CAPÍTULO 29: ALAS
—¿Cómo lo supo? —preguntó un perplejo Kin.
—¿Cómo? Simplemente... lo sentí —respondió con picardía.
—¡Hija, por favor! —recriminó la reina.
—¡Oh! Lo siento, madre. —Se irguió firme, se arregló la cabellera y esbozó una sonrisa—. Señores, un gusto conocerlos. Me llamo Schericcia Utamyssis Boa. —Se inclinó y se puso la mano al pecho—. Pero pueden llamarme Boa.
—Tal como lo dijo, ella es mi hija —reafirmó la reina—, y también es la kuyichi de Laria.
—¡Ahora entiendo! ¡Usted es...!
—Así es, muchacho, desde hoy entrenarás conmigo.
—Eso es todo, señores, ya hemos preparado sus aposentos, deben estar cansados por el viaje. Los invito a...
—¡Madre! —interrumpió Boa—. ¿Ya me los puedo llevar?
—Si ellos están de acuerdo...
—¡Vamos! —Jaló a Kin del brazo y alentó al resto del equipo para seguirla. Consultaron a Gerark con la mirada.
—Vayan, más tarde los alcanzo.
Un hombre muy alto, de metro noventa, musculoso, bloqueaba la puerta del salón. Su cabello, de color ocre, y las prominentes ojeras en su rostro, volvían más atemorizante su expresión facial, poco amigable.
—¡Míralos, Asher! Los niños que vinieron desde Krabularo —exclamó Boa—. ¡No los mires así, los asustas! —recriminó.
—Sí, señorita Boa —respondió con voz grave y tono sumiso.
—Él es Asher Smirror, mi guardia personal, y mi mejor amigo.
—Mucho gusto —saludó sin cambiar su expresión facial.
—Ya va, sigamos. —Jaló nuevamente a Kin del brazo. Sus compañeros lo siguieron por detrás.
Después de atravesar los pasillos del palacio por un largo rato, llegaron al patio central: una explanada circular de piedra negra, cubierta con una capa fina de malaquita pulida. Boa los condujo hasta el centro de la misma.
—Muy bien, ya podemos comenzar.
—¿Qué vamos a comenzar? —preguntó Kin, a la par que temblaba ligeramente.
—Aléjense un poco, niños —avisó Asher, mientras los apartaba con su mano.
De pronto, una corriente de aire circundó a Boa, levantando polvo, hojas y su falda. Cerró los ojos, extendió los brazos y detuvo su respiración. La corriente se dispersó por toda la explanada, obligando a plantar los pies con firmeza para no ser empujado.
Un minúsculo huracán se posicionó a espaldas de Boa, pegándose a ella mientras se tenía de púrpura. Poco a poco iba tomando forma de un par de alas.
Así como vino, la corriente desapareció de golpe. Se condensaron alas púrpuras transparentes, como las de un colibrí, en su espalda.
—¡Eso! ¡Eso... es! —advirtió Kin, pasmado.
—¡Sí! Como los pájaros —intervino Liam.
Boa tomó un respiro profundo y caminó hacia Kin.
—Este es el poder que nosotros, los kuyichi, podemos extraer de nuestro kay —insinuó con tono sensual, mientras lo tomaba de la barbilla.
—¡Increíble! ¿¡Yo también puedo hacer eso!? —preguntó con los ojos brillantes.
—Claro que sí. ¿Quieres intentarlo? —continuó, seductora.
—¡Por supuesto!
De improviso, Boa lo rodeó con sus brazos, lo cargó, y empezó a batir sus alas con rapidez. Tomó impulso para saltar, y tras hacerlo despegó, llevándose a Kin.
—¿Qué está haciendo? —increpó Yendry. Sus compañeros miraban la escena con temor.
A pesar de que su cara estaba sepultada en el pecho de Boa, Kin podía sentir como era despeinado por el viento helado.
—¡¡Bajemos, por favor!! —suplicó chillando.
—¿Qué? ¡No te puedo escuchar! —gritó Boa—. ¡Sujétate bien!
Tras elevarse un poco más, Boa normalizó su vuelo. Se mantenían flotando. Boa liberó su agarre para dejar que Kin vea el panorama desde lo alto.
—¡¡¡Por favor!!! —Pequeñas lágrimas recorrían su rostro— ¡¡¿Qué está haciendo?!!
—¿No es una vista hermosa?
Intentó serenarse y mirar. Desde su posición, las personas se veían como puntos, podía ver toda la jungla que rodeaba la ciudad, extendiéndose hasta el horizonte. Su corazón fue conmovido por un instante, pero el temor lo asedió de nuevo, haciendo que se inquiete y chille.
—¡Qué llorón! —Boa lo soltó con la intención de hacerlo caer, Kin se aferró a sus piernas, pero fue pateado y terminó cayendo al vacío.
—¡¿Qué están haciendo con Kin?! —inquirió Yendry— ¡Eso parece peligroso!
—Cállate, mocoso, no cuestiones los métodos de la señorita Boa —replicó Asher sin desenfocar su vista de los kuyichis.
—¡Miren, miren! —advirtió Kathe. A pesar de la gran altura, vieron caer a Kin.
—¡Hay que agarrarlo! —Liam se desplazó en línea recta, prediciendo el lugar de aterrizaje.
—Alto ahí, mocosos, no van a interferir con los planes de la señorita. —Asher se plantó frente a él para impedir que avance.
—¡Apártese o ...!
—¡¿O qué?!
—¡O lo apartaremos nosotros! —Yendry lo embistió con su colosal espada, pero Asher contuvo el embate con su alabarda.
Liam dirigió un potente derechazo contra su cara, pero Asher lo bloqueó con la palma de su mano.
—¿Lo dejé claro, verdad? —Cogió del brazo a Liam y lo arrojó por los aires.
—¿Deberíamos intervenir? —se cuestionó Ishein en voz baja.
—¡No! Es imposible que derrotemos a ese... monstruo —comentó Kathe.
—¡¿Ustedes solo van a mirar?! —preguntó Asher, viéndolos con malicia.
La distancia entre el piso y Kin se acortaba rápidamente, si lograba impactar no saldría vivo. No podía hacer nada al respecto, ya ni siquiera gritar, tenía la garganta seca.
—¡Sácalo! ¡Sácalo, niño! —alentó Boa.
—Ayúdeme... —Apenas liberó un chillido ahogado.
Boa se lanzó en picada para sujetarlo. Usó toda su fuerza para sujetarlo de su muñeca, mientras batía sus alas para estabilizarse.
—Gracias... —suspiró con los ojos llorosos.
—¡Una vez más! —dijo Boa. Lo soltó de nuevo.
Liam y Yendry buscaban asestar un golpe contra Asher, probando diferentes flancos, pero el soldado evadía gran parte de sus acometidas, y aquellas que impactaban solo hacían rasguños en su armadura. Liam buscaba la cara y articulaciones, Yendry atacaba sin discreción, alentándose al ver grietas en lugares donde ya había impactado. Asher se limitó a defenderse.
—¡Yo iré a por Kin! —decretó Dara. Ishein se quedó inmóvil, dudoso, igual que la pelirroja, pero ella estaba segura de no intervenir.
Boa seguía jugando con el muchacho. Lo soltaba durante unos instantes, para después agarrarlo de nuevo, ascender un poco y volver a soltarlo. Repitió el mismo acto por varios minutos. Dara terminó cansada y mareada por correr y predecir el sitio de aterrizaje.
—Esto no está funcionando —murmuró Boa con desánimo.
Soltó una vez más a Kin. Él confiaba en que ella lo sostendría de nuevo. Relajó su cuerpo y cerró sus ojos. Cuando los abrió de nuevo, se halló muy cerca del suelo, más que las ocasiones anteriores. Alzó la mirada y no divisó a Boa. Su corazón se detuvo, su cuerpo se congeló del terror.
—¡Ay no! ¡Ahora si está cayendo! —Dara se afligió, no tenía la velocidad ni fuerza para recibirlo, tampoco avistó una superficie blanda que pudiera suavizar la caída. Trató de pensar y pensar. No encontró solución alguna. Era demasiado tarde, Kin estaba a unos centímetros de impactar. Él ya había aceptado su final. Cerró los ojos, aguardando ese final.
—Perdóname, niño, creí que esto podía funcionar —sinceró Boa con tristeza. Lo sostuvo de los pies en el momento justo, milímetros antes de que su frente choque contra el suelo.
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