Me dejé caer sobre la cama con la mirada fija en el techo. No pasó mucho tiempo para que mi visión periférica se transformara en un profundo mar de nada negra y cada respiración se volviera una batalla. Las voces llegaron poco después, arrastrándome por la fuerza dentro del recuerdo:

—¡Jessica! ¡Jessica, ven aquí ya mismo! — Gruñía desde el sofá de la sala, haciéndome temblar con cada uno de sus gritos. Yo estaba en la cocina, escondida debajo del mantel, en la oscuridad, abrazando fuertemente una de las patas de la mesa y el corazón latiendo a mil por segundo. Quizás si no me movía por un tiempo... —¡Maldita mocosa, no me hagas tener que ir a buscarte! — Apreté los párpados para tratar de evitar que las lágrimas salieran, si lloraba iba a encontrarme.

Escuché como acomodaba las pantuflas en sus pies para pararse mientras soltaba un montón de palabras horribles y golpeaba su botella de cerveza contra la pequeña mesa ratona que había frente al televisor. Después de eso todo pasó demasiado rápido. Entró a la habitación golpeando la puerta con furia y se agachó en el piso, levantando sobre su cabeza el pedazo de tela que me mantenía oculta. Cuando cruzamos miradas el terror me invadió haciendo que me orinara encima, sus ojos eran los de un animal a punto de atacar. Y lo hizo.

Tomó las puntas de las coletas que mamá me había hecho aquella mañana y las enredó en su enorme mano, apricionándolas en un puño mientras me jalaba para que me soltara del poste de madera. En ese momento ni siquiera me esforcé en reprimir los gritos de puro pavor, pero al parecer mi chillona voz de niña de seis años sólo consiguió molestarlo más y tiró tan fuerte de mi pelo que pensé que me lo arrancaría así que dejé ir a mi salvavidas.

— Tienes que venir cuando te llamo ¿Entendido, marinero? —Bramó levantándome en el aire y escupiendo gotas de amarga saliva sobre mi rostro. Asentí como pude. — No debería tener que repetirlo. — Dijo soltándome para que cayera de rodillas delante de sus pies.

Una muy molesta cantidad de zumbidos provenientes de mi teléfono me trajeron de vuelta a la actualidad. Instintivamente bajé la vista hacia mis pantalones que estaban totalmente empapados al igual que las mantas a mi alrededor, tal parecía que once años de diferencia no eran suficientes para que lograra controlarme ante esa mirada de toro asesino. El ruido de las notificaciones se intensificó y de alguna forma supe que todas eran suyas, lo que causó que me hiperventilara aún más.

Corrí hacia el baño con la sensación de estar aturdida y tener los oídos repentinamente tapados. Abrí el espejo con las manos temblorosas y fui directamente hacia ese frasco naranja de tapa blanca que tanto detestaba tener frente a mí. Su presencia significaba que no era lo suficientemente capaz de mantenerme cuerda por mi misma, significaba otra de las victorias de papá. Saqué dos cápsulas, verdes por un lado y blancas por el otro, y me forcé a tragarlas. Una vez que pasaron por mi garganta me desplomé sobre la taza del inodoro y estallé en un silencioso pero agitado llanto.

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Nota de la autora: ¡Hola! Esta es la primera actualización de este Noviembre donde el reto es actualizar dos veces a la semana (correspondiente) cada una de mis novelas.

Espero que estén disfrutando de la historia, recuerden que para saber sobre el cronograma de actualizaciones y también descubrir datos extra sobre mis novelas pueden seguirme por acá  y en...

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