CAPÍTULO 34: FRAGMENTOS
—¡Buenos días! —Entró Boa, sacudiendo a todos en el comedor con su grito.
—¡Buenos días! —bostezó Gerark.
—¿Qué hace aquí, maestra? ¿Hoy no entrena con Kin? —preguntó Paula.
—Tuvimos un avance importante, así que hoy descansaremos un poco.
El susodicho entró justamente, pálido y ojeroso.
—¿Es verdad que hiciste un avance, Kin? —preguntó Gerark.
—Sí, maestro...
—Qué bueno, pero no te relajes mucho, tienes que seguir avanzando. Creo que hoy descansaremos también, ¿qué les parece?
—Estoy de acuerdo, maestro Gerark —apoyó Boa.
—Hey, Dara —susurró Paula mientras le daba suaves codazos a la mencionada.
—¿Qué pasa?
—Ya que hoy estamos libres, ¿no quieres venir a mi casa?
—¡¿Ir a tu casa?! ¿De verdad puedo...? —cuestionó tímidamente.
—Mis padres volvieron de Lazanomia y trajeron muchas cosas. Podemos hablar sobre cosas de curanderas mientras comemos algo. ¿Qué dices?
—¡Muchas gracias! —confirmó, entusiasmada—. Le diré al maestro Gerark.
Una vez terminado el festín correspondiente a la mañana, Dara se levantó de su lugar y fue con Gerark para cuchichearle al oído. Gerark le respondió, cuchicheando igualmente. Regresó corriendo con Paula.
—Vamos, el maestro Gerark me ha dado permiso hasta la tarde —le comentó a Paula. Se levantaron de sus asientos con la disposición de abandonar el comedor.
—¡Dara! —gritó Kin, al verla dirigirse a la puerta— ¿Te vas tan temprano?
—Ah no, yo...
—Calypso me habló de un lugar en el que hacen buena comida. ¿Me puedes acompañar? El maestro no quiere que vaya solo.
—Perdón, Kin —exclamó cortante—, Paula me invitó a su casa primero.
—Ah... no... lo sabía. No importa, que... te vaya bien. —Se limitó a observarla yéndose, desde la distancia.
—Llegamos —exclamó Paula frente a su casa. Un gigante bloque gris, cuadrado, con varias ventanas en la fachada, un techo cubierto por losas de granito verde, una puerta doble bañada en plata. Usando una llave plateada que introdujo en el cerrojo azul, abrió la puerta doble y entró con Dara.
Apenas pisaron el zaguán, oyeron los pasos de una persona corriendo. Fueron recibidas por una mujer adulta, delgada, con varias arrugas en su rostro que le aumentaban la edad. Llevaba un vestido de cuerpo entero, azul, descolorido, y su cabello negro amarrado en un moño.
—¡Tú! —Abrazó a Dara y la cargó, mientras esbozaba una placentera sonrisa.
—Dara —carraspeó Paula—, ella es mi tía, Melany. Ella suele actuar así, pero no te asustes, no te hará daño.
—Niñas —liberó a Dara y se irguió firme—, vengan, quiero mostrarles algo.
Siguieron a la mujer a través del pasillo, deteniéndose frente a una puerta gruesa. Melany la empujó con todas las fuerzas de su grácil cuerpo. Dentro se hallaban muchos estantes de madera que guardaban una vasta cantidad de libros y pergaminos.
—Esta es mi biblioteca personal, todo esto es mi vida, leer —dijo mientras paseaba por los estantes.
—¡Asombroso, no sabía como se llamaba esta planta! —exclamó Dara tras coger un libro y darle una ojeada.
—¡¿Sabes leer?! —voltearon tía y sobrina, pasmadas. La lectura y escritura solo eran aprendidas por los kirishwa (escribas que redactan documentos oficiales). Plebeyos y soldados, excepto el rey, no sabían leer ni escribir. Como pocas personas dominaban el lenguaje escrito, no sufría muchas modificaciones, siendo así un lenguaje universal que compartían los nobles de todas las naciones.
—Sí, me enseñó mi madre.
—¡Es verdad! Me dijiste que tu familia es de la nobleza. La única persona en mi familia que no es kirishwa y sabe leer, es mi tía. ¿Cómo hiciste para que te enseñaran?
—Pues...
—Niña —interrumpió Melany—, eres un fragmento, ¿no?
Sus globos oculares por poco saltaron fuera de su órbita. Un escalofrío subió por su espina tras captar esas palabras, dejando caer el libro que sujetaba.
"Eso es lo que dijo Kin"
—¿Cómo lo sabe? —inquirió tartamudeando.
—Simplemente lo sentí —rio.
—¿Usted sabe qué es un fragmento?
—Paula, hija, ¿podrías dejarnos a solas por un momento?
—¿Qué? Sí... tía. Vuelvo pronto Dara. —Cerró lentamente la puerta.
—Niña, yo también soy un fragmento.
Dara se impresionó tanto que cayó sentada en el piso alfombrado.
—Si estás aquí, entonces tu kuyichi también está cerca, ¿no?
—No es mío —negó, sonrojada—, pero sí, Kin es un kuyichi. ¿A qué se refiere con que es mío?
—Tu kuyichi, el motivo principal de tu existencia. ¿No eres el fragmento principal? ¿Estás en la lista?
—¿Fragmento principal? ¿Qué lista? No comprendo. —Se levantó, sacudiendo el polvo en su trasero.
—¿Tu familia no sabe que eres un fragmento?
—Yo... no tengo familia —contestó, agachando la cabeza.
—¿Qué? ¿Quién te respaldó? ¿Cómo aprendiste a leer?
—Yo... yo... —tragó saliva y presionó su pecho—. ¡Yo soy una plebeya! —declaró, con los ojos llorosos.
—¿Cómo es que sigues viva? —preguntó Melany, juzgándola con el ceño fruncido—. Cuando se descubre que un plebeyo es un fragmento, lo ejecutan de inmediato. ¿Las autoridades en Krabularo saben lo que eres?
—El rey lo sabe, creo —musitó.
—Siendo plebeya y fragmento, ¿te dejó vivir? ¡Esto es algo sin precedentes! —Levantó sus manos y rio a carcajadas—. ¡Eres alguien muy interesante, niña plebeya!
—¿¡Por qué soy un fragmento!? —sollozó— ¿¡Qué es un fragmento!?
—Supongo que Paula no sabe que eres plebeya. Te responderé todo eso, en retribución por tu secreto, pero deja de llorar.
»Los kay, los seres que habitan dentro de los kuyichis, están hechos de la esencia del mundo, que proviene del creador. La esencia del mundo se basa en las pirikshi (partículas). Muchas pirikshi se condensaron y originaron a los kay. Nosotros, los fragmentos, somos unas cuantas pirikshi encerradas en un cuerpo humano.
—¿El creador? ¿Pirikshi? ¿Cómo sabe todo eso?
—Me lo contó la kuyichi anterior, cuando era niña. No encontrarás eso en libros ni pergaminos. Solo fragmentos y kuyichis pueden saberlo. Nunca imaginé contárselo a una plebeya, pero me interesas.
—¿Y cuál es la relación entre los fragmentos y los kuyichis?
—Bueno —suspiró—, antes de... "Kin", otra persona fue kuyichi, y otra lo fue antes. Un kuyichi no aparece de la nada, un kuyichi se hace.
—¿Por qué se hacen kuyichis?
—Eres muy curiosa, ¿verdad? Aprendiste las artes de la curación y aprendiste a leer, no debería sorprenderme. Los kay son una fuente y representación del poder, una conexión con el creador. Son armas para los países, y necesarios para mantener el ikyas (equilibrio). Un kay se transfiere de una persona a otra mediante un ritual. Somos usados como intermediarios entre los kuyichis. Recibimos al kay por un instante y lo transferimos al nuevo kuyichi. Al final, tanto el anterior kuyichi como el fragmento... mueren.
—¿Qué...? No... —Sus piernas tambalearon, empezó a sentir arcadas. Tapó su boca y se sentó de cuclillas, mientras gimoteaba.
—Es nuestro único propósito —continuó, hablando con abatimiento—. A diferencia de los kuyichis, no hay entrenamiento para controlar este poder, se manifiesta de la nada, no podemos usarlo a voluntad. No somos un arma que puedan usar, pero somos peligrosos, por ello nos desechan. Todo fragmento que no está destinado al ritual debe ser eliminado, a menos que sea de una familia importante.
—¿Cuándo supo usted que era un fragmento?
—Desde muy niña —contestó, con una falsa risa—. Gracias a la influencia de mis padres no me mataron. Hubiera sido lo mejor. No soy el fragmento principal, y estoy atrás en la lista de reemplazo. No puedo cumplir mi único propósito, pero tú... si estás tan cerca de tu kuyichi, si siendo plebeya te dejaron vivir... eres el fragmento principal.
Dara se agitó y lloró desconsoladamente.
"¿Yo... estoy destinada a morir con Kin...?"
—Se equivoca, señorita Melany. Usted tiene sus libros, ¡puede hacer un montón de cosas con ellos! Usted... —oprimió su pecho con fuerza — ¡Usted no vive para ser un fragmento! ¡Usted puede hacer algo diferente con su vida! —chilló.
—Una vez que la gente sabe lo que somos, nuestra vida no vuelve a ser la misma.
—Yo —se levantó, con el cuerpo tembloroso—, no lo acepto. No quiero... morir... tampoco dejaré que Kin... muera... yo... ¡No voy a morir en ese ritual! ¡Yo cambiaré todo lo que usted dijo!
Melany abrió sus ojos, tragó saliva y abrazó a Dara, riendo a carcajadas mientras lo hacía.
—Ya es tarde para mí. Tal vez logres cambiar tu destino como fragmento. Vive mejor que nosotros, los anteriores fragmentos, mejor que el clan Azure.
—¿El clan Azure?
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