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Capítulo 1. Vida de casados

Un día nuevo se hacía presente. Una pareja de adultos con peculiares cabellos morados y turquesas se daban un dulce beso de despedida.

- Ten un buen día, amor- le decía cariñosamente el más bajo de ambos, acariciando muy suavemente la mejilla de su pareja.

- Vendré lo más rápido que pueda para verte, cielo- el moreno le besó rápidamente la frente a Bonnie, alejándose de la casa sin dejar de mirar a su pareja, lo que causó un fuerte golpe en la espalda de este con el buzón de su patio por no mirar por dónde iba. El pelimorado no evitó taparse la boca para insonorizar su risa.

Tras ese pequeño descuido, el peliazul se fue a trabajar, mientras el pelimorado se dedicaba a hacer las tareas de la casa. Lavó los platos, ordenó la habitación que compartía con su maestro, barrió el suelo y limpió los muebles. Al sobarle tiempo y a parte de que era una hora decente, decidió tocar un poco la guitarra. Le relajaba y divertís mucho desde que era joven. Siempre fue su pasión, sentir la música recorrer sus venas a través de las cuerdas de su guitarra, su fiel compañera de música. Se recogió su pelo morado, un poco más largo de los hombros, en una coleta alta, dejando respirar a su nuca. Tomó a su fiel guitarra y se dedicó media mañana a improvisar las canciones que recordaba cuando practicaba en el parque con su maestro cuando apenas se conocían. Cómo amaba esos momentos. Tal vez podría convencer al peliturquesa de volver allá para volver a practicar.

De un momento a otro la puerta de la casa sonó. Bonnie dejó su guitarra en su sitio y desató sus cabellos, bajó las escaleras a paso rápido y abrió lentamente la puerta encontrándose con su pareja de amigos favorita.

- ¡Fox, Chica, qué alegría veros!- el pelimorado feliz abrazó a sus dos amigos- ¿Qué os trae aquí?

- Queríamos ver cómo le iba a la parejita de conejitos, jeje- dijo muy feliz la rubia, abrazando a Bonnie.

- ¿Y dónde está el azulito?- dijo el pelirrojo cruzándose de brazos, con una sonrisa burlona.

- Sigue trabajando, pronto llegará- sonrió tranquilo el más bajo.

- Al menos él trabaja...- murmuró inflando las mejillas la rubia, lanzando una mirada de reproche a su prometido.

- ¡Ya te dije que no tengo tiempo para mirar eso!- le dijo medio molesto el pelirrojo, algún día lo haría... pero si no paraba de repetírselo no podía concentrarse.

- Jejeje...- rió el de nívea piel ante la diminuta pelea de los dos-. Bueno, bueno, no os quedéis fuera, pasad- se hizo a un lado para dejar que entraran a su hogar.

- Gracias, Bonnie... Por cierto, queremos presentarte a alguien- dijo sonrojada la rubia mientras empujaba un pequeño cochecito de bebés, dentro de la casa.

(...)

- Muy bien, recuerde no moverse mucho y tomar la cantidad adecuada de la medicina. Le veo en seis meses- el pelturquesa se despedía de su paciente, ayudándolo a salir con cuidado de su clínica.

- Muchas gracias, doctor James- le agradecía un anciano con una agradable sonrisa mientras salía con ayuda de una enfermera.

Un suspiro salió de los labios morenos del adulto. Ya era la hora se terminar su turno. Se quitó la bata blanca que siempre solía usar y la colgó en el perchero de su puerta, apagó el ordenador y salió de la sala, avisando a uno de sus compañeros que ya se iba a casa. Salió del pequeño hospital en donde trabajaba y se fue directo a su casa. Caminó cerca del parque al que solía ir con Bonnie cuando eran más jóvenes. No evitó sonrojarse y tallar una sonrisa distraída en su rostro al recordar el lindo rostro de su ahora esposo cuando tocaba su guitarra con tanto ímpetu, tanta felicidad, tanta destreza. De verdad, él tendría que ser su maestro y no al revés, pero le gustaba que el mayor en edad le llamara de esa forma. Era muy adorable. Tras una larga caminata llegó a su casa, abrió la puerta y, como siempre, esperaba su beso de bienvenida, pero escuchó unos murmullos en el salón.

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- ¡Oh Dios mío, es hermosa!- el pelimorado no evitaba apretarse los cachetes mientras no paraba de mirar a esa pequeña criatura de cabellos rojizos, con piel blanca y unos lindos ojos morados, idénticos a los de su madre.

- Waah~- la pequeña miraba curiosa a aquella persona que se encontraba en frente suyo que no era ni su padre ni su madre- Mm~- se encogía abrazando a su manta, pues le daba miedo que la mirara tan fijamente.

- Jeje, se llama Roxy- la rubia sonreía muy contenta, tomando con cuidado a su hija en brazos y acercándosela a Bonnie-. ¿Quieres cargarla?

- ¿Y-Yo?- se puso nervioso el pelimorado- N-No, no puedo, ¿y si se me cae o se pone a llorar?

- Tranquilo, no pasará nada- la chica le entregó su pequeña a su amigo, el cual tembló al tener esa frágil criatura en sus brazos-. Tú solo mantenla en alto y cerca de tu pecho.

Bonnie miraba nervioso a la pequeña pelirroja, la cual rió al verlo con toda la cara roja a causa de los nervios. Eso alivió un poco al pelimorado, a lo que ganó un poco más de confianza y empezó a hablarle poco a poco, haciendo que los padres sonrieran. En eso notaron cómo la puerta principal se abría y una mata de cabellos turquesas se asomaba desde esta.

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- ¡Oh, maestro, ya llegaste!- el más bajo corrió muy feliz hacia el moreno, sin darse cuenta que seguía cargando a la pequeña de amatistas ojos.

- ...- Bon seguía sin habla, no evitó fijarse en la niña- ¿Y este bebé?

- Oh, es la hija de Fox y Chica, jeje- le dijo muy tranquilo, justo cuando observó cómo el otro suspiraba aliviado-. No habrás creído que te habría engañado con otra persona y quedarme con el bebé, ¿no?

- ¿Q-Qué~? Noo... no del todo...- admitió apenado el peliturquesa.

- Jaja, maestro celosín~-le besó la mejilla con cariño, notando cómo esta se calentaba.

- Ah, qué gusto verte Bon- la rubia se acercó al recién llegado y le abrazó amistosamente.

- Igualmente, Chica- le correspondió el abrazo y justo en eso se acercó el pelirrojo.

- Azulito- le extendió la mano con sonrisa cómplice.

- Rojo- le sonrió de igual manera estrechando su mano con algo de fuerza que no logró dañar en lo más mínimo al mayor.

 - Je, je, je- rió el pelimorado al ver la peculiaridad en la que ambos chicos se saludaban, y en eso sintió cómo la pequeña estiraba sus brazos en dirección a su madre-. Emm, Chica, creo que quiere estar contigo- le dijo sonriente el chico a su amiga, la cual tomó con cuidado a su bebé en brazos.

- Oh, gracias, Bonnie, es que no le gusta que me separe mucho de ella, jeje- dijo la rubia dando un pequeño beso en la frente de su hija mientras esta elevaba sus bracitos y emitía graciosos y adorables balbuceos. 

- Se nota que te quiere mucho...- murmuró para sus adentros viendo cómo la pequeña parecía realmente feliz en los brazos de su mamá. No evitó sentir algo vació en su interior, pero ¿por qué?

- Cariño, ¿estás bien?- el peliturquesa se dio cuenta del repentino cambio de humor en su conejito y no evitó preocuparse.

- ¿E-Eh?- el menor en altura reaccionó- Ah... sí, no pasa nada- sonrió como pudo, notando la extraña mirada de su marido sobre sí mismo.

¿Qué le ocurría al conejito morado

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