CAPÍTULO 36: ¿QUIERES...?
—Hola, Dara.
—¿Cómo estás, Kin? —se saludaron al cruzarse en un pasillo.
—¿Estás yendo a ese lugar donde te enseñan... ya sabes, a curar?
—Sí —respondió cortante—. Debo llegar temprano, hasta luego. —Se despidió, agitando la mano, con una expresión facial neutra.
—¿Tan temprano? Aún está oscuro.
—Sí, adiós —reiteró.
—Oye...
Los días se volvieron monótonos. El equipo se reunía temprano para comer, luego cada uno se iba por su lado. Kin se iba hasta el mediodía con Boa, después, si tenía fuerza, entrenaba con sus compañeros. Liam y Yendry entrenaban con Kaina y Paula, pero muchas veces la monotonía los empujaba a escaparse y vagar por la ciudad. Ishein y Kathe se las arreglaban para entrenar juntos. Dara pasaba todo el día en el Goigo Fayhe. Cuando volvía por la noche repasaba lo aprendido en su dormitorio, encerrada.
—Liam, ¿sabes por qué Dara está así? —preguntó Yendry, curioso por el comportamiento de su compañera.
—No. Está así con todos, ya casi no habla con nadie —contestó, revolviendo la sopa con su dedo.
—Ya me di cuenta —le susurró—, de que la miras constantemente.
—¡Entonces mira bien! —alegó, ruborizado—. Termina tu sopa, o me la comeré yo.
—¿Por qué Dara? —continuó interrogando.
—No, sé, me parece... —contestó con la mirada perdida— digo, ¡que no, tarado! Se hace tarde para ir a entrenar.
—¡Apúrate, Kin! —gritó Boa desde la otra esquina—. Come rápido.
—¡Sí, espéreme! —Dejó su plato y corrió hasta darle alcance.
Tras un janus de entrenamiento, podía permanecer más tiempo en el espacio de su kay, se hizo resistente a su calor, pero la bestia desdeñaba su presencia.
Andaba un poco distraído, mucho en ese día particular. Estaba empezando a preocuparse por Dara. El entrenamiento fue poco fructífero por causa de ello. Boa notó su inquietud y lo dejó irse temprano. Kin, aprovechando la situación, buscó a Dara tras terminar su comida. Por supuesto, le negaron la entrada. Resignado, volvió al palacio para esperarla y hablar con ella; pero encontró a Gerark, Boa y sus compañeros vistiendo ropajes muy coloridos.
—¿Qué está pasando?
—¡Ups! No te conté —dijo Boa—. Hoy se celebra el sijirimajka, algo así como el hiinaru de la primera reina. En la plaza de Manu habrá un gran festival para celebrarlo. Convencí al maestro Gerark para que vayan y se relajen.
—¡Así es, Kin! —parloteó Yendry—. Nos regalaron estos trajes para ir al festival.
—¿Vienes? —preguntó Gerark—. Mejor dicho, tienes que venir, todos vamos a ir, no te puedes quedar solo.
—¡No! Tengo que...
Una presencia irrumpió en el salón, atrayendo todas las miradas. Calypso, que llevaba un vestido rosado de tirantes, aretes de broquel dorados, un collar de piedras púrpuras, cabello acomodado en una cola de caballo. La combinación de sus prendas hacía resaltar su aura y belleza, al punto de rivalizar con la de Kathe.
—¿Quieres ir conmigo, Kin? —preguntó en voz alta.
—¡Sí! —contestó, sin pensarlo. Su pecho, estómago y entrepierna estaban ardiendo.
—¡Exageras, Calypso, no vamos a una fiesta! —la risueña Boa le dio palmadas en la espalda—. Terminen de alistarse, nos vemos aquí dentro de un kanus. —Todos asintieron al unísono.
—Vamos yendo nosotros, hay mucho para comer y ver —le sugirió Calypso a Kin.
—¡Maestro, nos adelantaremos! —avisó, antes de que Calypso lo jale del brazo.
Los ojos del creador brillaban con palidez, dando protagonismo a las antorchas y fogatas que se prendían por todas las calles de Manu. Dara caminaba en la oscuridad, muy lejos del centro. Las casas lucían oscuras y vacías, una gélida brisa recorría su cuerpo. El camino estaba un poco más solitario de lo normal, y sumado al tétrico ambiente, le ponía la piel de gallina.
—¡Dara! —gritó una silueta en frente de ella, que poco a poco se aproximaba. El temor hizo que se paralizara en el sitio.
»¡¿Recién estás volviendo?! —Al acercarse más la silueta, su forma completa se hizo visible.
—¿Liam? ¿Qué haces aquí? ¿Por qué tienes esa ropa?
—Es verdad, no te lo han dicho. Hay un festival en la plaza de la ciudad. Todos están yendo, solo faltas tú.
—Y tú también —bromeó.
—Vine a llevarte —dijo, apretando su puño—, no me parece justo ir sin avisarte.
—Gracias, Liam —dijo con una voz dulce—, pero no, quiero ir a mi dormitorio.
—Espera... ¿Siempre vuelves tú sola?
—Sí... no te preocupes, he memorizado el camino.
—Pues ya no más, desde hoy te acompañaré, puede ser peligroso.
—Ah... muchas gracias.
—Vamos, te llevaré al festival. —Sujeto sus frías y suaves manos con delicadeza.
—¿Me tengo que poner una ropa como la tuya? —murmulló.
—Te ves bien, Dara —motivó con una sonrisa.
—¿Kin ha ido también?
—Sí, pero él está con Calypso. Deben estar muy felices juntos.
—¿Tus padres te dejaron venir así?
—Mi madre sí. Mi padre... murió a manos de los lushrow hace varios kronus, mientras defendía una cosecha de plátanos...
—¡Ay, lo había olvidado! ¡Perdón!
—Ya no me da tristeza. Ya... realmente no lo extraño mucho —expresó, con el rostro decaído.
Kin y Calypso transitaban las coloridas calles mientras conversaban. La gente de la nobleza se movía en pequeños carruajes, portando vestidos con plumas e hilos dorados. Los plebeyos apenas llevaban una capa de lino sobre sus descoloridos ropajes. En cada esquina, un juglar recitaba cánticos y odas sobre las diferentes hazañas que, supuestamente, había realizado la primera reina de Manu. En la plaza misma, las personas bailaban al ritmo de los instrumentos de cuerda. La reina y su séquito de la elite militar presentaban ofrendas al pie de la estatua, mientras alababan y rogaban por el bienestar de su país.
Kin se obsesionó con la figura de Calypso. Mientras más detallaba su anatomía, más crecía el sentimiento raro en su pecho. El aroma frutal de su cabello lo estremecía. Un pequeño bulto en su entrepierna le hacía detenerse cada cierto tramo para acomodarlo con discreción. Gerark los seguía por detrás, manteniendo su distancia.
—¿Por qué no me puedes contar nada sobre tu kay? —habló, para romper con el ambiente silencioso.
—La señorita Boa me ha dicho que no lo haga. Ni a Dara se lo he contado.
—¿Ni a Dara? ¿Por qué la mencionas?—Ocultó su enojo con una sonrisa de par en par.
—Pues... antes le contaba todo a mi tía, pero como ya no está... se lo cuento a ella... me hace recordar a mi tía... —suspiró.
—¿Solo por eso piensas en ella? ¿Qué tipo de relación tienen?
—Somos... —Frenó de repente y divagó mirando a los ojos del creador—. Compañeros... amigos... creo.
—¿No estabas con ella solo por una promesa?
—¿Solo por la promesa? —Divagó nuevamente, mirando al piso—. No... ella es...
—Yo no estoy contigo por una promesa. —tocó las mejillas de Kin y las direccionó para que sus miradas hagan contacto—. Puedes contármelo todo, quiero ser más que tu amiga —expresó con dulzura.
Seguía sujetando las mejillas de Kin. Podían sentir la respiración del otro. El pecho de Kin colapsó, el bulto en su entrepierna crecía sin control y sus manos empezaron a sudar como nunca. Estaba hundido en los ojos negros de la muchacha, en todo el encanto y belleza que destilaba.
—Yo también quiero ser especial para ti. Kin... tú... me gustas —le susurró. Kin apenas reaccionó. Tras un par de segundos retrocedió espantado.
—¿Qué?
—¿Quieres ser mi enamorado?
El muchacho enmudeció por varios segundos, mirando fijamente la belleza de su rostro y cuerpo.
—Sí, está bien —dijo con una sonrisa nerviosa.
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