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CAPÍTULO 18: SIENDO UN SOLDADO REAL

—¡¿Sí?! —exclamó Dara, somnolienta. Los toques a su puerta la hicieron abandonar un plácido sueño con su madre.

—¡Dara, soy Kin! Ábreme.

—Kin, ¿desde cuándo te levantas temprano? —inquirió después de abrir la puerta.

—El maestro tiene un comunicado importante para nosotros, tenemos que ir a la sala de entrenamiento.

—¿Pero tan temprano? —remarcó bostezando.

—Sabes muy bien que no me gusta. El maestro hizo que los soldados que vigilan mi dormitorio me levanten para informártelo. A mí me parece raro que te quejes por eso.

—Yo me despierto con la luz de la Intayi —explicó, mientras se frotaba los ojos—. Sin embargo, todo está oscuro. ¿Te molesta esperarme? —preguntó con timidez—. Voy a tratar de alistarme rápido.

Botó a Kin, cerró la puerta y acomodó las botellas, libros y hierbas extendidas en su cama.

Medio janus pasó desde que iniciaron su travesía como aspirantes a soldado real. Tiempo corto, pero de provechoso aprendizaje. Dara incrementó sus conocimientos sobre medicina y hierbas, a la par también se incrementaron sus habilidades de combate.

—¡Muchachos! —exclamó Gerark al verlos entrar.

—¿Qué es eso tan importante, maestro? —preguntó Dara, sin saludarlo primero.

—Lo siento, no puedo contarles todavía, todo el equipo tiene que estar presente.

Ellos lo notaron muy agitado y nervioso. Poco a poco llegaron los demás integrantes. Gerark se mantuvo callado, para mantener el suspenso.

—¡Qué fastidioso! —entró Kathe, pateando la puerta—. No puedo lucir tan bella si no duermo lo suficiente. ¿Y bien? ¿Qué tiene para decirnos? —inquirió.

—Les quito un poco de sueño y se irritan, así no van a sobrevivir. Cuando yo era...

—¡La noticia! —increpó Kin.

—Bueno, la noticia es que... —Hizo una larga pausa, que segundo a segundo colmó la paciencia de sus alumnos.

—¡Ya díganos la maldita noticia! —vociferó Ishein.

—¿Para eso si hablas, no? —refunfuñó, cruzándose de brazos—. Qué pesados. Hoy les asignarán su primera misión —confesó, desganado.

—¡Entonces...! —La sangre de Liam hervía por la emoción.

—Así es, iremos a realizar trabajo de campo.

—¡Bien! —afirmó, dando golpes al aire.

—Pero ha pasado poco tiempo, ¿estamos preparados? —expresó Kin.

—No decido yo, decide el rey. Vamos, el rey mismo les explicará, por eso los llamé temprano.

»Dara, quédate un momento. —El resto se desplazó al salón del rey.

—¿Sí, maestro?

—Yo... bueno... tienes que saber algo...

—Dígame. —Gerark desviaba la mirada y rascaba su nuca vigorosamente.

—Tú... debes entender que tu rol es muy importante... ahora vives para los demás... ¡No de forma literal! Quiero decir... ahora tienes una gran carga. ¿Podrás con ella?

—Creo que sí... maestro.

—¡Bien! Bien. Vamos, tenemos que ir con el rey.

"Algún día... ¿Seré capaz de contárselo?"

El máximo jefe, como siempre, miraba el paisaje a través del ventanal.

—Bienvenidos —se giró y saludó al percatarse de su llegada—. Asumo que ya me conocen, y yo conozco algo de ustedes. El país de Rurucen, y su capital, Krabularo, ponen su confianza en ustedes. Confiamos en que ustedes...

—¿No haces algo más que mirar a través de la ventana, viejo? —interrumpió su nieto con desdén.

—¡Pórtate bien! —ordenó Gerark tras darle un coscorrón.

—¿Qué vamos a hacer, viejo? Dilo de una vez —inquirió mientras palpaba su cabeza.

—De acuerdo, seré breve. Los enviaremos a los campos de trigo en Raburi, en la región controlada por los Larkelat. Verán el trabajo de los soldados comunes, como su primera misión. Reportaron que algunos lushrow están merodeando la zona, pero los soldados y Gerark los mantendrán seguros en caso de llegar a un enfrentamiento.

—Me parece bien —dijo Gerark— ¿Qué dicen ustedes, chicos?

Asintieron vagamente, en señal de conformidad.

—Bueno, pues no perdamos tiempo. Alisten sus cosas para el viaje. Nos encontraremos en la puerta del palacio, dentro de tres kanus. Iré a coordinar algunas cosas. Quiero verlos puntuales.

—¿Qué? ¿De una vez? —dijo Yendry.

—Por supuesto, partiremos lo más pronto posible —contestó Gerark, abandonando la sala tras hacerlo.

—¿Ya están aquí? Apenas pasaron dos kanus. —Gerark estaba con los soldados, compartiendo una botella con un líquido amarillento, cuando Kin y Dara lo sorprendieron.

—¿Qué es eso? —preguntó Dara.

—Nada. —Ocultó la botella—. Esperemos a los demás. Iré a... revisar nuestra carroza.

Mientras esperaban, los niños conversaban y reflexionaban sobre sus recientes aprendizajes e imaginaban las nuevas experiencias que les daría la misión. Gerark estaba correteando para gestionar los permisos y recursos para el viaje. Yendry, Liam, Kathe e Ishein llegaron juntos; aunque no pretendieron hacerlo. Se cruzaron, y por mera cortesía, continuaron el camino en grupo.

—¡Chicos, por aquí! —llamó Kin tras reconocerlos en la distancia.

Kathe se contoneaba con la cabeza en alto. Los demás iban formados por detrás, fijando la mirada en su marcha elegante.

—¿Dónde está el maestro Gerark? —le preguntó Yendry a Kin.

—No lo sé, dijo que revisaría ciertas cosas, pero todavía no regresa.

—¡Justo a tiempo! ¡Qué niños tan puntuales! —dijo Gerark por su detrás. Ya no portaba su ostentosa pechera, ni su cinturón, solo un chaleco negro debajo del saco, pantalones desteñidos y unas botas de cuero, reforzadas con plantas de maxobre (aleación de maxentita con cobre).

—¿Es usted, maestro Gerark? —preguntó Kathe.

—¿Por qué se quitó su armadura? —preguntó Liam por su parte.

—Lo explicaré después. Vengan, la carroza está esperándonos fuera.

—¡Vamos! ¡Apúrense! ¡¿No quieren llegar rápido?! —impusó Liam.

—Espero que todos conserven las energías positivas, porque viajaremos durante un daius y medio, sin detenernos.

—¡Eso no es justo! —Kathe hizo un puchero.

—Los soldados reales no se quejan. Ya es momento de que se comporten como uno.

Así, los aspirantes cogieron sus morrales de cuero donde guardaban sus pertenencias, alistaron sus armas de maxentita y subieron a la carroza en orden.

"Solo espero que todo salga bien, su majestad" pensó Gerark mientras el carruaje se ponía en movimiento.

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