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POV JIMIN:

Estaba en una cafetería cerca de mi oficina que frecuentaba muy amenudo. Pagué y me dirigí a la zona de recogida, mirando solo a medias por dónde iba.

Estaba demasiado distraído por la avalancha de nuevos mensajes que se desplazaban por mi pantalla.

Mi teléfonos había estado a rebosar durante todo el fin de semana. Amigos, conocidos, periodistas de sociedad, todo el mundo quería felicitarme o hablar conmigo tras el rotundo éxito del Baile del Legado.

Los rumores sobre los problemas de Park's Company seguían circulando.

Era emocionante y agotador.

Abrí un nuevo correo de un posible cliente justo cuando me topé con otro cliente. El café salpicó el lado de su taza y sus zapatos.

El horror se apoderó de mí.

—¡Lo siento mucho! —Levanté la vista—. No quería...

Mis ojos se posaron en el rostro de alguien familiar. Mis labios seguían separados, pero mis palabras habían huido a alguna isla lejana.

—No pasa nada —dijo Jungkook—. Todos hemos pasado por eso. Ha sido culpa mía por dejar la taza abierta cuando hay tanta gente.

Observé, atónito, como cogía una tapa del mostrador y la colocaba sobre su café. Tenía pantalones de vestir negros y una camisa blanca con las mangas remangadas.

—¿Qué haces aquí? –mi corazón latía rápido.

La oficina de él estaba a unas pocas cuadras de distancia, pero nunca nos habíamos cruzado.

Jungkook arqueó las cejas, juguetón.

—Tomando café, como tú.

Me puso una mano en el brazo y me movió suavemente hacia un lado antes de que una mujer pasara por delante de nosotros con una bandeja llena de café.

La mano de Jungkook de detuvo un instante en mi brazo antes de retirarla y extenderla.

—Soy Jungkook, por cierto.

Me quedé mirando su mano extendida, preguntándome si se había golpeado la cabeza y había desarrollado un caso repentino de amnesia durante el fin de semana.

No sabía qué otro cosa podía hacer, así que le tendí la mano.

—Soy Jimin.

—Encantando de conocerte, Jimkn.

Nos tomamos de la mano. Mi estómago se revolvió antes los nebulosos recuerdos.

—Entonces, ¿vienes aquí a menudo? —me preguntó despreocupadamente.

La cursilería de la frase para ligar me sacó de mi asombro.

—¿En serio? —dije, con un tono dudoso.

—Es una pregunta sincera —sonrió.

—Sí, lo sé. Sabes que sí —aparté la mano—. ¿Qué estás haciendo, Jungkook? Y no me refiero al café.

—Dijiste que nuestra relación tuvo un comienzo difícil, y tenías razón —dijo en voz baja—. Así que estoy aquí, tratando de empezar de nuevo. Sin negocios, sin tonterías. Solo nosotros, reuniéndonos normalmente como lo harían dos personas que se acaban de conocer.

La sonrisa de Jungkook volvió. Me arrepentí de todas las veces que me dije que no frunciera el ceño. Un Jungkook con el ceño fruncido era mucho más fácil de resistir que uno sonriente.

—No quiero parecer demasiado atrevido, ya que nos acabamos de conocer —dijo—. Pero, ¿te gustaría salir algún día?

Negué con la cabeza.

—Lo siento. No estoy interesado en salir ahora mismo.

—Entonces no será una cita. Será una cena entre dos personas que se están conociendo mejor.

Mi mirada de estrechó. Me devolvió la mirada con una expresión inocente, pero con los ojos llenos de picarona.

Tomé el café que había pedido y rompí el contacto visual.

—Ha sido un placer conocerte, Jungkook. Pero tengo que volver al trabajo.

Me siguió hasta puerta y la mantuvo abierta.

—Si no es una cita, entonces tu número. Te prometo que no te llamaré de broma ni te enviaré fotos inapropiadas... A menos que quieras, por supuesto.

Reprimí una sonrisa y arqueé una ceja.

—¿Siempre eres tan persistente con las personas que conoces en una cafetería?

—Solo con las que no puedo dejar de pensar.

Estábamos enredados en una red tan complicada, pero por un momento me dejé llevar por la fantasía de que éramos una pareja normal.

—Si te doy mi número, ¿dejarás de seguirme?

Sonrió.

—Los dos nos íbamos, así que no sé si eso cuenta como seguir, pero sí.

Le di mi número. Él ya lo tenía, por supuesto, pero lo tecleó en su teléfono como si no lo tuviera.

—Jungkook —lo detuve.

Me miró de nuevo.

—¿Cómo sabías que estaría aquí a esta hora?

—No lo sabía. Pero sé que es tu cafetería favorita y que siempre vienes aquí a la hora de comer. —Sus palabras de despedida llegaron hasta mí con la brisa—. Fue un placer conocerte, Jimin.


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