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Capítulo 12. Quinto mes (Parte 1)

Noviembre. Nuestros protagonistas dormían a gusto en su gran cama, abrazados uno al otro, acurrucados en su calor compartido, pero eso sólo duró hasta que el más bajito de los dos empezó a abrir los ojos mientras se enroscaba en su sitio, sintiendo los brazos de su esposo rodearle y el calor de las mantas acogerle. Soltó un pequeño bostezo, estirándose ligeramente, mientras que Bon suspiraba tranquilo abrazándose más a su conejito.

- Buenos días... Maestro- dijo primeramente el mayor con una sonrisa en el rostro, teniendo un gruñido cansado de parte del otro-. ¿Todavía con sueño?

El peliturquesa asintió lentamente con la cabeza mientras seguía abrazado cuidadosamente por el torso de su pareja, con los cabellos rozando el pecho contrario. Una muy suave risa escapó de los labios de Bonnie, lo que le hizo sonreír con ternura, y más cuando sintió relajantes y lentas caricias en sus cabellos. Soltó un suspiro de placer y se acurrucó más cerca de Bonnie, dándole a entender que quería más.

- Jeje, parece que te gusta, amor- le besó la frente con cariño-. Y si...

Alejó su mano un momento de la cabellera turquesa de su amado, dejando las caricias aparte, algo que no le agradaba al peliturquesa, quien restregaba nuevamente su cabeza en el cuello del mayor pidiendo más atención, haciéndole cosquillas.

- Más...- susurró con voz grave y cansada, aún sin abrir sus ojos esmeralda.

-Jeje, ahora eres tú quien parece un conejito mimoso- se sonrojaba el pelimorado retomando las caricias-. Mi hermoso conejito mimoso...

Pasó un rato así, viendo cómo el menor se dormía de nuevo entre sus brazos, sonriendo como un bobo adolescente enamorado. Y es que así era, seguía amando a Bon como él primer día, como si llevaran tan sólo unos días de noviazgo. A pesar de los años, el moreno de piel seguía siendo tan dulce, protector y atento como lo era antes, pero ahora no se sonrojaba tanto, sólo cuando lo provocaba, tanto indirecta como directamente con su tierna actitud o su lado oculto. Vio como, instintivamente, bajaba la mano que se hallaba en su espalda hacia su vientre, donde hacía pequeñas caricias circulares, dándole una sensación cálida y muy tierna. Suspiró al ver el reloj que estaba a su lado; si quería aprovechar el día sería mejor que se pusiera a hacer el desayuno ya. Lentamente se apartó de su esposo, dejando que abrazara su almohada, plantando un beso en su mejilla calentita y morenita. Sonrió y se fue de la habitación hacia la cocina, esperando poder sorprender a su marido con un buen desayuno.

Se fijaba mucho en su vientre, había crecido bastante en ese último mes y su pecho igualmente, pero ya le había dicho Bon muchas veces que eso era normal en un embarazo, a pesar de que era un hombre. Se sentía raro al dejar de ser una "tabla". Reía mientras se ponía un delantal blanco para no mancharse su pijama y se hacía una coleta alta para que su cabello, considerablemente largo, no le estorbase. 

- Hum... ¿Qué crees que le podría gustar a tu papi, pequeña?- le preguntaba a su vientre acariciándolo, sintiendo cómo se movía ligeramente-. Síp, creo que unas tostadas con huevo le gustarán, jeje.

Ya se le había hecho una costumbre que su bebé se moviera tanto. En la última ecografía, Jake le advirtió que podría empezar a moverse, lo cual le dio mucha ilusión, y cada vez que sentía que se movía, sonreía muchísimo, ya que le daba alegría saber que su niña estaba creciendo bien. Era cierto que a veces notaba molestias como dolor en la espalda por estar tanto tiempo de pie y con la espalda hacia atrás por el peso de su vientre, o que también sentía que el anillo de boda de su mano de apretaba mucho, pero no le asustaba, pues sabía que era normal que eso sucediera. Lo mejor de todo era que Bon estaba mucho más pendiente de él, lo que le proporcionaba más tiempo con él, obtener muchos más mimos al día, además de que le dieran permiso en el trabajo para ir a casa y cuidarlo un poco. De hecho hasta le cantaba canciones con la guitarra acústica, algo que disfrutaban ambos.

Mientras preparaba el desayuno tarareaba una de las muchas canciones que le cantaba su amado esposo, sonriendo ampliamente.

- Na naa nanana... nana, nana, nanananana~... Jeje, tan tierno, maestro... -se sonrojaba al recordar el rostro sonrojado de Bon al dedicarle aquella bella canción siendo una de sus favoritas.

Lo que no esperaba era que cierto peliturquesa empezaba a despertar de entre las suaves sábanas de la habitación alumbrada por los dulces rayos solares de la mañana. Un suspiro cansado salió de sus labios, mientras su mano izquierda buscaba algo o, más bien, a alguien. Se sentó en su sitio mientras se frotaba un ojo y empezaba a olisquear el ambiente. 

Sonrió. Y más al escuchar la voz de su esposo.

Salió de la cama y comenzó a caminar por el pasillo y a bajar las escaleras, siguiendo tan exquisito aroma e hipnotizante canto angelical. Se sonrojó al momento de verlo tarareando una de sus canciones con su delicada y dulce voz mientras cocinaba el desayuno, que por cierto olía delicioso. Se acercaba sigilosamente por detrás de Bonnie y lo abrazó por la espalda, sorprendiéndolo de repente.

- Mmh... qué lindo cantas por las mañanas, conejito~- susurraba con voz grave en el peliturquesa en el oído de Bonnie, el cual tembló al momento que lo abrazó, causándole mucha ternura.

- ¡Ah!- se giró para verle a los ojos-... Uff, maestro, me asustaste por un segundo- con una sonrisa le besó una mejilla, acariciando su otra mejilla y, dejando la espátula de lado, su cuello igualmente- Buenos días, mi amor...- pronunció con su típica y susurrante vocecilla, soltando una risa entrecortada que hacía a Bon perder la cordura y que lo amara hasta sus límites.

- Buenos días, cielo...- sonreía mientras se sonrojaba ante los mimos de su amado, mientras lo seguía abrazando y acariciaba su vientre, como ya era su costumbre, además de darle un dulce beso en su pálido y suave cuello-. ¿Cómo va nuestra pequeñina?

- Jejeje, Bon, me haces cosquillas... Está estupenda, pero creo que tiene algo de hambre...- se giró y siguió cocinando.

- ¿Puedo ayudar en algo?- se ofrecía mientras se alejaba un poco.

- Puedes ir poniendo la mesa, si quieres- respondía concentrado el pelimorado en que no se le quemaran las tostadas.

Le alegraba que el peliturquesa fuera tan servicial, ¡le ponía las cosas mucho más fáciles! Era muy caballeroso y eso le encantaba. A veces pensaba... ¿Qué había hecho para conseguir aquel pedazo de cielo?

Bon por su parte no podía pedir nada más. Estaba casado con un verdadero ángel, el cual estaba a punto de darle el mayor regalo de toda su vida: una hermosa hijita. Si venía de su esposo no tenía ninguna duda en que sería preciosa, tal como él. Miraba de reojo al pelimorado sintiendo mariposas revolotear en su estómago. Se acordaba de aquella vez en la que, cuando aún eran amigos, habían quedado en una pijamada con los chicos y el pelimorado, por ser el primero de todos en despertar, se había puesto a hacer el desayuno, mirando cómo le sonreía y le ofrecía un panqueque recién hecho sólo para él. Nunca olvidaría la cara de felicidad que tenía aquella vez el más bajo al elogiarle por su comida, era como un hermoso y tierno niño que era recompensado por hacer bien la tarea. Y esa sonría seguía hoy en día plantada en los labios de su, ahora, esposo.

- ¿Maestro?- el de piel nívea, que ya había terminado de cocinar, se había acercado al rostro de su amado al verle tan metido en sus pensamientos- ¿En qué tanto piensas, cariño?

- En lo mucho que te amo, conejito- dijo sin balbucear para luego tomar delicadamente al pelimorado por la cintura (cerciorándose de no dañar su pancita) y plantándole un delicioso beso en sus pequeños y suaves labios.

Sorprendido, el pelimorado no rechazó aquella muestra de amor, colocando sus manos en la nuca de su Bon para profundizar un poco más su beso. Amaba que lo tomara tan de sorpresa para luego darle aquellos besos que tanto le gustaban. Se separaron muy lentamente, algo que aprovechó el peliturquesa para frotar ambas narices en un juguetón beso esquimal, haciendo que el más bajito riera de una forma infantil y tierna que causó un rubor en las mejillas del moreno.

- Espero que nuestra pequeña tenga tu misma risita- le mencionó mientras los miraba con ojos brillosos.

- Jejeje- rió más sonrojado el de ojos carmín-, yo también te amo, maestro- le besó una de sus apetecibles y suaves mejillas, sintiendo que besaba un dulce esponjoso.

Tras aquel delicioso y azucarado, no exactamente por la comida, desayuno, ambos hombres recogieron toda la cocina para luego ir a asearse, pero algo inesperado pasó. Un mensaje de texto llegó al móvil del moreno.

- ¿Eh? Qué extraño...- murmuraba el peliturquesa, sintiendo la mirada confusa de su esposo encima.

- ¿Qué ocurre?

- Es una de mis compañeras del hospital- decía inquieto el menor-. Dice que me necesitan para una urgencia de último minuto... Pero que yo sepa dijeron que no me necesitarían estos días...

- Pues a debido de ser algo realmente grave... Mejor ve.

- ¿Seguro, conejito? Habíamos acordado pasar todo el día juntos y te hacía mucha ilusión...

- Bon- le tomó de las mejillas el más bajito-, ahora mismo puede que alguien esté al borde de la muerte por un accidente, y te necesitan para salvarlo- le besó la nariz-. Ve, yo me quedaré aquí.

- ...- el de ojos esmeralda estaba atónito, pero no dudó-. Vendré lo más rápido que pueda para verte, mi amor- besó su frente y se abrigó para poder salir con rapidez al hospital de urgencias.

Tras un corto beso de despedida, el peliturquesa marchaba hacia el hospital, pero como seguía sin fiarse demasiado, decidió ir a pie para reflexionar mejor. Tal vez habría sido un accidente de coche, pero él no era cirujano, así que no podría hacer mucho. A lo mejor algún niño se habría caído y se habría hecho algo grave, pero tampoco era pediatra ni especialista en niños, así que no le cuadraba. Él era tan solo un buen médico de cabecera, siendo respetado por todos los trabajadores del hospital (y querido por todas las enfermeras y algunas pacientes). Quizás habría sido alguna tonta broma de alguien aburrido haciendo guardia en el hospital, y él estaba yendo directo a ella. Una vez dentro se adentró en el hospital, fue directo a hablar con Naty, una de las recepcionistas principales y amiga del moreno, aunque ella siempre usaba un registro formal con él, pero no le importaba.

- Buenos días, Nathy.

- ¿Doctor Smith?- la mujer no lo esperaba- ¿Qué hace usted aquí? Creí que hoy iba a pasar el día con su esposo- le decía con algo de confusión.

- Eso pensaba yo también, pero un compañero me dijo que había una urgencia y me necesitaban...

- Mmm...- la morena miraba en su ordenador mirando las últimas operaciones-. Lo siento, doctor, pero hoy no nos ha llegado ningún paciente con urgencia... Debe de haber sido algún error...

- Ya veo, alguna mala broma, agh...- suspiraba frustrado al verse visto como un idiota-. Gracias de todas formas, Nathy, nos veremos el lunes.

- Que tenga buen día, doctor Smith.

Tras aquella pequeña charla salió del edificio rumbo de nuevo a su hogar, pero sintiéndose mal por su marido. Mira que haberle dejado solo por una tontería que no merecía la pena. Tal vez podría aprovechar aquella salida para conseguirle algún detalle. Y así pues se encontraba saliendo de una floristería con un gran ramo de rosas rojas. Dirigiéndose a un paso de cebra para poder llegar a la calle de su hogar, se le ocurrió avisarle a su conejito de que ya iba a casa.

Grave error, pues lo último que vio fue cómo un coche a gran velocidad se acercaba hacia él.

(...)

Bonnie se encontraba algo nervioso, pues su esposo ya llevaba una hora fuera de casa y aún no avisaba ni nada. Suspiró ante la idea de que llegaría tarde... otra vez. No era que no le gustaba el trabajo de su esposo, pero le quitaba mucho tiempo de su compañía. 

- Al parecer tu papi no va a volver pronto- le hablaba con tristeza a su bebé, suspirando de nuevo sentándose en el sofá.

Su móvil comenzó a sonar y vibrar como loco, y el pelimorado lo tomó con pocas ganas.

- ¿Diga?

- ¡Enano, ¿dónde estás?!- la voz del pelirrojo sonaba alterada.

- ¿Fox? Estoy en casa, ¿por qué?- el más bajo se empezaba a preocupar por el tono de voz de su amigo.

- No te muevas, vamos a por ti. Vamos al hospital.

- ¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué ha pasado?

- Es Bon...

Afortunadamente, el móvil no se rompió al caer al suelo.

(...)

- ¡PISA EL ACELERADOR, ZORRO!- gritaba exaltado el pelimorado desde los asientos de atrás.

- ¡No quiero ser yo al que tengan que operar, conejo!- contestaba de igual forma el concentrado pelirrojo.

- Bonnie, cálmate, por favor- le hablaba con voz dulce la rubia más joven.

- ¡¿Cómo quieres que me calme?! ¡¡Han atropellado a mi marido, por Dios!!- lloraba descontrolado el más bajo, tapándose el rostro.

- Tranquilo, tranquilo- lo abrazaba la chica de ojos magenta-. Seguro que no es nada grave... ¡Fox, deja de conducir como vieja y acelera!

- ¡Lo intento, de verdad!- se quejaba mientras sonaba el claxon para que lo dejaran pasar.

- Chicos... Necesitaré que me dejéis ir a Bon solo...

- ¿Qué? No, estamos juntos en esto...

- Por favor, Chica...

- Déjalo- le miraba preocupada la rubia cenizo.

- Está bien...

- Gracias...

(...)

- ¡Nathy!- llamaba muy preocupado el pelimorado a la morena, quien seguía en el trabajo.

- ¡Bonnie, menos mal que llegas!- se acercó la chica y lo tomó de las manos- Acaba de llegar la ambulancia que ha encontrado a Bon inconsciente.

- ¿C-Cómo está?- trataba de no llorar de nuevo el pelimorado.

- Al parecer estable, no tiene ninguna herida abierta- suspiró-. Pero se lo llevaron corriendo a una de las habitaciones para observarlo...

- ¿Dónde está?- estaba ansioso por verlo.

- N-No lo sé, no me lo dijeron... Mejor pregunta a alguna enfermera, están todas alrededor de su habitación.

- Como no...- murmuraba con grandes síntomas de celos-. Muchas gracias, Nathy, muchísimas gracias.

- De nada, Bonnie.

El pelimorado fue por los pasillo buscando al peliturquesa, hasta que llegó a una puerta que estaba llena de enfermeras gritando como locas (al parecer discutiendo por ser la enfermera que se ocupe de Bon) siendo calladas por otras que intentaban mantener el silencio para no molestar al resto de pacientes enfermos.

- Disculpe...- llamaba la atención de una de aquellas enfermeras.

- ¿Sí?- le miró aquella mujer bajita y rubia, pero rápidamente cambió su sonrisa por una mueca molesta- ¿Qué quieres?- lo miraba con muy mala cara, pues ella sabía que él era la pareja de l hombre que le había robado el corazón.

- ¿S-Se encuentra aquí el paciente Bon Smith?- decía con voz cortada y titubeante ante la mirada fija de aquella enfermera.

- Sí, ¿por qué?- se había cruzado de brazos y había endurecido su tono, llamando la atención del resto de sus compañeras.

- ¿Podría pasar a verlo?

- No- dijo tajante.

- ¿P-Por qué?

- El paciente está en estado de coma grave, no hay que molestarlo- dijo seria la mujer, y además miró pícara, pues tal vez podría hacer algo para alejar a ese estorbo de su camino para tener al peliturquesa para ella, aprovechando la compañía que tenía el moreno cuando lo trajeron-. Además, ya está su esposa con él, no necesita más compañía.

- ¿E-E-Esposa??? -el pelimorado sintió su corazón estrujarse rápidamente- ¡N-NO! D-Debe de haber un error, ¡¡yo soy su esposo!! -llorando le mostraba su mano, pero no llevaba su sortija, pues aquella mañana volvía a sentir que le apretaba demasiado el dedo.

- Ugh, no me cuentes mentiras, niño- se burlaba de su estatura-. Es imposible que tú seas su pareja. Esa chica estaba con él y se la veía mucho más preocupada que tú. Es más normal que ella sea su esposa, no un marica como tú.

- ... -sentía su corazón romperse en pedazos y se tomaba el vientre con dolor sin creer las palabras de aquella señora- N-No... usted es quien se equivoca... -la miraba con muchísima ira, deseando que se retrajera de sus palabras.

Así trató de abrirse paso entre todas las enfermeras que estaban en la puerta, pero al tener tan pocas fuerzas por el embarazo, no pudo seguir ya que entre tres enfermeras lo pararon.

- ¡¿Qué es todo este jaleo?!- salió una mujer de cobres cabellos y grandes ojos azules- Tú... Como no...

- T-Toddy...- el pelimorado la miraba con súplica-. A-Ayúdame, por favor...

La chica se acercó con pasos lentos al más bajo, tomando su rostro con repugnancia. Lo miro con molestia y se fijó en su vientre. ¿Qué demonios? Quería pensar que había subido MUCHO de peso... Pero sabía distinguir una panza de obesidad de una panza de embarazo... Pero no sería posible... ¿O sí?

- Tú...- masculló con ira la mujer-. ¡Lleváoslo!- gritó enfurecida- Necesita una extracción inmediata del estómago, pareciera que fuera a estallar. No quiero que lo dejen acercarse a mi Boncito...

Las enfermeras se miraron maliciosas entre ellas, pues no les disgustaba la idea, pero el pelimorado estaba totalmente aterrado. Aunque se intentara resistir o forcejeara no conseguía que lo soltaran y se lo llevaron a una sala de cirugías...

- Qué molesto es ese niñato rarito...- suspiraba cansada la pelirroja arreglándose el cabello mientras cerraba la puerta de la habitación viendo el cuerpo del moreno sobre la camilla-. No te preocupes, amorcito mío... Ahora por fin estaremos juntos- le decía en tono meloso tomando su mano y apartándole algunos mechones de pelo de su frente, escuchando cómo el peliturquesa aún daba señales de vida algo débiles.

(...)

- ¡No, soltadme! ¡No me hagáis daño, por favor!- lloraba muy asustado el pelimorado mientras lo empezaban a atar en una camilla como si un enfermo mental se tratara.

- ¡Cállate de una vez!- le gritó una de las enfermeras.

- Para ser un hombre parece una niña malcriada- decía otra atando sus pies.

- ¡Dejadme en paz! ¡Sólo quiero ver a mi Bon!- suplicaba el más bajo- ¡Bon!

- Agh, ya no aguanto más a este crío, proceda ya a la operación doctor- pidió una de las mujeres al cirujano, el cual sonreía con malicia. Amaba su trabajo.

Lo peor era que lo habían traído a un cirujano que no era un cirujano normal y corriente... Si no un loco desquiciado que amaba torturar a sus pacientes mientras rogaban piedad. Nunca salía de su sala de cirugía, por lo que no podían despedirlo, pero aquellas enfermeras le debían un favor, y ahora lo cumplirían. El pelimorado estaba totalmente aterrado. ¿Iban a abortar a su bebé? ¿Después de todo lo que había tenido que soportar... así es como iba a acabar? Y pensar que esa mañana había despertado con una gran sonrisa al lado de su amado... Y ahora iba a morir llorando a mares y completamente solo...

- Con gusto- decía poniéndose los guantes y tomando un bisturí-. Tendrás que perdonarme, pero... Se nos acabó la anestesia, así que tendrás que aguantar un poquito el dolor, ¿vale?- decía con voz natural y una gran sonrisa maléfica tras su mascarilla.

- ¡¡NOOOOO!!- fue lo último que dijo antes de que sintiera que se ahogaba en sus propias lágrimas, cayendo en un estado de inconsciencia...

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-huie-

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