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II


Jade es una vampira y Kylian es el humano que mantiene a su lado para que se encargue de todo durante el día. La situación es algo más compleja, pero el resumen es ese. Hace poco más de un año le mordió en el cuello. En aquel momento, él era yonqui. Antes de sufrir el «accidente» en las manos, tocaba con un grupo que tuvo un álbum de éxito. Se llamaban SMX. La novia de Kylian se suicidó, sus manos quedaron atrozmente laceradas, desapareció de la vida pública y se convirtió en adicto a los analgésicos, luego a la heroína.

Cuando Jade lo puso en trance, antes de morderlo, Kylian percibió lo que estaba sucediendo y se sintió aterrorizado, por supuesto. Pero también, en cierto modo, enardecido: al menos iba a morir sabiendo que había portentos y prodigios en esta vida terrena; a pesar de que solo fuera a tener un par de momentos para maravillarse, le parecía bien, aceptó la sorpresa. Pero los vampiros poseen un elevado sentido del gusto y a Jade nunca se le ocurriría tomar más que una pequeña muestra de sangre de un drogadicto o de un alcohólico o de alguien con una enfermedad en la sangre. De modo que le perdonó la vida, pero algo en su vínculo telepático la conmovió, le interesó, y se quedó con él, inyectándole una pequeña cantidad de «veneno» para mantener el lazo hipnótico. Pero no lo esclavizó, como podría haber hecho, como ha hecho en otras ocasiones.

Quizá porque Kylian amaba a una mujer muerta o quizá porque ha conocido el dolor o, quizá, simplemente, porque era atractivo y ella se sentía sola. Le gusta. Pasan muchas noches charlando, sentados juntos en el sofá. A ella le resulta difícil describir su pasado, pues su memoria no es buena, olvida muchas cosas. Tiene grandes lagunas y en ocasiones lo único que es capaz de recordar de lo que podría haber sido toda una vida es una simple escena o la imagen de una habitación.

No necesita tanta sangre humana como para tener que matar cada noche. A menudo, de hecho, hechiza a quien sea, le muerde en la muñeca o tras la rodilla o en un pie... toma únicamente una pequeña cantidad, disimula la herida con una incisión o dos, provoca amnesia en la víctima... la cual no sufre más secuelas que un «desvanecimiento» y una herida leve, sin daños permanentes. El hechizo se disipa.

Ocasionalmente, sin embargo, debe matar. Es un imperativo de su ser, un imperativo de la extraña especie a la que tanto tiempo lleva perteneciendo. Y si una criatura semejante existe en la Naturaleza, ¿acaso no tiene derecho a vivir? Cuando mata, por lo tanto, no se siente culpable. Es una manifestación de la Muerte que, al mismo tiempo, al ser inmune, vive al margen de ella. No envejece y de esta manera sigue conservando una frescura, quizá incluso una inmadurez. Parece joven, más joven que los veintiocho años de Kylian. Esbelta, pálida, de melena negra y grandes ojos oscuros. Los colmillos solo emergen cuando está a punto de morder, pero siempre son ligeramente prominentes, lupinos y puntiagudos.

La de hoy es una noche húmeda y cálida, y mientras están tumbados juntos sobre el sofá, la piel de Jade permanece fría al tacto de la de Kylian.

—Estás helada —dice él.

—¿Te incomoda? ¿Es una molestia?

—No, me gusta. Es una sensación agradable.

La casa no tiene aire acondicionado. Hay ventiladores en el techo, pero zumban ligeramente al girar. Y cuando todo está en silencio, ¿quién quiere tener que soportar un zumbido? A Kylian no le molesta el aire recalentado, el aliento de esta habitación.

Le ha estado contando a Jade su fatídico romance con Rene Morrison.

«La supermodelo de las piernas, Rene Morrison». Jade es especialmente curiosa y a él le apetece contarle cosas que no le ha contado jamás a ningún otro.

—Cuando volví a Estados Unidos, no hacía más que pensar en una imagen que se me había quedado grabada en el cerebro, estaba convencido de haberla visto en algún sitio pero no conseguía recordar dónde. Era una fotografía de Rene, desnuda, con el pelo púbico afeitado y una mano saliéndole de la vagina... o una mano en vez de vagina. E imaginaba que había estado dentro de ella, que me había agarrado y me había llevado a su interior, entero y verdadero, como si hubiera entrado en otra habitación... No lo sé, probablemente no haya buscado bien, pero he sido incapaz de encontrar la foto, así que no sé, a lo mejor sencillamente me lo he inventado.

—Volviste —dice Jade—. ¿Por qué la acompañaste a Venezuela?

—Dijo que tenía que ir al funeral de una amiga de la infancia. Había ido a la escuela en Caracas cuando tenía ocho o nueve años. Y había vuelto en un par de ocasiones. Tuvo un novio, el hijo del propietario de Maracaibo Oil. Gilberto.

—Y fue él quien hizo que te rompieran los dedos.

—Eso creo. Por lo que sé.

—Lo siento —dice Jade, acariciándole levemente la frente y pasando luego la mano sobre su pelo corto.

—Quiero hablarte de Rene. No pasa nada. El funeral fue por ella. Quiero decir, que la amiga de la infancia era ella misma. Solo estuvimos juntos, de manera intermitente, nueve meses. Realmente no la conocía, y si estaba enamorado de ella era con esa clase de amor ardiente e ignorante que no te deja tiempo para pensar y aclarar las ideas. Sé que estaba bien jodida, que tenía la autoestima por los suelos, que era una mentirosa y una masoquista y todo eso. Pero tampoco es que vaya uno por ahí haciéndole pruebas a todo el mundo para ver si son dignos de su amor. Es una magia química o eléctrica, y antes de darte cuenta estás demasiado metido como para recordar cómo se respira.

Kylian vacila, descubriéndose repentinamente reticente (para su sorpresa) a enumerar las aventuras de Rene, consecuencia del aborrecimiento que sentía por sí misma. Le parecen demasiado sórdidas, demasiado sensacionalistas. De modo que no dice nada, por ahora. No hay prisa. Los fríos dedos le acarician ausentes. Kylian no quiere contarle lo de aquella vez en Carmes en la que Rene se fue a la cama con una famosa actriz francesa e hizo que la atara y le orinara encima. A continuación pasó la siguiente noche con un rapero negro que había intervenido en una película de gángsters.

Rene voló al día siguiente hasta Amsterdam, para reunirse con Kylian, de gira con SMX. En la habitación del hotel, después de haber follado, ella le contó lo que había estado haciendo, usando su cuerpo. Quería incitarle a que la golpeara, él lo sabía, y Kylian recuerda su sensación de desesperanza infinita al observarla, aguardando su respuesta con mirada expectante, dolorida e insolente. Ty, le dijo, no follaba tan bien como él, pero tenía la polla mucho más grande. Kylian la abofeteó, con fuerza, deseando que echara a llorar y todo acabara ahí, pero ella quería una escena más brutal. Le dijo que le odiaba, que él en realidad no la amaba, y en esta ocasión se resistió con todas sus fuerzas, haciéndole sangre en la boca con un codazo perdido mientras él, sintiéndose como un violador, intentaba inmovilizar su cuerpo encrespado. Puede resultar más difícil intentar inmovilizar a alguien sin hacerle daño que usar todas tus fuerzas para sacudirle.

Abyectamente, más tarde, después de haber agotado todas las lágrimas, ella gimoteó implorando su perdón, diciendo que si él no la amaba no le quedaría nada más en el mundo, ningún motivo para vivir. Era grotesca, decía. Me odio a mí misma. Tengo demonios. Quiero morir.

Kylian dice:

—No estaba preparado para manejar sus problemas. No sabía cómo salvarla. En realidad ni siquiera quería, en cierto modo. Me molestaba que hiciera de sus problemas algo más dramático que los míos. Después de todo, yo también había tenido que soportar una infancia desdichada, sobre la cual ya te he hablado. Sobreviví. Pero... en mis relaciones con las mujeres, estaba acostumbrado a ser el artista perturbado. Eso era lo que... Oh, no sé, iba a decir que eso era lo que le había atraído a Rene de mí, pero en realidad creo... no creo a estas alturas decirlo con vanidad, ni tener motivo para sentirla... pero creo que conectamos a un nivel mucho más profundo que ese. Casi de inmediato. Como si hubiéramos pasado la infancia juntos. Había tanto que nunca tuvimos que decir... Sencillamente lo sabíamos.

Kylian vuelve a ver a la muchacha muerta mientras habla, vívidamente, ve sus ojos, Rene girándose para mirarle desde el otro extremo de una sala atestada de gente, ese destello, somos una única mente, solo por un momento, evanescente pero real. ¿Qué aspecto tenía Rene? ¿Qué aspecto tiene cualquiera que haya aparecido en las portadas de Mademoiselle, Elle y Vogue? Pómulos, labios carnosos, dientes perfectos, ojos grises como nubes cambiantes, en movimiento, teñidas de azul. En su rostro mil expresiones. Era alta, con el pelo castaño, unas piernas preciosas, senos aumentados sobre el costillar, su vientre... una mano surgiendo de la elástica hendidura. ¿La mano de quién? ¿Es femenina? ¿Es la de ella?

Sí, sopesa Kylian dubitativamente. La fotografía es en blanco y negro y parece antigua, como si hubiera sido tomada en un imposible 1913. La tenue, tentadora sonrisa de la modelo. El pelo húmedo y aplastado hacia atrás. Su cuerpo es decididamente moderno, no anterior a la Primera Guerra Mundial.

Sus manos. En la semioscuridad, Kylian se arriesga a tocar a Jade cuando ella no puede mirar y verle la mano. Su mano izquierda quedó aún peor, torpe y parcialmente insensible. Ninguna de las dos tiene mucha fuerza, ambas le provocan un calvario si las usa largo rato. Le cuesta abotonarse la camisa.

¿Cuánto sabe Jade? Es difícil decirlo. A veces parece muy perceptiva y sutil, más que cualquier otra persona que él haya conocido. Sin embargo, hasta cierto punto, Kylian está especulando, porque ella es prácticamente inarticulada y, en ocasiones, puede llegar a parecer francamente simple, como un animal. Falta de comprensión. Pasando de la abstracción a una especie de estado horripilante en el que te mira sin verte, en el que si hablas estás convencido de no ser oído. Y sin embargo es capaz de moverse aún sumida en tal condición. Cuando se pone así, Kylian piensa que es muy posible que acabe matándolo. Ha decidido que si llega el momento no luchará, no se resistirá.

—¿Por qué te culpó Gilberto del suicidio de Rene? Debía de ser consciente de cómo era ella.

—Sí —responde Kylian—. Ella fue un tormento para él... Estoy convencido. Lo visitó, en una ocasión, estando conmigo en Inglaterra. Él estudiaba en la School of Economics de Londres.

—Sintió celos de ti —dice Jade—. Ella lo volvió loco.

Kylian escucha. Jade bosteza y sus colmillos reflejan la luz con un resplandor blanco y destellos de verde. Es el amarillo de la luz. Toda la estancia parece envuelta en sombras ocres y oro fundido.

Es una habitación espaciosa, de techo alto. La mesita baja es de cristal esmerilado. A la derecha hay un gran cuadro, geométrico, dos hexágonos radiales en una perspectiva no del todo frontal, con cantidad de rascaduras y rayas negras sobre una especie de fondo verde turquesa, con rojo ladrillo y crema mugrienta.

Jade lleva puesto un vestido corto. Cuando se eleva dejando al descubierto sus muslos, la piel parece excesivamente vulnerable, tan desnuda y tan blanca.

—¿Qué? —dice ella, mirándolo de repente, sonriendo, después de que hayan pasado un largo rato en silencio.

Él menea la cabeza, se encoge de hombros. Jade extiende la mano para tomar su vaso de agua, se lo lleva a los labios y le da un cuidadoso sorbito.

—Tengo un recuerdo —anuncia—. Acabo de verlo. Estaba en un campo, con mi hermana, Fleur. Se nos han ensuciado los vestidos. El sol brilla... Sí, alzo la mirada y ahí está, no puedo creerlo, el sol es... una estrella, blanca y brillante. El cielo es azul. Ah, mierda. Quisiera decir más, pero me lo estaría inventando.

Los hexágonos parecen a punto de caer de su marco metálico.

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