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❝ ¿Podrías encontrar una manera
de decepcionarme lentamente?
Un poco de comprensión,
espero que puedas mostrarme.
Si quieres marcharte,
entonces yo me quedaré tan solo.
Si te marchas, cariño,
déjame caer lentamente ❞.

—Hola, Keiji. —Saludó Ryoka, sonriendo de medio lavado—. Espero que puedas escucharme.

El cuerpo pálido y frío de su padre estaba tendido sobre una cama con muchísimos instrumentos de medicina al rededor. Según le habían dicho en recepción, el señor Keiji estaba en coma, sin saber con exactitud que hacer para reanimarlo. Ahora ella estaba ahí, agradeciéndole por tener una segunda oportunidad de vida.

No...

Una oportunidad para despedirse.

Suspiró con pesadez, dejando sobre la mesita de noche un diario. El diario que Ryoka y Hiroko escribieron los pocos años de vida que estuvieron juntos. Sonrió. Hasta hace un par de meses, cuando comenzó a llevarse bien con su hermano, recuperaron el diario y lo reanudaron, llenando sus 200 páginas blancas con letras que expresaban sus emociones al pasar de los años. Era mentira si le dijeran a Keiji que volvería a ver a sus hijos aún después de sobrevivir, ya que ellos no tenían ni la más mínima intención por acercarse a él. Pero, querían dejar todo bien, en su lugar.

La de pelo cortó dejó una tarjeta con el número suyo y de Hiroko entre las manos de su padre. Luego se arrodilló y agachó, en muestra de agradecimiento y despedida. Se levantó y salió de la sala, donde la estaba esperando Shoto con las mochilas de ambos.

—¿Cómo te fue? Duraste menos de lo que pensé.

—Solo tenía que dejar unas cosas. —Resumió, acercándose a él para tomar su bolso—.

—No. —Se negó—. Yo lo llevo. —Extendió su mano—. Vamos, cariño.

Ella asintió y lo tomó de la mano. Así se dirigieron en silencio hasta las afueras del hospital, donde pidieron un taxi. A los minutos llegó, pero cuando Shoto estaba subiendo las mochilas, la señora de la recepción salió corriendo en dirección a ellos.

—¡Esperen, por favor, esperen! —Repitió, cansada y adolorida por los tacones y su dura caminata—. Yo... El señor Keiji, hace muchos años dejó esto para usted y su hermano, Señorita Akimaya.

Ryoka, confundida, miró lo que sostenía. Un maletín gris. Entrecerró sus ojos. ¿Era enserio? ¿Por qué...?
Suspiró y lo agarró, agradeciendo a la mujer y entrando al coche junto a su novio.

—Lo abriré cuando esté junto a Hiroko. —Avisó a si misma, mirando con curiosidad el maletín—.

(...)

Ryoka estaba bajo la luz de la luna un Viernes a las 11:49pm, en su balcón, meneando sus pies mientras respiraba el frío aire que congelaba sus pulmones. Pensó en los cortos momentos que había pasado con sus compañeros esta semana, llena de buenas vibras. Tragó duro al pensar en que mañana por la tarde tendría que dejar todo atrás. Todo lo que había progresado durante todos estos meses... Todo, se iba a la basura. A Shoto, a su familia, a aus amigos, a sus estudios, todo al olvido.
Volver dentro de tres años, su corazón se apretaba de tan solo recordarlo. Con una mano en su nuca, movió su cabeza para varias direcciones, buscando liberar el estrés acumulado en sus hombros.
Cerró sus ojos un momento, sintiendo una ráfaga de viento mover violentamente su corto cabello. Soltó todo el aire que tenía retenido y abrió sus ojos, encontrándose con Hawks.

—¿Para que querías verme? —Habló la menor, con tranquilidad—.

—Me despediré de ti hoy.

—¿Uhm? —Frunció su ceño, algo molesta—. ¿Donde estarás para cuando me vaya?

—Estaré aquí.

—¿Entonces? ¿Por qué no te despides mañana?

—Ryoka... —Alargó el rubio, sentándose a su lado—. No lo entenderás, no ahora.

—Intentaré comprender. —Prometió, mordiendo su labio—.

—A pesar de que sabía que este momento llegaría, Ryoka, no puedo imaginarme sin ti ahora. Un Año Nuevo sin nuevo deseos, una Navidad solo, un San Valentín sin darte los tulipanes que tanto te gustan... Yo ya me acostumbré a consentirte por mucho tiempo y los últimos años en los que puedo hacerlo... Te separan de mí. —Sonrió con tristeza—. Cuando vuelvas no tendrás tiempo para mí, serás toda una señorita independiente que viajará todos los días de país en país buscando la paz en Asia, ¿que hago yo cuando te vea ser independiente? —Llevó sus manos a su cara, sin soltar ni una sola lagrima—. No sé en que momento perdí a la pequeña Ryoka que lloraba de miedo siempre que veía a Endeavor, a la pequeña que necesitaba de mi ayuda para alcanzar algo de una encimera, a la pequeña que me pedía sobre volar Japón en busca de nuevos conocimientos...

La habitación quedó en silencio.
Ryoka mordía su labio inferior con tanta fuerza que terminó por romperlo. No sabía que hacer en ese momento, no sabía que decir. Hawks, el héroe número 2, acaba de decir indirectamente que ella era necesaria para su vida.
Chupó la sangre que brotaba de su labio y apoyó su mano sobre el pelo de Keigo, quien bajó sus manos y la miró con preocupación.

—No quiero despedirme de mi pequeña Ryoka... —Murmuró—. Eres la única familia que me queda...

—Keigo, no vas a perderme. No nos despediremos nunca pájaro loco. —Rió, lanzándose a abrazarlo—. Te amo, bobo. Jamás jamás nos despediremos. Solo será un hasta pronto. Aunque, esperaría no volver antes de los tres años prometidos. Porque si lo hago, significa que algo muy muy malo pasó. —Sorbió su nariz, alejándose de su hermano—. Si para mañana no estarás antes de mi vuelo, te deseo lo mejor, héroe número 2. Nadie nunca va a superarte, jamás.

(...)

Eran las 2am, Ryoka seguía sin consolidar el sueño.
Entró a su habitación, cerrando la puerta del balcón y mirando su habitación por completo. Suspiró al recordar que más tarde dejaría su hogar como si nunca hubiera existido.

Se sentó a la orilla de su cama, observando la muscular espalda de su novio desnudo, quien dormía como bebé boca abajo, aunque eso no dejaba de lado sus pequeños susurros.

—Ryoka... No me dejes... —Se oyó entre sueños—.

La nombrada se apoyó sobre sus rodillas, respirando varias veces. Contaba frenéticamente del 1 al 10, y cuando llegaba a este último número, repetía su acción. Se levantó y entró a su baño, mirándose en el espejo.
Lo único que vió como ambos ojos estaban negros con su pupila roja y sus cuernos habían crecido.
Comenzó a golpear su cabeza con las palmas de su mano, transpirando, intentando mantener la calma. Cayó arrodillada, llorando. Sollozando.

Ahí se quedó un buen rato, incluso su bata para dormir terminó de resbalarse de su cuerpo, dejando la desnudez de Ryoka casi al completo, solo siendo protegida por sus bragas y su brasier rojos.
Quiso levantarse, y así lo hizo, pero no sola; Unos brazos formidables la agarraron por la cintura y la ayudaron a pararse, obligándola a que se viera al mismo espejo. Ahí se encontró con su ella de siempre, sus cuernos pequeños y uno de sus ojos normal. Atrás suyo, Todoroki con cara de soñoliento.

—¿Que pasa, mami, por qué no vas a pasar tú última noche contigo? —Susurró con la voz ronca, besando el cuello de su amada—. Quiero estar contigo todo el tiempo posible...

—Lo siento. —Soltó, secando sus lágrimas y dándose media vuelta—. Vamos a la cama Sho-kun, intentaré dormir.

Todoroki asintió, antes de pegar sus labios con los de su novia y robarle hasta su último aliento entre suspiros apagados en medio de la oscuridad.

Regresé uwu

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