Final
—¿Felix? —El Príncipe Mora golpeaba incesantemente la puerta de la habitación del Príncipe Luna, de alguna forma se estaba alterando al notar la falta de respuesta por parte del contrario.
Cuando llegó, el guardia en turno le había informado que este no se presentó despierto a la hora usual, y que tampoco había se había presentado a la hora del desayuno. Debido a esto, Chan tenía un muy mal presentimiento, uno que se mantenía creciendo en él mientras golpeaba la puerta y no escuchaba contestación alguna.
—¿Puedes abrir la puerta? —Inseguro, preguntó al guardia, al ver la preocupación del Príncipe, este decidió recibir la orden y sacó el juego de llaves de emergencia para abrir la puerta.
A penas escuchó el clic del cerrojo, se introdujo con desesperación en la habitación, observando el montículo en medio de la cama, logrando que respire de alivio. Pero esto solo duró hasta que sus manos corrieron el edredón y mirara la expresión lastimera del menor mientras aparentemente dormía, Felix yacía en posición fetal en medio de la cama, con evidente sufrimiento plasmado en su rostro, logrando asustarlo de nuevo.
Una de las manos del mayor fue a parar a su frente, retirándola al momento en que notó la elevada temperatura de su cuerpo. Felix poseía una enfermiza aura al rededor, su piel estaba recubierta por una leve capa de sudor, y su rostro se arrugaba en dolor, no necesitaba ser medico para saber que aquello era un mal indicio.
Chan rápidamente cargó con menudo cuerpo del menor sin importarle nada, y salió corriendo de aquella habitación, con sirvientes corriendo detrás de él mientras todos buscaban desesperadamente un médico al ver el estado del menor.
Chan se mantenía impaciente a pesar de que lograron encontrar a alguien que atendiera al menor, y en ese mismo momento, él se mantenía desesperado, mientras veía al menor recostado en una cama. El médico el turno examinaba cuidadosamente cada uno de sus signos vitales, lenta y tranquilamente, por el tiempo que se sintió como una tortura para él, hasta que con una expresión sombría finalmente habló.
—Salgan todos de la habitación, y traigan al Rey Hada.
Chan escuchó el ruido de sorpresa en los sirvientes, y aún con su cargo de Príncipe, fue sacado a la fuerza de la habitación por los guardias, y obligado a esperar fuera minutos que parecieron una eternidad mientras su padre llegaba.
Y cuando éste finalmente llevó su presencia al lugar, no lucía nada feliz. Chan conocía a su padre, lo suficiente para saber que ese semblante aparentemente serio en realidad estaba cargado con mucha ira, pero el Rey Hada Jihoon se caracterizaba por ser una persona serena, que no solía perder la calma fácilmente, y aquello lo aterrorizaba, porque no podía saber en qué era lo que estaba pensando.
El pequeño Rey Hada entró a la sala, la cuál estaba casi vacía a excepción de su frágil y enfermo hijo heredero, cuyo débil cuerpo fallecía en aquella cama y frente a él, el médico en turno. Sin hacer uso de palabras, solo acciones, el médico se colocó un guante, y luego metió la mano entre los cortos pantalones del chico, para sacarla con los dedos llenos de una extraña sustancia viscosa y blanquecina, sin embargo, ambos ya sabían bien de qué se trataba.
—¿Envenenamiento élfico? —Su dulce pero rabiosa voz sonó con un eco en la habitación, incluso el médico se devolvió a su postura firme antes de asentir, el Rey Hada, a pesar de su apariencia adorable y hermosa, era temido y respetado por las hadas.
—Sin llegar a dudas, Su Majestad. —El hada que ejercía la profesión bajó el semblante, quitándose el guante para meterlo cuidadosamente en la basura, a sabiendas de que aquél líquido actuaba peor que un veneno para las hadas.
El Rey suspiró, saliendo igual de apacible de aquella habitación, solamente para encontrarse con su preocupado décimo cuarto hijo arrodillado frente a la puerta. Al oírlo salir, el hada de cabellos morados levantó su rostro con un gesto suplicante.
—¿Padre? ¿Qué ha pasado con Felix?
Debido a las costumbres de las hadas, era algo muy extraño que alguna de ellas caiga enferma a menos que sea por vejez, por lo mismo, el Príncipe Hada no sabía qué hacer, desesperado ante la enfermedad de su hermano pequeño.
El Rey tomó su mentón, acariciando su mejilla suavemente, una lágrima se escapó de los ojos del Príncipe. —Un elfo le ha hecho eso. —Chan abrió los ojos con sorpresa. —Y por lo visto tú sabes quién es. —Negó, solo para observar la dureza en la mirada de su padre, aquella que lo aterraba más que nada en el mundo. —Dime, hijo mío. Hazlo por el bien de Felix.
Y por segunda vez desde aquella en que reveló a Hyunjin el secreto de su identidad, y a pesar de saber que Felix hubiera querido que las cosas fueran distintas, él antepuso el bien de su amado Príncipe Luna y luego hizo lo que nunca debió hacer.
Porque el bien de Felix era todo lo que le importaba, y el único pecado que Chan cometió fue confiar demasiado en las palabras del Rey.
El Príncipe Mora no tenía idea de lo que pasaba, después de aquello, había sido llevado a una fría celda. Había caos, eso podía notarlo, los exagerados golpeteos de pasos encima de él no ayudaban a que se tranquilice, y los susurros poco discretos de los guardas le hacían saber que algo andaba mal.
Cuando fue sacado, tampoco fue de una forma amable, fue arrastrado, vendado, amarrado y transportado hasta que sintió que era colocado a la fuerza en una silla, con los brazos retenidos al porta brazos, y las piernas a las patas del mueble. Pero nunca se resistió a pesar de que aquello se le hacía inmoral, y a pesar de que no podía entender completamente qué pasaba.
Ni siquiera entendió cuando la venda de sus ojos fue retirada, y frente a sus ojos se encontró con el gran atrio del reino, las gradas estaban llenas de hadas. A su al rededor, las sillas de las tantas hadas nobles se hallaban acomodadas en el orden de siempre, por edad, pero la que estaba a su lado, la silla del décimo quinto hijo se encontraba vacía.
Cuando su vista se enfocó lo suficiente, su corazón se paró en ese mismo instante, incluso sintió que el aliento se el iba, era incapaz de respirar y los oídos le pitaban, haciendo que todo el ruido y los gritos se oigan distantes, fuera de la realidad. No lo podía creer, deseaba, muy para sus adentros que todo fuese una broma, sueño o alucinación.
Porque en medio de todo ese caos, entre la arena y el polvo, justo en el centro de aquel gigantesco atrio lleno de hadas expectantes, se encontraba su precioso Felix, su hermoso y amado Príncipe, en una posición arrodillada con la cabeza pegada al suelo, que hacía que sus alas se extiendan y caigan incluso topando con la arena.
La multitud murmuraba incesantemente, pero lo único que sus oídos registraban era un incesante pitido. Todo parecía suceder en cámara lenta, trataba de entender lo que estuviera pasando, pero no hallaba una respuesta, había dejado de funcionar mientras era atado a aquella silla.
—¡Felix! —Su garganta se encontraba seca, sin embargo, esa no había sido su voz, podía estar seguro de eso. —¡Suéltenlo! —A Chan le resultaba tan familiar ese tono, pero en medio de todo ese caos y su estado físico y mental, no podía identificarlo, su atención solo estaba en su precioso Felix, su hermoso ser amado.
—¡Calla, elfo! —Cuando su padre habló, la sala entera hizo silencio, aún cuando la orden solo había sido dirigida al elfo.
Cuando Chan enfocó la vista suficiente, pudo darse cuenta que una gran jaula era cargada por hadas obreras, y transportaba dentro al Príncipe de los Elfos, a Hyunjin. Este tomó los barrotes de la jaula y los sacudió con violencia, asustando a las hadas, quienes creían con más fervor que aquél era de las criaturas del caos que siempre se les enseñó que eran.
—No lo lastimen, por favor... —La voz del elfo se quebró al final, él se hallaba desesperado, llorando sin remedio, tal vez porque él más que nadie podía imaginar lo que pasaría en ese momento, y él más que nadie no podía hacer nada para detenerlo.
Su padre extendió las alas, aquellas inmensas alas coloridas que poseía, dignas de un Rey, y las usó para bajar volando de las gradas hasta quedar detrás de Felix, luego esperó a que la jaula donde se hallaba el elfo quedase justo en frente.
El Rey Hada hizo un ademán con las manos, atrayendo la atención de toda la audiencia. Hubo silencio, todas simplemente se callaron, cada par de ojos esperó el siguiente movimiento dentro de los principales asistentes.
—Hadas reunidas aquí el día de hoy. Es una tristeza y un deshonor para mí el motivo de esta reunión. —Chan escuchó llantos provenir de algunas de sus hermanas nobles, su madre en cambio, permanecía rígida en su silla, mirando con enojo hacia Felix. —Mi décimo quinto hijo, y futuro heredero de la corona ha cometido el crimen más detestable que un hada puede cometer. —Chan abrió los ojos sorprendido, atónito ante las palabras de su padre. —Él se ha emparejado con un elfo.
Todas las hadas estallaron en ruido, había murmullos, gritos, incluso llantos. Chan no podía creer lo que su padre había dicho, debía haber un error, todo debía ser una cruel mentira, pero incluso así, incluso si lo que su padre había dicho, ¿qué había de malo? ¿por qué aquello se consideraba el crimen más "detestable"?
Él había sido testigo mismo de lo mucho que Hyunjin y Felix se amaban, Chan tenía una percepción del amor diferente hasta ese momento, él creía que dos personas que desde el inicio estaban juntas, estaban destinadas a estar juntas. Pero el elfo le enseñó lo contrario, le enseñó que el verdadero amor puede surgir en alguien que podría ser a la vez tu mayor enemigo.
Hyunjin sacudió los barrotes de nuevo. —¡Lo siento! —Su voz sonaba desesperada, la peor parte para él era estar tan cerca de su amado Felix y no poder alcanzarlo. Quería llevárselo, tomarlo entre sus brazos y huir de allí, ser felices juntos en donde amarse no sea castigado, pero no podía. —¡Todo fue mi culpa! ¡Yo recibiré el castigo!
¿Castigo?
El Rey levantó una mano, la multitud se volvió en silencio profundo con aquel simple gesto. —El Príncipe Luna Felix será ejecutado bajo las leyes de las hadas.
Chan oyó a Hyunjin gritar desesperadamente, pero algo dentro de él reaccionó, solo para sentir un descomunal impulso que resultó en él intentando liberarse de sus ataduras con todas sus fuerzas.
—¡No! —Todos, incluido Hyunjin, elevaron su mirada hacia las gradas, allí donde el Príncipe Mora estaba atado a una silla mientras gritaba. —¡Tú me lo prometiste! ¡Me prometiste que estaría bien!
Su padre jamás lo miró, sin importar cuántas veces le gritaba, el Rey Hada permaneció firme, mirando con odio al elfo frente a él.
—¡Castígame a mí, padre! —El Rey Hada volvió a levantar la mano, en símbolo de ordenarle silencio.
Era imposible, no lo escucharía, no había nada ni nadie que pudiera detener lo que iba a pasar.
—Que comience la ejecución.
Incluso cuando ambos, elfo y Príncipe Hada gritaron al mismo tiempo, ambos fueron ignorados. Hadas obreras rodearon el cuerpo de Felix, aquellas que se caracterizaban por su gran musculatura, Hyunjin sacudió los barrotes, de nuevo asustando a toda la audiencia, quienes temían más de aquél elfo inocente que de la crueldad de su propia especie.
Chan intentaba, al igual que el elfo, liberarse de sus ataduras, negando a rendirse, pero detrás de él aparecieron otras dos hadas obreras que lo sujetaron a la fuerza y luego vendaron su boca para mantenerlo callado y quieto.
Cuando la audiencia dejó de gritar, en un súbito momento de silencio, se oyó en todo el lugar el sonido de un desgarre y luego el ensordecedor grito proveniente del hada que estaba siendo ejecutada. Felix estaba consciente, lo había estado tal vez todo el tiempo, y ahora, mientras nada parecía real, no podía creer lo que veía.
Aquella ejecución, aquél acto de crueldad, el castigo más horrible que un hada podía recibir era; ser despojado de sus alas.
Felix poseía unas muy hermosas, transparentes y brillantes, tal vez incluso pequeñas como su delgado cuerpo, unas que contrastaban mucho en comparación con las largas y coloridas alas de su antecesor. Eran, al igual que su belleza, sus posesiones más preciadas, solía cuidar de ellas tanto que en noches muy frías, evitaba salir de la cama, porque los huesos de la espalda que unían estas a su cuerpo solían quedar helados y dolerle. Chan incluso había cuidado de ellas, a pesar de que el menor no dejara que nadie las toque, solo existían dos personas que habían tenido ese derecho: Hyunjin y él.
Y justo en ese momento, estaban siendo separadas de su cuerpo, él estaba consciente, lo había estado todo el momento, lo había sentido todo, cada pequeña parte del dolor de perder las alas.
Tal vez estaba demasiado débil, demasiado enfermo.
Demasiado envenenado...
Hyunjin extendió su mano hacia Felix, pero este se aferraba con dolor a la arena bajo su cuerpo, el elfo veía todo, estaba justo enfrente de él, tan cerca que sus gritos y llantos llegaban a él altos y claros, pero a la vez tan lejos que incluso extendiendo sus manos no podía ser capaz de tocarlo, aunque sea por una última vez. Porque él podía sentirlo, sabía que la crueldad de las hadas no era solo lo que ya había escuchado, porque las anécdotas de Felix debían ser solo una pequeña parte de lo horrible que su reino era, y ahora, estaba observándolo en primera fila.
Pero aquello no había acabado aún, después de que el ala cayera pesada en la arena con un sonido seco justo a lado de su menudo cuerpo, la misma hada obrera rodeó la base del ala faltante, y con un drástico movimiento logró desprenderla de su cuerpo. De nuevo, se oyó el desgarrador grito del hada, quién no podía hacer nada más que sufrir, su cuerpo estaba tan débil y aquello dolía tanto, pero no podía oponerse porque poco a poco, sentía como si un pesado sueño estuviera abrazándolo, como si su liberación estuviera cerca y tan solo tuviera que cerrar los ojos y dejarse llevar.
—¡Felix! —Entre el dolor mezclado con sus propios gritos, escuchó aquella arrulladora voz justo frente a él, aquella que había estado tranquilizándolo hacía ya varios minutos, porque cada vez que él elfo llamaba a su nombre, sentía como si una pequeñísima parte del sufrimiento desapareciera por un efímero momento.
A pesar del cansancio, Felix logró levantar la vista y mirar a Hyunjin, con aquellos hermosos orbes azules llenos de lágrimas, el elfo también estaba desesperado, extendiendo una mano hacia él para querer tocarlo, era lo mínimo que el elfo pedía en ese momento.
Ante la expectativa de todos, la temblorosa mano del hada comenzó a moverse, arrastrándose por la tierra hasta intentar tomar la de Hyunjin. Una sonrisa se formó en los labios del elfo, temporal hasta que su mano dejó de moverse antes de llegar a él, y los ojos del hada perdieron su brillo.
Las hadas obreras se separaron todas del hada, rodéandolo al igual que vigilaban al elfo, quién de forma descontrolada comenzó a gritar y llorar, y aún más lo hizo cuando de la espalda del hada, de las heridas expuestas no salió sangre, sino brillo. Polvo brillante el cuál fue cayendo cada vez más y más, y cuando esto comenzó a suceder, Hyunjin se dió cuenta cómo las hadas en la audiencia comenzaban a llorar, y más aún Chan, quién se había dejado caer sobre la silla de forma derrotada, dejando escapar lágrimas sin parar.
No había brisa, los pájaros no cantaban, ni siquiera podía escuchar el tintineo que las alas de las hadas solían hacer, lo único que se oían eran llantos, mientras el polvo cada vez se iba separando de la piel del hada, cayendo por horribles minutos hasta que lo único que hubo encima de la arena era polvo brillante que no tardaba en desaparecer, y la piedra que alguna vez había ocupado la frente de Felix.
Ya ni siquiera tenía caso llorar, Hyunjin de repente había perdido la sensibilidad, tal vez, algo se había roto en él desde el momento que entendió lo que el polvo brillante significaba. Aquél que era el castigo más horrible de las hadas no era perder las alas, era la muerte.
Hyunjin miró con vacío a su al rededor. Todo era silencio, nadie decía nada, ni siquiera él sacudía los barrotes, ahora todas lo miraban esperando algún acto de agresividad provenir de él, pero Hyunjin no hizo nada, porque lo había perdido todo.
El Rey Hada fue el primero en movilizarse, llegando mientras sus grandes y coloridas alas tintineaban en el viento y polvo brillante se esparcía al rededor. Cuando llegó al lugar donde el cuerpo de su sucesor solía estar, se inclinó para recoger la piedra azul en forma de luna, en su rostro no se hallaba expresión alguna, ni siquiera ira o enojo.
Este arrojó la piedra y esta fue a parar cerca de la jaula, Hyunjin no tardó en tomarla, en adueñarse del último recuerdo que le quedaba de que alguna vez fue feliz, pegándola a su pecho mientras deseaba despertar y que todo aquello hubiera sido un horrible sueño.
Si eso era, Hyunjin despertaría, y luego le pediría a Felix que use sus poderes en el, para hacerle soñar un futuro hermoso, donde ellos pudieran estar juntos y ser felices.
—Quédatela, te servirá como recuerdo permanente del mal que hiciste. —Aquella dulce voz, sonaba horrible ante sus oídos, no sabía cómo alguien con la apariencia más pequeña y adorable que haya visto era a la vez el más despiadado.
—¿Qué hice? —Murmuró, más para sí mismo mientras sostenía la piedra con ambas manos, su único pecado había sido amar.
—¿Qué hiciste, te preguntas? —No quiso mirarlo, pero por su tono de voz, el Rey denotaba estar fastidiado por su pregunta, entonces se acercó más a él. —¿Sabes por qué estamos en guerra con ustedes, joven Príncipe? —Hyunjin no contestó, pero por su falta de respuesta, el Rey solo siguió explicado. —Muerte, eso es lo que nos espera a las hadas si estamos expuestas a ustedes. Los elfos son caos y destrucción, son tercos, dañan todo a su paso, y no paran ni un segundo para pensar sobre las criaturas que ustedes consideran inferiores. —El Rey volteó, para regresar a su lugar, expandiendo de nuevo sus alas. —Sé que crees que este ha sido un acto de crueldad, pero créeme elfo, él iba a morir, yo solo terminé con su sufrimiento.
Hyunjin no tenía ánimos, y sin embargo, cuando las hadas obreras cargaron con la jaula, él levantó la mirada hacía Chan, y antes de que fuera sacado de aquél lugar, murmuró un suave:
—Lo siento.
Hyunjin sentía que ya nada era lo mismo, se sentía un muerto en vida, como si aquél cuento del elfo que se convirtió en un árbol que su madre solía contarle representara una realidad en su vida. Aunque eso ya ni siquiera podía llamársele vida.
Cuando el Príncipe Gnomo estuvo tan preocupado de no verlo salir de su habitación en días, supo que tenía que hacerle una visita. Porque, desde el momento en que Hyunjin puso un pie en su casa de nuevo, al haber sido tirado en bosque cerca de los límites de su reino, no había tenido contacto con nadie más que su preocupada madre al verlo regresar con el animo de un vegetal.
Porque sí, al menos su madre sabía dónde había ido, y ella no había estado muy feliz cuando las hadas se presentaron en la puerta del reino con la premisa de que su propio hijo había roto las reglas del acuerdo de paz temporal, aquél que junto con la guerra fría servía para proteger a las hadas. Sin embargo, ella no pudo castigarlo cuando regresó, no cuando era evidente que él no se sentía bien.
Al final la mujer trató, al igual que su padre, pero ninguno de los dos logró sacarle palabra alguna a Hyunjin. Era como si estuviera muerto en vida, y ellos no lo sabían, pero por dentro, él de verdad se sentía muerto.
Jisung estaba inseguro, y dió una mirada a Minho de forma preocupada, por lo que su madre le había contado, el gnomo sabía que su mejor amigo necesitaba ayuda.
Ni siquiera pidió permiso, entró a la habitación sin más, con el ninfa detrás de él. Ambos cuidadosamente visualizaron cada rincón de la habitación, y todo aquello en el cuarto que alguna vez fue hermoso y con una espectacular vista al exterior ahora estaba oscuro y desolado. Ya estaba atardeciendo, pero ni una pizca de luz se colaba por las ventanas, Hyunjin había tapado todo y el mismo se encontraba hecho bolita en la cama.
Hyunjin de verdad no había salido, no había comido, no había cuidado de sí mismo durante días y aquello le preocupaba al gnomo, entonces éste de nuevo miró a Minho, preguntando con la mirada si podía ser capaz de sentir su aura, y respiró profundo cuando él asintió. Al menos Hyunjin no había muerto por inanición o depresión.
—Váyanse. —Una voz rota vino desde debajo de las sábanas, aquello quebró al gnomo en un segundo, todos los sentimientos habían sido expresados en su tono de voz.
Lo ignoró, rodeando la cama y tratando de llegar hasta a él, pero después de tomar la sábana, el elfo volvió a recubrirse de esta, rechazándolo por completo. Se sentía horrible, ser rechazado por alguien que siempre sabía sido tan cercano a ti, Hyunjin debía estar sufriendo enormemente y sentía impotencia por no poder ayudar.
Se sentó a la orilla de la cama. —Hyunjin... —Su voz sonó dulce, temiendo de ser rechazado de nuevo. —¿Qué pasó? —No hubo respuesta, hasta que logró escuchar de nuevo un sollozo, Jisung temió de haber preguntado de forma demasiado directa, lo que sea que hubiera pasado, realmente le dolía.
Sin embargo, no podía dejar morir a su mejor amigo, sino este tal vez se convertiría en un árbol de verdad, a pesar de que tal vez aquel cuento era una metáfora para la depresión, se sentía como si en algún momento de su cama comenzarían a salir raíces. Solo hacía falta ver su piel, blanca como papel, y los rastros de rubio cabello esparcidos por el piso y la cama, el elfo ahora también comenzaba a perder el pelo, pero ¿qué había pasado? ninguno realmente lo sabía, porque él no les dirigía palabra alguna.
—Sabes que siempre puedes hablar con nosotros. —Esta vez no fue Jisung, sino Minho. Tal vez en el pasado, eso hubiera sorprendido a Hyunjin, pero ahora le daba igual.
Sollozó, por mucho tiempo, tanto que el sol se había ocultado, Hyunjin siguió enterrado debajo de las sábanas, al menos, no había vuelto a pedirles que se vayan, así que ambos tomaron lugares a la orilla de la cama, esperando algún momento en el que él pueda hablar con ellos.
Entonces, oyeron respirar al elfo, hondo. —Ellas lo mataron. —Y luego, más llanto.
Ambos, gnomo y ninfa se miraron con expresión sorprendida, intentando descifrar las palabras del elfo.
—¿Ellas? ¿Quiénes, Hyunjin? ¿A quién? —Preguntó el gnomo preocupado, inclinando su cuerpo para acercarse más al elfo. Intentando de alguna forma hacerle saber que estaba allí para él.
—Ellas... las hadas... a Felix. —Aquello había salido pausado, y entre llantos y el sonido de su respiración entrecortada, Jisung ahogó un grito, para luego mirar horrorizado a Minho.
Tenía que ser una broma, ambos pensaron, tal vez era una confusión. Pero la forma en la que Hyunjin lucía, la forma en la que su aura se sentía, les hacía saber que aquello no era ninguna broma, era real, lo que el elfo decía no era menos que la verdad.
No hubo ninguna palabra más que eso, solo acciones. Jisung, a pesar de comenzar a sentirse de la misma forma que Hyunjin, intentó sacarlo de la cama, para consolarlo de alguna forma. Minho también estaba allí, y a pesar de que sus emociones no fueran tan exteriorizadas como ambos chicos, él también se sentía de igual forma.
Todos amaban a Felix, incluso cuando solo lo habían conocido por muy poco tiempo, se había hecho un espacio en sus corazones de manera rápida, pero todo ahora era inútil, porque ese espacio había quedado hueco.
Se había ido, y nadie podía asimilarlo.
Ambos se habían quedado mucho tiempo escuchando al elfo, lo suficiente para reconfortarlo, porque Hyunjin lo necesitaba. Minho incluso había abierto la ventana, retirando las gruesas telas que él había colocado para que nada de luz entre, esperaba que ver las estrellas ayude a hacerlo sentir mejor, así como siempre le gustó ver el cielo nocturno. El elfo se había quedado mirando la ventana, por fin dando la cara, y tal vez, recordaba a su amado al ver la luz de las estrellas brillando.
De repente, un tintineo sacó a los tres de sus subconscientes, a pesar de conocer perfectamente ese tintineo, creyeron que estaban alucinando, tal vez era un episodio de histeria colectiva. Pero entonces, el tintineo volvió a escucharse y esta vez, una mano se posó en el marco de la puerta.
Por entrenamiento, el ninfa se interpuso entre la ventana y los dos príncipes para protegerlos, pero cuando el intruso por fin mostró la cara, todos ellos se tensaron al mismo tiempo que casi liberan un suspiro aliviado.
—¿Qué haces aquí? —Habló el ninfa, el hada que descansaba en el marco de la ventana ni siquiera lo miró, sus ojos se centraban fijamente en el elfo, quién también esperaba alguna palabra viniendo de él.
—Vine a hablar con Hyunjin.
Sin embargo, Minho no cedió, tal vez en su mente, el hada frente a él era tan cruel como cualquier otra que existiera. A las ninfas nunca les gustó relacionarse con hadas, ahora sabía el por qué.
—Déjalo pasar. —Murmuró Hyunjin, con la voz aún ronca, a mal de su pesar, el ninfa tuvo que acceder, no sin antes colocarse cerca de su amado Príncipe para protegerlo.
Cuando Chan entró por la ventana, lo hizo cargando una mochila en su pecho que no pasó desapercibida para ellos, y entonces al llegar frente a la cama, se inclinó de rodillas y también inclinó el rostro ante el elfo.
—Gracias. —Hyunjin no lo entendía, no entendía por qué un Príncipe Hada, su supuesto enemigo, ahora inclinaba la cabeza en gratitud hacia él después de haber hecho lo que hizo.
—¿Por qué me das las gracias?
Cuando Chan lo miró, una lágrima se escapaba por sus ojos heterocromáticos y sin embargo, el hada le sonreía. Luego abrió la mochila, y de ella sacó una bolsa de yute que entregó al elfo, este la miró curioso y confundido.
—Ábrelo.
Con cuidado, el elfo tomó la bolsa entre sus manos, y al meter la mano para sacar la tela dentro, a duras penas evitó caer en llanto de nuevo. Era el vestido, el mismo vestido blanco que Felix había usado aquella vez. Lo desdobló con cuidado, sintiendo de nuevo un nudo en la garganta que dolía, abrazando la tela en su pecho y hundiendo su rostro mientras lloraba.
—Logré sacarlo de su habitación antes de que las hadas lo encuentren, no quería que ellas lo vieran, eso solo causaría un escándalo. —Chan trató de reír, pero a penas pudo hacerlo, el hada aún intentaba ser positivo, porque Felix siempre lo había sido, su pequeño siempre veía el lado feliz de todo en su vida. —Te doy las gracias por hacerlo feliz, Hyunjin. —El hada rebuscó entre las sábanas, solo para tomar la mano del elfo entre las suyas propias.
—Yo lo maté. —Jisung ahogó un gemido de llanto, él no podía soportarlo, Minho lo tomaba entre sus brazos dándole su hombro para llorar y tratando de tranquilizarlo.
El hada suspiró hondo. —¿Sabes, Hyunjin? Yo iba a emparejarme con Felix. —El elfo se sorprendió. —Y yo estaba feliz con la idea, porque al igual que tú, yo lo amaba tanto, pero... tú lo hiciste feliz. —El hada intentó ahogar el nudo en su garganta, para luego expresarse de nuevo, sentía que no había palabras para describir todo lo que estaba sintiendo. —Yo creía que Felix era feliz, pero ese día... el día en que te conoció, algo cambió en él. —Apretó la mano del elfo, sonriendo. —No tienes que cargar con la idea de que fue tu culpa.
—Pero lo fue. —Se apresuró a contestar, sin embargo, el hada negó.
—Si yo lo hubiera sabido, yo nunca lo hubiera permitido, tú y yo somos tan culpables por nuestra ignorancia. —Entonces el hada se paró, y esta vez, Hyunjin sacó las piernas de la cama para detenerlo.
—¿Tú serás el Rey ahora? ¿Qué pasará con tu reino? —Chan suspiró, notando al elfo de alguna forma más vivo que lo que se había visto segundos antes.
—Yo no puedo tener descendientes, esa es una habilidad que solo la tienen los herederos. Mi padre esperará hasta que otro heredero nazca, y entonces, podrá morir en paz. —Chan tomó la mano con la que el elfo había tomado la suya, y luego, la apretó entre las suyas de nuevo.
—¿Y el vestido? ¿Por qué no te lo quedas tú? —Y para sorpresa de todos, Hyunjin sacó de debajo de las sábanas su otra mano, y aferrada a esta, estaba la piedra en forma de luna, sorprendiendo a todos los demás. —Yo me quedé con esto.
Chan era el más sorprendido. —Usualmente, cuando un heredero muere, sus gemas son guardadas y protegidas por el inmenso poder que tienen. —Extendió su mano hacia el elfo, y este entendió que quería la piedra azul, así que aunque lo dudó un poco, se la entregó. —Pero supongo que Felix aún no lo era, así que mi padre te permitió quedarte esto. —Sonrió melancólicamente hacia el objeto. —Si me quedo el vestido, las hadas lo destruirán y además, estoy seguro que él quería que lo tuvieras, lo apreciaba tanto a pesar de que alguna vez lo oí decir que jamás volvería a ponérselo.
Hyunjin miró la piedra cuando Chan se la devolvió, e inesperadamente sonrió, aunque fugazmente, pero lo hizo.
Tal vez Chan tenía razón, a Felix le hubiera gustado que no se sintiera triste.
El hada separó suavemente sus manos. —Es hora de irme. —Y con ello, se volteó en dirección a la ventana, mirando una última vez al elfo y sonriendo. —Hyunjin. —Llamó suavemente, el contrario asintió. —Las hadas creemos en la reencarnación. Tal vez, si la Diosa de la Luna a la que ustedes le rezan es tan benévola, les permita reencontrarse en otra vida. —Y con ello, salió de la ventana, no sin antes decir. —Hasta nunca, Hyunjin, Jisung, Minho.
Y desaparecer de la nada como polvo brillante.
K:
¡Hola!
Deben estar llorando mucho ahora, lo siento mucho. En realidad, yo no suelo escribir finales tristes ni historias de este tipo, Fatum nació porque yo misma deseaba probarme que podía escribir incluso historias como esta.
Agradezco a EisDame, quien me ayudó a corregir este capítulo, para hacerlo más doloroso. Y también agradezco a HyuugoR, gracias a ella es que nació la idea de este fanfic, y me ayudó con muchas ideas en general.
Se preguntarán, ¿esto acaba aquí? En realidad no... ¿o si? Tal vez.
Este es el final, pero aún falta publicar el segundo final, el cual tendré listo lo más rápido posible, les prometo que este fic termina bien, aunque tal vez en final no sea como ustedes lo esperan.
Nos leemos más tarde ♡
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