Tapé mis ojos y me apoyé en la paredes viendo al castaño darle puñetazos a la pared.
Viendo como su mano empezaba a derramar gotas de sangre me acerqué y me interpuse entre él y la pared.

—¡Para! ¡Detente, por favor!

Solloce, mirándolo, me observó y dio por último un golpe a la pared a un lado de mi cabeza asustándome. Estuvo cerca de rozar su puño en mi mejilla. Este pegó su frente a la mia tratando de controlar su respiración.

—No te hagas daño, Nathan.— me salió un hilo de voz.

—Dime que no volverán a hablar.—Gruñó en mi rostro. Su tono me hizo sentir mas pequeña.

—Yo.. Nate, por favor.

—Jurame que no le volverás a hablar.— Se alejó.

Lloré al ver como iba a los estantes y destruía mis libros. Le pegaba a todo lo que encontraba.
Un vidrio sonó y vi el cuadro con mi familia tirado en el piso hecho trizas.

Corrí y lo abracé por detrás tratando de detenerlo. Su pecho subía y bajaba aceleradamente.

—¡Te lo juro! Te lo juro.—Su cuerpo se detuvo al escucharme.—Te lo juro.— Susurré.

Dio la vuelta y me enrolló en sus brazos apretandome a él. El silencio se hizo presente y solo su respiración junto con mis sollozos se oían.

—Eres mía, joder.—masculló en mi oído, su tono me hizo temblar.

—Lo soy. Lo soy Nate.

Un brazo bajó hasta la parte trasera de mis rodillas y me alzó mientras el se sentaba en mi cama sentándome en su regazos, acomode mis piernas a sus costados. Su rostro se escondió en mis pechos y podía sentir su aliento.

—Lo siento, cariño. Perdoname, nena.— mi garganta comenzó a arder mientras mis labios temblaban evitando soltar algún sollozo.

Empezó a sollozar y no hice mas que acariciar su cabello. No podía hacer nada, el era un desastre.

—Te amo Jenna.

Sentí que iba a romper mi espalda si seguía apretándome a él. El tenía miedo de que lo deje porque sabe que esto ya no podría seguir. La historia se volvía a repetir y por mas daño que me causara no podía abandonarlo.

—Te amo Nathan.

Pero quizás podría resistir un poco más.