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VII. Deja vu

Espera. ¿Cómo que llamar a Molly? Si no le he dado el número de mi teléfono nuevo (tengo que aprendérmelo ya para que no me pase esto) y tampoco le he pedido el suyo, sólo le he dicho que llevaría mi teléfono mañana al instituto.
Aunque también lo podía llevar esta tarde si nos veíamos.
¿Porqué estaba tan despistada?

Ni siquiera lo suelo ser.

Entro a mi habitación y vuelvo a admirar lo bien que he conseguido decorarla, como llevo haciendo desde que la pinté la semana pasada: ahora todas las paredes son de un morado oscuro que queda muy bien con los muebles de madera.
La pared dónde está la puerta, contraria a la cama, tiene pegados algunos posters de cantantes, y en medio de ella resalta un cuadro con el skyline de Nueva York, que compré en una tienda de souvenirs y me costó solo tres dólares (y he decir que muy bien empleados, me pareció muy bonito y mis padres no me dejaban gastar apenas dinero en decoración).

En la pared de en frente, la cama que también tenía en mi antigua casa, no muy grande y con una cabecera con motivos florales, y después un pequeño escritorio con una lámpara de forma cónica, de tela estampada con notas musicales y pentagramas, también de mi antigua habitación. Arriba una estantería llena de libros y abajo una silla rosa chicle.
Luego las pequeñas paredes de los lados: una con ventana y una pequeña mesita con mi portátil y una planta, y otra con un armario, también de mi antigua habitación.

Después de quedarme de nuevo embobada con las habilidades decorativas que no tengo me lanzo sobre mi cama.

¿Por qué estoy tan despistada?

Espero que no sea por John.

Me viene de nuevo la imagen de él devolviéndome la agenda.

Sonrío.
Y me tapo la boca con las manos al instante, bruscamente.

No. No, no y no. Esta vez NO.

Me tapo toda la cara con las manos de forma igual de brusca.

Irremediablemente, me vuelve a venir una imagen de mi yo de hace un año y medio:

" -Olivia, veo que mi primo y tú os habéis caído muuuuy bien... -Abby levanta una ceja a la misma vez que dibuja una pequeña sonrisa.

-Bueno. Me ha caído bien. Sí. Sin más. -Sonrío inconscientemente.

- ¿Y esa sonrisa?

- ¡Estoy contenta! ¿Qué pasa? ¡No me voy a poner a llorar! -Digo extrañamente nerviosa, mientras comienzo a notar una especie de cosquilleo en las mejillas.

-¡Esa sonrisa es porque te gusta! -Contesta Abby con voz cantarina, y en seguida abre sus grandes ojos cafés como platos, aún más sorprendida -¡Te estás poniendo rojaaaaa!

-Solo estoy nerviosa porque he conocido a... gente nueva... eh... solo conocía a tus padres y tu hermana, no conocía a nadie más de tu familia. Era raro. Ya no tanto. Porque los acabo de conocer... jeje...yyyyy... son muy majos. Ya está.

Apenas puedo hablar con claridad por culpa de unos nervios que van aumentando a medida que lo hace la sonrisa de Abby, que tenía una expresión tan exagerada que era imposible no reírse.

-¡No se dónde está la gracia! -Digo partiéndome de risa.

-¡Aaaaaaaaaaah! ¡Te gusta Maaaaaaaark! Y a él le gustas. Lo he visto.

-¿Ah, sí? -Digo con demasiado interés para tan solo haberme caído bien.

Y, en aquél momento, comencé a asimilar que me gustaba Mark, aunque llevava gran parte de la comida sospechándolo.

Abby me pone una mano en el hombro de golpe. Sonrío al pensar que las dos siempre habíamos sido igual de bruscas desde pequeñas.

-Mira, te voy a decir una cosa. -Su expresión se vuelve algo más seria. -Cómo prima de Mark, te puedo decir que es un chaval muy simpático y todo eso. Ya lo has visto. Pero cómo mejor amiga te tengo que decir que mejor no intentes nada con él. A ver, haz lo que quieras, pero intenta con todas sus fuerzas ir de malote y a veces puede ser... no sé. Mark. Ya lo entenderás. Me hace gracia la situación y... ¡Aaaaahhh te gustaaaaaa!

-¡Abby no dejes la frase a medias! -Digo impaciente.

-Bueno, que me hace gracia la situación pero se consciente de que no eres la única, le gustan veinte más. Y aunque fueras la única, si quereis ser amigos yo más que encantada, pero como novio mereces a alguien mejor.

-¿¿Q-q-quién ha dicho nada de ser novios??- Digo intentando sonar enfadada, pero no logro ocultar la sonrisa que me sale automáticamente.

-Tú. No me lo has dicho a mí pero sé que lo estás pensando. Aunque solo os conocéis desde hace...-Mira su reloj- cinco horas. Te ha dado tiempo a conocerlo bastante, sobretodo teniendo en cuenta que no se calla, pero no tanto como crees.

-Lo se. -Digo más seria. -Pero también puede cambiar, ¿no es mal chico no? Me refiero...

-No. Olivia ya sé por dónde vas. Deja de leer y ver tantos libros y películas de romance juvenil. Te está afectando y la mayoría son una basura.

Oh, no, eso sí que no.

-¡Eso lo dices porque no los has leído! -Suelto, ofendida.

-Bueno, a lo que iba. Quítate la idea de cambiarlo de la cabeza. Enserio. La gente no cambia por nadie. Y si lo hace, no cambia de verdad. Si él no cambia por él mismo, no va a cambiar. Y dudo que eso pase por ahora. Me refiero a que, en el hipotético caso de que llegarais a ser algo, él no cambiaría por tí. Podría cambiar algo, o incluso podrías ser UNO de los motivos para que cambiara su actitud, pero no EL motivo. Aunque estuviera enamoradísimo de ti,  dudo que cambie, y si lo hiciera solo por tí , ¿que haría cuando lo dejárais? volver a ser igual que antes. Si no cambia por él no va a cambiar, y a él le gusta ser así.

-Ya... -No se qué decir, como casi siempre tiene razón, y eso esta vez me desanima un poco.

-Va a seguir siendo el mismo chico de dieciséis años que se junta con los populares y los mayores para hacerse el guay, se salta clases y saca peores notas de las que podría solo por eso, se mete en líos, intenta ligar con literalmente todas las chicas que conoce incluso cuando no le hacen caso, y tampoco es que quiera algo serio... en fin, ya sabes. Y tampoco lo conozco tanto como para saber todo lo que hace, pero sé que no va a cambiar por nadie ahora mismo.

En aquel momento, elegí no hacerle caso. Aunque sabía perfectamente que tenía razón.

Lo que no sabía entonces, es que no solo la tenía, sino que incluso se quedó corta con los avisos.

Demasiado corta.

-Ya...-Dije de nuevo pensativa, pero a una parte de mi le hacía gracia esa actitud de chico malo."

Me froto los ojos, vidriosos, con fuerza y niego con la cabeza, no iba a volver a pasar por lo mismo.

Ya no me hacía tanta gracia lo de John. Aunque no parecía del todo el mismo tipo de persona, tampoco lo conocía apenas.

Es verdad que no podía negar que sentía algo por él, y lo peor es que había sido mucho más rápido que con el idiota de Mark. Pero tampoco podía seguir pensando en la situación, lo mejor era ignorar que sentía eso. Ignorar a ese chico completamente.

El problema es que dicho chico iba a mi clase y se sentaba a mi lado en física y química.

Intentaría ignorarlo igualmente.

Salgo de mi habitación y Max, que había entrado en ella hacía pocos minutos, me sigue moviendo la cola alegremente hacia la sala de estar, dónde mi madre se encuentra sentada en el sillón naranja que compró a juego con las paredes de la sala, mientras ve un programa.

-Una de las chicas de las que te he hablado antes, Molly, me ha preguntado si podía ir esta tarde al café de su padre, está muy cerca de aquí y me ha enseñado cuál es, así que sé dónde está. Van a ir todo el grupo de amigos, hacen eso cada año después del primer día de clase.

Espero que me deje ir.

-¿Cuántos son?-Mi madre sigue utilizando el mismo tono de antes.

-Sin contarme a mí seis.

-¿Cómo se llama el café?

-No recuerdo el nombre, solo recuerdo que parecía bastante pequeño, tenía un cartel rojo, dos o tres mesas con sofás rojos pegadas al cristal y está en la calle de al lado, casi en frente de Central Park, se verá desde la ventana. En los pisos de enfrente del café es dónde vive Molly.

-Voy a sacar a Max, te vienes y me lo enseñas.

-¡Pero ya son las cuatro y media! Han quedado en estar allí a las cinco.

-Pues mejor, así te veré entrar. Y veré a quien haya dentro.

Resoplo, pero vuelvo a mi habitación, me guardo en un bolsillo de los pantalones mi teléfono y un poco de dinero, me hago una cola y salimos con Max a la calle.

En cinco minutos, ya estamos delante de la puerta, donde en el letrero rojo se lee "Wood Café". Molly ya está dentro, y veo que habla con un hombre de mediana edad que está en el mostrador y debe de ser su padre. De mientras, una chica con un pelo negro larguísimo, clavada a Molly solo que más delgada, alta, y que parece algo más mayor, atiende a una pareja.

Justo entonces veo llegar a Natalie, que me saluda a mi, a mi madre y a Max con una sonrisa.

Las dos entramos dentro del café, y como el nombre indica, todas las paredes son de madera, incluso el mostrador es de madera pintada de granate. La verdad es que es más grande de lo que pensaba: a pesar de no ser muy ancho, sí que tiene bastante profundidad, suficiente para formar una hilera de seis mesas pegadas a una pared además de las tres de la ventana y otras tres más pegadas al largo mostrador.
El sitio es muy acogedor y moderno, del techo, pintado de marrón, cuelgan bombillas recubiertas con una especie de alambres dorados, y en todas las paredes hay cuadros en los que se observa naturaleza, el mar, pequeñas embarcaciones o paisajes tropicales con un pequeño pueblo de fondo. Suena una canción de pop que no conozco.

Molly se gira al vernos llegar a mí y a Natalie y nos saluda. Avanzamos hacia el mostrador y su padre, un hombre muy alto, moreno, y de hombros anchos también nos saluda.

-¡Buenas tardes! Veo que habéis llegado pronto. -Mira un momento a la chica que se parece tanto a Molly, que ahora está limpiando una mesa de las que están pegadas al cristal. Entonces veo como mi madre sigue mirando a través de él. Justo cuando se topa con mi mirada, se gira y sigue su camino con Max en dirección a Central Park.
-Jessica ya está preparado la mesa. Tú debes de ser Olivia, ¿no? justo Molly me estaba hablando de ti.

-Sí, soy yo, encantada.

-Supongo que ya lo sabrás pero soy el padre de Molly y Jess, Henalu.

-Jess es mi hermana, la que está limpiando la mesa. -Me aclara Molly.

La chica de la cabellera larga se gira y levanta la cabeza en señal de saludo mientras mastica un chicle, y vuelve a su trabajo.

-Sí, es verdad que se nota mucho el cambio cuando pasas de vivir en un sitio pequeño y sencillo donde todo el mundo se conoce a una ciudad tan grande y ajetreada como Nueva York, yo me mudé aquí con seis años y al principio me costó adaptarme. -Explica Henalu después de que yo le hubiera estado hablando sobre mi mudanza. -Y claro, a mis padres más, pero abrieron un café y les fue muy bien, y aquí sigo yo con el negocio. -Dice ahora abriendo los brazos, en señal de mostrar el local. -Además hicimos algunos arreglillos hace unos meses y se ve como nuevo.

-Sí, se ve muy moderno la verdad. -Respondo, asintiendo con la cabeza.

Entre esto llegan Matt y Rachel juntos, diciendo que se han encontrado por el camino, y nos sentamos en una de las mesas con sofás de la ventana, la que Jessica había estado limpiando.

Justo entonces, se oye de nuevo la campanita de la puerta de entrada, anunciando que llega alguien.

-Buenas... Iba detrás de los tortolitos todo el rato y no se han dado cuenta -Dice Melisa entrando por la puerta, y veo como Rachel se sonroja mientras Matt voltea los ojos y luego niega con la cabeza mirando a Melissa.

-Carlos me ha dicho que ahora viene, osea que supongo que llegará en media hora mínimo. -Se dirige hacia uno de los bordes de sofá que quedan libres, quitándose la chaqueta. -La puntualidad no es lo suyo. -Añade mirándome.

Entonces aparece Jess de nuevo, con una libreta y un bolígrafo, y puedo ver que efectivamente debe tener nuestra edad, tal vez un año más. Aún así parece más mayor al llevar, al contrario que Molly, mucho maquillaje. La verdad es que le queda genial, la sombra de ojos azul celeste resalta sus ojos oscuros, y contrasta con unos largos pendientes color fucsia.

-¿Que queréis? -Dice Jess con expresión cansada, aún masticando chicle.

-Un poco más de profesionalidad, chica. -Dice Molly negando con la cabeza.

-¿Que desean ustedes para esta maravillosa tarde? -Responde Jess con un tono rimbombante y haciendo una pequeña reverencia.

La interrumpe el sonido de la puerta, por donde esta vez aparece Carlos, que se nota que ha venido corriendo.

-Hola...ya...he... llegado... no puedo más. -Dice, lanzándose al único sofá del que quedaba un hueco libre. Cuando recupera algo de fuerzas se mira el reloj. -¡Solo siete minutos tarde! Veis, voy mejorando.

-Justo a tiempo, ¿que quiere usted caballero? -Continua Jessica, siguiendo con su broma, y luego mira a Molly con una sonrisa sarcástica.

-Pues creo que tomaré un café con leche acompañado por un par de galletas de chocolate. -Contesta Carlos en el mismo tono.

-Yo un batido de fresa, como siempre. Y lo que es como un pastelito de frutas, que tenéis nuevo en el mostrador -Dice Rachel.

-Pues yo lo mismo, que nunca he probado ninguna de las dos cosas. -Añade Matt, a lo que Melisa levanta las cejas, Molly y Carlos miran con una expresión muy cómica, y Natalie sonríe, pero nadie dice nada.

Yo pido un café con leche y caramelo, y nos ponemos a hablar de cómo nos ha ido el instituto.

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