six. cry baby
OO6 | CRY BABY
Una mañana en la vida de los Wagner comenzaba con el suave murmullo del despertador, aunque en esta ocasión, sin la urgencia de las clases. Era fin de semana, y el ambiente en la casa era más relajado.
Theodore se despertó con la misma energía habitual, aunque esta vez sin la presión de tener que levantarse temprano para asistir a clases. Se estiró con pereza y se deslizó fuera de la cama, sintiendo el suelo frío bajo sus pies mientras se dirigía hacia la cocina.
—Buenos días, joven Theodore. ¿Listo para un día de descanso? —saludó Alfred, quien ya estaba ocupado preparando el desayuno en la cocina.
—¡Buenos días, Alfred! Definitivamente estoy listo para un día sin clases —Theodore bromeó con una sonrisa.
Vanessa, por otro lado, disfrutaba del lujo de dormir hasta tarde, aprovechando al máximo la oportunidad de relajarse después de una semana agitada en la escuela. Se despertó con el suave resplandor del sol filtrándose por las cortinas y se permitió disfrutar de unos minutos más de sueño reparador.
—Vanessa, ¿te apetece un desayuno tardío? —llamó Theodore desde la cocina, llevando una bandeja con pan tostado y frutas frescas.
—¡Claro, ya voy! —respondió Vanessa luego de soltar un bostezo.
La rubia decidió no perder más tiempo y colocarse de pie lo más rápido que su cuerpo se lo permitió. Una vez que estuvo estable, se dirigió hacia la cocina, en donde logro ver como su desayuno ya se encontraba servido.
—Gracias, Alfred —agradeció, sonriendo levemente.
—No es nada, señorita —habló el hombre, restándole importancia.
—¿Hay algo que me quieras contar? —Theodore dijo en cuanto su hermana tomo asiento junto a él, tomándola por sorpresa.
Al escucharlo, cierto chico con cabellera rubia apareció en su cabeza.
—Buenos días a ti también —ironizó.
—¿De verdad no tienes nada? Mi vida es demasiado aburrida últimamente —se quejó—. Necesito emoción.
—Bueno, oí que el profesor de historia, el Sr. Johnson, está saliendo secretamente con la maestra de literatura, la Sra. Thompson —Vanessa confesó, con una sonrisa traviesa mientras tomaba un sorbo de su café.
Theodore levantó las cejas con sorpresa ante la noticia.
—¡Vaya, eso sí que es interesante! Nunca hubiera imaginado que esos dos tendrían una relación fuera de la escuela —el castaño respondió.
Vanessa asintió con complicidad, disfrutando del efecto que su revelación había causado en su hermano.
—¡Y eso no es todo! —continuó la rubia, con un tono conspirador—. Se dice que los vieron juntos en una cena romántica en el nuevo restaurante de la ciudad el fin de semana pasado.
Theodore se rió, evidentemente entretenido por la historia.
—Definitivamente tendremos que prestar más atención a lo que sucede en los pasillos de la escuela —murmuró con una sonrisa, disfrutando del chisme matutino compartido con su hermana.
Intrigados por la noticia, los hermanos comenzaron a especular sobre cómo podría haber comenzado la relación entre los dos profesores, imaginando encuentros furtivos en los pasillos o intercambios de miradas durante las reuniones del personal. La charla se extendió, llevando a los hermanos a recordar otros romances secretos que habían escuchado a lo largo de los años en la escuela, añadiendo más leña al fuego de la conversación.
—Lamento interrumpir su conversación, jóvenes —Alfred habló, llamando la atención de los hermanos— Pero, ¿le avisó al señor Wagner que saldrá dentro de un par de horas?
—Lo había olvidado por completo —Vanessa musito, tomando el último sorbo de su café.
—¿Saldrás? —Theodore cuestionó con curiosidad.
—Con el joven Beaufort —Alfred agregó, ganándose una mala mirada de la chica.
—¡Eso era un secreto!
—¿Desde cuándo tú y James son tan amigos? —preguntó nuevamente, realmente intrigado. Vanessa soltó un suspiro. Sabía que eso iba a pasar—. Hace tan solo unos días se odiaban, y ahora saldrán juntos.
—Nunca nos odiamos, solo teníamos ciertos desacuerdos...
—No podían estar en la misma habitación sin matarse con la mirada —Theodore la interrumpió, haciéndola rodar los ojos con fastidio.
—Bueno, las personas cambian.
—Ya, como tú digas.
—¡Hablo en serio! —la rubia exclamó, defendiéndose.
—Solo ten cuidado, Ness —el menor murmuró, cambiando repentinamente su tono de voz a uno mucho más calmado. Los hombros de Vanessa se relajaron ante ello.
—No te preocupes por mí, Theo. Solo somos amigos —aseguró, dedicándole una sonrisa. El castaño asintió, aunque no parecía muy convencido—. Ahora, si me disculpan, iré a hablar con Thomas.
Luego de darle un breve beso en la mejilla a ambos hombres presentes, Vanessa se apresuró a subir las escaleras que la guiaban hacia la oficina de su padre.
Una vez que se encontró frente a la puerta, la chica respiró hondo antes de entrar a la imponente oficina de su padre. Sabía que esta conversación no sería fácil, especialmente porque tenía la intención de mencionar que saldría con James, el hijo del rival comercial de su padre. Trató de ocultar sus nervios mientras se acercaba al escritorio de su padre, intentando mantener una expresión serena.
—Buenos días, papá —Vanessa saludo con una sonrisa, tratando de mantener un tono casual.
Thomas Wagner levantó la mirada de su escritorio, frunciendo ligeramente el ceño al ver a su hija.
—Buenos días, Vanessa. ¿Qué te trae por aquí tan temprano? —preguntó, con una mirada inquisitiva.
La menor se mordió el labio inferior, sintiendo que la tensión en la habitación aumentaba con cada segundo que pasaba.
—Bueno, quería informarte que saldré esta tarde. Voy a encontrarme con James para discutir algunos asuntos del comité de alumnos —respondió Vanessa, tratando de sonar lo más convincente posible.
Sin embargo, antes de que pudiera continuar, su padre la interrumpió con una mirada penetrante.
—¿James? ¿Te refieres a James Beaufort? —preguntó Thomas. Su tono de voz dejaba en claro que no le gustaba la idea.
—Sí, papá. Voy a salir con James —admitió finalmente, sintiendo un nudo en el estómago mientras esperaba la reacción de su padre.
La expresión de Thomas se volvió más seria, y Vanessa pudo ver la desaprobación en sus ojos.
—Vanessa, ya hemos hablado sobre la rivalidad entre nuestras empresas. No quiero que te vean socializando con el hijo de nuestros competidores —dijo el hombre en un tono firme y autoritario.
—Lo siento, papá. Pero no me relacionaría con él si no fuera algo realmente necesario —respondió Vanessa, aunque claramente había mentido.
Thomas suspiró, aparentemente resignado a la situación.
—No quiero que te metas en problemas por asociarte con el hijo de Beaufort. Así que ten cuidado —advirtió Thomas, antes de regresar a su trabajo.
—Claro, padre —la rubia murmuró, para luego abandonar la oficina del hombre con una mueca de incomodidad.
No le gustaba mentirle, pero su padre no se podía enterar que su amistad con James había vuelto.
🍷🏛🥀
Vanessa se encontraba sentada frente a su tocador, retocando los últimos detalles de su maquillaje. En cuanto terminó, su teléfono vibró, indicando que tenía un nuevo mensaje. Una sonrisa involuntaria se formó en sus labios cuando notó que el remitente era James.
Beaufort
Ness, ¿estas lista?
Nessa
Sip
¿Ya llegaste?
Beaufort
Acabo de llegar
Date prisa, Percy y yo te estamos esperando
Nessa
Estaré ahí en cinco minutos
Vanessa bloqueó su celular, para luego recoger su bolso y rociarse a sí misma por última vez con su perfume favorito.
Cuando estuvo lista, bajó las escaleras de su hogar a toda velocidad. Una vez abajo, logró ver a Alfred entablar una animada conversación con Percy.
—Estará aquí antes de las ocho, Alfred —Percy trató de tranquilizar al hombre, quien parecía extremadamente preocupado por el hecho de que el no estaría con la señorita Wagner.
—Más te vale, Percy —espetó.
Vanessa, quien estaba observando la situación desde lejos, rió con dulzura. Aquel hombre de verdad parecía su padre, aunque ella no se quejaba, ya que lo amaba como uno.
—Señorita Wagner —dijo Percy al notar su presencia. La aludida le sonrió, para luego acercarse a ellos.
—Nos vemos luego, Alfred —Vanessa murmuró, dándole un corto abrazo al hombre, quien se lo devolvió sin dudar.
—Si sucede algo sabe que me puede llamar. No importa si son las tres de la madrugada.
—Lo sé, pero no tienes de que preocuparte, estaré bien —aseguró, tratando de trasmitirle tranquilidad.
—El joven Beaufort no dejara que nada malo le suceda, así que puedes dormir tranquilo —Percy bromeó, haciendo que Alfred rodara los ojos.
—Tenga un buen viaje, señorita Wagner.
Tras despedirse con una sonrisa, Vanessa se encaminó hacia el vehículo de los Beaufort. Antes de que ella pudiera abrir la puerta, Percy se le adelantó al abrirla para ella.
—Gracias, Percy.
—No es nada, señorita.
Una vez que la chica estuvo sentada dentro del auto, se apresuró a colocarse el cinturón de seguridad. En ese momento, logró ver como James estaba hablando por teléfono con alguien.
—Hola, Nessa —el rubio saludo, sonriendo levemente.
—Gracias por recogerme —murmuró —. Aunque creo que a Alfred no le ha gustado la idea.
—Pude darme cuenta —rió.
—Ahora que lo pienso, ha pasado bastante tiempo desde que vi a Percy por última vez —dijo la rubia—. Podría ser una estrella de Hollywood. Nunca había visto a un cuarentón tan atractivo.
—Me halaga usted, señorita. Tengo cincuenta y dos años —la voz de Percy hace eco en el vehículo.
Vanessa se llevó ambas manos al rostro, avergonzada. Mientras que en los labios de James se extiende una sonrisa de oreja a oreja. La chica sintió como el calor subía a sus mejillas.
—Cuando digas estas cosas, más te vale no hablar tan fuerte —el rubio se burló.
—Pensé que estaba hablando en un tono de voz razonable —se defendió—. Qué vergüenza.
—No te preocupes. Yo pocas veces le echo estos piropos a Percy. Seguro que se alegra.
—Creo que tengo que bajar.
—Demasiado tarde. Durante las próximas dos horas te tengo presa aquí conmigo —canturreó—. Toma, para ti.
Al elevar la vista, Vanessa logró ver como James le tendía un pequeño vaso de color azul.
—No me digas que realmente me has traído helado —murmuró con incredulidad.
—Nos quedaban algunos en casa —respondió con desinterés—. Toma, o me lo comeré yo.
Sin decir ni una sola palabra, la chica agarró el vaso, para luego levantar la tapa de este y así poder probar la primera cucharada.
—Cookie Dough.
—He tenido que adivinar cuál era tu sabor favorito porque de pequeña lo cambiabas todos los meses—habló James, causando una sonrisa en ambos ante el recuerdo—. ¿He acertado?
—Sí. Cookie Dough, por supuesto —respondió convencida, pero un segundo después se detuvo—. Aunque... el nuevo sabor de caramelo salado también está muy rico. ¿Lo has probado?
James niega con la cabeza. Durante un momento ambos se sumieron en silencio. Entonces dice:
—Éste es el mejor desayuno para superar la resaca que tomó desde hace tiempo.
—Entonces veo que los rumores si son ciertos.
—¿Rumores? No tengo ni la menor idea de lo que estás hablando —dijo James, fingiendo ignorancia.
—Como si no supieses que circulan montones de rumores sobre ti y tu grupito.
—¿Por ejemplo?
—Que por las mañanas comes caviar, que te bañas en champán, que destrozaste una cama de agua practicando el sexo... Y demás.
El rubio se detiene con la cuchara a medio camino de sus labios. Pasa un segundo y luego otro. Al final se la mete en la boca y come con parsimonia el helado mientras hace como si estuviera reflexionando intensamente
—De acuerdo, pues vamos a acabar con esos rumores —empieza. Vanessa se acomodó en su lugar para poder escucharlo con comodidad—. El caviar no me gusta en absoluto. Encuentro la idea de comer huevas de pescado simplemente asquerosa. Cuando desayuno me bebo un batido, normalmente con un huevo escalfado o muesli.
—¿En el batido? —preguntó, haciendo una mueca de desagrado.
—No en el batido. Además del batido.
—¿Eso tendría que hacerlo mejor?
—Lo del champán tampoco es cierto. Bueno, al menos no del todo. Una vez a cierta chica se le cayó una botella tremendamente cara de champán de los padres de Wren en la piscina y luego yo me bañé allí. Pero no fue algo intencionado.
—¡Cierto! ¡Recuerdo esa noche! —Vanessa exclamó, soltando una carcajada—. Wren casi te asesina.
—Nos —corrigió—. Porque la chica a la que se le cayó el champán fue a ti.
—Eso no es verdad.
—Si lo es. Tengo muy buena memoria —insistió, haciéndola rodar los ojos.
—Como sea, ¿qué hay con lo de la cama de agua? —preguntó con curiosidad.
—Eso sí te interesa, ¿verdad? —dijo con diversión, observando fijamente a los ojos de Vanessa, quien trago en seco debido a su intensidad.
—Claramente —admitió sin apartar la vista—. Entonces, ¿la rompiste o no?
—No era una cama de agua, sino una normal.
—Qué aburrido —dijo Vanessa, fingiendo desinterés.
Percy, quien iba conduciendo, observó a los jóvenes con una sonrisa. Había pasado bastante tiempo desde la última vez que vio reír al joven Beaufort.
Mientras la pareja hablaba, el auto frenó de golpe, haciendo que sus cuerpos se fueran hacia adelante. Sin embargo, James fue más rápido y colocó su mano frente el pecho de Vanessa y así evitar que esta chocara contra el asiento de Percy.
La atención de la chica fue rápidamente desviada por un cuaderno de dibujos que había caído al suelo del vehículo. Incentivada por la curiosidad, lo tomó entre sus manos y comenzó a hojearlo con cuidado.
Entre las páginas del cuaderno, descubrió una variedad de bocetos, cada uno revelando la habilidad artística de James. Sin embargo, uno en particular llamó su atención: una representación sorprendentemente realista de ella misma.
Antes de que pudiera reaccionar completamente, escuchó la voz de James a su lado.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó James, su tono teñido de nerviosismo.
Vanessa se giró hacia él, notando la sorpresa y la incomodidad en su expresión.
—Nada.
James tomó el cuaderno de dibujos y lo guardó apresuradamente en el compartimento central del automóvil.
—No es nada importante, solo son garabatos —dijo, tratando de restar importancia al asunto.
—Siempre me ha fascinado tu forma de dibujar —la rubia confesó—. Tienes mucho talento.
—Eres la única persona a la que le he mostrado mis dibujos —musito. Vanessa lo observó con una ceja alzada—. Hablo en serio.
La rubia asintió, decidiendo guardar silencio por el resto del camino. Una vez que finalmente llegaron, el apellido de James resplandecía en las imponentes letras de la fachada de la sede principal de la empresa.
James se acomodó su traje y luego se apresuró a bajarse del vehículo.
—¿Estás lista? —preguntó, tendiéndole su mano a Vanessa. La chica sonrió en agradecimiento, para después tomar su mano y bajar del auto.
—Siempre.
Mientras caminaban hacia la entrada de la sede principal de los Beaufort, ninguno de los dos se dio cuenta de que sus manos seguían entrelazadas. Adentro, lograron ver a un hombre hablando con una mujer que parecía ser su asistente. Al verlos, se acerco a ellos con una sonrisa.
—Señor —saludó educadamente, para luego desviar su atención hacia Vanessa—. Señorita Wagner. Creo que no hemos tenido el placer de conocernos. Soy Tristan, el sastre principal.
—Es un gusto conocerlo —dijo, sonriendo levemente.
El hombre imitó su acción, para luego decir:
—Por favor, síganme.
Después de compartir una mirada, ambos rubios comenzaron a caminar detrás del hombre. A Vanessa le fue imposible no quedar hipnotizada con su alrededor. La empresa de su padre era realmente hermosa, pero la de los Beaufort los superaba por mucho.
—Esta es la sala de la colección Beaufort, que data de 1848 —Tristan explicó —. Preparamos algunos vestidos para usted.
Vanessa se dio la vuelta, contemplando todas las opciones que tenia frente a ella. Sin embargo, su atención se dirigió casi por completo a un vestido rosado. Era hermoso.
—Este lo conozco. Lo vi el año pasado en el Museo Victoria y Alberto con mi madre —dijo la rubia, sonriendo al recordar aquel momento.
—Por supuesto. En la retrospectiva de la reina Victoria —el hombre habló con orgullo—. Estas son solo reproducciones. Los originales son demasiados delicados para el acceso al público.
—¿Ayuda esto? —James preguntó desde el sofá.
—Son perfectos. ¿Puedo sacarles una foto?
—Por favor.
Vanessa no perdió el tiempo y rebusco en su bolso para sacar su teléfono. En cuanto lo hizo, le tomó un par de fotos al vestido, para luego enviarlo al grupo del comité. Fue solo cuestión de tiempo para que sus compañeros respondieran, sorprendidos ante la belleza de la prenda.
—¿Por qué no te lo pruebas? —James cuestionó, acercándose a la rubia con una copa en su mano, la cual le tendió. Vanessa la aceptó mientras negaba levemente con su cabeza.
—Estas loco.
—¿Por qué? Se te vería hermoso —aseguró. La chica sintió como el corazón le latía con velocidad ante su comentario, pero se obligó a si misma a no reaccionar.
—Aunque no sea el original, es algo demasiado bello como para dañarlo —continúo negando. James se enderezó en su lugar, para luego tomar ambas copas y apoyarlas en la mesa.
—Si algo sucede, estoy seguro de que podremos repararlo.
—Está bien, pero con una condición.
—¿Cuál?
—Si yo me pruebo ese vestido, tú te probaras ese traje —propuso Vanessa, apuntando a una vestimenta de color azul marino que estaba segura de que haría resaltar sus facciones—. No voy a ser la única que viaje en el tiempo.
—Esta bien.
Tristan dio un gran aplauso, para luego llamar a sus asistentes, quienes rápidamente tomaron a Vanessa para llevarla al salón de pruebas. El lugar estaba lleno de espejos dorados y elegantes sofás, con vestidos de todas las formas y tamaños colgando en percheros de terciopelo.
El vestido victoriano que ella había elegido era una obra maestra de seda y encaje, con detalles intrincados y un corsé ajustado que resaltaba su figura. La asistente de Tristan trabajaba con precisión, ajustando cada cinta y botón, asegurándose de que el vestido le quedara perfectamente.
—Está absolutamente deslumbrante, señorita —comentó la mujer, observando a Vanessa con admiración—. Volveré en un segundo. Iré a buscar al señor Tristan.
Antes de poder decir algo al respecto, la mujer desapareció con rapidez. A los pocos segundos, el hombre apareció en su campo de visión, acompañado por su asistente.
Cuando Tristan vio a la chica Wagner, palmoteo satisfecho y su rostro se iluminó.
—¡Qué maravilla! Solo faltan un par de retoques finales...
De su traje saca un pasador para el pelo y se coloca detrás de la chica. Con cuidado, coge la parte superior de su cabello, para después tirar de el hacia atrás y la sujetarlo con el pasador. Luego se coloca de nuevo delante de Vanessa, y suelta un par de mechones hasta que su rostro refleja complacencia.
La rubia se miró una última vez al espejo, sorprendida ante lo hermoso que se le veía aquel vestido. Casi parecía que hubiese estado hecho específicamente para ella por lo bien que se le ceñía al cuerpo.
Después de soltar un suspiro nervioso, Vanessa se dirigió hacia las escaleras, las cuales comenzó a bajar con lentitud por temor a dañar el vestido. James se encontraba tocando el piano, pero, cuando la ve, se interrumpe en medio de la canción. Se le levantan las cejas y abre ligeramente los labios. Estaba tan deslumbrante que, por un momento, se quedó sin palabras.
—Señor Beaufort —Tristan dice solemnemente—. Le presento a la señorita Vanessa Wagner.
James la miró de arriba abajo, como si tuviera todo el tiempo del mundo. Entonces susurra algo que Vanessa no logro entender.
—¿James? —llamó suavemente, notando su mirada fija en ella.
El aludido parpadeó varias veces, tratando de recuperar su compostura. Tragó saliva antes de responder, todavía atónito por la impresionante imagen frente a él.
—Estas muy hermosa —balbuceo, haciendo que el calor subiera al rostro de la chica. Vanessa sabía que James le decía ese tipo de cosas a todas las mujeres que conocía, pero por alguna razón, sentía que sus palabras eran sinceras.
—El vestido está como hecho para usted —conviene Tristan. Luego le da un suave empujón en dirección a James—. Ahora parecen realmente una dama y un caballero del siglo XIX.
—¿Puedes sacar fotos? Estoy seguro de que su familia querrá verla —James pidió. Vanessa intentó negar, aunque no fue escuchada.
Muy probablemente a su hermano y a Alfred les encantaría verla, pero estaba segura de que si su padre se enteraba que estaba usando un vestido de la empresa enemiga se iba a molestar bastante.
—¿Comenzamos? —Tristan sugirió. La rubia dejo salir una carcajada mientras comenzaba a posar. Cada vez que el hombre tomaba una fotografía, Vanessa cambiaba de pose, mostrando el vestido desde diferentes ángulos. No era la primera vez que hacia este tipo de cosas, ya que era la imagen de la empresa de su padre, por lo que estaba acostumbrada.
Por otro lado, James la observaba con admiración, le encantaba la naturalidad con la que posaba.
—¿Por qué no vienes aquí y posas conmigo? —Vanessa canturreo al notar su intensa mirada.
James dejó salir una carcajada, para luego acercarse a ella con naturalidad.
—Miren a la cámara y sonrían —Tristan pidió, disfrutando de la imagen que tenía frente a él.
Ambos hicieron lo pedido, la sonrisa que habían dado reflejaba la alegría del momento.
Vanessa y James continuaron posando juntos, sus risas llenando la habitación mientras que Tristan capturaba el momento. La química que había entre ellos era innegable.
Inesperadamente, James tomó a Vanessa de la mano, para luego colocar su mano restante en su cintura. La rubia aguantó la respiración mientras sentía como su corazón se aceleraba al sentir su toque.
—Una más —dijo Vanessa, riendo mientras levantaba su mano para hacer un gesto divertido.
James la siguió, levantando también su mano, pero esta vez, sus dedos se entrelazaron con los de ella. La sonrisa de Vanessa se suavizo mientras elevaba su mirada para conectarla con la del chico. Había algo en la forma en que el la miraba que hacía que su corazón latiera más rápido.
El rubio dobló sus rodillas levemente, haciendo una reverencia al tiempo que dejaba un casto beso sobre la mano de Vanessa. La chica rio, para luego imitar su acción.
—Esto es realmente divertido.
—Sí, si lo es —respondió en un susurro.
Tristan, al darse cuenta del cambio en el ambiente, dejó de tomar fotografías. James y Vanessa se quedaron estáticos en su lugar, sus rostros estaban demasiado cerca. Sin darse cuenta, comenzaron a inclinarse uno hacia el otro. Sus miradas se encontraban y el mundo a su alrededor parecía desvanecerse.
Sus ojos se cerraron lentamente, y la distancia entre ellos se fue reduciendo aún más. Justo cuando sus labios estaban a punto de encontrarse, una voz a sus espaldas los hizo separarse.
—James.
La pareja se separó rápidamente, ambos respiración con dificultad. Vanessa sintió como el calor subía a su rostro, mientras que el chico mantenía su mirada fija en el suelo.
Para la chica fue imposible no notar como el cuerpo de James se había puesto tieso como un palo al notar la presencia de su padre.
—Vanessa Wagner —Mortimer dijo con desagrado, mirando a la aludida de arriba abajo. Su rostro no demostraba ninguna emoción, y eso la hizo tragar en seco.
—Te ves magnifica, cariño —Cordelia dijo, ofreciéndole una dulce sonrisa.
—Gracias, señora.
—Juega a disfrazarse y no va a almorzar con los Ellington.
—Con todo respeto, señor, solo estamos trabajando en el poster para la gala —Vanessa murmuró, sintiéndose intimidada ante su mirada.
—¿Trabajando? —replicó el señor Beaufort con una risa sarcástica—. ¿Con la hija del hombre que intento destruirnos?
Al ver que James no tenía intenciones de responder, Vanessa se enderezó en su lugar, su mirada desafiante se mantenía.
—No sé qué juego estás jugando, pero no quiero que mi hijo tenga nada que ver contigo ni con tu familia —espetó—. Los Wagner son enemigos de nuestra empresa y no me sorprendería que tu intentaras sabotearnos a través de James.
El chico se mantuvo en silencio, no se atrevía a contradecir a su padre. Vanessa lo miró con una mueca.
—No tengo ninguna intención oculta, señor Beaufort —la chica respondió luego de carraspear su garganta—. La única razón por la que estoy con James es por el comité.
De reojo logró ver como el aludido hacia una mueca ante sus palabras, mas decidió no decir nada. Estaba molesta. Su padre la estaba insultando y él no hacía nada para evitarlo.
—Eres igual que tu padre, buscando destruir a los demás para tu beneficio. Pero no lo permitiré —Mortimer exclamó—. Mantente alejada de mi hijo de mi familia.
Vanessa respiró hondo, tratando de mantener la compostura.
—Yo no tengo nada que ver con los negocios de mi padre.
—¿Ah, sí? —la interrumpió, sonriendo con burla—. ¿Y por qué debería de creerte? Después de todo, las mentiras y la manipulación están en tu sangre.
La chica Wagner sintió como su cuerpo temblaba del enojo. De forma involuntaria, su mirada se dirigió a James, esperando que dijera algo al respecto, que la defendiera. Pero él seguía en silencio.
—Usted no me conoce para nada, así que será mejor que saque el nombre de mi familia de su boca —la rubia espetó —. Ahora si me disculpan, iré a quitarme este estúpido vestido.
Y sin decir ni una sola palabra más, Vanessa se dio la vuelta para comenzar a subir por las escaleras. Antes de entrar al salón de prueba, le echó un vistazo a James por encima del hombro, pero él no se da cuenta de esto, ya que se encontraba totalmente concentrado en sus padres. Su padre le está hablando con la mirada fija en Vanessa. Murmura como si estuviese enfadado.
Tristan llamó nuevamente a sus asistentes, y en tan solo unos segundos ya se encontraban quitándole el vestido a la chica. Mientras lo hacían, Vanessa se apresuró en desbloquear su teléfono y llamar a Alfred. Se negaba a irse con Percy.
Cuando estuvo lista, agarró sus cosas y bajo las escaleras que daban hacia la entrada del lugar. Una vez abajo, los ojos de James se encontraron con los de ella, pero esta simplemente lo ignoró.
—Fue un placer verte de nuevo, querida —dijo Cordelia con dulzura. Vanessa le sonrió con incomodidad.
—Percy te está esperando afuera —James habló.
—Puedes decirle que se vaya a casa. Llame a Alfred para que viniera por mí —informó, negándose a mirarlo. El chico suspiró, más no dijo nada.
Dándole una última mala mirada a Mortimer, Vanessa salió del lugar. Al verla, Percy hizo el intento de abrir la puerta de su vehículo, pero la chica lo detuvo.
—Me iré con Alfred.
Percy hizo una mueca, pero asintió con desgana. El de verdad esperaba que todo se solucionara entre ella y el joven Beaufort, ya que nunca había visto a James tan feliz como cuando esta con ella.
Al poco tiempo después, el vehículo de los Wagner apareció en el lugar, tocando el claxon para hacerle saber que habían llegado.
Vanessa se despidió con una sonrisa del hombre, para luego encaminarse hacia su auto. Una vez adentro, la chica se acomodó en el asiento trasero del vehículo, sus manos temblando ligeramente mientras cerraba la puerta. Al notar la tensión que había en su cuerpo, Theodore se pudo dar cuenta de inmediato que algo no andaba bien.
—¿Estas bien, Ness? —preguntó el castaño. La suavidad en la voz de su hermano hizo que le entraran las ganas de llorar.
Vannesa asintió, pero la verdad es que no estaba bien. Las palabras del señor Beaufort resonaban en su mente, pero lo que más le afectaba era la indiferencia que James había tenido con ella, había sido incapaz de defenderla de los insultos de su padre.
—Estoy bien, Theo —murmuró, intentando mantener su voz firme.
A medida que el vehículo avanzaba, Theodore pudo notar el cambio en la expresión de su melliza, por lo que colocó su mano sobre la de Vanessa, apretándola con fuerza.
Ante su acción, las lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos, y finalmente no pudo contenerlas más. La chica giró su cabeza hacia la ventana, permitiendo que las lágrimas cayeran de forma silenciosa.
Alfred, quien se encontraba observando la escena desde el espejo retrovisor, no pudo evitar sentirse mal. Era consciente de lo mucho que la joven se preocupaba por James Beaufort, así que estaba seguro de que lo que había causado su malestar estaba relacionado con él.
—Señorita Vanessa, ¿quiere que tome una ruta más larga? —preguntó con amabilidad, buscando darle más tiempo para calmarse antes de llegar a casa.
Vanessa negó con la cabeza, tratando de recobrar la compostura.
—No, Alfred, gracias... Solo llévanos a casa, por favor.
JES'S NOTE !
aquí les dejo segundo capítulo del día! <3 espero que lo disfruten.
definitivamente thomas y mortimer se llevan el premio a los peores papás 🥇
solo les puedo decir que si esperan ver a james arrastrarse por el perdón de vanessa después de la cagada que se mando, les va a gustar el siguiente capítulo 😘
GRACIAS POR LEERME <3 luv u.
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