17
Una vez que Jeongin se metió en la casa, empezó a guardar todo rápidamente. Metió el toallón al baño colgándolo en la percha, guardó el protector solar en un cajón del baño y el resto de las cosas quedaron en la mochila en su cuarto. También se dio un leve baño de cinco minutos, usando el mismo toallón que usó en la piscina, y luego se fue al living a prender el televisor simulando que se la pasó todo el día viendo tele.
Cuando estaba cargando su cuenta de Netflix, fue a colgar las llaves que dejó tirada sobre la mesa del living. De paso, subió a buscar su celular, viendo que en casa de Chan no tenía wifi y ahora tenía tres mensajes de su mamá. Se desesperó y se acomodó en el sillón colocando un capítulo al azar de un anime y simulando haberse consumido con el televisor.
Taeyeon llegó y tocó la puerta, al estar Jeongin ahí no se llevaba las llaves y necesitaba que le abriera la puerta debido a que la parte exterior solo era de manija y no podía abrirla. Yang salió casi corriendo a abrir la puerta y dejó que su madre se adentrara.
—¿Todo bien?— preguntó con una sonrisa.
—Si.— le respondió con un tono infantil.
—Te mandé mensajes y no me respondiste...— mencionó mientras se adentraba a la sala. Al ver el televisor prendido se dio cuenta de la causa.— Ah ya veo... veo que te divertiste.
—Solo miré un poco.— sonrió inocente. Kim le miró y sonrió un poco más achicando levemente sus ojos.
Taeyeon dejó su bolso en el sillón y se fue a la cocina a buscar algo para cocinar. Jeongin apagó el televisor y se fue con ella a la cocina para ir a ver la tele allá mientras le hablaba de cualquier cosa que se le ocurriera.
—El domingo iremos a la casa de tu abuela.— le dijo mientras terminaba de cocinar una sopa.
—¿Hay qué ir?— se quejó. Aunque le gustaba ir a lo de su abuela, se aburría. Solo le gustaba ir y comer, no le gustaba quedarse mucho tiempo porque ella empezaba a hablarle demasiado de las mismas historias que ya lo tenían cansado.
—Y si hijo, por primera vez en años tendremos una reunión familiar.— le contestó buscando un plato hondo en la alacena.— No se si te sirva pero Minho irá.
Yang asintió lentamente. Su hyung era relativamente aburrido, solo le gustaba estar con él cuando iban a salir. Cuando eran reuniones familiares él casi no asistía o solo le ignoraba.
Taeyeon cocinaba rápidamente algo liviano mientras escuchaba las noticias y Jeongin estaba sentado en la mesa haciendo dibujitos raros en una hoja con un lápiz mientras escuchaba con su madre.
Se aburrió y decidió buscar su teléfono para jugar Candy Crush, al menos eso lo iba a entretener.
Se sentó nuevamente en la mesa y prendió el celular. Abrió el juego y esperó a que cargara. Iba a empezar la partida, la cual fue interrumpida por su madre.
—Innie, limpia la mesa y pon los platos amor.— le dijo con tono dulce mientras le tendía un repasador.
Jeongin limpió la mesa y colocó los platos. Se asomó a la cocina y extendió apenas un brazo para tomar dos vasos. De paso, llevó dos tenedores y cuchillos y los dejó en la mesa.
Ambos se sentaron a comer minutos luego, colocando alguna película que encontraran a esas horas para entretenerse durante la cena.
•••♡•••
Hyunjin se estacionó en la entrada de aquel ancho callejón mientras tomaba de una botella de coca cola esperando a que su madre saliera de aquel lugar.
Las luces rojas brillaban ferozmente por toda la calle y varios hombres entraban y salían del lugar. También otros cuantos hombres con botellas de cerveza o bebidas alcohólicas estaban fuera del lugar hablando entre ellos mientras algunas mujeres entraban y les hacían gestos con la cara. Hwang miró serio aquello y siguió golpeteando con sus dedos la puerta del auto.
Un portazo se escuchó en aquel callejón seguido de unas risas y unos cuantos balbuceos. Hwang giró su cabeza a la derecha mirando a su madre besando a un desconocido que la apoyaba contra un contenedor de basura y empezaba a tocarla. Sin pensarlo, salió del auto para acercarse a ella.
—Ya déjala.— empujó al hombre delgado que seguía riendo.—Vamos a casa, idiota.
—¿Ya te vas?— balbuceó con un tono lloroso mientras se acercaba lentamente a la mujer para besarla.— Vuelve mañana.
—Vendré mañana.— rió mientras intentaba tomar su brazo. Hyunjin la tironeó y se la llevó al auto.
Los zapatos de tacón de Miyoung resonaban contra el suelo áspero de piedra. Pasaron todo el callejón sin hablarse y tratando de que ella no cayera al suelo.
Hyunjin abrió la puerta del copiloto y luego se fue a su lado abriendo la puerta y sentándose detrás del volante. Miyoung no podía sentarse bien y comenzó a toser un poco, escupiendo algo blanco y espumoso al paso.
—¿Qué mierda te dieron esta vez?— gritó molesto y con el ceño fruncido. Su madre solo balbuceaba y se tambaleaba para todos lados. Así estuvo hasta que pudo sentarse en el auto mientras sujetaba su cabeza como si quisiera mantenerla derecha. Hyunjin la miró aun con el ceño fruncido y empezó a conducir para irse rápidamente de allí.
Eran las 3 de la mañana. Llegaron al departamento luego de ir al dispensario y dejar el auto prestado en un estacionamiento a unas calles de su casa. Tenía suerte de que no hubiera nadie afuera, de haberlos visto, llamarían a la policía y cualquiera de los dos podían terminar mal.
Hwang abrió la puerta de entrada y trató de subir las escaleras con ella, no había ascensores en el departamento así que tenía que subir tres pisos hasta llegar a su casa. Miyoung se mareaba cada vez más, sus fuerzas se desvanecían y estaba a punto de colapsar ahí en las escaleras.
—Aguanta un poco más...— suplicó el menor llegando al último piso. Tomó por los brazos entrelazando uno de sus brazos debajo de su axila para ayudarla a caminar sin hacer mucho ruido y llegaron a la casa. Hyunjin abrió la puerta lentamente y se metió a la casa junto a su madre.
La llevó hasta el sillón y ella se cayó allí mismo. Sujetó su cabeza una vez más y sintió todo su cuerpo adolorido y el estómago siendo una revolución interna.
Hwang suspiró y tiró sus cabellos hacia atrás mientras miraba a su madre pálida.
—¿No recuerdas que es lo que te dieron?— preguntó nuevamente intentando tener una respuesta, la cual no pudo obtener.
Miyoung miraba perdida a sus alrededores. Su visión se hacía borrosa y sentía que todo giraba a su alrededor. Empezó a toser nuevamente y por la fuerza que ejercía en su estómago, vomitó en el suelo salpicando un poco en los sillones y en la mesita.
El chico solo se limitó a verla desde la lejanía. Se sentó en una silla mirando a su madre teniendo una nueva recaída y los efectos de aquel producto atacándola como la primera vez que consumió.
Su mente viajó diez años atrás, la noche donde su madre llevó a alguien a la casa y encontró aquellos sobres con bolitas y polvo en la mesa. Y a la mañana siguiente estaba su madre tumbada en el suelo completamente mareada, justo como ahora lo estaba.
Hyunjin se levantó y trató de llevarla a la cama. La mujer alzaba débilmente su mano para que la dejara en paz. El chico sintió sus ojos arder y no le permitió a las lágrimas bajar. Lentamente, empezó a irse hasta el baño.
Allí dentro se miró al espejo y mojó su rostro. Las gotas de agua bajaban por doquier y mojaban el lavamanos y parte del suelo. Cerró sus ojos y miró hacia abajo.
No quería enojarse, no esa noche. Quería un solo día o una sola noche sin un solo problema o una pelea. Nada de lo que tenga que ver con su madre o las ilegalidades en las que estaba metida.
Solo necesitaba un respiro.
Tomó una gomita y se ató el pelo. Luego cepilló sus dientes y se terminó por enjuagar la boca. Salió del baño y echó un vistazo a su madre, estaba tratando de dormir en el sillón. Él fue a buscar una manta y trató de taparla apenas, aunque hiciera calor, estaba un poco fresco.
Caminó a su cuarto y se dejó caer en la cama a observar el techo y divagar en sus recuerdos. Desde que tenía memoria, era muy común que durante las noches, incluso días, la madre de Hwang llegara totalmente demacrada y termine en ese estado. La única vez que recuerda que pasó aquello fue cuando él había perdido totalmente su infancia y con solo recordarlo solo podía sentirse de lo peor.
Era el peor recuerdo que tenía.
Cerró sus ojos y dejó que esos pensamientos que le aterrorizaban desde niño solo chocaran uno contra otro para luego dormirse, olvidándose un poco de eso.
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