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19

El verano fue un tanto extraño para Yang. Las vacaciones fueron vacaciones extraordinarias y diferentes este año, algo muy diferente.

Había asistido a fiestas, conoció chicos mayores a él, salió a escondidas mientras su madre trabajaba. Resumidamente hizo algo diferente a lo que solía hacer: salía.

Normalmente el solo la pasaba en su casa sin hacer nada, lo que si, solía estar fuera de Seul, pero sin amigos o parientes cerca a quien visitar o pasar el día. Podía estar en Nueva York en un gran departamento viendo el ajetreo de la intensa ciudad y el solo iba a estar con su computadora o celular mirando anime todo el día.

Luego de un mes de vacaciones de verano, empezaba la tortura de ir al colegio. Tenía que empezar en un nuevo lugar, conocer más gente nueva, intentar hacer amigos, estudiar, frustrarse y aburrirse por las clases, tareas, exámenes y trabajos prácticos. Para el, todo esto era muy tedioso. Es decir, tantas actividades y socializar era lo que lo frustraba y le costaba. Para alguien tan tranquilo e introvertido que solía tener pocas tareas y cero amigos, esto era un enorme cambio.

Ese día Taeyeon se levantó diez minutos antes para despertar a su hijo. Jeongin dormía como un bebé, literal, tenía sus puños en su cara, sus labios abultados y dormía en posición fetal mientras abrazaba la almohada.

—Innie arriba... es tu primer día de escuela.— sonreía Kim mientras abría las  ventanas del cuarto para ventilar.— Vamos levántate, ve a ducharte y baja a desayunar amor.

—¿Qué día es...?— preguntó perdido y adormilado. Sus ojos hinchados seguían cerrados. Los abrió lentamente y miró la hora en su celular.—Mamá... son las 5:40, ¿Por qué me despiertas muy temprano?

—Te van a hacer la orientación.— le recordó con voz suave.— Mejor que lleguemos quince minutos antes. Vamos.— explicó mientras le buscaba el uniforme nuevo recién planchado y acomodado dejándolo en la cama.

Yang suspiró y se removió en la cama. Pasó sus manos por su rostro y se sentó con desgano. Miró el suelo mientras intentaba activarse, acto que no pasó. La flojera pudo con él y para caminar hasta el baño frente a su cuarto parecía un zombie.

Unos quince minutos después, Yang estaba desayunando, ya estaba vestido, le faltaba ponerse la corbata y los zapatos, además de peinar un poco su cabello. Taeyeon bajaba las escaleras mientras se adentraba a la cocina colocándose un par de aretes.

—¿Estás ansioso?— preguntó con una sonrisa. Yang negó con la cabeza.

—Ya quiero terminar el día.— dijo sin ánimos mientras colocaba el vaso y la cuchara arriba del plato para llevar a la cocina.

La escuela era algo que odiaba a mil, el simple hecho de tener que estudiar cosas que no le iban a servir y tener que cumplir con un estudio para pasar a otros estudios que iban a darle un trabajo donde no iba a utilizar nada de lo que aprendió le frustraba demasiado. Siempre la pasaba mal y estaba solo, desde jardín de infantes. No era un gran alumno pero tampoco era malo, aprobaba con lo justo y necesario. El estrés de tener muchas tareas acumuladas, exámenes y todo lo demás eran los factores que hacían de la escuela una tortura, sin hablar de los compañeros que siempre le tocaban.

Rezó internamente para que por primera vez en su vida sus compañeros sean decentes y no un par de bullys o pesados que les gusta molestar excesivamente.

Luego de desayunar, de arreglarse y terminar con la rutina de la mañana, la pequeña familia empezó la otra parte de la rutina: Yang en el colegio nuevo y Kim en el trabajo.

Taeyeon abrió el auto y cerró la puerta de la casa cuando su hijo salió. Yang estaba con su mochila colgada en ambos hombros y su uniforme perfectamente puesto. La chaqueta con una pequeña placa que tenía su nombre y su pantalón eran azules, sus zapatillas eran blancas al igual que la camisa dentro de su pantalón. Su cabello estaba peinado como siempre lo tenía. Y por último la corbata también azul.

Se adentró al auto y se sentó en el asiento de copiloto, colocándose el cinturón de seguridad. Taeyeon entró y se colocó el cinturón. Luego arrancó el auto para conducir tranquilamente hasta el nuevo colegio del menor.

Al llegar, ambos bajaron viendo a unos cuantos estudiantes allí esperando a la hora de entrar. Kim lo acompañó hasta la entrada donde el director, un hombre con aspecto joven y guapo, lo estaban esperando.

—Buenos días.— sonrió el director haciendo una reverencia a los nuevos.

—Buenos días.— saludó Kim imitando su acción. Yang también se inclinó apenas y le saludó por lo bajo.

—Bienvenido Jeongin, espero que te sientas cómodo de empezar aquí.— se dirigió al menor con una cálida sonrisa.— Soy el director Park Jinyoung, en unos minutos llegará tu compañero de clases para hacer la orientación.

Jeongin tomó asiento para esperar a aquel compañero. Taeyeon firmó unos papeles que el director le dio y se retiró del instituto, debía irse al trabajo en poco, por lo que Yang se quedó solo con el mayor mientras había un silencio incómodo por parte de ambos.

Ese silencio fue roto por el chico que le ayudaría al pelinegro. Tocó la puerta suavemente y se adentró al salón.

—Buenos días director Park.— hizo una reverencia el chico rubio de encantadores ojos cafés.

—Buenos días Beomgyu.— le hizo una reverencia. Sus ojos se posaron en Yang nuevamente.— Jeongin, el es Choi Beomgyu, es de tu clase. Él te hará la orientación.— le explicó tranquilo. El pelinegro asintió tímidamente viendo al menor quien le hizo una reverencia y sonreía.

—Ven, te mostraré.— le hizo un gesto con su mano para que el mayor se levantara y fuera con él. Yang se levantó rápidamente y salió detrás del rubio.— Antes que nada, ¿Qué edad tienes?

—Diecisiete.— le contestó serio y tímido.

—Yo también. ¿De que mes?— Choi le hacía preguntas para romper el hielo y conocerse un poco.

—Febrero... el ocho...— se golpeó internamente al ponerse tan nervioso por responderle al chico que parecía muy amable y amistoso. El rubio le sonrió tiernamente.

—Entonces eres mi hyung, yo soy del trece de marzo.— le dijo con una leve sonrisa en el rostro. Yang asintió mientras sonreía apenas y un tanto incómodo.

Choi le enseñó un poco la escuela. Le enseñó de punta a punta, donde quedaban los baños, el salón principal, algunas salas de algunas materias, el patio y el campus de gimnasia. Después lo guió a su salón y hasta le ofreció ser compañeros de asiento por si necesitaba algo.

Yang en toda la mañana se sintió cómodo con Choi luego de hablarse un momento y explicarle como era la escuela. Él le presentaba a los demás y le explicaba como solían ser los profesores. Le recomendó no darle el poder a los demás de burlarse de él o dejarse molestar, si bien no eran tan molestos como en otros colegios a los que asistió, nunca faltaba el grupo de provocadores.

—Bien... ¿estás bien? Te ves un poco pálido.— preguntó preocupado al ver a su mayor serio y mirando fijo al suelo, con sus manos temblorosas jugando con sus cutículas.

—Si... solo... me siento un poco nervioso.— le dijo sincero mientras titubeaba e hiperventilaba un poco.

—Si temes no tener amigos quédate conmigo. Yo también estoy solo.— le sonrió ligeramente. Yang sintió algo en su pecho al escuchar aquello y sonrió.

En el resto del día los chicos solo se dedicaron a conocerse más. El timbre del recreo sonó y ellos empezaron a caminar un poco entre los pasillos mientras se hacían algunas preguntas para saber del otro.

Mientras caminaban entre los salones y pasillos, Yang vio una lámina naranja  pegada en una pared y se dedicó a leerla detenidamente. Esta tenía como título "clubes", por lo que le llamó la atención.

—Beomgyu...— le llamó suavemente. Choi se giró y puso su atención en él.— ¿Qué es esto?

—Oh, son los clubes de la escuela que hacen cada año. Son actividades extras dirigidas por los profesores y alumnos de último año.— le explicó tranquilamente.— Hay de todo. Canto, baile, arte, literatura, hasta pusieron debate este año.

—Increíble...— murmuró mientras miraba la lámina y se centraba en una palabra en específico, un club al que quería inscribirse.

—Si te quieres inscribir espera unas semanas. Empiezan en octubre.— le aclaró mirándolo fijamente.

Yang asintió lentamente. Sus ojos seguían clavados en aquel cartel mientras sus ojos brillaban fugazmente.

Era su oportunidad.

•••♡•••

Luego del colegio, Taeyeon se estacionó frente al instituto a esperar a que su hijo saliera. Al verlo despedirse de un lindo niño rubio bajando las escaleras, chilló de la emoción.

Jeongin divisó el auto de su mamá a lo lejos y se acercó a ella. Kim abrió la puerta del copiloto y saludó con una gran sonrisa a su hijo.

—¿Cómo te fue, cielo? Veo que tienes un amigo.— mencionó con felicidad y emoción. Jeongin se puso un poco tímido y se hizo más pequeño en su asiento, sonriendo apenas.

—Bien... él me dio la orientación. Luego hablamos y nos pasamos todo el día juntos.— explicó sin detalles, a decir verdad no tenía mucho que decir.

Taeyeon pasó una mano por su cara acariciando su mejilla y puso manos al volante. Arrancó el auto y se fueron tranquilamente hasta la casa, hablando (intentando) un poco sobre el día de escuela y que tan buena era.

En todo el camino, ignorando las palabras de su madre, Yang solo pensó en una cosa: unirse al club de canto.

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