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Maratón (4/5)
POV JUNGKOOK
Volví a la cena y me esforcé por actuar con normalidad. Jimin no dijo nada en el restaurante, pero cuando volvimos al hotel, me miró preocupado.
-¿Va todo bien? -me preguntó-. Has estado muy callado desde la llamada.
-Todo está bien -me encogí de hombros y evité su mirada-. Solo me molesta que haya interrumpido nuestra cena.
-Aun así, fue una buena cena. -él suspiró y se sentó en la cama con una sonrisa soñadora-. Soñaré con ese postre el resto de mi vida.
-¿El postre y no yo? Me siento ofendido.
Jimin puso los ojos en blanco.
-No todo gira en torno a ti, Jungkook.
-Debería. -Sonreí al ver cómo se le encogía la nariz mientras se me retorcía el corazón.
Nuestras bromas eran tan divertidas como siempre. Pero debajo de la ligereza sonaba un reloj, que solo yo podía oír en la cuenta atrás de nuestros momentos juntos.
Eran nuestros últimos momentos juntos, y fui lo suficientemente egoísta como para acapararlos para mí.
Jimin soltó una carcajada cuando la empujé sobre su espalda y lo monté a horcajadas, con movimientos lo bastante suaves como para que cayera con un suave golpe.
-Última noche en Francia. -Bajé la cabeza para que mis labios rozaran los suyos con cada palabra-. Me pregunto cómo deberíamos pasarla...
-Bueno, originalmente había planeado tomar un largo baño, leer, tal vez ponerme esa máscara facial que dijiste que me hace parecer Jason de Viernes 13... -Jimkn reflexionó, con los ojos brillando con la risa y el calor acumulado-. Pero quizás tú tengas una idea mejor.
-Puede que sí. -Le di un suave beso en la boca mientras le quitaba lentamente la camisa.
Normalmente, habría sido demasiado impaciente para ir tan despacio, pero esta noche dejé que mi tacto se detuviera en cada curva y cada hueco.
Recorrí su cuerpo con la boca y las manos, acariciando y quitándole la ropa interior con los dientes, centímetro a centímetro, hasta que gimió de frustración.
-Jungkook, por favor -respiró, con la piel enrojecida de placer a pesar de que apenas lo había tocado.
Mi gemido vibró contra su piel. Quería alargar la noche todo lo posible, pero no podía negarle nada. No cuando me miraba con esos ojos y me suplicaba con esa voz.
Tiré su ropa interior a un lado y contemplé el perfecto espectáculo que tenía ante mí.
-Mierda, estás tan duro para mí.
Volvió a gemir cuando rocé suavemente mis dientes sobre su erección. Una, dos veces, dejando que se calentara a la sensación antes de que lo atrajera y chupara.
Los crecientes gritos de Jimin fueron música para mis oídos mientras la llevaba a su primer orgasmo de la noche.
Podría escucharlo eternamente: los suaves gemidos, los pequeños jadeos y la forma en que me llamaba cuando se corría en mi boca. Era la sinfonía más dulce y sucia que jamás había escuchado.
Todavía estaba bajando de su subidón cuando me deslicé dentro de él.
Otro gemido subió por mi garganta al ver lo apretado que estaba. Su cuerpo se ajustaba al mío de la misma manera que el océano abraza la orilla: naturalmente, sin esfuerzo, perfectamente.
Me costó toda mi fuerza de voluntad mantener un ritmo pausado cuando él se sentía tan jodidamente perfecto, pero quería saborear cada segundo.
Sin embargo, al final perdí el control y aceleré el ritmo. Reprimí una maldición cuando Jimin se arqueó dentro de mí, llevándome aún más adentro.
-Más rápido -suplicó, con la voz ronca por el deseo-. Por favor...
Me detuve un segundo antes de agarrar sus caderas y darle lo que pedía, follando dentro de él con más fuerza y rapidez hasta que sus uñas se clavaron en mi espalda.
Jimin tenía los ojos entrecerrados, las mejillas sonrojadas por el placer y los labios entreabiertos mientras emitía un gemido tras otro.
Era tan hermoso que casi no podía creer que fuera real.
Mi mirada se detuvo en su rostro, tratando de grabar cada detalle en la memoria antes de volver a besarlo. Me tragué su grito de liberación mientras se aferraba a mí.
Aguanté un minuto más antes de que mi control se rompiera por fin y mi propio orgasmo me inundara en un torrente caliente y cegador.
-Bueno -respiró Jimin después de que me pusiera de lado junto a él-. Eso fue definitivamente más divertido que un baño.
Me reí mientras la culpa volvía a entrar en mi conciencia y me hacía un agujero en el pecho.
-Mi ego te agradece la confirmación.
-Dile que de nada. -Bostezó y se acurrucó más cerca de mí, colocando un brazo y una pierna sobre mi cuerpo-. Esta fue la última noche perfecta -murmuró-. Deberíamos... -Otro bostezo -. Venir a París más a menudo. La próxima vez... -Un tercer bostezo-. Vamos al...
Su voz somnolienta se apagó en el silencio. Apoyé mis labios en la parte superior de su cabeza mientras su respiración se ralentizaba a un ritmo profundo y uniforme.
Intenté dormir, pero el fuerte dolor de mi pecho me dejó inquieto.
En lugar de eso, miré al techo, contando sus respiraciones, preguntándome cuántas nos quedaban antes de que todo se desmoronara.
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