CAPÍTULO 24: LA MISMA CLASE DE PERSONA
—¿Tiene usted alguna objeción, capitán Félix? —preguntó Gerark mientras limpiaba la sangre de su frente.
—Yo...
Gerark embistió velozmente contra Félix, atravesando su garganta con la espada.
—Solo cállate, bastardo.
Nuevamente, reinó un silencio sepulcral, un silencio que reanimó a Kin.
—¡No debió matarlo! —Kin se levantó y se paró enfrente de Gerark, acechado por la mirada confusa de los presentes.
—¿Por qué dices tal cosa?
—En vez de matarlo a él... deberían matarme a mí. Yo debería morir, no debería existir. Si no existiera, mi tía...
Gerark le pegó tal cachetada que lo hizo caer directo al suelo.
—¡¿Crees que el sacrificio de tu tía es un desperdicio?! —recriminó, iracundo.
—¡Él tenía razón! Yo solo hago sufrir a las personas...
—¡Entonces acaba con tu propia vida! —Le arrojó su espada—. ¡En este momento!
Kin solo atinó a llorar y frotar su mejilla enrojecida.
—Dámaris te dio la oportunidad de vivir, de llorar, de reír, de ayudar. ¿La vas a desperdiciar? —Sacudió la sangre que manchaba su saco y se retiró, cojeando.
—¡Kin! ¿Ya estás bien? —exclamó Dara.
—Sí. Solo raspones, no vas a tener mucho trabajo conmigo —respondió mientras secaba sus lágrimas.
—Kin, nadie ha sufrido por tu culpa, y nadie quiere que mueras —susurró Dara mientras curaba sus raspones.
Uno a uno los soldados abandonaron el sitio, arrastrando a sus compañeros malheridos y los cadáveres.
—Vamos, Dara —Yendry reposó una mano en su hombro—, es tu turno.
Ella cerró los ojos, borró las imágenes desagradables de su mente, y se dispuso a trabajar. Con su limitada experiencia trató las heridas; mutilaciones, desgarros, evisceraciones y demás. Algunos soldados, con algún conocimiento médico, la ayudaron. El resto de soldados reconocían y recogían los cadáveres de sus colegas y lushrows. Liam fue atendido por Dara; solo mostraba moretones y cortes, gracias a que no se expuso mucho en el combate.
—¿Usted cree que nos ataquen de nuevo? —comentó Yendry.
—Lo dudo. Ya maté a Félix, su infiltrado. Si lo hacen, yo mismo los derrotaré —contestó Gerark, sonriendo enérgicamente.
—Está muy herido, no puede seguir peleando.
—Que vengan los enemigos para demostrarte lo contrario.
—Si vienen, yo pelearé junto con usted.
Ya era de madrugada. El ambiente dentro de la finca había calmado. Los soldados descansaban y se recuperaban. Aquellos con heridas menores patrullaban los alrededores y limpiaban los escenarios del combate previo. Los pupilos de Gerark descansaban, recostados en el piso. La fatiga y la euforia por lo vivido en el combate no les dejaba conciliar el sueño.
—Felicitaciones, chicos, lo hicieron muy bien —exclamó Gerark al entrar. Ninguno se inmutó por su halago.
»Ishein, reconozco tu valentía, buen trabajo.
—Como usted diga —contestó indiferente, oculto bajo una manta.
—Liam, bien hecho, eres todo un guerrero.
—Tuve mucho miedo, pero gracias, maestro —retribuyó con una sonrisa.
—Yendry, eres muy valiente, y por lo que me contaron, tienes habilidades para liderar.
—Agradezco sus palabras —dijo con tono serio.
—Kin, tú...—Falló al tratar de convertir sus pensamientos en palabras.
»Kathe... sigues viva, eso es bueno... Lo harás mejor para la próxima.
La pelirroja no discutió. Estaba en un rincón, abrazando sus piernas, aún impactada por lo que sus ojos vieron.
—Dara, hiciste muy bien tu trabajo. Aun si fue tu primera vez, ayudaste mucho.
—¿Por qué, maestro? —dijo ella con voz tenue, sentada en posición fetal, apoyada contra la pared. Por una rendija miraba directamente a los ojos del creador.
—¿Qué dices? No te escuché.
—Horrible. Es horrible —gimoteó—. Con mi madre vi personas heridas y muertas, pero nada como lo de hoy. Nunca pensé que vería tanta sangre junta. Lo intenté, use todo lo que sabía... pero no logramos salvar a todos. ¿Por qué pasan estas cosas, maestro? —inquirió con ojos llorosos— ¿Por qué los lushrow hicieron esto?
—Así funciona el mundo, Dara —elevó su voz para llegar a todos—. Nacemos, peleamos y morimos. No hay buenos ni malos, tan solo gente que defiende sus principios. Ahora formas parte del ciclo, no te queda más opción que hacer tu parte y acostumbrarte a ver sangre.
—¿Es necesario que se vaya? —le preguntó un soldado a Gerark.
—Sí, capitán Navim. Quería mandar un emisario a Krabularo para informar la situación, pero como no se pudo tengo que volver lo más antes posible.
—¿No puede quedarse un poco más? Todavía pueden regresar esos ladrones.
—Lo dudo, pero si lo hacen, yo no puedo hacer más por usted y esta finca, mi prioridad son mis muchachos.
—Entiendo. Gracias a usted superamos este inconveniente, mis compañeros y el señor Recasterre le debemos un favor.
Después de aquella pesada y sangrienta noche, Gerark y sus alumnos permanecieron dos daius más en la finca. Otro altercado con los enmascarados parecía factible.
—¿Ya tienen todas sus cosas? ¿No se olvidan nada? Partiremos de una vez.
—Sí, sí —respondió Kin con desgano.
—¿Podría esperarme un poco más? Creo que olvidé algo —solicitó Dara.
—¿Por qué no guardas bien tus cosas, niña plebeya? —regañó Kathe.
—Por qué ella si las usa —contradijo Liam.
—¡Cállate, tarado! —replicó furiosa.
—No peleen chicos —interrumpió Gerark—. Por supuesto, Dara, tomate tu tiempo, nosotros iremos subiendo al carruaje.
—¡Apúrate, plebeya, te vamos a dejar! —gritó Kathe mientras era jalada por Ishein y Kin hacia el vehículo.
Una vez que la dejaron allí, Kin se aproximó a Gerark.
—Maestro, yo... —murmuró.
—¿Qué sucede, Kin? —preguntó de brazos cruzados, con una sonrisa.
—Pues... yo... —empezó a gesticular en exceso— quiero... saber si está enojado por lo del otro daius.
Gerark se paró firme y lo miró de una forma poco amigable.
—¿Lo está? —formuló con voz trémula.
—¡Obviamente no! —aclaró con una carcajada—. Solo eres un niño confundido, pero me sorprendió que te dejaras influenciar tanto por lo que dijeron —sermoneó mientras le acariciaba el cabello—. Recuerda que una persona como esa mató a Dámaris —mencionó con desprecio al hablar.
— Mi tía... —musitó, con la mirada perdida.
—Sí, tu tía, la que se sacrificó por ti.
—¿Usted la conoció?
—¡¿Ah?! —exclamó, sobresaltándose—. Sí... algo...
—¿Me puede contar más sobre eso? —demandó con una mirada brillante.
—Dejémoslo para otro daius. —Revolvió su cabello—. Por ahora tenemos que volver a Krabularo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro