos preguntaban algunas dudas que se les ocurrían.
— Esas marcas de tu pancita son estrías, Bonnie, y es completamente normal— le explicaba Chica acariciando su pancita descubierta.
— ¿Segura? Porque cada vez son más grandes— decía preocupado el pelimorado mirando su vientre.
— Claro, eso es porque tu piel se está estirando mucho— decía ahora Joy—. Si quieres que desaparezcan, con ponerte una crema hidratante todos los días será suficiente.
— Está bien, lo probaré— sonrió mientras notaba ligeros roces y pataditas de su pequeña dentro de él—. En serio, ya tengo ganas de saber cómo será nuestra bebé— susurró mientras se volvía a bajar la camisa para acariciar su vientre.
Siguieron hablando hasta que de repente una mujer de largos cabellos castaños entró en el establecimiento, soltando un suspiro cansado, ajustando sus gafas rectangulares sobre su nariz y dejando ver sus ojos avellana. Uno de los amigos allí reunidos —Freddy, para ser más exactos—, se dio cuenta de la entrada de la chica, pero le resultaba extrañamente familiar.
— Oigan— llamó la atención del resto—, ¿no les suena esa chica de ahí?
Todos se giraron para verla y abrieron mucho los ojos. Era cierto que la habían visto alguna vez, ¿pero dónde?
— Un momento— Bonnie ya recordaba—, esa no es... ¿Irene?
— ¡¿Irene?!— repitieron todos, sorprendidos. Hacía mucho tiempo que no la veían.
La mujer había oído aquel grito colectivo, girándose en todas direcciones pensando que alguien la llamaba. Ante eso, el pelirrojo levantó la mano para llamar su atención, y la castaña, al reconocerlo, sonrió ampliamente y se acercó a ellos a paso veloz.
— ¡Chicos, qué alegría volver a veros!— abrazó a todos sus amigos.
— ¿Dónde te habías metido?— preguntó el pelirrojo correspondiendo ese afecto de la más joven.
— Una larga historia— rió nerviosa la chica, separándose y viendo a las rubias—. ¡Chicas!— su mirada brilló al ver a la pequeña Roxy dormida en los brazos de su mamá, soltando un suspiro enternecida—. Ay, qué cosita, ha crecido mucho desde la última vez— se acercaba para acariciarle con cuidado los cabellos sin despertarla.
Todos rieron bajito, sin despertar a los bebés que dormían, pero de un momento a otro, el pequeño castaño comenzó a llorar. Freddy trataba de calmarlo, y en unos segundos ya supo qué le ocurría.
— Perdonad, chicos, tengo que cambiar a Jay— se disculpaba el castaño levantándose de la mesa.
— ¿Quieres que lo haga yo?— se ofreció la rubia, pero se sonrojó al ver la seductora mirada de Fred sobre ella.
— Tranquila, mi angelita— le acarició lentamente su mejilla, apartando unos mechones rubios de esta, viendo mejor su rostro sonrosado—, yo me ocuparé esta vez.
— Está bien, osito— se puso de puntillas para poder darle un beso en la mejilla, pero el de mirada oscura la tomó delicadamente del mentón para acercarla más y besar sus rosados labios de seda. Sonrió sonrojada y le dio un beso en la frente a su hijo que seguía llorando levemente.
— De hecho— el castaño tomó del brazo al peliturquesa, quien le miraba confundido—, acompáñame, Bon, verás qué buena clase te voy a dar.
El moreno lo siguió hasta el baño -no sin antes darle un beso a su esposo-, perdiéndose de la vista de sus amigos. La rubia rió nerviosa; amaba tanto a Freddy como a Fred, pero este último estaba lleno de sorpresas y temía un poco lo que le fuera a pasar a su mejor amigo y "tito" de su pequeño. Mientras, el castaño le enseñaba al de mirada verdosa cómo se cambiaba un pañal de forma normal, no como hacía el pelirrojo, el cual no paraba de exagerar cada vez que Bon trataba de aprender algo.
— Entonces doblas los laterales y lo cierras— explicaba mientras veía a su pequeño reír y se llevaba una de sus manitas a la boca—. Y ya estaría— sonrió tomándolo con cuidado y besando su mejilla.
— Wow, se nota que ya eres un experto, Freddy— miraba asombrado a su amigo.
— Bueno, después de nueve meses con este pequeñajo sabes hacer de todo— rió mientras le acariciaba la espalda a Jay.
— Volvamos con los chicos, no quiero dejar a mi conejito mucho rato solo— se acercó a la puerta para abrirla, pero el de mirada cian lo tomó del brazo.
— Hey, espera un poco, azulito— sonrió con voz grave, colgándose de su cuello con su brazo libre, sosteniendo a su hijo con el otro brazo, el cual tenía un dedo en su boca—. Tengo una idea para impresionar a tu querido "conejito".
— ¿Ah, sí?— encarnó una ceja divertido.
Bonnie estaba tratando de que el agua de su boca no se le saliera por la nariz de lo mucho que se estaba riendo. Las chicas también reían con él, y el otro hombre ahí presente, Fox, estaba tan rojo que no se sabía cuándo empezaba su cabello.
— ¿D-De verdad le pasó eso?— trataba de hablar la castaña quitándose las gafas para poder retirarse pequeñas lágrimas de risa de sus ojos.
— En serio, yo tampoco pude dejar de reír cuando pasó— confesaba la rubia de mechas verdes tomando su estómago y calmando su risa.
— Okey, okey, ¿podemos dejar de hablar de cuando me desmayé la primera vez que cambié a Roxy, por favor?— desviaba la mirada muy avergonzado mientras tenía a su hija en brazos.
— L-Lo haría, ¡p-pero no p-puedo dejar de reír!— confesaba el pelimorado, con sus manos en su vientre y riendo hasta estar rojo.
De repente, todas callaron ante la serena voz del moreno volviendo hacia ellos, y en cuanto se volteó el pelimorado, los colores se le subieron a las mejillas. Bon caminaba lento con su "sobrino" en brazos, dormido y con su manta tapando sus piernas y parte de su pancita, agarrando esta con una de sus manos y con la otra en su boquita. El moreno sonreía levemente y confiado mientras veía al frente, sintiendo la mirada de su esposo mirarlo como un paquete de moritas súper especial, algo que le hacía sentirse orgulloso.
— Perdón por el retraso— se sentó al lado de su amado, el cual parecía tener un montón de corazones azules y morados rodeando su cabecita mientras lo miraba.
— No pasa nada, se ve que Fred ya te ha enseñado a conquistar con niños, ¿no?— rió la rubia recibiendo a su pequeño osito de parte de su amigo, quien por reflejo abrazó a su mamá. Freddy también la abrazó y besó para luego sentarse a su lado
— No necesito niños para ser irresistible— se tomó el mentón y miró hacia el pelimorado.
— Tienes razón, ¿verdad, Bonnie?— le codeó Chica a su amigo, el cual aún estaba muy sonrojado y mirando a su apuesto marido.
— A-Aah...— estaba sin palabras, le había impactado lo bien que se veía con Jay en brazos, pareciendo un padre tan responsable y seductor—. S-Sí, p-por supuesto...— desvió la mirada sintiendo sus mejillas arder y mordiendo su labio inferior de los nervios; cuando naciera su pequeña iba a sacarle muchas fotos con su preciado maestro— Como alguna chica de aquí esté pensando que está soltero, me aseguraré de dejar bien claro que este Bonboncito ya tiene un conejito asignado~— pensaba con una sonrisa traviesa.
El peliturquesa sonrió pícaro al ver la reacción de su esposo, y lo tomó sorpresivamente de las mejillas para plantarle un corto pero amoroso beso en los labios. Bonnie lo miró sorprendido y con una sonrisa divertida lo tomó de la nuca para darle otro beso, más intenso, tirando hacia él, haciendo que Bon se sujetara de la pared para no aplastar a su marido.
— Chicos, echaba de menos vuestros mimos y diabetes, pero— Irene tiró de la camisa del más alto para que se separara de su pelimorado y se sentara de nuevo— estamos en una cafetería y con niños delante. Esperad a llegar a casa— rió ligeramente—, y mandad fotos— los apuntó con su dedo índice y una mirada acusadora y burlona.
— Hablando de llegar a casa— habló el pelirrojo dirigiéndose a la mujer—. ¿Dónde has estado todo este tiempo?
Todos la miraron, esperando la respuesta a la pregunta del más alto de todos.
— Bueno, por dónde empiezo— Irene puso un dedo en su mejilla, recordando lo que había ocurrido en estos cinco meses que estuvo "desaparecida"—. Todo empezó cuando Bonnie había cumplido dos meses de embarazo, tras la fiesta de Golden... Por cierto, ¿dónde está?
— No ha podido venir, tiene trabajo— respondió Chica.
— Oh, entiendo— respondió suspirando—. En fin, el caso es que los de mi trabajo me llamaron diciendo que me necesitaban para algo importante. Al parecer uno de ellos vio a Bonnie por la calle paseando con Bon y aseguró que lo vio embarazado, y todos me preguntaron si yo era la causante de ello, ya que saben que estaba trabajando en la pastilla que os di— miró a los de cabellera llamativa—. Entonces, les expliqué que sí, yo había sido la responsable, y al día siguiente me pidieron que la comerciáramos por todo el mundo — los presentes abrieron los ojos de sobremanera—. Yo acepté claramente llevándome gran parte de los impuestos ganados, aunque creía que no se iba a vender casi ninguna, pero me sorprendí cuando en Japón habían vendido más de cien pastillas en un día y en la misma farmacia.
Todos escuchaban atentamente a la castaña, con la boca abierta. ¿Tantos hombres querían tener hijos biológicos como el pelimorado? Al parecer sí.
— En resumen, estuve de viaje por el mundo para ir comercializando las pastillas y cobrar la cantidad que me pertenecía.
— ¿Y a cuánto están esas pastillas?— preguntó el castaño.
— A unos diez euros* la pastilla— soltó con simpleza.
— ¡¿Diez euros?!— gritaron todos muy sorprendidos.
— ¿No es muy caro por una simple pastilla?— dijo la rubia cenizo tapándose la boca con delicadeza.
— Para nada, e incluso fui yo la que puso ese precio, ya que la querían vender por veinte— se cruzo de brazos— tardamos una semana y media en hacer cinco pastillas y con resultados positivos y probados. Si estuviera mal hecha, no haría su función principal, es decir, ocasionar un embarazo, sino que actuaría como un afrodisíaco simple y les saldría muy caro. Tenemos que ser muy precisos.
Bon abrazó por reflejo a su esposo, quien se acurrucó en su pecho, como si buscara protección. La castaña al verlos sonrió y siguió hablando.
— Pero por suerte, de momento no hemos tenido ninguna queja. Los clientes están muy satisfechos.
— Entonces, nosotros te debemos los diez euros— rió el pelimorado, pero la chica se le adelantó.
— Nada de eso, vosotros fuisteis los primeros en probarla, y os arriesgasteis a las consecuencias. No, a vosotros os sale totalmente gratis, e incluso os merecéis parte de las ganancias también por formar parte de esto, así que pasad por mi laboratorio cuando queráis, os he traído un regalito de Japón que seguro os encanta.
— ¿De verdad? Muchas gracias— agradeció el peliturquesa, abrazando más a su esposo.
— Una última pregunta— habló Fred tomando el cuerpo—, ¿puedes explicar por qué Bonnie parece más mujer que hombre?
El aludido se sonrojó al oír aquella pregunta, ocultándose en el pecho del moreno, el cual le acarició los cabellos con una pequeña sonrisa.
— Yo también me lo pregunto, aunque no me molesta que sea así— rió, teniendo un puchero muy tierno de su conejito que le miraba rojito hasta las orejas.
— Ah, eso es muy simple. Biológicamente, sólo las mujeres pueden quedarse embarazadas, obviamente porque su anatomía está preparada para ello. En cambio, los hombres son los responsables de dejarlas embarazadas a ellas, por lo que su cuerpo no está adaptado a mantener un feto en su interior. Por lo tanto, de alguna manera tuve que hacer que el aparato reproductor del hombre, en este caso, de Bonnie, formara un mecanismo lo más parecido al de una mujer para aguantar los nueve meses de embarazo y crecimiento del bebé. Según fuera creciendo, su cuerpo se comportaría de la misma forma que la de una embarazada. Es decir, su piel se adaptaría a estirarse periódicamente y sus pechos comenzarían a crecer por la producción de leche para la etapa de lactancia de lo primeros meses del pequeño.
Todos quedaron en silencio por aquella explicación, y el pelimorado estaba sonrojado hasta los topes. Miró hacia su pecho y lo tomó ligeramente entre sus manos.
— ¿De verdad me va a salir leche de aquí?— se preguntaba inocentemente y miró a su maestro, el cual se había sonrojado por escucharlo—. Boh, ¿puedes comprobar si ya saco leche, por favor?— se acercaba a él y alzaba más sus atributos hacia el moreno, el cual ya comenzaba a ponerse más rojo y nervioso, y mucho más por estar en frente de sus amigos.
Faltaron unos segundos para que el menor se desmayara con un pequeño hilo de sangre en la nariz y que su esposo, asustado, se arrodillara y colocara su cabeza sobre su regazo, viendo si estaba bien, con las risas de los chicos de fondo, los suspiros de ambas madres y el sonido de la cámara de la castaña.
(...)
Llegados a su hogar, el pelimorado le avisó a su amado que estaría en el cuarto. Después de estar toda la mañana con sus amigos charlando ahora quería tan solo dormir un poco. Con ayuda del peliturquesa, llegó a la habitación y, suspirando se metió en ella. Bon veía que su conejito estaba algo decaído -no pensaba en el cansancio porque él no lo estaba-, así que tomó su guitarra acústica de la habitación sin utilizar de la casa -la cual sería ocupada por la bebé- y comenzó a tocar lentamente en el pasillo, cerca de la puerta del cuarto donde estaba Bonnie descansando.
Mientras, el de mirada rubí brillante, se había quitado los zapatos para estar más cómodo, dejándose caer sobre las sábanas de la amplia cama en donde compartía momentos increíbles con su maestro, desde tomar una simple siesta hasta demostrar su amor de la mejor manera posible. De repente comenzó a escuchar una dulce y lenta melodía de guitarra que le sacó una pequeña sonrisa. Se acurrucó en las almohadas que mantenían su cabeza cómoda mientras acariciaba su vientre con lentitud, cerrando sus ojos y dejándose llevar por aquella canción dulce y, aunque fuera infantil, relajada.**
Bon sonreía mientras se adentraba más a la habitación y seguía acariciando las cuerdas de aquel instrumento tan preciado para él. Con su dulce y serena voz comenzó a deleitar los oídos de su esposo siguiendo las notas de aquella hermosa y adormilada canción que, en parte, también estaba dirigida a su hijita, la cual estaba pateando ligeramente la pancita del pelimorado. Caminó hasta sentarse en la orilla de la cama y seguir cantando, acercándose ligeramente al vientre de su amado, para que su pequeña lo oyera bien. Bonnie no podía estar más sonrojado de lo tierno que era su maestro, se levantó la camisa para dejar ver su pancita de siete meses de gestación, la cual se movía ligeramente por los movimientos de su bebé.
Una vez terminó la canción, el peliturquesa miró dulcemente a su esposo, dejando la guitarra a un lado.
— ¿Crees que le haya gustado?— preguntó en tono suave y bajo.
— Claro que sí— respondió adormilado el pelimorado, tomando la mano de su marido y colocándola sobre su vientre—. Y creo que quiere oírte más, corazón.
Sonrió el moreno acercándose levemente hacia su pancita, acariciando y besando esta de forma lenta y superficial.
— Hola, Bonnet— usó su nombre y sintió un cosquilleo en sus mejillas—. Me encanta tu nuevo nombre, ¿sabías?— rozó su nariz contra su vientre y pasó su dedo, haciendo cosquillas a su esposo—. Estás muy crecidita, estos dos meses que te faltan se me van a hacer eternos, mi pequeña— sintió los dedos de la criaturita rozar con el suyo—. Mi bebé...— la mano pálida y cálida de su amado se posó en su mejilla, bajando por su barbilla mientras acariciaba su pequeña barba.
— Nuestro bebé— le corrigió con una sonrisa y un muy lindo rubor en su carita.
— Nuestro bebé— repitió con una sonrisa mayor.
Se acercaron para unir sus labios una vez más. Una corriente eléctrica los recorrió, sintiendo que se estaban dando una vez más todo su amor de una inocente forma. Un suspiro de sus labios los separó, y con las frentes volvieron a unirse. Bonnie colocó sus brazos alrededor de la cintura de su esposo, recostándose en su pecho y escuchando sus tranquilizantes latidos. El peliturquesa le besó los cabellos de forma tierna y correspondió su abrazo, acariciando su espalda lentamente.
No se dieron cuenta de cuándo estaban ya dormidos abrazados el uno al otro, con una sonrisa en sus rostros. Su pequeña también sonreía ligeramente al sentir el calor de los cuerpos de sus padres abrazarla. Su primera sonrisa sin haber siquiera nacido aún.
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*10 euros = 235.975 pesos mexicanos = 34,391.86 pesos colombianos = 7,456.95 pesos chilenos = 320.229 pesos argentinos
Me gustó mucho escribir este capítulo, ya se acerca el gran día, ¡yey!
Y sí, ya sé que el nombre de Bonnet está muy usado, pero es el que pensé desde el principio y así se quedará.
Mirad qué preciosidad de fanart, aunque sea una especulación:
Gracias a @Vlaxthelord por tan bello dibujito, sigo diciendo que me encantó.
Estoy abierta a más fanarts, por si queréis hacer alguno.
¡Disfrutad!
— Irene
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