Capítulo 25: SÍ, TE AYUDAREMOS
—Hola, viejo —saludó Kin, asomando su cabeza por el portón de la oficina real.
—¡¿Kin?!
—Discúlpenos por entrar así, su majestad.—Gerark abrió por completo el portón y entró, con sus alumnos por detrás.
—Regresaron dos daius antes de lo previsto.
—Ahora mismo le digo la razón, pero antes...
—¡Niños, ya pueden retirarse! —indicó haciendo palmas—. Vayan a descansar, se lo merecen. Los veo mañana.
—Háganle caso, jovencitos, espero que se hayan divertido y hayan aprendido —enunció Dante con una sonrisa.
—¡Majestad! —intervino Liam—. Lo que pasó realmente...
Sus compañeros le taparon la boca y lo arrastraron hacia la puerta.
—¡Muchas gracias, su majestad! —respondieron al unísono mientras se retiraban.
—¿Están cansados? —preguntó Liam, ya estando en el pasillo—. ¡Me quedan fuerzas para entrenar todo el daius!
—¿Qué tal si hacemos una fogata más tarde? —sugirió Yendry.
—¿Una fogata? ¿Para qué? —intervino Kin.
—Mmm... no sé. Para celebrar que todo salió bien. ¿Qué opinan?
—¿Celebrar que por poco no nos matan? —chistó Kathe—No gracias, vuelvo a mi casa, yo sí estoy cansada.
—No es mala idea, podríamos pedirle a las sirvientas que preparen algo —planteó Kin.
—Hecho entonces. No falta mucho para que salgan los ojos del creador, podemos esperar aquí mismo, en el palacio.
—¡Hagan lo que quieran, yo no participaré! Tengo que volver a mi casa, mis padres deben estar muy preocupados —insistió Kathe, tratando de llamar la atención, pero fue ignorada.
—Entonces iré de una vez con las sirvientas. Acompáñame, Dara.
—Así que un traidor.
—Sí, pero hay algo que me preocupa mas.
—Vamos, Gerark, sin rodeos.
—Los lushrow no atacaron para robar o secuestrar, estaban detrás de Kin. Siempre fue su objetivo. Alguien les avisó, de forma anticipada, que iríamos a la finca.
—¿¡Estás diciendo que hay espías en el palacio!? —Se paró, exaltado—. Pensé que ya nos habíamos deshecho de ellos. Han vuelto por Kin, eso no debería sorprenderme —resaltó más calmado.
—Quieren matarlo. El sujeto que los comandaba era un imbécil raro, que felizmente no hizo nada. El o los jefes lushrow quieren asesinarlo.
—¿No quieren hacerse con su poder? ¿Qué ganan matándolo? ¿Por qué a él? Nunca atentaron contra Fexival, nuestro anterior kuyichi.
—No será la última vez que vengan tras él, hay que maximizar la vigilancia.
—Sí, Gerark. Ya te pedí mucho, pero quiero que lo sigas cuidando. No quiero... perder a la única familia que me queda.
—Si son órdenes, yo las cumpliré. —Dicho esto, se retiró de la sala con una sonrisa melancólica.
—¡Todo se ve muy sabroso! —exclamó Liam al ver el banquete que traían las sirvientas.
—Acábenselo todo, jóvenes —mencionó la sirvienta mas vieja.
—En buen momento, acabé de prender la fogata —informó Yendry. Sus manos estaban rojas por haber frotado los palos con ímpetu, buscando una chispa que avivara las brasas.
El patio trasero del palacio fue seleccionado para realizar la fogata. Un limitado espacio, mayormente desolado, cubierto de fino y quebradizo pasto. Kin, asistido por Gerark, obtuvo el permiso del rey para que hicieran la fogata.
—Oye... Ye... —balbuceó Dara.
—Yendry —aclaró.
—Yendry, no deberías hacer mucho esfuerzo, tu herida se puede abrir —advirtió.
—No pasa nada. —Mostró la cicatriz en su antebrazo—. La herida está bien. Debo felicitarte, la herida cicatrizó en solo unos daius.
—Gracias... no hice nada especial... —correspondió, sonrojándose.
—Eres muy hábil, Dara —acotó Liam antes de zamparse un enorme filete de res. Kin se limitó a escuchar y contentarse por el reconocimiento que le daban a su amiga.
—No es para tanto —refutó Kathe.
—¿No, que no ibas a venir? —preguntó Ishein mientras le daba sorbos a un plato de sopa.
—¿Tú que haces aquí? —devolvió la pelirroja.
—Tengo hambre. Mi hermana no está en casa hoy. —Kathe se mostró indiferente y se volteó de espaldas.
—¿Tienes una hermana? —preguntó sin voltear a mirarlo.
—¿No estaban preocupados tus padres?
—¿A ti qué te importa? —musitó, mientras jugaba con uno de sus mechones de pelo—. No quiero... volver a mi casa todavía.
Por otro lado; Liam, Ishein y Kin continuaron elogiando a Dara.
—¿Cómo hiciste, Dara? —Yendry rodeó el cuello de Dara con su brazo para que vea nuevamente la cicatriz—. Nunca una herida me había sanado tan rápido.
—Solo hice lo que aprendí...
—Aprendiste algo muy interesante... —enganchó su brazo en el cuello y apretujó para obstaculizar su respiración—... Para ser una plebeya.
—Discúlpame, no es contra ustedes —advirtió Liam, antes de realizar la misma llave con Kin. Ishein y Kathe se aproximaron.
—¿Pensaste que no lo sabíamos? ¿Pensaste que no diríamos nada? —Aflojó su agarre para dejar que Dara respire—. Tu arma turquesa, tu nombre, tu actitud. Eres la plebeya fragmento que armó un escándalo en la selección. Tal vez no estuvimos ahí, pero los rumores vuelan entre la realeza.
—¡Yo no les dije nada! Que conste —aclaró Liam.
—El maestro lo sabe, también el rey. No dije nada porque ninguno de ellos tampoco lo hizo. ¿Por qué hay una plebeya entre nosotros? ¿Por qué el maestro y el rey encubren tu presencia?
—¡No lo hacen, aprobó justamente la selección! —vociferó Kin.
—¡Tú tienes la culpa! —señaló Kathe—. Como eres el nieto del rey, te cumple todos tus caprichos. ¿No te parece mucho traer a tu sirvienta?
—¡¡No es mi sirvienta!! —refutó, iracundo.
—Dara, lo siento, pero yo también estoy intrigado —dijo Liam.
—Las leyes dicen que un plebeyo no puede ser un soldado real. Solo queremos saber la razón de su admisión —instigó Yendry.
—Estamos... buscando a su madre.
—¿Buscando a su madre?
Kin se calló y, con su mirada, incitó a Dara para que conteste.
—Los enmascarados... la secuestraron... —contestó gimoteando.
—¿Los lushrow?
—Sí, ellos —intervino Kin.
—¿Y eso que tiene que ver con que Dara esté aquí?
—Yo le prometí que la encontraría, que nos haríamos fuertes para encontrarla. Por eso me volví soldado real, por eso le pedí a mi abuelo que la dejara entrar.
—¡Las leyes no se pueden quebrantar por tu capricho! —refutó Kathe.
—Todo está claro —Yendry calló a todos, alzando su voz—. Yo debo...
—¡Por favor! Por favor... —gimoteó con más fuerza—. ¡Ayúdenme a encontrar a mi madre! —suplicó mientras se ahogaba con su llanto.
—¡Nada de eso, sirvienta!
—Yo debo reconocer que eres útil, Dara —aduló Yendry mientras liberaba el cuello de Dara—. En la misión hiciste mucho mas que nosotros. Tienes mucha experiencia y conocimiento en curación. La verdad no me importa eso de tu madre, pero si quieres que te ayudemos, tienes que ser de utilidad. Si no cumples tu rol, no dudaré en pedir que te expulsen del equipo. Por lo tanto...
—¡No! ¡No puede quedarse! ¡Me quejaré con el rey!
—El rey, el maestro, saben de tus habilidades, y por eso te metieron al equipo. Si ellos confían, yo también lo haré. ¿Alguien, aparte de Katherine, se molesta con eso?
Nadie mostró desacuerdo con sus palabras.
—Entonces sí, Dara, te ayudaremos.
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